Ana Tironi Barrios

Biografía Personal

Tironi Arce, Eduardo Víctor, “él había sido parte de la generación que formó la Democracia Cristiana, pero fue renegando de ella a partir de la separación con mi madre a comienzos de los sesenta”[1]; casado con María Esther Barrios Pisarro.

PADRES DE:

Tironi Barrios Ana (1958)[2] licenciada en historia, directora de la Biblioteca nacional 2008, subdirectora de Cultura 2016 “es un honor que quiero agradecer a la Presienta Bachelet, por poder seguir aportando a la cultura de mi país. Yo tengo 9 años en la dirección de la Biblioteca Nacional y más de 20 en Memoria Chilena y en otros lugares de la Biblioteca”; cm Francisco Javier Argote Magnere (1952), h. Carlos Leonardo Argote Neira y  Olga Alicia Magnere Mendoza.

[1] NO pÁGINA 40

[2] I. 2.047 nacimiento 1958 ; I. 2.462 matrimonio 1980 Ñuñoa, divorciados en 2009. I. 850 nacimiento Providencia 1952

Hermana de los profesionales, de mucha presencia pública Eugenio y Ernesto Tironi:

Tironi Barrios Eugenio (1951) doctor de sociología, académico, MAPU, PPD, participó en el diseño de la campaña del NO y de los contenidos de la ‘Franja del NO’ 1988; director de comunicaciones del gobierno de Patricio Aylwin 1990-1994; director de Endesa; columnista del Mercurio desde 2002, autor de muchos libros, miembro del Consejo Superior de la Universidad Alberto Hurtado

Tironi Barrios Ernesto (1947) ingeniero civil, PDC desde 1966, gerente general de CORFO 1990, en 2016 miembro del grupo crítico del PDC “Progresismo sin progreso”. “El senador Zaldívar no es favorable a que el partido DC lleve candidato a primera vuelta porque eso sería ir en listas parlamentarias separadas y que el partido se quede en solitario. Me pregunto, ¿no será preferible que unos pocos parlamentarios (acompañados entre sí por tanto tiempo) se queden solitarios, y así dejen sentirse el millón de ex militantes y simpatizantes que dejaron de votar DC por no verse representados por ellos?” (1)

«Creemos que una creciente parte de la opinión pública y muchos políticos se han ido acomodando: adaptando y aceptando el desarrollo de una violencia desatada, cobarde, callejera. Eso es inadmisible. No corresponde a una actitud democrática y responsable… que la paz, el respeto mutuo y la verdadera dignidad de los derechos cívicos vuelvan a gobernar nuestros destinos». (3)

(3) Carta de 12 políticos democratacristianos (algunos renunciados al partido): «Acomodarse a la violencia» 21 octubre 2020.

Tironi Barrios Pablo (1948) Ingeniero, “mejorar la fiscalización, sanciones y hacer cumplir las sanciones sería mucho más eficaz para disminuir accidentes que reducir de 60 a 50 km/h la velocidad máxima…” (2).

(1) Carta El Mercurio 27 diciembre 2016

(2) Carta, El Mercurio 11 agosto 2018.

(3) Carta de 12 políticos democratacristianos (algunos renunciados al partido): «Acomodarse a la violencia» 21 octubre 2020.

Descendencia

Fuentes

Entrevista Eugenio Tironi 28 agosto 2021
Eugenio Tironi: “El Frente Amplio es tan bolsa de gatos como lo fue la Concertación en su génesis”
«Boric y RD, accionista mayoritario del Frente Amplio, se sienten parte del socialismo democrático, no se sienten parte de la cultura comunista», dice Tironi.

El sociólogo y ex responsable de la Franja del No en 1988, destaca el liderazgo «coalicional» de Gabriel Boric, su astucia y pragmatismo. Pese a las deserciones y remezones, observa que el Frente Amplio ha logrado sobrevivir incluso a su alianza con el PC; «no imaginó rodear la Convención desde fuera sino coparla desde dentro: el Frente Amplio es una máquina hegemónica como fue la Concertación»

A veces, siente que retrocede en el tiempo. Por ejemplo, cuando escucha los resquemores de la centro derecha ante el Frente Amplio. Eugenio Tironi dice que entonces recuerda los inicios de la Concertación, a fines de los años 80. “Hoy uno escucha a gente de derecha decir qué maravilla fue la Concertación, qué nostalgia, por qué no defienden con más fuerza el legado de la Concertación. Pero no recuerdan que ellos fueron adversarios durísimos, vaticinaron el peor destino para el país con la Concertación. Esta visión idealizada es una falacia narrativa ex post. Y algo parecido pasa con el Frente Amplio”, dice.

Analista y estratega, responsable de los contenidos de la Franja del No y de las comunicaciones del gobierno de Patricio Aylwin, el sociólogo ve más de una similitud entre el Frente Amplio, sobre todo en la figura de Gabriel Boric, y la joven Concertación.

“Veo en Boric un liderazgo coalicional más que profético, usando las metáforas de Barack Obama. El Frente Amplio es una prueba de eso, es tan bolsa de gatos como lo fue la Concertación en su génesis. En la Franja del Sí se reían que jamás iba a ser viable, que no íbamos a poder gobernar, que eran animales muy distintos dentro de una misma jaula”, cuenta.

Y aunque el Frente Amplio ha vivido insurrecciones y deserciones, “ha logrado sobrevivir incluso a la experiencia con el PC. Tienen experiencia coalicional y la practican y la están practicando en la Convención Constitucional”.

Un hito fundamental fue la firma del acuerdo del 19 de noviembre, apunta Tironi. “Así como la Concertación optó por derrotar a Pinochet a través de la Constitución de Pinochet, uno ve que el Frente Amplio ha definido cambiar el orden neoliberal a través de las instituciones de la democracia representativa. No ha tenido las dudas que ha tenido el PC. El Frente Amplio no ha imaginado rodear la Convención desde fuera, sino coparla desde dentro: el Frente Amplio es una máquina hegemónica como fue la Concertación. Esta no dudó en meterse en la camisa de fuerza institucional para reformarla, y eso le costó la relación con el PC. Al Frente Amplio también puede costarle su alianza con el PC”, afirma.

En otro sentido, el sociólogo cree que Boric tiene un espíritu reformista, similar al del ex conglomerado de centro izquierda. “Boric se pone metas muy ambiciosas, pero siempre habla de cumplirlas gradualmente. Tiene una visión reformista y no apocalíptica”. Por último, agrega, el Frente Amplio está fuertemente permeado por ideas contemporáneas, con una relación intensa con “el mundo de las cultura, los estudios de género, las ideas en la academia, la economía, la sociología, como también lo estaba la Concertación”.

¿En qué momento el Frente Amplio comienza a asemejarse a la ex Concertación: cuando Boric firma el acuerdo del 15 de noviembre o después de ganar las primarias?

Viene del momento en que es candidato a parlamentario, cuando buscan copar las alcaldías; viene del momento en que RD participó en el gobierno de Bachelet, y obviamente que el hecho de que Boric firmara el acuerdo con respaldo de RD fue muy relevante. Y cómo arma la campaña: así como la franja del No condicionó lo que fue luego la transición, la franja de Boric marcó un derrotero, una estética, una ética, un estado de ánimo, una atmósfera que va a marcar mucho lo que podría ser el Frente Amplio hacia el futuro.

¿En qué se parece la franja de Boric a la del No?

Ambas son optimistas, positivas. No era fácil ser optimista después del estallido social, menos aún después de la dictadura. Las dos franjas son limpias, transparentes, jóvenes, y es muy interesante el contraste con Jadue. La franja de Jadue fue una franja más miserabilista, más oscura, más realista, un Chile de muchedumbres, de masas, donde las identidades individuales se confunden con un pueblo mitificado. En Boric, no; el árbol de Boric es el equivalente al arco iris del No.

¿Cómo es el voto Boric? Ahí se confunden también votos anti Jadue…

Básicamente son jóvenes, personas conectadas, digitales, no analógicas, por lo tanto, personas que protegen su identidad. Yo creo que la actitud de Boric de si me equivoco vuelvo atrás, produjo conexión y creó un vínculo que será perdurable. La Franja del No produjo un vínculo que duró 20 años. No sabemos cuánto va a durar el vínculo con Boric, pero produjo un vínculo afectivo, emocional con su votante. Además es un votante que apostó por él y ganó. Y no hay nada que provoque más vínculo que la victoria. Sí, hay mucha gente que votó estratégicamente por Boric, sin tanta convicción, más bien para detener a Jadue, pero en el proceso se fue enamorando. Los enamoramientos se producen por accidente y este podría ser uno de esos.

¿Cómo describiría el liderazgo de Boric?

Lo encuentro muy contemporáneo, poco ideológico, bastante pragmático, sobre todo muy flexible, audaz. Es un tipo de liderazgo que sabe distinguir fines de medios, plantear fines grandes, propios de esta época, y es bastante menos dogmático en cuanto a los medios, bastante abierto a encontrar la mejor fórmula. Puede ser que las fórmulas que piensa caen en demasiada universidad gringa, inglesa, francesa, mucho paper, poco sudor. La experiencia de vida del Frente Amplio es muy sesgada, se ha desplegado en el poder, son como los herederos, no se ha forjado en la vida cotidiana dura, llena de frustraciones y fracasos. La Concertación venía de un gran fracaso y eso le daba una humildad, una modestia que esta generación no tiene.

Pasaron de la mesada al Congreso, como dicen sus críticos…

Claro… Son los hijos de becas Chile, y tienen un poco de desazón con Chile porque no es igual a California, a Boston, a las ciudades donde estudiaron. Su tendencia es comparar con eso, pero bueno, es la vida que les tocó vivir, suerte la de ellos.

Son los hijos de la Concertación, pero seguramente no aceptarían que los identificaran como la nueva Concertación.

No, les va a parecer pésimo. Seguramente voy a ser objeto de bullying, pero en su fuero interno no tienen otra alternativa. Es un mérito que le reconozco a Boric: Boric sabe de historia política de Chile, conoce bien a la izquierda chilena, él tiene una fraseología que es la fraseología de la renovación socialista, de ese proceso que se desarrolló en Chile en los 80 y que fue clave para la Concertación. Si la izquierda no hubiese tomado distancia de sus viejos dogmatismos, de su relativización de la democracia y los derechos humanos, no se habría creado la Concertación. Ahora, en las circunstancias en que están el Frente Amplio y Boric, claro, tienen que matar al padre y matarlo bien muerto, con harta sangre, para que se vea que no tiene misericordia, pero yo tengo la impresión de que Boric sabe que va a requerir de lo que fue la Concertación para gobernar. Por eso ha sido tan cuidadoso con el PS, y por eso fue tan cuidadoso también en su franja y en todo su lenguaje de no embriagarse con la cuestión de la ruptura generacional. Si él pasa a segunda vuelta, va a requerir del apoyo de lo que fue la centro izquierda tradicional.

