Oscar Guillermo Garretón Purcell

Biografía Personal

Garretón Purcell Oscar Guillermo (1943)[1] hijo de Oscar Garretón Señoret y Aída Purcell Winter; ingeniero comercial, empresario,  a cargo de la  Compañía de Teléfonos 1990; casado con María Virginia Rodríguez Cañas, 3 hijas.

Descendencia

Garretón Rodríguez Francisca (1971) psicóloga

Garretón Rodríguez (María) Valentina (1969) orfebre

Garretón Rodríguez María Virginia (1968) doctora en biología celular

Fuentes

(1) El Mercurio, 1 septiembre 2013.

(2) Mal presagio, columna, La Tercera, 28 diciembre 2015.

(3) entrevista, La Tercera, 3 agosto 2013.

(4) La Tercera, 2 noviembre 2015.

(5) “Hacer bien las cosas”, La Tercera 16 noviembre 2015. “Siento cariño y admiración por Allende, p. Columna “El flautista de Hamelin”: “cuando el flautista del Hamelin entono ‘no mas TPP’ o ‘NO + AFP’, las bancadas PPD y PS marchó dóciles tras él” (La Tercera, 20 mayo 2019).

(6) El Mercurio, 21 junio 2019 titula «Óscar Guillermo Garretón decide desafiliarse del PS».

(7) La Tercera «Debemos reaccionar» 10 agosto 2020.

(8) La Tercera, 15 noviembre 2020

(9) La Tercera «Debemos reaccionar» 10 agosto 2020.

(10) 21 abril 2021;

Hacer bien las cosas, Oscar Guillermo Garreton 16 noviembre, 2015

A raíz de la tormentosa discusión presupuestaria sobre el Ministerio de Salud recordé mi conversación con una alta figura política de tiempos concertacionistas.

“Esto está muy desordenado” me dijo. Asentí: “Para nosotros la impecabilidad de gestión tuvo  rango programático y por eso nos afecta tanto”. Recordé entonces que en la campaña presidencial de 1989, en poblaciones con fuerte presencia de izquierda, nunca faltaba alguien que levantara la mano y dijera: “Y ustedes, cómo me garantizan que no van a dejar la cagada de nuevo”.

Era una interpelación justa. Habían perdido mucho con el golpe. Y a fin de cuentas, habíamos proclamado saber desde siempre que “el imperialismo y la burguesía” tratarían de botarnos. Si lo lograban, entonces algo habíamos hecho mal; y en una magnitud sólo medible por la dimensión de las consecuencias.

Por eso, para los de entonces, ser impecables fue un mandamiento. Debíamos demostrar a nuestro pueblo que esta vez lo haríamos mejor. Parte de esa ley no escrita era asegurarse que las políticas públicas se transformaban en obras y cumplían los propósitos y tiempos para los que fueron pensadas. Sin “imprevistos” previsibles o reculadas bochornosas. Sabíamos que requisito del cambio era su excelencia, su respaldo ciudadano y el cuidado de la coalición. Que hacerlo realidad era un compromiso práctico y moral, en lucha contra el bla bla y la incompetencia.

Eso se ha perdido. Comenzó a postularse que la política había sido subordinada por la tecnocracia y debía darse radical vuelta a la tortilla. Floreció la mala gestión como es habitual en el quehacer público. La prioridad para ocupar un cargo pasó del que sabía hacerlo al  “abnegado militante”. Y como consecuencia, apareció una pésima ejecución presupuestaria acompañada por demandas insaciables de nuevos recursos para intentar tapar con ellos el deficiente uso de los anteriores. Así llegamos a los hospitales. Vino el rasgado de vestiduras porque se reducían partidas del presupuesto de salud para 2016. ¿Y de qué sirve mantenerlas o aumentarlas si paralelamente el Director de Presupuestos informaba que a fines de Septiembre la ejecución en salud llegaba sólo a un 26,6% de lo presupuestado?  También en esa sesión un diputado acusó que de las 5.000 camas prometidas solo se llegaría a 1.700, pero en un rapto de sinceridad la ministra corrigió señalando que de estas, solo 378 eran camas nuevas y el resto reposición.

Lo de salud y otras áreas de la acción pública no se resuelve proclamando abstractamente que “se requiere  mejor gestión”, que la reducción de recursos “atenta contra la fe pública” y otras frases para el bronce. Si la gestión pública fuera en general buena, fallas particulares son disculpables. Pero cuando la gestión interesa sólo después del desastre, discursivamente y para pedir aun mas plata cuya ejecución luego a nadie interesa; y cuando la tecno burocracia es menospreciada,  mientras la colaboración público-privada es considerada herética aunque convenga a pacientes y Estado, entonces los problemas de gestión son programáticos.

 

G. Garretón: Ocho propuestas ante la peor derrota de la izquierda desde 1973, 10 septiembre, 2022

Al día siguiente del plebiscito, recibí un WhatsApp de una amiga “aprobista” que en sus líneas finales me dice: “yo tratando de recuperar la esperanza… y preguntándome qué le pasa a este Chile anestesiado y sometido aún a los antiguos poderes”. Me permití responderle sobre la marcha: “Parte del error es creerse abanderado de nuevos poderes frente a los antiguos de los demás. Este no fue el triunfo de ‘las tres comunas’, fue de todo Chile, en todos sus rincones. La anestesia corre más bien por los que no lo ven, adormecidos en sus sueños. Lo viví después del golpe del 73. Me costó un par de años (y estuve entre los primeros que reaccionamos) hacerme la pregunta de en qué nos equivocamos nosotros. Cuando con desgarros fuimos capaces de dar con respuestas, estuvimos preparados para contribuir a construir para Chile realidades exitosas y perdurables”.

Creo que esto merece más que un WhatsApp. Es una discusión ineludible después de la contundente derrota del Apruebo en el plebiscito del 4 de septiembre. Día por demás evocador, pues Allende ganó su elección el 4 de septiembre de 1970.

La derrota del plebiscito tiene cosas en común con aquella del golpe de estado de 1973. Ambas son las más grandes derrotas sufridas por la izquierda chilena en su historia; y ambas, de las más grandes en la historia de la izquierda latinoamericana. Es cierto, la de 1973 se tradujo en muertos, desparecidos, torturados, exilio y una dictadura que duró 17 años, mientras la actual es una derrota en democracia donde, el grueso de los actores, han reaccionado llamando a construir consensos, no a aplastar perdedores. Pero en ambos casos se trata de derrotas precedidas por sueños de cambios paradigmáticos que duraron poco. Desde que triunfó en las urnas, los de la UP duraron tres años y estos, solo unos pocos meses.

No es un tema menor. Nos obliga a una discusión muy profunda, que supera por mucho la coyuntura. Sobran dedos de una mano para contar los gobiernos exitosos de la izquierda latinoamericana. Los intentos guerrilleros fracasados bañaron de sangre joven selvas y ciudades del continente y las únicas tres tentativas triunfantes –Cuba, Nicaragua y Venezuela– son un desastre, del cual hasta desde la propia izquierda buscan tomar distancia.

