Ivan Poduje

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Yo no te creo Gabriel 4 diciembre 2021

 

El Metro de Santiago era conocido internacionalmente por su nivel servicio y tecnología, hasta el 18 de octubre de 2019, cuando pasó a la historia por recibir el peor ataque desde los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Esta tragedia partió cuando estudiantes radicales organizaron evasiones masivas en decenas de estaciones, hasta desestabilizar la ciudad y quebrar el orden público, lo que generó un efecto dominó que dejó una estela de destrucción y dolor.

En cosa de horas pasaron de saltar torniquetes, a destruirlos con martillos, y de gritar por los pasillos de las estaciones, a reventar vitrinas y vagones, dejando trabajadores heridos y traumatizados. La locura se propagó al exterior enajenando a manifestantes y grupos organizados que lanzaron bengalas, toallas con acelerantes y bombas caseras, hasta dejar un tercio de la red de Metro en llamas, afectando seriamente la calidad de vida de dos millones de personas.

Cuesta explicar fuera de Chile, que el candidato que lidera las encuestas para ser Presidente fue protagonista de esta barbarie. Gabriel Boric Font no solo homenajeó a los estudiantes que iniciaron las evasiones, sino que lo consideró como algo “demasiado positivo y bueno” en un programa de televisión y exigió un indulto para liberar a las personas formalizadas por ataques incendiarios, saqueos, robos y maltrato a policías.

En los días más violentos del estallido, la coalición con la cual gobernaría Gabriel Boric, si es electo, impidió que se impusiera el Estado de Derecho para detener a turbas y saqueadores. Los rostros más importantes del Partido Comunista y el Frente Amplio minimizaron las marchas violentas, difundieron noticias falsas sobre centros de tortura y calificaron cualquier represión de Carabineros como una violación de derechos humanos, dejando a miles de víctimas en la más completa indefensión.

Pero todo cambió luego de la primera vuelta. De un día para otro, ese Gabriel Boric fue reemplazado por un político moderado, con otra vestimenta y un nuevo discurso. Una versión criolla del mito de William Campbell, que ya no quiere indultar delincuentes ni refundar Carabineros, sino que aplicar mano dura a los delincuentes y los narcos. Si antes prometía garantizar el derecho a la vivienda para migrantes indocumentados, ahora viaja al norte para exigir que se refuercen las fronteras, solo para recuperar los votos que perdió en Arica y Antofagasta.

Las encuestas parecen indicar que sus volteretas funcionan y varios analistas se compraron la tesis de moderación del candidato y de su coalición. Carlos Peña afirmó que su doble discurso era hipócrita, pero necesario, sin reparar el daño causado por el aquel Boric que se emocionaba recordando a los radicales evadiendo a patadas el Metro. Eugenio Tironi se puso religioso, y apeló a la parábola del hijo pródigo señalando que había llegado el momento de reconciliarse con los jóvenes del FA que antes los basurearon, aunque sus travesuras le hayan costado al país miles de millones de pesos. Pero no fue el único. Luego de la primera vuelta, se armó una verdadera procesión de lideres de la Concertación para besarle la mano al joven heredero.

Yo siempre voté por ellos, pero no puedo tragarme este sapo. No creo en la moderación de Boric porque pude sentir en la calle el impacto que generó la violencia que él disfrazó de desobediencia civil y que trató de indultar. Su nuevo discurso no me cuadra con la indiferencia del antiguo Boric con las víctimas de San Borja, la Bonilla de Antofagasta o el desolador centro de Valparaíso. No imagino cómo un político que miró para el lado ante esos hechos, ahora tendrá la responsabilidad de evitarlos, con aliados que veneran a Maduro o que han sido denunciados entre los 10 mayores antisemitas del mundo como Daniel Jadue. ¿Cómo va a insertar nuestro país con este elenco? ¿Con qué autoridad dirigirá a los mismos carabineros que quería refundar por violar institucionalmente los derechos humanos?

Todos podemos cambiar de opinión, pero no borrar de un plumazo las consecuencias de nuestros actos, que en el caso de Boric, y en mi ámbito de trabajo, fueron nefastas. Luego del estallido tenemos una ciudad más insegura y segregada, con un daño patrimonial invaluable. Por ello no tengo más remedio que ser un firme opositor a Gabriel Boric si gana la elección, para exigirle, como ciudadano, que repare el daño causado y que resuelva las urgencias en ciudad y vivienda, que siguen ausentes en su doble discurso.