¿Sus socios naturales están en la centro izquierda más que en el PC?

De todas maneras, claramente un Boric y una RD, accionista mayoritario del Frente Amplio, se sienten parte del socialismo libertario, del socialismo democrático, no se sienten parte de la cultura comunista. Y ellos saben que le ganaron a Jadue porque tuvieron la astucia; esto es mérito de Boric, esto es como el tenis, los errores no forzados no existen, no fue que Jadue se equivocó en los debates, es que Boric logró que Jadue sacara a relucir su pulsión totalitaria, misógina, autoritaria, y eso lo hundió. Boric ya saboreó esa victoria, ahí se estableció una línea divisoria, se puede restablecer tácticamente, pero amor amor amor… mmm, puede ser matrimonio por conveniencia, pero no creo que por amor.

De todos modos va a necesitar esos votos

Sí, los necesita, pero ojo, también los tuvieron Aylwin, Lagos, Frei, y también estuvieron con el No.

¿En la Unidad Constituyente no había ningún liderazgo semejante?

No, por eso mismo la Unidad Constituyente está como está. Esta nueva generación creó casa propia, como los jóvenes que se van a vivir solos; los padres no le ofrecieron nada para que se quedaran a vivir con ellos.

¿La juventud es un atributo o un factor en contra?

Ha sido un atributo, pero es distinta una primaria contra Jadue que una elección contra Sichel. Boric cometería un error -que no ha cometido- si apuesta única y exclusivamente a la juventud, porque en una de esas los mayores salen a votar y pueden buscar una cuestión más conservadora, una compensación bis a bis la Convención. Boric tendría que buscar un elenco de gente mayor y rodearse de ellas.

¿Dónde está su talón de Aquiles?

Hablamos de su falta de trabajo en terreno. Otro puede ser el éxito alcanzado sobre una capacidad de resiliencia, de correr riesgos y cuando esos riesgos llevan a un punto crítico volver atrás. Eso tiene un cierto límite, sobre todo cuando se entra a correr la final de las olimpíadas. En la final de las olimpíadas no hay explicaciones, o corrís bien o… Ahí hay un problemita que Boric debería estar viendo.

¿Y el tema de la gobernabilidad?

Esta cuestión se va a jugar mucho en la relación que tenga el Ejecutivo con el Parlamento, donde al Frente Amplio le va a ir bien. Al PC también le va a ir, a la Unidad Constituyente le va a ir mejor que en la presidencial. O sea, nadie va a tener mayoría. Entonces va a tener que forzar una suerte de alianza de gobernabilidad, no alianza de gobierno pero sí de gobernabilidad con el Parlamento. Y ojo que esto puede ser una ventaja para Boric. Boric tiene una fuerza a la cual acudir, la centro izquierda, con la cual puede ser hacer un pacto. Sichel tiene más dificultades para alcanzar un pacto de gobernabilidad con la centroizquierda. Incluso a gente de derecha uno le escucha que, desde el punto de vista de la gobernabilidad, Boric da más seguridad que Sichel.

Tiene que trabajar para eso

Esto le obliga a hacer una campaña en que tenga esto presente, como fue la campaña de Aylwin, mucho más moderada. A Boric hay que reconocerle la madurez que tuvo, con el tecito con Paula Narvaez, cómo él no renegó de eso, a pesar de las provocaciones que recibió de Jadue. Yo creo que él ya tiene un ojo puesto en un pacto de gobernabilidad.

¿Es un candidato sagaz?

Tiene algo de Allende. Y tiene el mismo peligro de Allende, que su sagacidad lo traicione. Siempre hay cosas que la retórica no puede resolver, la manera de resolverlas es tomando decisiones, con las rupturas que eso provoca, como lo hizo en el acuerdo del 15 de noviembre. Boric apostó fuerte, como lo hizo Allende con el acuerdo con la Democracia Cristiana para ser elegido. Boric tiene algo de Allende en lo bueno y en lo malo.

¿Un eventual triunfo de Boric, qué posibilidades tendría de comenzar un ciclo largo como lo hizo la Concertación?

Podría ser. El ciclo de la Concertación descansó en el gobierno Aylwin. Aylwin construyó el estilo, construyó la coalición, en un momento muy difícil, hoy nada se compara a ese momento. Un eventual gobierno de Boric debería aprender mucho de Aylwin. De su sentido moral, de ser muy cuidadoso con los símbolos, de formar una amalgama generacional; en el gobierno de Aylwin los ministros eran muy jóvenes, 35, 40 años, y tenías a un Presidente de 70. Y lo otro, crear una plataforma de apoyo en el Congreso. En esta elección, Boric tiene que aprender más de Aylwin que de Allende. Allende no fue capaz de armar gobierno porque se emborrachó con su propia astucia. Aylwin nunca se creyó astuto, siempre actuó con modestia, y logró construir este animal que duró tantos años.

Eugenio Tironi

«Temor al flaite» El Mercurio 15 diciembre 2015 «El temor a la delincuencia se concentra y aumenta entre los chilenos de ingresos medios y bajos. Son ellos, también, los que más se quejan de la violencia en sus barrios»

Ernesto Tironi

«Desmunicipalización libre» 25 septiembre 2011 «.. me preocupa que siga reduciéndose la matrícula municipal. Conviene entonces debatir acerca de los modos más efectivos y eficientes de evitar esa tendencia… si mas del 50% de lso paders firma una declaración de insatiffacción con el desempeño del colegio de su pupilo, el sostenedor público tiene la obligación de cambiar al director o trasferir la escuela a otro sostenedro, incluyendo la posibilidad de un privado»

Plesbicito de salida: la campaña 15 julio 2022
Cierre de Ventanas, Estado y Constitución 1 julio 2022

El convulsionado proceso de Codelco y el Gobierno de iniciar cierre de la Fundición de Ventanas ofrece la oportunidad de reflexionar sobre algunos temas fundamentales del arte de gobernar y de aplicar políticas públicas que favorezcan el desarrollo económico y el cuidado del medio ambiente. ¿Fue correcto lo que hizo el gobierno? ¿Fue “apresurado”, como lo declaró la Sociedad Nacional de Minería (SONAMI), representante de uno de los grupos afectados? ¿Terminará bien todo este intento?

Mi opinión es que lo realizado es digno de admiración, y mis felicitaciones más sinceras a quienes se jugaron por esta decisión: al presidente del Directorio, directores y altos ejecutivos de Codelco y, especialmente, al Presidente Boric. También a los dirigentes sindicales, que considero que actuaron muy responsablemente. Sí, puede haber sido apresurada la forma cómo se ha avanzado hasta ahora, pero hay cosas que  no se hacen nunca si no se hacen de una sola vez, corriendo el riesgo de equivocarse y dejar algunas heridas en el camino. Este puede haber sido el caso, pero los beneficios finales a la larga compensarán los costos, si es que en verdad se termina por cerrar esa Fundición. El problema es que esto no está asegurado y puede que no ocurra, terminando todo al final en puros costos y muy pequeños beneficios.

La decisión de cerrar la fundición de cobre de Ventanas está entre 15 y 20 años atrasada, por lo menos. Se habría evitado mucho dolor y ahorrado mucho dinero si se hubiera cerrado o reemplazado por una fundición nueva cuando el año 2005 se decidió que fuera a manos de Codelco. Esto ocurrió porque Enami no tenía fondos para modernizarla. Me correspondió participar en parte de ese proceso en que se enfrentaron dos posturas:       1) Que el Estado le entregara fondos a Enami para que ésta la modernizara, y 2) Que Enami la vendiera a inversionistas privados para que éstos la modernizaran o hicieran una fundición nueva (ya sea solos o con Enami como socio), pero siempre con un Contrato que la obligara a fundir los minerales provenientes de pequeños mineros que le entregaría Enami.  Al final se optó por una tercera (no)solución “intermedia”, que fue “venderle” la Fundición a Codelco, quién no la necesitaba ni la quería. ¿El argumento y el interés que al final predominó? Que se evitara la quiebra de Enami, y que no hubiera “privatización”. Así, se sacó la castaña con la mano de Codelco.

¿Qué es lo esencial que deja toda esta experiencia? A mi juicio muestra la deficiencia fundamental que tiene el Estado como productor de cualquier bien o servicio. Ese defecto es que cuando tiene problemas, no funciona, produce muy caro, queda tecnológicamente obsoleto o cumple su ciclo, la empresa estatal nunca cierra. Sigue funcionando con pérdidas pagadas con plata fiscal, es decir, de los contribuyentes, sean ricos o pobres (como U$470 millones sólo desde 2012 en caso Ventanas). Esta es la principal diferencia entre un sistema económico estrictamente socialista (como era la Unión Soviética y sus satélites) y un sistema capitalista o de mercado (como en Europa o los EEUU). Y fue esa característica del sistema económico socialista el que llevó al fin de ese sistema en Rusia, a la disolución de la URSS y al modelo chino. Ese Estado socialista fue incapaz de producir la variedad de bienes y servicios que podían proveer las empresas privadas a sus consumidores en occidente, hasta que los rusos se hastiaron. Por algún tiempo pudieron ser eficientes en industrias de equipos grandes y armamentos, pero más allá no pudieron llegar.

El segundo defecto fatal del Estado como productor (y que además refuerza el primer defecto de no ser capaz de cerrar cuando no entrega lo que se espera de él),  es que el Estado es siempre Juez y Parte en conflictos entre intereses netamente económicos y otros no económicos, como es el caso del cuidado del medio ambiente o el cumplimiento de estándares de contaminación máxima. La primera obligación del Estado es el cuidado de la salud y la vida de la población. Pero cuando ese mismo Estado tiene la característica o condición de ser también productor, se las arreglará para poner estándares ambientales menos  exigentes para lo que produce, se atrasará en actualizarlos o será menos riguroso en fiscalizar empresas en que tiene responsabilidad como propietario. Este fue también el caso de la Fundición de Ventanas. Véase al respecto el excelente reportaje en el diario La Tercera/Pulso del 26-6-22. Finalmente cuando hay conflictos de objetivos, se hace posible que se metan a operar otras empresas privadas al amparo de los bajos estándares que consiguen las públicas o estatales, multiplicando así el problema y dificultando su solución.

Esas mismas deficiencias que tiene el Estado como productor de bienes, también las tiene como productor de dos servicios que una mayoría en nuestra cultura contemporánea todavía supone que debe proveer directamente el Estado por obligación (y a veces sólo el Estado). Me refiero a servicios de salud y de educación. En el caso de las escuelas básicas y liceos, por ejemplo, son centenares los casos en que muchas de ellas debieran haberse cerrado hace tiempo. No se justifican. Tienen muy bajas matrículas, bajo desempeño y muchos profesores y salas por alumno. Cuestan muy caro y entregan enseñanza de baja calidad, medida ya sea con Simce o Tests Internacionales. Pero qué hace el Estado con ellas: suprimir el Simce. Casi nunca cerrar escuelas de bajo desempeño y llevar los niños en minibus a colegios mejores que sería más barato (ver ernestotironi.blogspot.com).