La izquierda latinoamericana tiene dos experiencias exitosas en los últimos decenios. Ricardo Lagos en Chile y Fernando Henrique Cardoso en Brasil. Pero hay algo extraño en la psicología de mucha izquierda, quizás motivada por el trauma de este cúmulo de fracasos: lo exitoso suele ser visto con sospecha. No pueden ser de izquierda, dicen. El éxito les suena como señal de inconsecuencia, de comportamiento indebido. Lo que prima en ella, ante la escasez de éxitos, es rendir culto a sus desgracias -al martirologio, a sus muertos en combate, a sus perseguidos y desaparecidos (son muchos y merecen la memoria)– nunca a triunfos que hayan traído prosperidad perdurable a sus pueblos. Es la reivindicación de la injusticia sempiterna, de pobrezas siempre culpa de otros. Es denunciar la malignidad de sus adversarios como razón de sus fracasos.

Pero negar o adulterar la realidad no es buena respuesta. Debemos aprender de esto. Estar siempre preguntándonos en qué nos equivocamos para llevar vidas mejores a nuestros pueblos y tener también ojo crítico para textos de otros mundos o tiempos, leídos a veces con infundado recogimiento bíblico.

Al fin y al cabo, el plebiscito, lo primero que nos enseñó, es la distancia sideral de las élites con el sentimiento y la racionalidad popular. Mayor aún en las nuevas élites instaladas en la Convención y el gobierno que confiaron a ojos cerrados en el triunfo del Apruebo. Se sentían “pueblo”, “vanguardia transformadora” y aún en sus sueños más desbocados, nunca vieron la magnitud de la derrota que se les venía encima. Es el caso terrible de los “representantes de pueblos originarios” y su intelectualidad “plurinacionalista” que ahora pueden constatar que las mayorías del Rechazo en las zonas de mayor presencia de pueblos originarios, superan la ya holgada diferencia a nivel nacional. Es la ridiculez de seguir sintiéndose “pueblo”, despotricando contra las “tres comunas”, cuando en 338 comunas de un total de 346 ganó el Rechazo y la diferencia entre Rechazo y Apruebo fue mayor en comunas del quintil más bajo de ingresos.

Estos datos son muy profundos y reveladores. Nos dicen que la Convención y sus reivindicaciones étnicas, de género, de exclusión social, no representaban a los que creían y decían representar. Los representantes de pueblos originarios no representaban a la masa de pueblos originarios. Los adalides convencionales de la pobreza no representaban a los pobres. El texto identitario que defendían no representaba la identidad profunda de la sociedad nacional.

La reacción primera de los derrotados, ante el shock inimaginable que representa el resultado del plebiscito, es el despecho. Cuestionan culturalmente a esos votantes. Han dicho, son indígenas vendidos a esos mismos que los han tenido discriminados. Son los que “quieren seguir no teniendo agua” por rechazar sus políticas de aguas. Son despreciables “fachos pobres”. Son, en resumen, gente sometida a los intereses de otros; rebaño adormecido por los poderosos.

Nacen así “explicaciones” resentidas de la derrota. Disparan contra “campañas millonarias de la derecha” cuando esta estuvo más bien callada o ausente, mientras el uso de recursos estatales para promover el Apruebo alcanzó niveles de descaro que hicieron reaccionar a la Contraloría. O denostan a “medios de comunicación” cuando hubo activa presencia del Apruebo y para el intervencionismo del gobierno en todos los medios, así como marcadas preferencias para esa opción en matinales de tv.

Dicen no ser ellos, los derrotados, los responsables de la derrota. Es una ciudadanía la culpable por no comprender sus verdaderos intereses, de los cuales ellos, solo ellos, los preclaros, son portadores únicos y visionarios. Cuando piensan así están siendo parte de esa conciencia, propia de minorías iluminadas de todos los tiempos, que “por la razón o la fuerza” buscan hacer una revolución cultural para cambiar la mente errada o pecadora de las personas; como esas trágicas emprendidas por Mao o por los talibanes.

Salir de eso no es fácil ni rápido. Es una falla catastrófica de esa izquierda “aprobista”. Terminó aislada en su cápsula cultural ajena a las mayorías. Condenó al Apruebo al aislamiento en la radicalidad, mientras el Rechazo terminó siendo transversal en lo social, etario y de género. Fue así, no porque la ciudadanía no tuviera anhelos fuertes de justicia social y mayor igualdad. Los tenía y sigue teniendo. Solo ocurre que la respuesta de esa izquierda ensimismada no era la suya. Y así les fue. Mientras no den el paso doloroso, desgarrador, de pensar en qué se equivocaron ellos y no sigan en el lamento por los errores o perversidades de otros, esa izquierda está condenada a la derrota. Pueden excepcionalmente ganar elecciones, pero desilusionarán rápidamente, como le ocurrió al gobierno del Presidente Boric. Tienen un abismo cultural que los separa inexorablemente de la mayoría de los chilenos y hace inevitable su fracaso, más temprano que tarde, salvo que emprendan la dolorosa travesía de rectificar. Se trata de algo más que posibles errores de campaña. El problema es su identidad, aquella de su Chile imaginario, que trataron de imponer a rajatabla en la Convención; y es su incapacidad de dar respuesta a las prioridades reales e identidad verdadera de los chilenos.

Lo digo desde mis pertenencias. Una izquierda sufrida y anclada en una larga historia; y una vida donde lo que me tocó, estuvo lejos de mis previsiones y más aún en sus destinos. Experiencia construida decenio tras decenio, que me lleva a escribir estas páginas. Nunca nos creímos vanguardia iluminada en que la historia comenzaba con nosotros mismosLeímos no solo sobre Marx o Lenin, sino sobre los orígenes del movimiento obrero chileno y sus luchas, sobre José Victorino Lastarria, Luis Emilio Recabarren, Marmaduke Grove y Eugenio González. Sobre las salitreras y la Escuela Santa María de Iquique, sobre los trabajadores del carbón y las narraciones de Baldomero Lillo, sobre Neruda, De Rokha, Lihn y tantos otros, sobre los historiadores del movimiento obrero como Julio César Jobet y otros. Conocimos porque convivimos con ellos, a hombres y mujeres de la clase obrera y el campesinado. Vivimos la pasión popular y la catástrofe de la UP. Conocí luego otros mundos apasionantes en mi largo exilio. También la clandestinidad y la cárcel. La vida me regaló el privilegio de ser parte de esos que nos atrevimos a pensar en qué nos habíamos equivocado para llegar a la monumental derrota de 1973. Esa experiencia nos dio la posibilidad, primero, de encontrar caminos para derrotar a la dictadura y volver a la democracia y luego, de ser parte de una centroizquierda exitosa para traer prosperidades y avances perdurables a nuestro pueblo. En ese tiempo, los procesos judiciales de la dictadura me cerraron caminos en la política. Conocí sin proponérmelo la empresa privada que, al igual que la política, tiene sus miserias y virtudes y aprendí de las oportunidades de hacer revoluciones que su quehacer entrega. No hablo desde alguna superioridad, sino desde mi historia, mis aciertos y también mis errores.

Haré una mención fugaz a la historia más abusada en estos años, para hablar del presente. ¿Qué lo hecho en la democracia post dictadura fue insuficiente? ¿Qué cometimos errores? Obvio, siempre es así en la obra humana. Pero allí está su obra gigantesca en cualquier comparación con el Chile de antes o después de esos primeros 20 años de la democracia reconquistada. Marcó indeleblemente el Chile posterior y nada de lo ocurrido después podría entenderse sin ella. Por cierto, toda obra es por definición inconclusa. Afortunadamente, una de las buenas noticias para los jóvenes de cada nueva generación, es que no existen ni el paraíso terrenal ni el paraíso comunista, donde ya todo fue conseguido y solo queda aburrirse sin nada apasionante por hacer.  Siempre habrá nuevas injusticias que corregir y mejores mundos por construir. Pero por lo mismo, ninguna generación está exenta del peligro de fracasar en el corregir y mejorar. La mía fue parte del fracaso de la UP, pero aprendimos de los errores, fuimos capaces de reaccionar y hacerlo luego mucho mejor. La actual generación está amenazada de fracasar y es trágico porque, al igual que la mía, se anuncia con durabilidad excepcional en sus liderazgos.