Columna de Iván Poduje: El derecho a la vivienda arrendada 18 junio 2022

Pese al estancamiento de la economía, el negocio del arriendo goza de excelente salud, con índices de ocupación que superan el 90% de la oferta y valores que crecen un 20% por año. Pero estos números podrían mejorar, ya que las empresas inmobiliarias han propuesto llevar el arriendo a la política habitacional como se hizo en Europa y Estados Unidos. En términos simples, eso implicaría destinar recursos fiscales a subsidiar las tarifas de arriendo, lo que tendría dos ventajas: como el monto es menor que el subsidio de compra, más personas pueden acceder a un techo –en este caso prestado- y al existir una abundante oferta privada de alquiler, sería posible bajar el déficit habitacional en plazos menores.

El problema es que las familias que postulan a los programas habitacionales siguen privilegiando la casa propia, ya que es el principal patrimonio que dejarán a sus familias y una garantía ante una vejez llena de riesgos e incertidumbres. Y tienen razón si miramos los problemas que atraviesan los países desarrollados que optaron por las viviendas sociales de alquiler. En Nueva York, un tercio de los inquilinos destinan la mitad de su salario al arriendo, sin quedarse con nada a cambio, como ocurriría con un dividendo. En Londres, un 40% de los arrendatarios está necesitando ayuda fiscal para compensar el aumento en los alquileres, que también se han disparado en París, Madrid y Berlín.

Para frenar estas alzas, los españoles intentaron regular precios y los alemanes evaluaron expropiar miles de viviendas privadas. Pero todas estas medidas fracasaron. Tampoco fue posible levantar las regulaciones que impiden construir más viviendas, así que los gobiernos no tuvieron más remedio que sentarse a conversar con las empresas que administran las viviendas de alquiler, y que son mayoritariamente privadas.

La solución fue aumentar el subsidio estatal, para compensar las alzas en los costos de mantención de los inmuebles y la merma generada por los morosos, evitando su desalojo. Las empresas de renta aprovecharon estos flujos futuros para comprar más departamentos y financiar nuevos proyectos y han desplegado un exitoso lobby para mejorar su posición negociadora. La primera medida fue sumar a pequeños propietarios a las asociaciones controladas por grandes operadores de alquiler, como la española ASVAL que dirige el ex alcalde y ministro socialista Joan Clos. La segunda estrategia fue financiar fundaciones o universidades que difunden las bondades del arriendo con un lenguaje que lo relaciona con equidad y sustentabilidad.

La Cámara Chilena de la Construcción (CChC) ha seguido el camino, financiando seminarios, estudios y organizaciones que promueven el arriendo con un énfasis social. Como el arriendo le encanta a la izquierda, ya que va contra la propiedad privada, este brazo progre de la industria ha logrado sentar en la misma mesa a alcaldes del Frente Amplio, con el Servicio Jesuita de Migrantes, bancos y empresas concesionarias.

Que no se malentienda mi punto. El arriendo es un negocio privado completamente legítimo, y puede ser un aporte en la política pública si se presenta como una transición hacia la vivienda propia, con un consumo marginal de recursos públicos. Pero temo que las apuestas de políticos y empresas son mucho más ambiciosas. La Convención Constitucional se negó a consagrar el derecho a la vivienda propia en la nueva Constitución, lo que abre la puerta para la masificación del arriendo con tutela fiscal como un derecho social. Pero como el Estado no tiene ninguna posibilidad de construir y administrar cientos de miles de viviendas de alquiler, los principales beneficiados con esta medida, serán las empresas inmobiliarias que no solo recibirían una torta cada vez mayor de los subsidios estatales, sino que captarían toda la plusvalía de los edificios, lo que inevitablemente elevará las tarifas.

Afortunadamente el Ministro Montes tiene clara la importancia de la vivienda para las familias vulnerables y ha dicho que evaluará con detención las bondades de los multifamilys sociales que con buenas intenciones, pueden terminar matando el sueño de la casa propia como ocurrió en Europa o Estados Unidos, con lamentables consecuencias para el bienestar de las familias.