Y el tercer defecto del Estado como productor es la excesiva intervención de los empleados y políticos en las decisiones de las empresas estatales, a menudo unidos bajo un Partido. Por ej., el Colegio de Profesores y el PC. A menudo para mantener el status quo, ganar poder o reservarse monopolios, como es el caso de Correos de Chile.

Y a pesar de todas estas deficiencias y evidencias históricas, la Convención nos propone un borrador de Constitución que intenta dar más preponderancia al Estado como productor directo de bienes (litio), servicios (educación y salud públicas, Fonasa) y otras. En cambio, no dice una palabra sobre modernización del Estado, renovarlo, quitarle grasa, desarrollarle musculatura. Votar Apruebo sería retroceder un siglo en la historia, y volver a las ilusiones infantiles del comunismo antes de la experiencia de la Unión Soviética, sin haber aprendido nada de las evidencias concretas de los últimos 100 años.

Ernesto Tironi

La ilusión del futuro plebiscito 3 junio 2022

A cuatro semanas de la entrega de la propuesta final de Constitución algunos creen que si gana el Apruebo en el plebiscito se inicia un nuevo Chile de igualdad y derechos. Otros creen que si gana el Apruebo se inicia la decadencia definitiva de Chile hacia la violencia, el desorden y la mediocridad. Lo más probable, sin embargo, es que no ocurra ninguna de esas dos cosas.

¿Significa eso que no hace diferencia alguna si gana el Apruebo o el Rechazo? En absoluto; importa mucho, pero en otros sentidos que conviene dilucidar.

Parece que los humanos tenemos una tendencia a simplificar demasiado los problemas que nos afligen. De allí tal vez la atracción de los cuentos de hadas con varitas mágicas. En el caso de las decisiones políticas ocurre lo mismo. Así, pensamos que la violencia callejera se terminaría con la redacción de una nueva constitución, o que las injusticias sociales se eliminarían con un gobierno de izquierda. No son tan sencillas las cosas…

¿Por qué el plebiscito no cierra tan definitivamente esta etapa como creen muchos, aunque alguno gane por amplia mayoría? Sencillamente porque un país, una sociedad, una economía es un sistema complejo y no un simple objeto que se puede moldear o modificar a la voluntad de alguien. Además, es dinámico: se está moviendo siempre. Un sistema es algo conformado por muchas partes que se necesitan unas a otras para operar. Las partes se afectan e interactúan entre sí, y además tienen cierta autonomía propia dentro de márgenes específicos. Las partes tienen cada una movimientos o dinámicas propias. Inter-dependen cada parte de las otras para hacer lo que hace o puede hacer cada una.

En el caso concreto que nos preocupa, los gobiernos –incluido Presidente, ministros, funcionarios– pueden hacer sólo aquello que una ley les autoriza. Y quien dicta las leyes es el Parlamento. Entonces también todas las disposiciones que establezca la Constitución propuesta requieren leyes para implementarse: para que autorice al Presidente y a cada ministro actuar; para acceder a fondos fiscales para esa acción específica que se propone, para permitirle contratar o trasladar funcionarios que ejecuten, etc. Las leyes no se hacen en meses y ni siquiera en pocos años. Más todavía cuando en un período acotado de 3 a 4 años se proponen muchas y muy complejas simultáneamente. Y donde más de algo puede resultar mal. Si a alguien le caben dudas, basta que recuerde el Transantiago, que buscó transformar algo mucho más acotado, como es el transporte público.

El Parlamento entonces es un jugador decisivo en el actual proceso en curso de redactar e implementar una nueva constitución. Recordemos, ¿qué hace una Constitución? Lo que hace es asignar (y distribuir) poder de actuar, atribuciones, derechos a personas y entidades que participan en la organización y marcha del país. En ese sentido, regulan la forma de vida de las personas: enmarca o limita lo que pueden hacer, producir, ganar, etc. Lo hace a través de leyes. Por ejemplo, a Juan, un agricultor del Elqui, la Constitución a la larga puede disponer que ya no pueda seguir usando los 1.000 litros diarios de agua para regar su potrero como hasta ahora. ¿Por qué? Porque una ley establecerá que ya no tiene validez la Escritura que establece ese derecho, aunque la tenga firmada ante el Notario de Vicuña desde hace 60 años. A partir de cierta fecha la nueva constitución establece que esa Escritura ya no le da más ese derecho a Juan. Pero eso que le pasará a Juan, también le pasará a cada empresa de la gran minería, le pasará a determinados jueces en referencia a su tribunal actual y a las sentencias que puede dictar (y el largo de su carrera) y, muy especialmente, le pasará a los parlamentarios y a los derechos de la Cámara en que sesiona. Cada una de estas personas o entidades tiene distintas formas de oponerse a disposiciones de la constitución que le perjudiquen. Pasada esta etapa, empezaremos a escuchar de ellas y sus efectos. Ahora concluyo con la reacción probable de los Parlamentarios.

El Parlamento, a fin de cuentas, es quien tiene actualmente la atribución de reformar la constitución. Tiene muchas formas de negarse a implementar disposiciones establecidas por la Convención, incluyendo la postergación del análisis de ellas, aunque la Convención las haya aprobado por más de dos tercios de sus votos. La “batalla de las batallas”, no será el plebiscito, como dice el Partido Comunista. La “batalla de las batallas” será dentro del Parlamento entre partidarios y detractores de las propuestas de la Convención para la implementación de la nueva constitución en los próximos años. Y aquí entran dos jugadores adicionales muy importantes del partido que estamos jugando: el Gobierno (Poder Ejecutivo/Presidente) y la Opinión Pública (Resultado del Plebiscito y otras manifestaciones).

¿Qué va a dirimir fundamentalmente el plebiscito del 4 de septiembre, entonces? A mi juicio va ser el piso, base, o punto de partida desde el cual los parlamentarios van a aprobar o modificar los textos propuestos por la Convención y las leyes posteriores requeridas. Sí les hará diferencia a los parlamentarios y gobierno si gana Rechazo o Apruebo, y si es 49/51 o 65/35. ¿Me equivocaré mucho? ¿Qué les parece a ustedes, simples ciudadanos no expertos, ni constitucionalistas ni políticos como el suscrito? (El Líbero)

Otra belleza 7 junio, 2022

La cuenta del Presidente Boric ante el Congreso Nacional fue el acto de asunción del mando del Estado por una generación que se formó en la sospecha y rebeldía hacia este. Tomar el mando del Estado es hacerse cargo del orden; es asumir la responsabilidad de garantizar la paz. Un peso que han contraído todas las generaciones que han conseguido dejar una huella histórica que supera el testimonio, partiendo por O’Higgins y los padres de la Patria.

Asir las riendas del Estado ofrece la oportunidad de fijar objetivos, movilizar energías, colocar agenda. Pero implica también asumir la continuidad; hacer propias las deudas y dolores acumulados, así como las promesas incumplidas.

El Estado es un enorme y viejo navío que ya lleva un rumbo que es difícil de alterar, no una embarcación ligera que se puede mover a voluntad. Quien tome el timón debe saberlo, o aprenderlo con prontitud para que sus intenciones no sean vanas.

Ante el Congreso, el Presidente Boric mostró tener claro su lugar, así como la tarea que tiene por delante. Su gobierno se ha encontrado con una sociedad que es muy distinta a la imaginada. El principal actor social son los dueños y choferes de camiones que exigen seguridad para trabajar. Las festivas marchas estudiantiles de ayer han sido sustituidas por los overoles blancos. La exigencia de una reforma del sistema de pensiones va a la par de garantías sobre la propiedad y herencia de los ahorros individuales. La ilusión de una nueva Constitución se ha visto empañada por una nube de desconfianza ante su desmesura.

La principal demanda hacia el Estado es hoy contener la violencia y la delincuencia, controlar el caos y el desorden, encarar al miedo y la incertidumbre. Si no es capaz de responder a estas necesidades esenciales, no hay manera de que pueda asumir con eficacia su rol en los campos social y económico, como lo pretende la nueva Constitución y lo desearían los nuevos gobernantes.

Los liderazgos son recordados no por lo que pretenden, sino por lo que deben afrontar. Lo que les ha correspondido a las fuerzas que hoy ejercen el gobierno es, por encima de todo, salvar al Estado de la bancarrota, entendiendo por bancarrota la impotencia para salvaguardar el orden público y proveer la paz. La tarea no es fácil para nadie, menos para una generación política que ha tenido una relación conflictiva con el pasado, el orden, la continuidad, la gestión del Estado. Llegaron al poder gritando “No al lucro”; tendrán que ejercerlo convocando a un “No a la violencia” en todos los planos de la vida. Nadie ha dicho que el destino sea justo: es lo que les tocó.

“Es necesario acordarse que la guerra es un infierno, pero bello”, advierte Alessandro Baricco en su Homero, Ilíada. Por lo mismo, “la tarea de un pacifismo verdadero tendría que ser hoy no tanto demonizar hasta el exceso la guerra, sino comprender que solo cuando seamos capaces de otra belleza podremos prescindir de la que la guerra, desde siempre, nos ofrece”.

Esta es la misión de la generación en el poder: ofrecer “otra belleza”, especialmente a los jóvenes; una superior a la perversa belleza de la violencia. (El Mercurio)

Eugenio Tironi

Aprendizajes de un cocinero amateur 24 mayo, 2022

No soy buen cocinero. Pero lo hago. A veces por necesidad, pero la mayoría de las veces simplemente porque me agrada. Me gusta planear, que siempre es lo mejor de todo proyecto. Decidir qué voy a preparar, hojear recetas, reunir los ingredientes o sus sustitutos, definir la secuencia, estimar el tiempo. Me gusta ocupar lo que encuentro en el refrigerador y la despensa, especialmente si lleva mucho tiempo y se acerca a su caducidad: me hace sentir que con esto ayudo mínimamente a preservar la vida. Me gusta seguir una receta que me guíe. Los límites, he aprendido, destacan el gusto. Me gusta, no obstante, incorporar dosis de creatividad. Introduzco ingredientes nuevos o locales, si se trata de una receta internacional, con la aspiración de alcanzar un sabor propio. Me gusta mucho el aspecto manual del cocinar: trozar, picar, acopiar, adobar, freír, hervir, juntar. Y me gusta, ciertamente, sorprender a los comensales con una comida que se vea bella a la vez que apetitosa, y ver que la aprueban.