De lo aprendido, quisiera entregar algunas conclusiones gruesas que pueden ayudar a emprender esa travesía del desierto a que obligan las grandes derrotas, como esta del plebiscito. Las iré enumerando, para que ninguna quede inadvertida:

1.- Lo aprendí de un dirigente sindical ya muerto, a quien quise mucho. Me dijo, “cuando no sepas qué hacer, cuando todo te parezca negro, pégate a la gente. Puedes separarte de los libros, no de ella, si quieres no perderte”. Cuando es tan evidente la desconexión de la nueva elite de la Convención y el gobierno con el pueblo real, como lo refleja el plebiscito, sé humilde, pégate a la gente. Desconfía más en tus ideas que en ella.

2.- La democracia y los derechos humanos no son relativizables sino parte integral de nuestra visión. La democracia siempre será imperfecta, pero mi generación debió perderla para concluir que defenderla era un principio de izquierda, a ella, a sus instituciones y a sus tres indispensables poderes. Aprendimos a quitarle apellidos que solo la relativizan –burguesa, popular, capitalista, de mierda– para pasar a defender con dientes y uñas aquel poder popular fundador: el voto que iguala a todos en la urna para elegir sus representantes, sea cual sea su particularidad. ¿Significa eso abolir las diferencias? No, ellas siempre existen, desde las cavernas hasta hoy, pero es la única forma de que los poderosos –los económicamente poderosos, los armados, los pretenciosos de racismos, mesianismos o creencias superiores– tengan un mismo rasero para medirse en la determinación de destinos comunes: la urna y el voto; además reiterados regularmente para impedir el anquilosamiento del poder político y por lo mismo, de una sociedad.

3) Los cambios, mientras más profundos, más amplias las fuerzas sociales y políticas comprometidas con ellos que se necesitan y por ende más graduales los cambios (en alianza con el centro, los de la Concertación pueden haber sido menos llamativos que los de la UP, pero perdurables y sin retrocesos). Es más revolucionario el reformismo gradualista de mayorías amplias, que los sueños rupturistas de minorías mesiánicas que terminan siempre en fracasos sangrientos o en interminables dictaduras represivas

4) Rechazo categórico a la violencia y la lucha armada, no por razones tácticas sino porque en ella siempre ganan los violentos y armados de uno de los bandos, nunca los pueblos. Estos últimos solo construyen para ellos a partir de la única igualdad que de verdad iguala el poder de cada uno, el voto. La violencia es el cáncer de la convivencia ciudadana; indicador de degradación de una sociedad. No hay izquierda democrática posible sin una lucha tenaz por preservar la paz, la seguridad ciudadana y el orden público que permite a todos ser protegidos en el derecho de cada uno a ser libre para hacer su legítima voluntad.

5) No hay economía viable en el siglo XXI sin una combinación de mercado y regulaciones que corrijan sus imperfecciones y distorsiones, sin empresas privadas, sin una política fiscal rigurosa que asegure a todos equilibrios macroeconómicos indispensables para que los pueblos no paguen las consecuencias de la irresponsabilidad fiscal de quienes no quieren límites en sus ansias de repartir y repartirse o consideran que la economía es para después del triunfo final. La relativización de esto conduce ineluctablemente a los pueblos a la miseria.

6) Toda democracia fuerte es de acuerdos, entre los representantes de una “polis” cada vez más diversa y consciente de su diversidad. La defensa de esa diversidad es condición de democracia. El respeto a la diversidad cultural y étnica, no solo de los pueblos originarios, sino de todos los que luego en migraciones sucesivas –españoles, alemanes, italianos, haitianos, croatas, árabes, judíos, venezolanos, etc.- han contribuido a enriquecer el mestizaje de Chile. Pero también, el respeto a la diversidad de intereses y vocaciones que alimenta la vida multifacética de nuestra sociedad, de sus mujeres y hombres, de sus niños, adultos y mayores, el arte, el emprendimiento, el estudio, el deporte, la ciencia y la tecnología, el trabajo y el ocio. Solo una sociedad que se pone como objetivo intransable la búsqueda permanente de acuerdos, es capaz de construir una convivencia real entre seres no solo diversos, sino siempre cambiantes.

7) Impecabilidad en el ejercicio de la función pública y en el diseño de políticas públicas, más aún, con un pueblo cada vez más educado, informado y consciente de sus derechos. Cuando volvió la democracia en las poblaciones que visitábamos, nunca faltaba una voz que preguntara cómo garantizábamos que no íbamos a “dejar una cagada” como la que llevó a la dictadura. Eso nos hizo celosos de la impecabilidad. Celosos de las medidas y leyes que propiciábamos para que tuvieran los efectos buscados y no otros. Primeros en llegar y últimos en irnos. Vigilantes estrictos de la probidad y sobriedad, especialmente en el Estado. El tiempo y la burocratización fueron debilitando esa impecabilidad poco a poco. La actual generación en el poder ha hecho culto de su antítesis, la disculpa; o de su contraria, la improvisación; o de su enemiga más corrosiva: la ignorancia e ineptitud. La impecabilidad es un principio político, no un asunto de eficiencia administrativa. La ética de un servicio público impecable es parte sustancial del programa político y hoy más que nunca, una exigencia ciudadana.

8) Responder por la historia y obra que hemos tenido, es condición para poder tener futuro. Debemos responder por lo hecho ante nuestra sociedad. Ella lo ha vivido, lo conoce o lo intuye. Se pueden perdonar errores si uno los reconoce y prueba que los ha corregido. Pero lo que no se perdona, es que uno reniegue olímpicamente de su obra anterior, como han hecho cúpulas y figuras de la centroizquierda chilena con sus años de Concertación. Esa abjuración tiene dos destinos.  El primero, es terminar convertido en triste comparsa de otros, con más convicción o carentes de pasado por el que rendir cuentas. El segundo, es que a la primera ocasión que se dé, los que han acatado sumisos pero incómodos esa renegación, se rebelarán como se rebelaron las bases de la centroizquierda social, cuando los “Amarillos” le dieron cauce a una recuperación de su dignidad y su cultura; silenciada pero muy viva, como se demostró.

En síntesis, lo que estoy diciéndoles, es que no basta una “autocrítica” sobre errores de campaña para enfrentar lo que pasó. Aquí los errores que afortunadamente el plebiscito dejó al desnudo, son de una cultura de ser de izquierda. Todo colectivo político que merezca reconocerse como tal, necesita una cultura que lo empape y cruce. Una forma de pararse frente a la realidad como colectivo gobernante o aspirante a serlo, inspiradora de una lógica compartida para abordar toda la diversidad de interpelaciones que la sociedad hace a la política, tejedora de complicidades transversales. Eso tuvo por un tiempo la centroizquierda concertacionista. Y eso es exactamente lo que no ha tenido la izquierda dominante hasta ahora en la Convención y el gobierno. Han sido no solo un cúmulo significativo de partidos celosos de identidades propias, sino además una suma de particularidades identitarias minoritarias, sin lógica colectiva y más caracterizadas por transacción de “tomas y dacas” inter identitarias que por alguna lógica común que les permita crear complicidades transversales compartidas.