El mapa del ñuñoísmo 16 julio 2022

Ñuñoa se instaló en el imaginario popular como la capital del nuevo progresismo, el territorio de los territorios, donde caben desde los frenteamplistas que gobiernan hasta los cincuentones ex concerta que los adulan por crisis de edad o simple conveniencia. ¿Pero qué explica el ñuñoismo? Para entenderlo tenemos que remontarnos a fines del siglo XIX, cuando la comuna nace a partir de dos grandes operaciones: un proyecto inmobiliario de José Pedro Alessandri, el hermano empresario del Presidente Arturo, y un desarrollo industrial derivado del ferrocarril de cintura, que corría por la calle Vicuña Mackenna en lo que actualmente es la línea 5.

Con gran ojo, Alessandri compró la antigua chacra Santa Julia, abrió la Avenida Macul y usó sus contactos para extender la red de tranvías y darle plusvalía a sus tierras. De esta operación nacieron barrios como Plaza Ñuñoa, José Domingo Cañas o Montenegro, que fueron vendidos a personas de alto patrimonio. El desarrollo ferroviario consolidó dos de los míticos cordones industriales de la Unidad Popular: el número 9 “Vicuña Mackenna” y el 10 “Ñuñoa-Macul”. Cerca de ellos se levantan poblaciones obreras como la Zañartu y grandes proyectos de vivienda pública como las Villas Olímpica, Alemana, Los Presidentes y Los Jardínes. Además, el Estado consolida su posición con la construcción del Estadio Nacional que rápidamente se transforma en un hito de alcance metropolitano.

Esta mezcla entre barrios burgueses y zonas obreras, cuyo límite siempre fue la avenida Grecia, explican por qué Ñuñoa suele verse como una comuna de “clase media”, aunque no lo sea ni por ingreso ni por el valor de las viviendas que se ubican dentro de las más caras de Santiago. Pero el gen obrero y de clase media pesa en el imaginario progre. Un segundo factor que incide son sus recintos educacionales. El emblemático Manuel de Salas, el ultra alternativo Waldorf, el exclusivo y exigente Suizo y la reina de la corona: el polo de izquierda combativa del Pedagógico y el campus Juan Gómez Millas, donde se siguen dando batallas campales entre policías y estudiantes.

Un tercer factor que explica el ñuñoísmo es la cultura que emerge con la recuperación de la democracia y que tiene como epicentro la Plaza Ñuñoa, rodeada por el teatro de la UC, el Dante, Las Lanzas, la Batuta o la mítica Yein Fonda que dio lugar a los carretes más onderos de la época de oro de la Concertación. Actualmente, este polo se extiende por la calle Jorge Washington hasta el Campus Oriente armando un distrito conocido como “Ñuño-Provi”, que suma barrios de ambas comunas como El Aguilucho, Parque Botánico o Regina Pacis, que se han gentrificado con familias de alto patrimonio que compran casas antiguas y las arreglan para vivir lejos-cerca del barrio alto capitalino.

Pero en el resto de los barrios, que son la mayoría, el nuñoíno no necesariamente se vincula con el progresismo. En las villas viven los descendientes de los habitantes originales, que eran obreros o socios de las cajas de empleados particulares. En los barrios de García Moreno o Montenegro viven los mismos residentes que llegaron hace 40 años y en los polos inmobiliarios que se levantaron en Irrarázabal o José Domingo Cañas, el desapego es aún mayor, ya que este nuevo habitante no tiene complejos en usar el auto para ir al mall, en vez de la bici para comprar en el mercado orgánico. Pero todos valoran Ñuñoa porque objetivamente es un gran lugar para vivir. Pese a la explosión inmobiliaria, alcanzó a proteger sus barrios históricos, donde te puedes reconectar con la arquitectura y la velocidad de los años 70, incluyendo el olor a pasto mojado.

Además, Ñuñoa tiene íconos que estarán para siempre en nuestra memoria. Para mi son inolvidables las cuatro torres iluminadas del Estadio Nacional llegando a un partido de la selección, el pilucho ubicado afuera del coliseo, el caracol de Irrarázabal o el misterioso parque Juan XXIII, donde puedes caminar mirando los fondos de sitio de las casas, como ocurre con los parques asilvestrados de París.

Por todo ello, Ñuñoa es un sector entrañable de Santiago. Es una comuna diseñada para caminar por horas, perdiéndote entre pasajes y plazas, para encontrarte de pronto con una vista abierta a la cordillera que tiñe de rojo el barrio completo, cuando llega la puesta de sol.

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