En mi derrotero registro muchas situaciones bochornosas. De ellas he tratado de sacar lecciones. Inicialmente, por ejemplo, rechazaba de plano seguir una receta. Someterme a una fórmula, pensaba, uniformiza y mata la originalidad. La experiencia, sin embargo, me enseñó que la creatividad no está en la desmesura, sino en aquello que solo se percibe ambiguamente, bajo la forma de destellos cuya fuente no se alcanza a identificar. De aquí obtuve una primera lección: para dotar de identidad a la comida no se precisa olvidarse de las recetas; basta con transgredir sutilmente los límites que estas imponen —que responden a un largo conocimiento acumulado— sumándoles sutilmente otros ingredientes, modificando delicadamente su equilibrio o variando levemente la cocción. En la cocina, aprendí, el exceso de innovación es mero egotismo.

Decía que valoro ocupar los ingredientes que tengo a mano. Esto, sin embargo, ha sido la fuente de mis mayores bochornos. Me ha sucedido a menudo que, cuando he conseguido un ingrediente muy valioso y de gusto muy agradable (digamos, por ejemplo, cierto tipo de hongos), no resisto la tentación y los agrego a tontas y a locas. El resultado a veces es incomible. De esta experiencia he sacado una segunda lección: los mejores ingredientes pueden malograrse y producir un resultado indigerible si no están debidamente dosificados.

Me ocurre a veces que exagero en cantidad y variedad. Esto obedece a dos factores: a que me embalo con el proceso (ya que estoy en esto, me digo, por qué no agregar más o adicionar esto otro), y al afán desmedido de provocar sorpresa y satisfacción en los comensales. El resultado es muchas veces desastroso, pues termina en un engendro donde no se distinguen ni aprecian sus componentes. De aquí nace mi tercera lección: el exceso provoca rechazo en lugar de atracción; o para usar una fórmula kitsch, en materia de comida lo menos es más.

Originalmente pensaba que bastaba el buen sabor para que un plato fuera apreciado. He aprendido que no es así. El tipo de plato en que se sirve, la combinación de colores y la distribución de los componentes son fundamentales. La comida —otra fórmula kitsch— entra por los ojos. Es mi cuarta lección.

Perdonen lo prosaico, pero cuando después de arduo trabajo la Convención se prepara para ofrecer su propuesta al juicio de la ciudadanía, solo atino a pensar en mis aprendizajes como cocinero amateur. Los convencionales, me imagino, estarán tan nerviosos como cuando me llega la hora de servir: eligiendo, descartando, equilibrando, armonizando, embelleciendo, con el estómago apretado de no saber si lo que he preparado con tanto cariño será recibido con una aprobación o un rechazo. (Emol)

Eugenio Tironi

Para achicar la grieta constitucional Ernesto Tironi 20 mayo, 2022

Como se están dando las cosas, “quedaremos para marzo” en materia constitucional. Así decíamos antes en el colegio cuando no pasábamos algún curso al final del año. La propuesta de la Convención recién entregada no pasó el mínimo que se esperaba en cuanto a generar un reencuentro de los chilenos y el avance unidos y en paz hacia una mejor sociedad. Por el contrario, ha extendido hacia el ámbito constitucional la polarización, los conflictos y un clima de guerra entre enemigos declarados.

Estimo que la propuesta de la Convención resultó más bien un programa político de sectores específicos y dudosamente mayoritarios de la sociedad. Por lo tanto, tenemos que continuar el proceso. La forma que intentamos no resultó. Pero tampoco fracasó. No fue suficiente. Considero necesario valorar el proceso constitucional que permitió que se pusieran en la mesa y por escrito las aspiraciones de sectores jóvenes, estudiantes, ambientalistas militantes, activistas de causas sociales como las identidades de género,  el aborto, derechos de pueblos originarios y otras causas que hasta ahora se habían expresado más parcialmente y de otras maneras (manifestaciones callejeras, tomas, etc.). El aprovechamiento de todo esto por parte del Partido Comunista es más de lo típico y no vale la pena inflarlo mucho, sino mantener el ojo puesto.

El  desafío ahora es, ¿cómo seguimos? ¿Cómo genuinamente con-versamos?, en el sentido del origen en latín del término: “versare” -de versátil-, de cambiar juntos, como le gustaba recordar a Humberto Maturana. Y más en particular o concretamente, ¿cómo hablar con quienes piensan diametralmente distinto a nosotros? Creo que esto último es lo que debemos aprender y practicar con urgencia en estos meses antes y después del 4 de septiembre.

Comparto algunas pistas que me parecen fundamentales de cómo conversar con quienes discrepamos. Por ejemplo:

  1. No esperar que primero cambien ellos antes de conversar. Eso lleva a hacernos impotentes. El poder de lograr lo que buscamos se lo damos completamente a los otros. Así no nos moveremos de las posturas iniciales ninguno de los dos.
  2. Entremos a conversar abiertos de mente. Tengamos propósitos, sí. Pero vamos abiertos a muchas formas de alcanzarlos. Y también a cambiarlos. A variar el orden entre temas que podamos haber preconcebido; los tiempos, los plazos… Ir abiertos de verdad. A escuchar al otro.
  3. Vamos dispuestos a cambiar además nuestros puntos de vista. Si no estamos dispuestos a cambiarlos nosotros, ¿sobre qué bases esperar (y menos exigir) que los cambien los otros que piensan distinto a mí?
  4. Consideremos los estados emocionales nuestros y de los otros en cada momento. Las emociones especifican lo que podemos hacer y decir a través de alterar  la estructura muscular de nuestro cuerpo, y no sólo la externa, dice Maturana. (Ver “Emociones y lenguaje en educación y política”, CED, 1988). No es que solo se nos ponga una cara de rabia, sino que el resto de nuestra musculatura contraída no permite que nos salgan auténticas palabras de escucha, acogida y comprensión. Bajo la ira sólo nos salen las de rechazo e intento de destrucción de lo que estimo que me amenaza.
  5. No ir creyendo que nosotros sabemos todo. Menos de que sabemos “cómo las cosas son”. Aunque ellos crean que sí lo saben todo. No digamos, por lo tanto: “es que ellos o ellas no saben”. Ni siquiera lo pensemos; basta esto último para cerrar toda comunicación y más todavía la comprensión.
  6. No conversemos creyendo que el otro “no entiende”, aunque sea por razones muy ciertas que damos. Por ejemplo, que piensan ciertas cosas porque no tienen suficiente experiencia, además de conocimiento. Eso puede ser verdadero, pero no basta para que el otro escuche o cambie. Tampoco las explicaciones que les demos, por claras y verdaderas que a nosotros nos parezcan.
  7. Conversar chequeando continuamente la emoción en que estamos, y en particular, si nos estamos sintiendo superior a los otros o las otras. Esto nos suele ocurrir muy inconscientemente y por eso hay que estar vigilante. Si nos pasa, basta con darnos cuenta y empezará a disolverse ese sentimiento. Si permanece, es casi seguro que el otro dejará de escucharnos genuinamente. Se cierra él, seguimos cerrados nosotros y percibimos que estamos bloqueados; no avanzamos.

¿Es ingenuo,  ilusorio o imposible seguir estos tips? No creo. Si nos parece imposible hacer lo que es necesario para generar normas de convivencia constitucionales donde quepamos todos viviendo en paz, entonces no pidamos esto último a otros. Sería una hipocresía. Seremos otra parte más del problema y no de la solución. La salida no vendrá de milagros, de magias y ni siquiera de afuera. La salida pasa por dentro de nosotros mismos. (El Líbero)

Ernesto Tironi 

Gobernabilidad: ¿Un problema estructural? Ernesto Tironi 22 abril, 2022

La derrota del joven gobierno de Boric en el parlamento con el quinto retiro al mes de empezar su período, el primer proyecto significativo que se discute allí, me parece un hecho de mucha gravedad por varios motivos.

Primero, por el temor a que se repita por otros cuatros años la imposibilidad de un trabajo conjunto entre el Poder Ejecutivo y Legislativo, como ocurrió en el gobierno pasado. Demostraría que el problema principal no era sólo que Piñera fue un Presidente con baja aprobación ciudadana y con numerosos y graves defectos, como decían tanto sus opositores, algunos de su propia coalición política y muchos periodistas. Aquí habría un problema estructural del sistema de gobierno nacional.

El segundo motivo es que esa derrota confirmaría la tesis de varios especialistas respetables de que el mayor defecto que debería corregir una nueva Constitución Política para Chile es la fragmentación de partidos políticos (más de 20 en el Congreso de hoy). Esto, junto a otros factores, ha impedido aprobar leyes indispensables para el país como la Reforma del Sistema de Pensiones por ya más de 10 años.

En tercer lugar, ese hecho mostraría lo lejos que está la actual Convención Constituyente de hacerse cargo de proponer lo realmente necesario o imprescindible que debe contener una nueva Constitución adecuada para el Chile de hoy. Si no se corrige este problema de gobernabilidad de nuestro actual sistema político, casi todo lo que proponga la nueva Constitución va a quedar sólo en el papel porque difícilmente el Parlamento se pondrá de acuerdo en las leyes que debieran implementar sus textos. Si no lo ha logrado por ya 10 años en lo relativo a pensiones y delincuencia, ¿qué puede hacer pensar que lo lograría en decenas de temas más controvertidos aún y que están lejos de corresponder a problemas que los ciudadanos declaran como los que más les preocupa?

El resultado del fracasado esfuerzo legislativo de Boric este mes en el Congreso me hizo recordar una anécdota en que me tocó casualmente participar con Gonzalo Blumel, el Ministro de la Presidencia de Piñera, tal como Jackson lo es hoy de Boric. Fue con ocasión de una invitación de los suscriptores de El Líbero, creo que tipo abril del 2019, a un año aproximadamente del inicio del gobierno de Piñera 2. La charla del ministro Blumel se centró principalmente en las dificultades para implementar su programa de gobierno debido a la oposición u obstrucción de un Congreso en que no tenía mayoría. El clima político estaba ya muy tenso, con muchas confrontaciones y acusaciones mutuas entre ambos poderes del Estado. Le pregunté entonces en público porqué el gobierno no se adaptaba a esa realidad de tener minoría legislativa y abandonaba la pretensión de aprobar las leyes que tenía consideradas en su programa y se concentraba mejor (o en vez) en hacer un gobierno centrado en mejorar la gestión del Estado en tantas materias en que se podía y debía mejorar sin necesitar aprobar nuevas leyes. El ministro me dio una respuesta muy elegante y políticamente correcta sobre la necesidad de cumplir con su programa, responder a sus electores y algo más. Finalizado el evento, me encontré con el ministro en la puerta y le dije que su respuesta pública me había parecido impecable, pero que no me convencía nada. Y agregué que consideraba que esa estrategia del enfrentamiento para ver quién era más fuerte, tenía más poder o buenas razones era un error grave, que podía no llegar a nada y tener funestas consecuencias. Espero no ser infidente si cuento que el ministro se quedó unos segundos en silencio, y me dijo: “Personalmente no pienso muy distinto a ti, pero tú probablemente conoces cómo es el Presidente que tenemos”.  Cuando ocurrió el estallido de octubre y sus secuelas, no dejé de recordar esta conversación…

Ahora, tres años después del diálogo que he recordado, el nuevo presidente en que una mayoría de ciudadanos ha depositado su confianza parece encontrarse en una situación equivalente de minoría en el Congreso. Pero tiene tres diferencias con el anterior: una, que lleva apenas un mes y no un año de gobierno. Dos, que lo apoya una coalición más joven unida bajo un programa de transformaciones más profundas en las cuales hay expectativas muy elevadas. Y tres, que parece no tener la personalidad competitiva a toda costa que busca ganar siempre y en todo lo que emprenda, como el anterior presidente. ¿Cómo irá a reaccionar el nuevo Presidente Boric ante esta misma circunstancia política que se presenta de nuevo? Es la pregunta del millón y mi sueño es que estemos en manos de un gobernante que tenga poco ego y más humanidad y sabiduría. (El Líbero)

Ernesto Tironi 

Proceso constitucional: resignarse o corregir Ernesto Tironi 25 marzo, 2022

Llegó la hora de la verdad en materia de nueva Constitución.