Podrá alguno decir que lo expuesto aquí no es un pensamiento de izquierda. Para vaticanos de izquierda que tanto han abundado en su historia, sin duda no lo sería. Pues bien, para mí sí lo es. Es el pensamiento de una izquierda democrática y liberal, curtida en demasiadas experiencias personales y colectivas.

Es sobre todo socialista, en el sentido más profundo de la palabra. Vale decir, de alguien que se ha convencido, a fuerza de tropezones y asombros, que en este siglo XXI surgió un tercer protagonista a disputar el control de escena que durante siglos han tenido el Estado y el mercado. Ese protagonista es la sociedad, vista por los otros dos más bien como objeto de sus deseos y manipulaciones, pero que hoy se levanta como actora principal, exigiendo al Estado y al mercado las condiciones de vida que anhela para sí, como sociedad humana. Reconocerlo así, es lo que permite decir, sí, eso es lo que hace a alguien socialista y no estatista o mercadista. (El Líbero)

Un país confiable 18 septiembre, 2022

Tengo la inquietante impresión de que Chile está acumulando razones para hacerse poco confiable internacionalmente. En lo político y económico se acabaron las certezas que Chile daba. Su institucionalidad otrora alabada, es seguida ahora con preocupación y desconcierto. En lo económico ocurre otro tanto. Teníamos reputación de confiables, pero la irresponsabilidad de la Convención Constitucional y de la política en el año electoral de 2021 con las consecuencias en inflación y deuda pública que hoy vivimos, la mandaron al traste. Ya cayó nuestra calificación internacional de riesgo. Pero quizás lo internacionalmente más grave son las reticencias a enfrentar la renovación del vital tratado con la Unión Europea y la impresentable conducta del gobierno con el tratado Transpacífico conocido como TPP11.  La UE ya nos hizo una advertencia pública al respecto. En tanto en el TPP11 el espectáculo es de vodevil. El ministro de Hacienda anuncia que antes de fin de año será firmado; el subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales, reputado por su oposición a los tratados de libre comercio, recibe en entrevista a gobiernistas opositores del TPP11 y poco después, Apruebo Dignidad declara que no aprobará ese tratado. ¿Renunció el ministro? ¿Se pidió la renuncia al subsecretario? ¿Salió Cancillería a pronunciarse sobre algo que compromete cientos de miles de empleos? Nada, y La Moneda calla. Pero el silencio va más allá. El TPP11 no necesita que el gobierno intervenga. Está en su último trámite y basta con que el Presidente del Senado lo ponga en tabla para que se vote. El TPP11 comprende como tratado el mayor porcentaje del PIB y de la población mundial. Es inaudito: como país pequeño de fuerte comercio exterior, sufrimos el aumento del proteccionismo en el mundo, pero sus gobernantes bloquean el acceso de Chile al libre comercio.

Pero hay más. El extravagante desaire de negarse a recibir las cartas credenciales del embajador de Israel cuando este ya se encontraba en La Moneda para entregarlas, dio vuelta al mundo. No es cuestión de simpatías en el conflicto del Medio Oriente. Es un asunto de Estado y el Presidente su máximo responsable.  Mientras China, potencia mundial, elude pronunciarse sobre el conflicto de Medio Oriente por los riesgos que trae a sus intereses, de la peor manera se involucra a Chile en él. En estos días, tanto el Presidente de la República como el ministro de Hacienda emprenden viaje a EE.UU. Buscan atraer inversiones y es conocida la presencia judía en su comunidad financiera y en la política de EEUU. Israel y la prensa estadounidense se han encargado de destacar el desaire.

Chile parece esforzarse el último tiempo en ganar reputación de errático, impredecible, poco confiable, y eso no es gratis. La cuenta la pagaremos todos los chilenos, aunque hayamos advertido y rechazado estos desaguisados. (La Tercera)

Oscar Guillermo Garretón

“Sean humildes”: El manifiesto socialista de Garretón ante la peor derrota de la izquierda desde 1973, 26 septiembre 2022

Un WhatsApp post plebiscito

Al día siguiente del plebiscito, recibí un WhatsApp de una amiga “aprobista” que en sus líneas finales me dice: “yo tratando de recuperar la esperanza… y preguntándome qué le pasa a este Chile anestesiado y sometido aún a los antiguos poderes”. Me permití responderle sobre la marcha: “Parte del error es creerse abanderado de nuevos poderes frente a los antiguos de los demás. Este no fue el triunfo de ‘las tres comunas’, fue de todo Chile, en todos sus rincones. La anestesia corre más bien por los que no lo ven, adormecidos en sus sueños. Lo viví después del golpe del 73. Me costó un par de años (y estuve entre los primeros que reaccionamos) hacerme la pregunta de en qué nos equivocamos nosotros. Cuando con desgarros fuimos capaces de dar con respuestas, estuvimos preparados para contribuir a construir para Chile realidades exitosas y perdurables”.

Creo que esto merece más que un WhatsApp. Es una discusión ineludible después de la contundente derrota del Apruebo en el plebiscito del 4 de septiembre. Día por demás evocador, pues Allende ganó su elección el 4 de septiembre de 1970.

La derrota del plebiscito tiene cosas en común con aquella del golpe de estado de 1973. Ambas son las más grandes derrotas sufridas por la izquierda chilena en su historia; y ambas, de las más grandes en la historia de la izquierda latinoamericana. Es cierto, la de 1973 se tradujo en muertos, desparecidos, torturados, exilio y una dictadura que duró 17 años, mientras la actual es una derrota en democracia donde, el grueso de los actores, han reaccionado llamando a construir consensos, no a aplastar perdedores. Pero en ambos casos se trata de derrotas precedidas por sueños de cambios paradigmáticos que duraron poco. Desde que triunfó en las urnas, los de la UP duraron tres años y estos, solo unos pocos meses.

No es un tema menor. Nos obliga a una discusión muy profunda, que supera por mucho la coyuntura. Sobran dedos de una mano para contar los gobiernos exitosos de la izquierda latinoamericana. Los intentos guerrilleros fracasados bañaron de sangre joven selvas y ciudades del continente y las únicas tres tentativas triunfantes –Cuba, Nicaragua y Venezuela– son un desastre, del cual hasta desde la propia izquierda buscan tomar distancia.

La izquierda latinoamericana tiene dos experiencias exitosas en los últimos decenios. Ricardo Lagos en Chile y Fernando Henrique Cardoso en Brasil. Pero hay algo extraño en la psicología de mucha izquierda, quizás motivada por el trauma de este cúmulo de fracasos: lo exitoso suele ser visto con sospecha. No pueden ser de izquierda, dicen. El éxito les suena como señal de inconsecuencia, de comportamiento indebido. Lo que prima en ella, ante la escasez de éxitos, es rendir culto a sus desgracias -al martirologio, a sus muertos en combate, a sus perseguidos y desaparecidos (son muchos y merecen la memoria)– nunca a triunfos que hayan traído prosperidad perdurable a sus pueblos. Es la reivindicación de la injusticia sempiterna, de pobrezas siempre culpa de otros. Es denunciar la malignidad de sus adversarios como razón de sus fracasos.

Pero negar o adulterar la realidad no es buena respuesta. Debemos aprender de esto. Estar siempre preguntándonos en qué nos equivocamos para llevar vidas mejores a nuestros pueblos y tener también ojo crítico para textos de otros mundos o tiempos, leídos a veces con infundado recogimiento bíblico.

