«Triste figura hace un sacerdote en una Cámara y sobre todo en una cámara revolucionaria como la de 1848: las pasiones de partido la invaden frecuentemente, y por muy santo que sea un hombre, es imposible que pueda resistir a su influencia… tuvo algunos rasgos de elocuencia que llamaron la atención… sobre el pago en la Universidad: «¡destinar una fuerte suma a un establecimiento de lujo, cuando en derredor nuestro y donde quiera que echásemos la vista, no se veía sino miseria, consternación y luto… no digo que no es útil la Universidad… pero repito que hay otras necesidades que reclaman más altamente nuestra atención» (Oradores chilenos: retratos parlamentarios, 1860)