La Convención elegida en mayo del 2021 no logró tener un texto en el plazo inicialmente establecido y tuvo que pedir una extensión de tres meses al Congreso. Pero lo más grave es que lo aprobado hasta esta semana está lejos de conformar una nueva Constitución que sea percibida como la “casa de todos” por una mayoría sustantiva de los chilenos (digamos más de dos tercios de los ciudadanos). Hoy es muy posible que ese texto se apruebe por un margen mínimo o que gane Rechazo en el plebiscito de salida. Las consecuencias para el país de cualquiera de estos resultados pueden ser desastrosas: agudización de las divisiones de nuestra sociedad, continuación de los conflictos políticos, incertidumbre económica, freno de la inversión, desempleo, angustia, agresividad y probable regreso de la violencia a las calles.

Además, con la composición y el comportamiento que han tenido los convencionales hasta ahora, es altamente improbable que en los tres meses de extensión de plazo se modifiquen las normas ya aprobadas. Y demasiados creen que la actual propuesta de Constitución es mala: maximalista, ideologizada hacia la izquierda y desequilibrada. Redactar una Constitución que sea sentida como una casa para todos exige de sus redactores una apertura a conversar con gente que piensa lo opuesto a ellos y no considerarlos como enemigos. Esto no se ha observado, y es demasiado arriesgado esperar que cambie en tres meses.

La situación en que nos encontramos entonces abre varios desafíos o dilemas.

El primero es si optar por resignarse a seguir con lo establecido en el Acuerdo del 15 de noviembre del 2019 o intentar corregirlo AHORA, introduciendo nuevas condiciones para la aprobación final de la nueva Constitución.

Dentro del primer camino o alternativa, lo que ocurriría es que tendremos “cualquier” Constitución que decida el resultado del plebiscito de salida. Si el Apruebo saca la mitad más uno de los votos en julio o septiembre, se promulgará una nueva Constitución insuficiente para lograr los objetivos que se propuso de avanzar hacia una sociedad chilena más equilibrada, igualitaria, pacífica y desarrollada. Si dentro de esta opción el Apruebo pierde (el Rechazo saca más votos), entonces -según el acuerdo del 15-N- seguirá rigiendo la Constitución actual (la de 1980 según algunos, o del 2005 según otros). Mucho me temo que las consecuencias políticas, sociales y económicas de darse este resultado serían tan malas como de ganar el Apruebo. Violencia asegurada. Por lo tanto, se hace evidente que es necesario hacer algo AHORA para corregir el curso que llevamos. El próximo plebiscito no es solución.

A mi juicio, el movimiento Amarillos por Chile, encabezado por Cristián Warnken y otros, es quien mejor está comprendiendo esto y ha planteado hacer algo AHORA para que el proceso de establecer una nueva Constitución termine bien. Por eso crece con tanta fuerza, que ya tiene más de 30.000 adherentes.

Está claro entonces que hay que hacer algo AHORA. El segundo dilema es, entonces, ¿qué hacer? Mario Waisbluth, otro destacado vocero de Amarillos por Chile, ha escrito un valioso artículo donde señala cuatro opciones sobre qué hacer:

  1. Que una fracción mayoritaria del Senado o del Congreso anuncie, antes del plebiscito de salida, su disponibilidad para, en caso de Apruebo o de Rechazo por igual, se convoque a una nueva etapa del proceso constitucional, sea retomando ellos mismos la potestad constituyente, o convocando a una nueva Convención.
  2. Que exista en el próximo plebiscito una papeleta adicional a la de Apruebo/Rechazo, preguntando por opciones precisas en el caso del Rechazo.
  3. Que el Congreso apruebe por 2/3 prorrogar el plazo de trabajo de la Convención, pero a cambio de condiciones, ya sea en materia de contenidos específicos o en composición de convencionales.
  4. Introducir una enmienda ahora al proceso constitucional, diciendo que la aprobación final no será por 50% + 1 de los votos, sino por 4/7 o 2/3, para asegurar que el Apruebo lo dé democráticamente una mayoría importante del país.

Otros han planteado volver al proyecto de nueva constitución de Bachelet.

Por mi parte, me inclino fuertemente por la opción de conseguir que el Congreso determine que para aprobar el texto de Constitución emanado de la actual Convención o cualquier otro texto debe obtener más de dos tercios de los votos a favor en el plebiscito de salida. Considero que exigir los dos tercios es la única forma de que podamos considerar a la nueva Constitución como una “casa para todos”, haciéndola más aceptable para quienes estén en desacuerdo.

Pero el otro problema del actual camino es que no hay una alternativa conocida al Rechazo o No apruebo. Por lo tanto, esto se presta para aprobar algo malo ante la ausencia de alternativa o el miedo de otra peor “cualquier cosa”.

Para establecer un camino que obligue a converger, propongo establecer también AHORA un procedimiento para revisar o reescribir el texto que no obtuvo los dos tercios. Que lo haga una nueva Convención compuesta por la mitad de los convencionales actuales y la otra mitad de parlamentarios, y con la mitad del tiempo para entregar su nuevo texto: 4 a 6 meses. Si el segundo texto no se Aprueba, se escoge una tercera Convención conformada por la mitad de los miembros de la 2ª Convención y la otra mitad profesores de derecho constitucional escogidos por las universidades públicas, quienes deben entregar un texto en la mitad del plazo anterior: dos meses.

Así, respetando el trabajo que ha hecho la actual Convención, más el aporte del nuevo congreso y de académicos especialistas, lleguemos a una buena Constitución que nos vuelva a unir como nación y sociedad en breve plazo.

Ernesto Tironi 

¿Qué va a pasar? Ernesto Tironi 11 marzo, 2022

Ante situaciones de intenso desasosiego hay dos actitudes principales que tendemos a asumir los humanos. Una es la del cínico que se dice: “total, yo tengo que seguir trabajando igual de 8 a 5”. Así responden muchos, pensando que los problemas políticos, nacionales o mundiales no les tocan y que están copados con sus quehaceres personales. La otra actitud es una compulsiva búsqueda de una respuesta a ese “qué va a pasar”. Un preguntarse obsesivo, pasarse viendo noticias o internet, y hablando emotivamente del tema con quien encuentre. Creo que ambos caminos nos encierran en un círculo sin salida y doloroso. Creo que no podemos evadirnos ilusionándonos que el futuro se puede predecir, o esperando que eso nos calme, ni negando lo que ocurre afuera y menos ocultando lo que pasa al interior de nosotros mismos.

Intentar predecir el futuro parece ser una necesidad humana primaria y además creciente en nuestra cultura. Pero tal vez exagerada. Creo que nos equivocamos al hacernos tanto esa pregunta, conducta poco consciente que supone muchas cosas sobre las cuales reflexionamos poco. Querer saber tanto “lo que va a pasar” nos hace pasarlo mal de más en el presente, y sin necesidad. A menudo sentimos una preocupación y ansiedad excesivas, con emociones intensas generadas por pensamientos automáticos catastrofistas. Y estimamos que no podemos hacer nada ante eso. El mundo es así, decimos, y reclamamos al mundo por someternos a tanta incertidumbre o temor. ¿No será más bien que nosotros estamos generando eso al querer aferrarnos a lo conocido? Puede ser nuestro miedo y deseo de control lo clave de observar y cambiar.

Hay otro camino, postulo, de aprender a no evadir y equilibrar lo emocional con lo racional. Reconocer que detrás de la pregunta “qué pasará” hay una emoción de miedo y un juicio de que ocurrirá una catástrofe. Pero cuando no lo decimos nos engañamos y hacemos daño. Mejor observar esto y aceptarlo.

En el plano racional, primero calmarnos; segundo, ser selectivo en nuestra información; y tercero, hacernos otras preguntas que nos lleven a emociones y pensamientos más constructivos o positivos. Por ejemplo, preguntarnos qué exactamente temo que pase, en qué plazo, qué evidencias o fundamentos existen y, sobre todo, qué está al alcance nuestro hacer para evitar lo que tememos o alcanzar lo que anhelamos. Es decir, actuar para salir del miedo y de la postura de impotencia o víctima para ponernos en una de protagonista activo.

Sobre la Guerra en Ucrania, tres son para mí los hechos más relevantes hasta el momento. Uno, que todavía vivimos en un mundo dominado por el poder de grandes potencias. Ni los países chicos ni medianos pueden hacer lo que quieren; hay un límite. Y las potencias son tres y no dos: EEUU, China y Rusia (mal le pese a los europeos). Menos podrá Chile hacer lo que quiere; y más nos vale tomarlo en cuenta. Dos, entramos a una nueva era de más gasto y poder de los militares. Tres, esta es la primera guerra que se pelea también en el ámbito de la información digital, con Twitter, YouTube y Whatsapp influyendo fuerte en la opinión pública y movilización ciudadana. Esto no necesariamente aplacará las ambiciones de las grandes potencias; menos de los rusos. Estudiemos su historia de crueldad y destrucción en sus guerras. Conclusión, este conflicto puede ser largo, cruento y abrirá una nueva era.

Sobre qué pasará con el Gobierno de Boris estoy mucho menos pesimista que hace cinco o tres meses. En parte por la nueva moderación del Presidente electo y por los principales ministros elegidos. En parte por los contrapesos de la ciudadanía en la elección de parlamentarios. Y también por la situación externa que obligará a ser más cuidadoso.

Qué pasará con la Constitución me parece mucho más preocupante. El carácter extremo, refundacional e ideologizado de lo propuesto hasta hoy generaría, primero, conflictos de muy difícil resolución entre la Convención y el Parlamento, los que pueden trasladarse a manifestaciones en las calles con sus secuelas de violencia y paralización. Eso provocará un segundo grave efecto de frenar inversiones y el crecimiento económico. Una nueva desilusión en este ámbito no solo debilitará al gobierno sino que mantendría los conflictos sociales.