Al fin y al cabo, el plebiscito, lo primero que nos enseñó, es la distancia sideral de las élites con el sentimiento y la racionalidad popular. Mayor aún en las nuevas élites instaladas en la Convención y el gobierno que confiaron a ojos cerrados en el triunfo del Apruebo. Se sentían “pueblo”, “vanguardia transformadora” y aún en sus sueños más desbocados, nunca vieron la magnitud de la derrota que se les venía encima. Es el caso terrible de los “representantes de pueblos originarios” y su intelectualidad “plurinacionalista” que ahora pueden constatar que las mayorías del Rechazo en las zonas de mayor presencia de pueblos originarios, superan la ya holgada diferencia a nivel nacional. Es la ridiculez de seguir sintiéndose “pueblo”, despotricando contra las “tres comunas”, cuando en 338 comunas de un total de 346 ganó el Rechazo y la diferencia entre Rechazo y Apruebo fue mayor en comunas del quintil más bajo de ingresos.

Estos datos son muy profundos y reveladores. Nos dicen que la Convención y sus reivindicaciones étnicas, de género, de exclusión social, no representaban a los que creían y decían representar. Los representantes de pueblos originarios no representaban a la masa de pueblos originarios. Los adalides convencionales de la pobreza no representaban a los pobres. El texto identitario que defendían no representaba la identidad profunda de la sociedad nacional.

La reacción primera de los derrotados, ante el shock inimaginable que representa el resultado del plebiscito, es el despecho. Cuestionan culturalmente a esos votantes. Han dicho, son indígenas vendidos a esos mismos que los han tenido discriminados. Son los que “quieren seguir no teniendo agua” por rechazar sus políticas de aguas. Son despreciables “fachos pobres”. Son, en resumen, gente sometida a los intereses de otros; rebaño adormecido por los poderosos.

Nacen así “explicaciones” resentidas de la derrota. Disparan contra “campañas millonarias de la derecha” cuando esta estuvo más bien callada o ausente, mientras el uso de recursos estatales para promover el Apruebo alcanzó niveles de descaro que hicieron reaccionar a la Contraloría. O denostan a “medios de comunicación” cuando hubo activa presencia del Apruebo y para el intervencionismo del gobierno en todos los medios, así como marcadas preferencias para esa opción en matinales de tv.

Dicen no ser ellos, los derrotados, los responsables de la derrota. Es una ciudadanía la culpable por no comprender sus verdaderos intereses, de los cuales ellos, solo ellos, los preclaros, son portadores únicos y visionarios. Cuando piensan así están siendo parte de esa conciencia, propia de minorías iluminadas de todos los tiempos, que “por la razón o la fuerza” buscan hacer una revolución cultural para cambiar la mente errada o pecadora de las personas; como esas trágicas emprendidas por Mao o por los talibanes.

Salir de eso no es fácil ni rápido. Es una falla catastrófica de esa izquierda “aprobista”. Terminó aislada en su cápsula cultural ajena a las mayorías. Condenó al Apruebo al aislamiento en la radicalidad, mientras el Rechazo terminó siendo transversal en lo social, etario y de género. Fue así, no porque la ciudadanía no tuviera anhelos fuertes de justicia social y mayor igualdad. Los tenía y sigue teniendo. Solo ocurre que la respuesta de esa izquierda ensimismada no era la suya. Y así les fue. Mientras no den el paso doloroso, desgarrador, de pensar en qué se equivocaron ellos y no sigan en el lamento por los errores o perversidades de otros, esa izquierda está condenada a la derrota. Pueden excepcionalmente ganar elecciones, pero desilusionarán rápidamente, como le ocurrió al gobierno del Presidente Boric. Tienen un abismo cultural que los separa inexorablemente de la mayoría de los chilenos y hace inevitable su fracaso, más temprano que tarde, salvo que emprendan la dolorosa travesía de rectificar. Se trata de algo más que posibles errores de campaña. El problema es su identidad, aquella de su Chile imaginario, que trataron de imponer a rajatabla en la Convención; y es su incapacidad de dar respuesta a las prioridades reales e identidad verdadera de los chilenos.

Lo digo desde mis pertenencias. Una izquierda sufrida y anclada en una larga historia; y una vida donde lo que me tocó, estuvo lejos de mis previsiones y más aún en sus destinos. Experiencia construida decenio tras decenio, que me lleva a escribir estas páginas. Nunca nos creímos vanguardia iluminada en que la historia comenzaba con nosotros mismosLeímos no solo sobre Marx o Lenin, sino sobre los orígenes del movimiento obrero chileno y sus luchas, sobre José Victorino Lastarria, Luis Emilio Recabarren, Marmaduke Grove y Eugenio González. Sobre las salitreras y la Escuela Santa María de Iquique, sobre los trabajadores del carbón y las narraciones de Baldomero Lillo, sobre Neruda, De Rokha, Lihn y tantos otros, sobre los historiadores del movimiento obrero como Julio César Jobet y otros. Conocimos porque convivimos con ellos, a hombres y mujeres de la clase obrera y el campesinado. Vivimos la pasión popular y la catástrofe de la UP. Conocí luego otros mundos apasionantes en mi largo exilio. También la clandestinidad y la cárcel. La vida me regaló el privilegio de ser parte de esos que nos atrevimos a pensar en qué nos habíamos equivocado para llegar a la monumental derrota de 1973. Esa experiencia nos dio la posibilidad, primero, de encontrar caminos para derrotar a la dictadura y volver a la democracia y luego, de ser parte de una centroizquierda exitosa para traer prosperidades y avances perdurables a nuestro pueblo. En ese tiempo, los procesos judiciales de la dictadura me cerraron caminos en la política. Conocí sin proponérmelo la empresa privada que, al igual que la política, tiene sus miserias y virtudes y aprendí de las oportunidades de hacer revoluciones que su quehacer entrega. No hablo desde alguna superioridad, sino desde mi historia, mis aciertos y también mis errores.

Haré una mención fugaz a la historia más abusada en estos años, para hablar del presente. ¿Qué lo hecho en la democracia post dictadura fue insuficiente? ¿Qué cometimos errores? Obvio, siempre es así en la obra humana. Pero allí está su obra gigantesca en cualquier comparación con el Chile de antes o después de esos primeros 20 años de la democracia reconquistada. Marcó indeleblemente el Chile posterior y nada de lo ocurrido después podría entenderse sin ella. Por cierto, toda obra es por definición inconclusa. Afortunadamente, una de las buenas noticias para los jóvenes de cada nueva generación, es que no existen ni el paraíso terrenal ni el paraíso comunista, donde ya todo fue conseguido y solo queda aburrirse sin nada apasionante por hacer.  Siempre habrá nuevas injusticias que corregir y mejores mundos por construir. Pero por lo mismo, ninguna generación está exenta del peligro de fracasar en el corregir y mejorar. La mía fue parte del fracaso de la UP, pero aprendimos de los errores, fuimos capaces de reaccionar y hacerlo luego mucho mejor. La actual generación está amenazada de fracasar y es trágico porque, al igual que la mía, se anuncia con durabilidad excepcional en sus liderazgos.