Por eso considero tan alentador el apoyo masivo a los Amarillos por Chile que buscan un cambio modernizador y progresista para tener ahora una Constitución que sea la “casa de todos”. Si esto sigue convocando el apoyo reciente, entonces tenemos esperanzas. (El Líbero)

Ernesto Tironi

El espíritu de Genaro 30 agosto, 2022

Unir a fuerzas que se habían enfrentado duramente entre sí, al punto de llevar al quiebre de la democracia, era más que improbable. Fuerzas de tradiciones muy distintas, una social-cristiana y otra socialista laica, que habían competido a fuego por la adhesión popular. Algunos líderes lo habían soñado antes de 1970, pero la idea no cuajó. Quien lo logró, finalmente, fue Pinochet y su plebiscito de ratificación; aunque la alianza en cuestión se venía gestando a fuego lento, tanto en la base social como en las dirigencias políticas y los núcleos intelectuales, al fragor de la defensa de los derechos humanos y la recuperación de una democracia sin apellidos.

Muchos pensaron que la Concertación tendría una caducidad temprana. Que se evaporaría tras la derrota de Pinochet; o que las fuerzas que la componían no resistirían gobernar juntas, no al menos más allá del período del Presidente Aylwin. No fue así. ¿Por qué?: porque no pretendió una fusión ideológica total; porque supo tolerar y procesar sus diferencias internas; porque logró establecer su propio sistema de alternancia basada en una leal competencia entre sus figuras y visiones, y porque contó con un núcleo (el llamado “partido transversal”) que privilegió la unidad de la coalición sobre la defensa de intereses partidarios.

Todo eso fue posible porque la Concertación reposó en un soporte más robusto que cualquier programa o reglamento: el afecto y la confianza gestados en una experiencia común, donde muchos pusieron su vida —a veces literalmente— en las manos de los otros. Como artefacto político, ella se fue debilitando hasta que simplemente se la dio por extinguida sin mediar despedidas ni ceremonias; pero la amistad entre quienes la crearon siguió existiendo. Hasta ahora, hasta el plebiscito de salida.

La elección entre el Apruebo y el Rechazo ha fracturado el alma de la generación política identificada con la Concertación. Para la derecha, hay que decirlo, esto tiene más valor que el triunfo del Rechazo. Con esto podría construir una mayoría electoral volcada hacia el centro sin depender de la derecha más extrema, dejando a la izquierda en condición de perpetua minoría. Avanzar hacia este escenario, por lo mismo, es para ella tanto o más importante que cualquier texto constitucional.

Las razones por las que se llegó a ese desenlace son múltiples. Dirigentes políticos que se desentendieron de su propia obra. Un ataque destemplado al pasado de las generaciones emergentes, que buscaban por esta vía gestar una identidad propia. Y astucia, mucha astucia, de la derecha, que salió de escena para brindar a antiguos concertacionistas la oportunidad de un renacimiento.

No faltan en la centroizquierda quienes están eufóricos ante la reconfiguración en marcha. En ambos lados, del Apruebo y el Rechazo. Como el converso, se sienten liberados de ocultamientos y transacciones y dan rienda suelta a pulsiones hasta ahora reprimidas. Crean caricaturas para ganar unos míseros puntos en la guerra electoral. Ofenden y suponen oscuras intenciones a quienes no los siguen en su opción. Se engolosinan en la crítica mordaz hacia la inexperiencia de un gobierno respaldado por los partidos de los que forman o formaron parte. Aprovechan su tribuna pública para expresar una sed de revancha hacia la generación entrante.

Cualquiera sea el resultado el domingo —decía Mario Marcel hace pocos días—, el proceso constituyente no va a concluir y se requerirán acuerdos amplios para conducirlo a buen puerto. Quienes fuimos parte de la Concertación podríamos poner nuestra experiencia al servicio de ese desafío. Para ello, sin embargo, hay que retomar el espíritu al que aludiera Genaro Arriagada a propósito de la controversia por el uso de la Franja del NO: continuar “respetándonos no obstante que hoy estamos en posiciones distintas”. (El Mercurio)

Eugenio Tironi

El Mal Eugenio Tironi 24 marzo, 2015

Da la impresión de que los chilenos lo hubiéramos conocido recién. Que el mal no habitaría en cada uno de nosotros, sino exclusivamente en quienes están en el banquillo de los acusados. Y que lo podríamos expurgar cuanto más vociferemos nuestra indignación ante la conducta de los caídos en desgracia.

Es una reacción automática, no premeditada. Nos acompaña siempre, como individuos y como colectividades. Recordemos cuando desde el mundo de los negocios -erguidos sobre la autoridad moral que infunde el éxito y el dinero- se levantaban voces que despotricaban contra la podredumbre y mediocridad de la política. O cuando desde esta última -con esa soberbia que da sentirse propietario del bien común- se acusaba a los empresarios de ser unos tramposos poseídos por la codicia. El mal existe -nos decían desde ambos bandos-, pero no aquí: en la otra orilla; como si depositándolo ahí, él quedara conjurado.

En un país donde la mayoría de la población -aún más marcadamente sus élites- se declara católica, resulta curiosa esta sorpresa ante el mal, así como la excitación puritana que nos invade.

El catolicismo reposa -aquí está su grandeza- en la noción de que todos los humanos nacemos con y desde el mal: el llamado pecado original. No se puede extirpar, nos enseña, por lo cual la vida consiste en lidiar con él. Benedicto XVI lo dijo magistralmente: La sabiduría de la Iglesia ha invitado siempre a no olvidar la realidad del pecado original. (…) Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educación, de la política, de la acción social y de las costumbres.

Lo que cabe preguntarse, entonces, es lo siguiente: ¿en qué momento los chilenos pasamos a «olvidar la realidad del pecado original»?; o mejor: ¿en qué momento pasamos a estimar que está enquistado en el otro, y que nosotros estamos libres de pecado?

En el campo de la centroizquierda la respuesta es fácil: en el momento en que esta pasó a estar dominada por el laicismo, el cual rechaza la noción de «pecado original» y la tensión que este origina por la vía de activar el sentimiento de culpa. La matriz marxista también ayuda, en tanto imputa el mal a un agente concreto, la burguesía, y deposita en su opuesto, el proletariado, todos los bienes imaginables -incluyendo el de emancipar a la burguesía de sus demonios.

En el campo conservador y de derechas, hasta hoy predominantemente católico, la respuesta es más compleja. En el pasado este nunca osó negar la culpa generada por la riqueza -y la Iglesia jamás dejó de recordarlo-. Era su forma de convivir con el mal. Pero esto cambió cuando se propagaron corrientes católicas que, tomando prestadas nociones propias del protestantismo, presentaron el éxito económico como signo de santidad. Esto desmoronó la culpa y el recato -y hasta cierto punto, la vergüenza-. Para alcanzar la riqueza todo estaba permitido, lo que eximía lidiar con el mal. A esto contribuyó la llamada ideología neoliberal, que, en palabras del mismo Benedicto, estableció que la economía -y de su mano, la empresa- no está «sujeta a injerencias de carácter moral».

«Uno no puede dedicarse a castigar a quien alguna vez haya hecho algo malo en alguna ocasión», dice un personaje de Javier Marías en «Así empieza lo malo», su última novela. «No acabaríamos, no nos dedicaríamos a nada más. De hecho, hay que contar que todos hemos hecho algo malo en alguna oportunidad».

Esto es lo que se nos ha develado en estos días. Que hay que convivir con el mal, y no escupir al cielo. Solo cabe intentar mantenerlo a raya, aunque fracasemos una y otra vez.(El Mercurio)

Los impugnadores, Eugenio Tironi 3 mayo, 2016
Septiembrismo, 13 septiembre, 2022

Masivo. Transversal. Inobjetable. Sobran los adjetivos para calificar el triunfo del Rechazo. Mientras pasan los días, abundan las explicaciones. Esta vez convendría ser cautos; no dejarse llevar por sobreinterpretaciones como las que dominaron la escena tras los sucesos de 2019, y que se estimaron ratificadas por los resultados del plebiscito de entrada y el inesperado ingreso de los independientes a la Convención. Haríamos mal, en breve, en pasar del “Chile despertó” para terminar con el neoliberalismo al que ahora lo hace para terminar con la “izquierda brahmán”, como la llama irónicamente Piketty.

Las encuestas (que esta vez no salieron tan mal paradas) han dado algunas luces sobre los motivos del Rechazo. Está el texto mismo. No era necesario leer su versión final; bastaba con haber visto y escuchado a los convencionales para formarse una idea y creer a las fake news. Brindaba cambio, pero no estabilidad. Protegía los derechos humanos, pero era indiferente a la demanda por seguridad y control de la migración. Ampliaba los servicios del Estado y las soluciones colectivas, pero no promovía la propiedad ni el esfuerzo individual. Y por encima de todo, instauraba la plurinacionalidad y la descentralización, pero se desentendía de lo más sagrado: el orgullo y la unidad nacional.

Más importante que el texto fue la Convención misma. Se eligió a gente común para evitar los vicios de los políticos, y el remedio resultó peor que la enfermedad. Fueron tantos los hechos bochornosos que es ocioso recordarlos. Mientras la población era sacudida por las urgencias de la pandemia y por la explosión de las inseguridades, los convencionales seguían pegados al “estallido”, rechazaban sin discutir las iniciativas contrarias a sus visiones, defendían causas particulares o planetarias para conseguir likes entre sus seguidores. Lo cual dio pie para que los grupos que nunca creyeron en la Convención la hicieran trizas, desde dentro y desde fuera. Para gran parte de los electores cualquier cosa que saliera de ahí, por defecto, debía ser rechazada.

Pesó también la contingencia, que en política lo es todo. Partió con algo que no estaba en los cálculos de nadie: una derecha que no alcanzó ni siquiera los dos tercios de los convencionales. Esto desquició el delicado mecanismo que se había construido para obligar al acuerdo y despertó la codicia de los triunfadores. Luego, tras la pandemia, llegó la inflación galopante, una delincuencia más agresiva y la cancelación de los retiros y del IFE. Esto hizo que la irritación de la población alcanzara su grado máximo. ¿A quién pasarle factura?: al Gobierno, a cuya cabeza estaba Boric y no Piñera, como estaba planeado. En las circunstancias originales, aun con la misma Convención y el mismo texto, el resultado pudo haber sido muy diferente.

La victoria del Rechazo confirma lo que ya se veía venir: que Chile ha entrado a un momento conservador: prioridad a lo que quiero proteger antes de lo que quiero alcanzar; demanda por figuras de autoridad (Congreso, políticos, expertos) por sobre figuras inspiradoras o gente como uno. El síndrome SOP: Seguridad, Orden y Pertenencia, por encima de un futuro por explorar.

¿Significa esto que las fuentes de malestar y los deseos de cambio se han extinguido y que el momento conservador llegó para quedarse? Hay que ser cuidadosos con este tipo de proyecciones. Lo mismo se imaginó, pero en sentido inverso, tras los sucesos de octubre de 2019, y miren dónde estamos.

El Rechazo ganó porque conectó con una particular atmósfera de opinión, la que puede desvanecerse tan fugazmente como llegó. Sus dirigentes harían mal, por lo mismo, en imaginar que pueden olvidar sus compromisos de campaña, o que fue la victoria de la agenda de Kast sobre la de Boric y llegó la hora del desalojo. Si así fuera, estaríamos pasando sin transición del “octubrismo” al “septiembrismo”. (El Mercurio)

Eugenio Tironi

Pido disculpas 27 septiembre, 2022

A mediados de 2016, con parte de mi familia, pasamos diez días en Israel. Me movía el deseo por conocer el lugar donde se gestó la civilización de la que me siento parte. Y hasta donde se pudiera, por conocer de primera mano un asunto que intelectualmente siempre me ha apasionado: cómo se fabrica una nación, una común herencia, un proyecto compartido, instituciones que regulan las desavenencias y generan obediencia, a partir de elementos dispersos y muchas veces en conflicto. Esto me llevó, tanto en el viaje como en su antesala, a leer acerca de la creación de Israel.

Al regreso escribí una columna dando cuenta de mis impresiones, publicada en este mismo medio. Ahí confesaba mi dificultad para hallar un adjetivo que condensara lo que había sentido. Elegí finalmente “desmesura”, y así titulé la columna en cuestión. Desmesura por su territorio, desproporcionadamente pequeño y hostil en relación al peso de Israel en el mundo. Por su religiosidad, de la cual brotaron las tres grandes religiones monoteístas, el judaísmo, el cristianismo y el islam. Por su historia antigua, donde se superpusieron casi todas las civilizaciones que gestaron el mundo actual. Por su historia reciente, signada por el experimento político más impresionante del siglo 20: la creación de un Estado que acogió a un pueblo perseguido que, por más de dos mil años, preservó su identidad exclusivamente sobre el territorio de la palabra, lo que implicó la expulsión de cientos de miles de palestinos que poblaban esa tierra desde tiempos inmemoriales. Terminaba citando al escritor Ari Shavit, quien dice algo que sentí hondamente: Israel no ofrece “seguridad ni bienestar ni paz mental”; solo ofrece “la intensidad de una vida al límite”.

A pocas horas de publicada recibí un llamado de la Comunidad Judía de Chile. Me pedían una reunión urgente. Recibí esa misma tarde a una numerosa delegación de jóvenes. Imaginé que venían a felicitarme, o a ahondar en su contenido, pero era para protestar por la columna y advertirme que enviarían al periódico una carta de respuesta. Me objetaron, entre otras cosas, que usara el concepto de “colonialismo”, que señalara que la tierra del actual Israel estuviera poblada por palestinos, que no reconociera la vida judía que siempre persistió en ella, y que asociara la creación de Israel con la necesidad de huir del antisemitismo europeo. Les respondí que esto no calzaba con lo que había leído y escuchado. Agregué que para defender a Israel y al judaísmo, por los cuales siento una profunda admiración, no era necesario dar la espalda a la historia ni renunciar a su “sólida tradición de autocrítica agridulce”, como la denominan Amos Oz y Fania Oz-Salzberger.

En los días siguientes recibí otra solicitud de entrevista. Esta vez de la Comunidad Palestina de Chile. Querían únicamente agradecerme el haber recordado los dolores que entrañó para su pueblo la creación de Israel. Conmovido, no supe qué decir, salvo indicar que me parecía lo mínimo.

Uno nunca sabe cuáles serán las reacciones a una columna (incluida esta), pero esa vez la sorpresa superó todo límite. Lo que imaginaba una simple constatación histórica terminó en motivo de gratitud; y lo que supuse era un elogio a una de las grandes proezas políticas del pasado siglo fue leído como un reproche.

Dejando atrás los dimes y diretes, el paso del tiempo me ha hecho sensible a lo que, creo, motivó la reacción de la comunidad judía. Es un sentimiento difícil de expresar, y que por lo mismo en su momento no capté. Pienso ahora que dolió que empleara la palabra desmesura. Hoy entiendo que ella se puede asociar al cruel estereotipo construido por el antisemitismo para estigmatizar y perseguir al pueblo judío. Si fuera así, pido mis más sentidas disculpas. (El Mercurio)

Eugenio Tironi

Ernesto Tironi: 29 mayo 2023
Lunes 29 de mayo de 2023

«No olvidar la lección»

Trayectoria Política

Tironi Barrios Ana (1958) licenciada en historia, directora de la Biblioteca nacional 2008, subdirectora de Cultura 2016 “es un honor que quiero agradecer a la Presienta Bachelet, por poder seguir aportando a la cultura de mi país. Yo tengo 9 años en la dirección de la Biblioteca Nacional y más de 20 en Memoria Chilena y en otros lugares de la Biblioteca”.

Bibliografia

«Joaquín Luco: dos historias de una vida» (1991)

Sobre la crisis universitaria 1967-1968, escribió: «la crisis de la Universidad chilena se prologaba desde hacía ya tiempo y la autoridad universitaria se había mostrado incapaz de resolver los problemas mas fundamentales por su tendencia conservadora respecto de la realidad social, su tendencia profesionalizante y su gobierno poco democrático. Esta necesidad de poner la Universidad a tono con los nuevos tiempos era también apoyada por las autoridades del gobierno». («Esquema histórico del movimiento estudiantil chilenos: 1906-1973» en Garretón y Martínez «El movimiento estudiantil: conceptos e historia» (1985)

 

Su hermano Eugenio ha escritó muchos libros y columnas periodísticas.

«Nos han mentido» Columna 2 mayo 2006: «Hay dos cosas en las que nos han mentido groseramente. La primera, que la Guerra Fria ha terminado. La segunda, que el capitalismo, como tal, existe… lo que ocurrió, simplemente, es que el conflicto se desplazó. Se ha desatado una nueva guerra: la que opone al capitalismo norteamericano o anglosajón al capitalismo europeo continental. Ambos comparte el apego a la democracia y a los derechos humanos, pero poco más. Los dos apelan a la libertad individual, a la propiedad privada, al mercado, a la empresa, pero estas palabras esconden nociones totalmente diferentes a un lado y otro del Atlántico. Esta es la guerra fria del siglo XXI…. quizas ahora podamos detenernos y hacernos la pregunta: ¿que queremos nosotros?»

Eugenio Tironi: “La sociedad de individuos, donde las personas entienden que el interés colectivo no es más que la resultante de la maximización de los intereses individuales, ya ha tomado cuerpo en las conductas cotidianas de los chilenos de todas las clases sociales y de todas las ideologías. Nada de esto lo va a revertir en el corto plazo ningún gobierno, líder o partido […] Las transformaciones que han tenido lugar en la sociedad chilena de los 90 no podrían explicarse sin las reformas de corte liberalizador de los años 70 y 80 […] Chile aprendió hace pocas décadas que no podía seguir intentando remedar un modelo económico que lo dejaba al margen de las tendencias mundiales. El cambio fue doloroso, pero era inevitable. Quienes lo diseñaron y emprendieron mostraron visión y liderazgo” [La irrupción de las masas y el malestar de las élites. Chile en el cambio de siglo; Grijalbo, 1999; pp. 36, 62 y 162].

«Una de las pocas interpretaciones generacionales de este momento, focalizada en la FECH, es la realizada por Ana Tironi (1986). La autora habla tanto del ‘marxismo estudiantil’ y de la ‘formación de las juventudes políticas’ como de la ‘bolchevización estudiantil’ y el antifascismo (1938-1949).

 

Eugenio Tironi: !Adviernto»: «Hay que tomar este tiempo no como un paréntesis, sino como el preambulo de un mundo nuevo» El Mercurio 12 mayo 2020

Otras publicaciones

¿Será determinante la campaña misma por el Apruebo o Rechazo (A/R) en quién gane el 4 de septiembre? En el caso del Plebiscito de Pinochet, el SÍ ganaba antes de que empezara la Franja en televisión, que dio vuelta el resultado. ¿Podría pasar lo mismo ahora? En las 7 semanas que quedan de la campaña iniciada recién con ministros recorriendo el país para “informar a la población del nuevo texto propuesto”, ¿se podrá dar vuelta el triunfo del Rechazo que hoy anticipan las encuestas?

Para intentar respuestas puede convenir pensar en qué eventos pueden ocurrir en estos próximos dos meses que produzcan impacto especialmente entre los indecisos por las dos opciones y los dudosos de si votar o no.

Se me ocurren seis: uno, errores políticos o comunicacionales como el del diputado del PS contando que está reunido en la Moneda con el Presidente para organizar la Campaña por el Apruebo. Declaraciones destempladas de ex Constituyentes. Salidas de libreto de Ministros. En fin; aquí el gobierno está más expuesto a perder puntos. Pero al Rechazo lo podrían arrinconar con cosas como muchos millones donados para la campaña.

Otro tipo de eventos futuros influyentes son, dos, los cataclísmicos: tipo muerte de otro Catrillanca o atentado a personas expuestas, como fue el del exministro de Japón que definió la elección allá. Tres, acumulación de malestares económicos, como inflación con alzas mayores del pan o carnes que no son fáciles de compensar con platas fiscales. Cuatro, testimonio a favor del A o R de una figura muy influyente a nivel popular que sea una sorpresa. Pienso en Alexis Sánchez, Vidal u otro equivalente. Cinco, el estilo de las campañas y debates, en particular el grado de agresividad mutua y la rección de los indecisos ante ello. Finalmente, pienso que el último evento que puede ser influyente en quién gane será la Franja en TV.

De los seis factores anteriores (y puede haber más), los primeros son fundamentalmente casuales, imprevistos o inanticipables. Las consecuencias que puedan tener son impredecibles, y a lo más las partes pueden mitigar daños o aprovechar, dependiendo cómo reaccionen ante ellos. Pero los últimos dos están más sujetos a la voluntad y capacidad de acciones de los dirigentes de cada campaña.

Le atribuyo particular importancia al estilo en que cada opción programe su campaña, y el carácter que ésta asuma al final. Creo que si ambos, por ejemplo, la plantean con mucha agresividad y la campaña termina siendo muy confrontacional, posiblemente eso favorecerá al Rechazo. En cambio, si se plantea en forma más moderada, pensando en que a futuro quienes hoy se oponen deberán trabajar en parte juntos para convenir reformas consensuadas, ya sea en la reforma o implementación de la Nueva Constitución, entonces eso puede favorecer más al Apruebo.

Digo esto pensando en que la mayoría de los indecisos se interesan poco o no les gusta la política precisamente porque la consideran muy confrontacional, antipática y que no les afecta la vida. También pensando en los dividendos que le dio a Boric presentarse en la segunda vuelta con una imagen mucho más moderada y buena persona.

Dentro de la Campaña y su impacto, especial significación puede tener quiénes sean los generalísimos o jefes, y los principales voceros. Hará diferencia si en el lado del Rechazo los más destacados son Moreira o Cristián Warnken. Como también la hará si en el Apruebo son Loncón, Jadue o Squella los voceros principales.