De lo aprendido, quisiera entregar algunas conclusiones gruesas que pueden ayudar a emprender esa travesía del desierto a que obligan las grandes derrotas, como esta del plebiscito. Las iré enumerando, para que ninguna quede inadvertida:

1.- Lo aprendí de un dirigente sindical ya muerto, a quien quise mucho. Me dijo, “cuando no sepas qué hacer, cuando todo te parezca negro, pégate a la gente. Puedes separarte de los libros, no de ella, si quieres no perderte”. Cuando es tan evidente la desconexión de la nueva elite de la Convención y el gobierno con el pueblo real, como lo refleja el plebiscito, sé humilde, pégate a la gente. Desconfía más en tus ideas que en ella.

2.- La democracia y los derechos humanos no son relativizables sino parte integral de nuestra visión. La democracia siempre será imperfecta, pero mi generación debió perderla para concluir que defenderla era un principio de izquierda, a ella, a sus instituciones y a sus tres indispensables poderes. Aprendimos a quitarle apellidos que solo la relativizan –burguesa, popular, capitalista, de mierda– para pasar a defender con dientes y uñas aquel poder popular fundador: el voto que iguala a todos en la urna para elegir sus representantes, sea cual sea su particularidad. ¿Significa eso abolir las diferencias? No, ellas siempre existen, desde las cavernas hasta hoy, pero es la única forma de que los poderosos –los económicamente poderosos, los armados, los pretenciosos de racismos, mesianismos o creencias superiores– tengan un mismo rasero para medirse en la determinación de destinos comunes: la urna y el voto; además reiterados regularmente para impedir el anquilosamiento del poder político y por lo mismo, de una sociedad.

3) Los cambios, mientras más profundos, más amplias las fuerzas sociales y políticas comprometidas con ellos que se necesitan y por ende más graduales los cambios (en alianza con el centro, los de la Concertación pueden haber sido menos llamativos que los de la UP, pero perdurables y sin retrocesos). Es más revolucionario el reformismo gradualista de mayorías amplias, que los sueños rupturistas de minorías mesiánicas que terminan siempre en fracasos sangrientos o en interminables dictaduras represivas

4) Rechazo categórico a la violencia y la lucha armada, no por razones tácticas sino porque en ella siempre ganan los violentos y armados de uno de los bandos, nunca los pueblos. Estos últimos solo construyen para ellos a partir de la única igualdad que de verdad iguala el poder de cada uno, el voto. La violencia es el cáncer de la convivencia ciudadana; indicador de degradación de una sociedad. No hay izquierda democrática posible sin una lucha tenaz por preservar la paz, la seguridad ciudadana y el orden público que permite a todos ser protegidos en el derecho de cada uno a ser libre para hacer su legítima voluntad.

5) No hay economía viable en el siglo XXI sin una combinación de mercado y regulaciones que corrijan sus imperfecciones y distorsiones, sin empresas privadas, sin una política fiscal rigurosa que asegure a todos equilibrios macroeconómicos indispensables para que los pueblos no paguen las consecuencias de la irresponsabilidad fiscal de quienes no quieren límites en sus ansias de repartir y repartirse o consideran que la economía es para después del triunfo final. La relativización de esto conduce ineluctablemente a los pueblos a la miseria.

6) Toda democracia fuerte es de acuerdos, entre los representantes de una “polis” cada vez más diversa y consciente de su diversidad. La defensa de esa diversidad es condición de democracia. El respeto a la diversidad cultural y étnica, no solo de los pueblos originarios, sino de todos los que luego en migraciones sucesivas –españoles, alemanes, italianos, haitianos, croatas, árabes, judíos, venezolanos, etc.- han contribuido a enriquecer el mestizaje de Chile. Pero también, el respeto a la diversidad de intereses y vocaciones que alimenta la vida multifacética de nuestra sociedad, de sus mujeres y hombres, de sus niños, adultos y mayores, el arte, el emprendimiento, el estudio, el deporte, la ciencia y la tecnología, el trabajo y el ocio. Solo una sociedad que se pone como objetivo intransable la búsqueda permanente de acuerdos, es capaz de construir una convivencia real entre seres no solo diversos, sino siempre cambiantes.

7) Impecabilidad en el ejercicio de la función pública y en el diseño de políticas públicas, más aún, con un pueblo cada vez más educado, informado y consciente de sus derechos. Cuando volvió la democracia en las poblaciones que visitábamos, nunca faltaba una voz que preguntara cómo garantizábamos que no íbamos a “dejar una cagada” como la que llevó a la dictadura. Eso nos hizo celosos de la impecabilidad. Celosos de las medidas y leyes que propiciábamos para que tuvieran los efectos buscados y no otros. Primeros en llegar y últimos en irnos. Vigilantes estrictos de la probidad y sobriedad, especialmente en el Estado. El tiempo y la burocratización fueron debilitando esa impecabilidad poco a poco. La actual generación en el poder ha hecho culto de su antítesis, la disculpa; o de su contraria, la improvisación; o de su enemiga más corrosiva: la ignorancia e ineptitud. La impecabilidad es un principio político, no un asunto de eficiencia administrativa. La ética de un servicio público impecable es parte sustancial del programa político y hoy más que nunca, una exigencia ciudadana.

8) Responder por la historia y obra que hemos tenido, es condición para poder tener futuro. Debemos responder por lo hecho ante nuestra sociedad. Ella lo ha vivido, lo conoce o lo intuye. Se pueden perdonar errores si uno los reconoce y prueba que los ha corregido. Pero lo que no se perdona, es que uno reniegue olímpicamente de su obra anterior, como han hecho cúpulas y figuras de la centroizquierda chilena con sus años de Concertación. Esa abjuración tiene dos destinos.  El primero, es terminar convertido en triste comparsa de otros, con más convicción o carentes de pasado por el que rendir cuentas. El segundo, es que a la primera ocasión que se dé, los que han acatado sumisos pero incómodos esa renegación, se rebelarán como se rebelaron las bases de la centroizquierda social, cuando los “Amarillos” le dieron cauce a una recuperación de su dignidad y su cultura; silenciada pero muy viva, como se demostró.

En síntesis, lo que estoy diciéndoles, es que no basta una “autocrítica” sobre errores de campaña para enfrentar lo que pasó. Aquí los errores que afortunadamente el plebiscito dejó al desnudo, son de una cultura de ser de izquierda. Todo colectivo político que merezca reconocerse como tal, necesita una cultura que lo empape y cruce. Una forma de pararse frente a la realidad como colectivo gobernante o aspirante a serlo, inspiradora de una lógica compartida para abordar toda la diversidad de interpelaciones que la sociedad hace a la política, tejedora de complicidades transversales. Eso tuvo por un tiempo la centroizquierda concertacionista. Y eso es exactamente lo que no ha tenido la izquierda dominante hasta ahora en la Convención y el gobierno. Han sido no solo un cúmulo significativo de partidos celosos de identidades propias, sino además una suma de particularidades identitarias minoritarias, sin lógica colectiva y más caracterizadas por transacción de “tomas y dacas” inter identitarias que por alguna lógica común que les permita crear complicidades transversales compartidas.

Podrá alguno decir que lo expuesto aquí no es un pensamiento de izquierda. Para vaticanos de izquierda que tanto han abundado en su historia, sin duda no lo sería. Pues bien, para mí sí lo es. Es el pensamiento de una izquierda democrática y liberal, curtida en demasiadas experiencias personales y colectivas.

Es sobre todo socialista, en el sentido más profundo de la palabra. Vale decir, de alguien que se ha convencido, a fuerza de tropezones y asombros, que en este siglo XXI surgió un tercer protagonista a disputar el control de escena que durante siglos han tenido el Estado y el mercado. Ese protagonista es la sociedad, vista por los otros dos más bien como objeto de sus deseos y manipulaciones, pero que hoy se levanta como actora principal, exigiendo al Estado y al mercado las condiciones de vida que anhela para sí, como sociedad humana. Reconocerlo así, es lo que permite decir, sí, eso es lo que hace a alguien socialista y no estatista o mercadista.

Disculpas a Chile, 16 septiembre 2022

Los actuales gobernantes nos han acostumbrado al uso profuso de disculpas menores. Pero Chile está necesitando una disculpa mayor, no sobre tuits de un director de Metro, sino sobre la validación social de destrucciones del Metro; no por tuits sobre “pacos asesinos” o “perros matapacos”, sino por haber creado un clima que legitima la agresión a la policía y justifica la violencia, mientras se vacila en el uso de la fuerza pública para contenerla y reprimirla; no por tuits contra el expresidente Lagos o el “neoliberalismo concertacionista”, cuando por 30 años el país creció en promedio un 4% anual y 5 millones abandonaron la pobreza cambiando Chile, sino por el socavamiento de la convivencia y de esa obra que nos tiene hoy como el único país de América Latina que decrecerá en 2023 y que, según el FMI, no crecerá más de 0,7% en promedio los próximos cinco años.

Las disculpas deben ser por la ignorancia de no entender que el libre comercio fue en el siglo XIX bandera de potencias mundiales que ahora propician proteccionismos, y en el siglo XXI lo es de las naciones que pugnan por prosperar; por inventar pretextos para impedir la promulgación del TPP11 aprobado por el Congreso, desafiando peligrosamente la ley y el orden constitucional, y cercenando oportunidades de progreso a chilenos y chilenas. Pidan disculpas por denostar a la izquierda que contribuyó a los éxitos para erradicar la pobreza por decenios y ahora hacer sinónimo de “izquierda” una gestión torpe y desastrosa, incapaz de ejecutar los presupuestos aprobados mientras reclaman más plata para el futuro, en tanto desfallecen demandas sociales apremiantes; o sea, discúlpense por transformar en izquierda fracasada una izquierda por decenios exitosa. Disculpas no por declarar amor a los pueblos originarios, sí por falta de agallas para terminar con la violencia en la Macrozona Sur teniendo fuerza suficiente para hacerlo, condenando así a una tragedia cotidiana a todos los de esa zona. Terminen con el descontrol migratorio, no pidan disculpas por él. Para qué seguir.

Una percepción de crisis recorre Chile entero y las dos coaliciones que gobiernan dan muestras más bien de neutralizarse en sus desacuerdos que de capacidad para resolverlos. No basta con “moderar” algo el gabinete, ni con los alentadores avances en el Congreso de acuerdos transversales para una nueva (y buena) Constitución. El país está en crisis grave de gobernabilidad y para sacarlo adelante necesitamos una fuerza política y social superior a la que contiene el gobierno. Necesitamos acuerdos de toda la nación democrática, porque la crisis engloba a toda la nación. Vivimos la amenaza de desfondamientos si no reaccionamos. El Presidente Boric ha dado señas de entenderlo. Es indispensable que priorice un esfuerzo de envergadura nacional y no el arbitraje entre quienes no pueden por sí solos resolver esto.

Por Óscar Guillermo Garretón, economista

No son dos listas, son 30 años, 23 enero 2023

Tienen razón, olvidar 30 años, nubla el entendimiento. El capitalismo, Pinochet, el neoliberalismo, sirvieron como referente discursivo. Pero el real enemigo a vencer era esa otra izquierda, la democrática, que buscaban desplazar políticamente. La han atacado sin piedad. Para eso nacieron los de Apruebo Dignidad. Confluyeron en ella los que acumulaban muchos fracasos, con otros que aún no se habían probado, pero coincidían en deseos refundacionales y menosprecio a la democracia.

En estos 30 años, la izquierda democrática ha sido más exitosa y popular en su acción. La que optó por la lucha armada para derrocar a Pinochet fracasó y debió sumarse a regañadientes a la inscripción electoral y el plebiscito de 1988 de la vencedora. Luego cuestionó a la Concertación; y con el éxito de ella creció su resentimiento. Calificó de “continuista” y más tarde de “neoliberal” una política económica y social que se hizo cargo de los 5 millones de pobres que le legó la dictadura y al tener éxito en sacarlos de ella, probó que su modelo era la antítesis de aquel dictatorial. Fue también derrotada su red ideológicamente afín en el mundo y no es rara su inquina hacia el “modelo chileno” de elocuente contraste con “sus modelos” de Venezuela o Cuba: descalificarlo, desmantelarlo, reconfortaba su resentimiento e inspiraba sus apuestas para esta vez vencer.

Parecía que lo lograban. El “estallido” y la victoria presidencial se lo prometían. Pero el espectáculo grotesco de la Convención Constitucional y la impresentable “obra transformadora” de los primeros meses de gobierno, hicieron caer el tupido velo que ocultaba a ojos ciudadanos afanes no democráticos e inepcias, anunciantes de un país peor. La aprobación a sus pretensiones entró en caída libre y el llamado de “amarillos” y otros al voto Rechazo fue acogido masivamente por la ciudadanía identificada con el reformismo democrático, distante de refundaciones autoritarias y de complicidades con la violencia.

El sentido común ciudadano dictaminó que había llegado la hora de criticar y condenar lo que se vive y sufre ahora; no lo hecho con anterioridad, que además gana valor frente a un presente y un futuro amenazantes.

La opción de los que se subieron al carro -creyendo ganancioso renegar de la obra pasada y aceptar ser comparsa de otros con más convicción o carentes de un pasado por el cual rendir cuentas- comenzó a hacerse penosa. Muta entonces el penitente flagelante que clamaba perdón por su obra anterior; comienza a valorarla y a alardear sobre ella: “háganse a un lado, nosotros sabemos hacer las cosas”. Parece terminar así el síndrome de Estocolmo en esa parte de la izquierda democrática que se enamoró de aquella otra, su torturadora. Ahora, la amenaza un descalabro electoral. Unos rechazan la lista única, otros la dudan. Ojo, no son dos listas, son 30 años de indisimulable desencuentro.

Mientras arde el sur 6 febrero 2023

Quizás, mientras arden el sur, las Isapres, la educación y la seguridad ciudadana, el sentido común popular, algo enrabiado luego de estos primeros 11 meses de gobierno, ve la discusión sobre listas para candidatos al Consejo Constituyente como otra muestra de abandono a asuntos en que la ciudadanía demanda respuesta urgente. Pero la pobre gobernabilidad que han demostrado ante urgencias ciudadanas, no es por una singular excelencia en aquella de la institucionalidad política. La pobreza les es común. Una buena política debe dar respuesta sólida a ambas.

El cuento de las listas del oficialismo ha dejado como saldo, un Presidente tan derrotado en su opción por una lista unitaria, como lo fue al jugarse por el Apruebo. Y el guiso intragable que sale de la “cocina” oficialista, anuncia rebarajes políticos de envergadura en el escenario nacional.