El rol de estos jefes será clave, además, por la necesidad y complejidad que tendrá coordinar grupos muy diversos que conviven al interior de los partidarios del A y el R. Dentro del A, desde los Movimientos Sociales que detestan a los partidos políticos, pasando por el FA y los comunistas. Dentro del Rechazo, coordinarse desde Republicanos a gente de izquierda democrática o concertacionistas.

Termino con el desafío de la franja de televisión, que empezará en tres semanas el viernes 5 de agosto. El primero, será dentro de cada opción distribuir los tiempos entre los grupos al interior de ella. El Consejo de TV, organismo público a cargo de ella les ayudó un poco con su reglamentación. Habrá dentro del tiempo para cada opción (15 minutos de los 30 diarios), un 60% del tiempo asignado para los partidos políticos, 27% para organizaciones de la sociedad civil, y 13% para las asociaciones y comunidades indígenas que se hayan inscrito.

Se inscribieron 252 organizaciones vinculadas al Apruebo y 377 al Rechazo. Además, 10 partidos políticos por Apruebo y 4 por el Rechazo. El estar inscritos en el Servel, les permite además solicitar aportes económicos legalmente y con ello también preparar buenos clips o videos para la Franja. ¿Cómo lo irán a hacer para distribuirse 180 minutos (6 diarios x 30 días) entre 250 o 370 interesados? Lindo desafío, que es otro motivo para decir que esta será una campaña inédita.

El segundo desafío pienso que será para cada opción acertar con atraer a los indecisos hacia su lado. Esto implicará empatizar con sus temores y aspiraciones. Responder a ellas y darles un motivo para para creer que vale la pena ir a votar por esa opción.

La franja se verá relativamente menos que cuando fue el Plebiscito del NO, pero igual harto: 40% alcanzó el rating en la noche para el Plebiscito de Entrada hace un año atrás. Una cifra muy alta. Me atrevo a vaticinar que esta vez la franja favorecerá al Rechazo, excepto que se organice muy mal. Mis motivos debo dejarlos para próxima columna. (El Líbero)

Ernesto Tironi

Eugenio Tironi

«No le tenga miedo a la juventud» El Mercurio 20 julio 2021 «Boric puede hacerlo. Tiene a su favor un liderazgo mas coalicional que profético, que no teme a las dudas y a las contradicciones y guarda respeto por el pasado. No sería raro, eso sí, que otra vez deba imponerse a sus partidos, más proclives al mesianismo.

Sichel la tiene más difícil. Tendrá que restablecer todos los puentes posibles con sus orígenes y marcar distancia con la derecha tradicional y el Gobierno. Todo esto, sin resentir el respaldo de unos partidos que, aunque deñados, son indispensables, especialmente ahora, cuando estén desplegados en terreno, abocados a la elección parlamentaria» 20 julio 2021

Convidado de piedra 2 octubre, 2022, Ernesto Tironi

Asumo que estoy aquí como convidado de piedra. De partida soy el más viejo de la mesa. Esto me autoriza a hablar a partir de mi trayectoria, de mis aciertos y errores, no de mis lecturas ni de una visión ideal acerca de un futuro que para mí ya pasó. Condenso además buena parte de los pecados de los “30 años”, contra los cuales se ha rebelado y creado su identidad política la nueva generación que está hoy en el gobierno. Pasaré a enumerarlos.

En los años 80 del siglo pasado fui parte de la renovación socialista; esa que, a la luz de la derrota de la UP, buscó reconciliar a la izquierda con la democracia, los derechos humanos y, por qué no decirlo, los valores liberales. Esto nos condujo a tomar distancia del marxismo ortodoxo, y a la luz del fracaso del “socialismo real”, a valorar el mercado, la propiedad, la empresa y la existencia de medios de comunicación independientes como barreras frente a la tentación totalitaria.

Formé parte del ala de la izquierda que, con Ricardo Lagos, decidió usar los propios mecanismos de la dictadura para derrotarla en el plebiscito de 1988. Cosa que conseguimos ese 5 de octubre, a pesar de un contexto mediático (y no solo mediático) no solo desequilibrado y hostil, sino francamente venenoso. Si optamos por este camino no fue por cobardes, como se nos ha imputado desde el confort de la democracia, sino porque sabíamos que el pueblo chileno, saturado de cambios inclementes y dominado por un profundo sentimiento de castración, no habría seguido a quienes proponían una aventura insurreccional.

Participé además en la Franja del No; esa que, en lugar de volcarse a la denuncia, al testimonio y al anuncio del fin del capitalismo y la llegada de la parusía, se limitó a ofrecer paz, reconciliación, democracia, y la posibilidad de una vida con algo más de alegría; sí, la misma que empleó sin complejos los recursos de la comunicación y la publicidad aprendidos bajo el capitalismo neoliberal. ¿Fue la franja la que derrotó a Pinochet? Ciertamente no: fue una conjunción de luchas y de puntos de vista, como siempre sucede en la historia, que a veces avanza retrocediendo, o viceversa. Con todo, la actitud de la franja, creo, marcó el curso de los años siguientes.

Luego fui director de comunicaciones del gobierno del Presidente Aylwin; sí, ese de “en la medida de lo posible”. Desde esa posición sostuvimos posturas que sé fueron y son controvertidas. Ante la presión interna por copiar a la dictadura y emplear el poder del Estado para disciplinar a los medios de comunicación para influir en la opinión pública, planteé que “la mejor política de comunicación es la que no existe”; frase que, pensé, se leería desde una mirada gramsciana, o quizás maquiavélica, pero que se interpretó literalmente, y es así como me persigue hasta hoy.

Ante la crisis que empezaron a experimentar los medios escritos que habían luchado por la democracia, tanto por la caída de su lectoría como por la escasa inversión publicitaria, nos opusimos a sujetarlos con recursos públicos. Lo hicimos porque pensamos que había urgencias mayores, que ello establecería una relación de dependencia contraria a los principios democráticos, y que el camino correcto era que esos medios se acercaran a sus audiencias, cuya vida ya no estaba ordenada en torno al dilema dictadura/democracia, sino que adquiría tonalidades mucho más complejas.

¿Me arrepiento de esas posiciones? Francamente, no.

Me habría encantado que al inicio de la transición —cuando era el momento adecuado— se hubiese creado un panorama de medios más plural. Hicimos varios esfuerzos en ese sentido. Nuestro modelo era España. Entre otras cosas dotamos de autonomía a TVN, lo que la llevó a conseguir el liderazgo de sintonía. Pero la creación de un nuevo ecosistema de medios no dependía solamente del gobierno, y lo cierto es que no prosperó. Me siento parte de este fracaso; pero prefiero cargar a mis espaldas con esta decepción antes que vanagloriarme con la medalla de un sistema de comunicación controlado por el Estado.

Como director de comunicaciones me guie por el principio “macluhiano” de conseguir que mis conductas fueran el mensaje. Y el mensaje fue uno y claro: la democracia es mejor que la dictadura porque usa las armas de la persuasión y el entendimiento, no de la intimidación, el chantaje, la censura y la propaganda.

Un paisaje comunicacional plural, más ahora con las redes sociales, lleva a que el poder de un gobierno esté radicado en su capacidad de emitir señales con la aspiración de que estas induzcan ciertos comportamientos de las personas o agentes políticos, económicos, culturales, sociales, en función de determinados objetivos o metas. Estas señales van dirigidas, al mismo tiempo y en este orden de prioridad, hacia el interior de la administración, para dotarla de un sentido de propósito; hacia sus partidarios y soportes políticos; hacia las élites y creadores de opinión pública de todo orden, y desde luego hacia el público masivo, toda vez que en una democracia la popularidad es un ingrediente indispensable del éxito.

Ahora bien, ¿quién vehiculiza esas señales? Básicamente los medios de comunicación. Su credibilidad es, siempre, superior a la propaganda oficial. Gobernar, por lo tanto, es hacer noticia, sabiendo que cuanto más independiente sea el soporte de la misma respecto del gobierno, mayor será su eficacia comunicacional.

En suma, lo que aprendí en mis cuatro años en el gobierno es, uno, que estrategia y comunicación son una sola y misma cosa, orientada a construir influencia o hegemonía; dos, que es obligación de un gobierno hacer noticiables sus actividades en los medios que no le son afines; y tres, que esto implica comprender los códigos que rigen a los medios de comunicación, y muchas veces subordinarse a ellos. Diría que estas son las leyes de hierro de la comunicación gubernamental.

Otro de mis pecados es que, terminado el gobierno de Aylwin, en lugar de seguir una carrera política decidí volver a la sociedad civil. No a la academia, a una ONG o a un organismo internacional, como habría sido lo natural, sino al mundo privado, donde creé una empresa de consultoría. En la izquierda esto me valió el epíteto de “vendido” y de “lobista”, pues esta asume que la empresa es un coto reservado a la derecha, y si alguien de sus filas se desenvuelve relativamente bien en ella es por sus contactos o su renuncia, no por su talento o su esfuerzo.

Ese paso, sin embargo, no me alejó por completo de la comunicación pública o política. En parte porque, en el mundo de hoy, no existe la empresa privada: toda empresa es pública. Y en parte también porque me vi involucrado en algunas campañas de la Concertación, principalmente en la segunda vuelta de Ricardo Lagos en el 2000, luego que Lavín sorpresivamente le empatara en la primera. Este es otro momento de mi vida que no ha estado libre de controversias.

Lo que hicimos esa vez fue simplemente refrescar lo que había aprendido con ocasión de la franja. Sabíamos de sobra que las murallas ideológicas que separaban a los chilenos desde 1988 se habían erosionado. Que no se sentían ante dos modelos excluyentes de sociedad, sino ante una cuestión de dosis; ante un equilibrio dinámico entre capitalismo y esfuerzo individual, en los momentos buenos, y de apoyo estatal y soluciones colectivas, en los momentos malos. Que dado lo anterior, el factor que determina el triunfo o derrota son los votantes desinteresados de la política, los cuales son altamente volátiles y se inclinan en una u otra dirección según percepciones básicas pero esenciales. Son estas las que buscan ser captadas por las campañas en pugna y, por cierto, como se diría hoy, por las “fake news”.

Como se podrán imaginar, he recordado mucho todo esto a raíz del resultado del 4S. La imagen que la Convención permitió que se creara de ella misma (con la colaboración activa de algunos de sus integrantes y la complicidad pasiva de muchos otros), la naturaleza del texto propuesto y su campaña de promoción, parecieron haber sido ideados para obtener el rechazo del electorado.

Eugenio Tironi
(Extracto de la intervención en el foro “Medios de comunicación y conflicto político: interpretaciones, narrativas y acciones en contexto de crisis institucional”, el pasado viernes)

Etiqueta:
No hay comentarios

Sorry, the comment form is closed at this time.