El 4 de septiembre pasado quedó claro que una mayoría ciudadana rechazaba el autoritarismo refundacional y estaba por variantes de reformismo democrático. Pero contradiciéndola, la semana pasada oficialista termina con el anuncio de una especie de Unidad Popular reconstituida entre PC, AD y PS (no es menor que el senador Insulza, molesto, haya dicho que podría llamarse lista del “11 de septiembre”), con la desaparición de hecho del Socialismo Democrático y la transformación en adversarios principales -lo dijo el dirigente comunista Lautaro Carmona – de PPD, DC y PR, cuya notable porfía nace de no querer seguir confundiéndose con AD y PC. Dos listas de las coaliciones hasta ayer existentes, permitían abarcar mejor el arco electoral del oficialismo y facilitaban una campaña “contra la derecha” en la medida que los actores de centro que cargaron la balanza del plebiscito -Amarillos y Demócratas- no tendrían candidatos.

Pero el engendro que armaron, dio al centro una oportunidad incluso mayor que en el Rechazo, ante la dupla extrema de esta UP renacida y la lista de Republicanos. Permite hacer converger tres vertientes del reformismo democrático -socialdemócrata, socialcristiana y liberal- que están demostrando compartir un compromiso distante de extremos, de vueltas al pasado y de violencias refundacionales. Abre espacio al encuentro de actores distintos para dar respuesta a demandas ciudadanas insolutas y a la necesidad igualmente urgente de una nueva política; también, a entendimientos y puentes incipientes entre las listas del PPD-PR-DC y de Chile Vamos con Amarillos y Demócratas, para dotar de gobernabilidad a mayorías, donde derechas e izquierdas han fracasado desde hace años. No hay en ellos cargos públicos a repartir ni pegatinas electorales entre incompatibles. Siento que nacen esperanzas de comenzar a constituir, con nuevos rasgos, fuerza política reformista y democrática capaz de sacar al país de la polarización destructora y estéril a la que hemos sido arrastrados.

“Lo del PS se parece mucho a lo que fue la Unidad Popular, como que la cabra tira para el monte” 11 febrero 2023

Óscar Guillermo Garretón ha estado pendiente de los incendios del sur, porque es presidente del directorio de FEPASA, empresa ferroviaria que tiene inversiones en la zona. Pero su lado político nunca lo suelta y en esta entrevista critica al PS por aliarse con Apruebo Dignidad en la lista de candidatos al Consejo Constitucional. En paralelo, el ex socialista y hoy militante de Amarillos reconoce acercamientos de este último con el PPD y Evópoli. “Tenemos posibilidades de diálogo bueno”, dice.

 

-Ustedes no presentaron candidatos para enfocarse en inscribir militantes. ¿Ha sido más difícil de lo que pensaban?

-Había posibilidades en algunas listas más cercanas a nosotros que nos habían ofrecido espacio. Pero nosotros, después de pensarlo, no lo hicimos por varias razones. Somos un movimiento naciente que todavía no cumple un año y con recursos humanos y material limitados. Y acordamos priorizar la inscripción como partido político.

No nos da el cuero para estar en todos los frentes, entonces vamos a apoyar candidatos al Consejo, no vamos a estar al margen y vamos a dar opinión durante todo el proceso. Vamos a estar encima.

-¿Qué pacto fue el que les ofreció sumarse? ¿El del PPD?

-Tanto el mundo PPD como el mundo más liberal de la lista Chile Seguro, ambos nos habían ofrecido un espacio y les agradecimos la propuesta, pero escogimos la opción institucional. No teníamos posibilidad de ir, por recursos y capacidad; habría sido una cosa más bien simbólica.

-¿Cuántas firmas llevan?

-No tengo en este momento la cifra en la cabeza. Pero hay un plazo y lo vamos a cumplir. Yo creo que a fines de mayo deberíamos estar inscritos.

Ha sido complejo, hemos aprendido harto. Al comienzo estuvo bien lento porque casi 70.000 personas adhirieron a Amarillos para el plebiscito, pero otra cosa es pedirle a la gente que firme por un partido cuando están tan desprestigiados. Entonces eso estuvo funcionando muy mal, pero ahora nos hemos desplegado efectivamente en las distintas regiones.

-¿Que candidatos de los que se dieron a conocer el martes podrían apoyar?

-Eso no se ha resuelto todavía. Va a haber una declaración dentro de un par de días sobre esa materia. Pero yo te puedo decir los temas que generan consenso en el mundo amarillo. En primer lugar, nosotros estamos pensando en una Constitución donde quepan todos los chilenos, no una Constitución que imponga la visión de una minoría al resto. En segundo lugar, nos interesa ir tendiendo puentes con todo el mundo que defienda una alternativa democrática y reformista, que discrepa de las posiciones refundacionales  de Apruebo Dignidad, el PC y el PS y también  de los Republicanos. Con ellos no lo vamos a hacer (tender puentes).

-¿Pero qué nombres podrían generar el consenso amarillo?

-Vamos a darle criterios a la gente para elegir sus candidatos en cada zona. Gente que vaya en las listas de Chile Seguro y Todo por Chile por parte del PPD. En alguna de esas dos listas. Dentro de esas dos listas vamos a buscar aquellas personas que se acercan más a nuestros perfiles.

-En el documento que sacaron hace un par de días nombran a la presidenta del PPD, Natalia Piergentil y a Gloria Hutt de Evópoli. ¿Ellos son candidatas que coinciden en este perfil que mencionas?

-Hicimos una indicación, no estamos diciendo voten por Natalia Piergentili y por Hutt, estamos reconociendo el rol de ellas para separar aguas de las posiciones más refundacionales, y la dignidad que han tenido y representar también en el caso de Gloria Hutt una posición más liberal dentro de Chile Vamos.

-En el texto hablan de una alianza reformista, liberal, democrática. ¿Están pensando en una alianza precisamente con el PPD y Evópoli?

-Yo hablo de tender puentes, de converger, de encontrarse con esos sectores. Lo que ha hecho Natalia Piergentili y el PPD es bien notable y digno de reconocerse. El trato que le han dado ha sido tremendo. La verdad es que con ambos (PPD y Evópoli) ya hemos conversado y tenemos posibilidades de diálogo bueno.

No estamos planteando una coalición de gobierno. Si llega a haber una alianza sería estupendo, pero no es el momento aún.

-¿Cuándo sería?

-Yo recuerdo cuando comenzamos a conversar en Chile después de la dictadura, donde teníamos un país aplastado por el golpe. Y empezamos a encontrarnos, diciendo qué país queremos, qué cosa no quiero que se vuelva a hacer, etcétera. Y nos demoramos un buen tiempo en llegar a conclusiones, costó muchos años llegar a  la unificación del Partido Socialista o el Acuerdo de la Concertación.

Pero no se parte por unir partidos, sino por tener convicciones compartidas que permitan hacer que los partidos dejen de ser simplemente máquinas de poder o de cálculo electoral y tengan un contenido. Creemos que ese reformismo democrático que hoy día está en distintos lados, converja, pero a partir de una convicción no simplemente de una firma entre cúpulas.

-Como ex socialista, ¿qué te parece la decisión del PS de formar alianza con el Partido Comunista y el Frente Amplio?

-Uno de los primeros efectos de la decisión del PS es que está facilitando que se constituya una convergencia reformista democrática de la cual difiere. Yo creo que lo del PS se parece mucho a lo que fue la Unidad Popular, como que la cabra tira para el monte.

-¿Crees que Socialismo Democrático sufrirá daños colaterales?

-Sí. Yo no sé cómo pueden recomponer eso. La lista del PPD y la lista de Apruebo Dignidad con el PC van a competir por el mismo electorado. La gente que vota no está discutiendo si vota por Apruebo Dignidad o la UDI o los Republicanos. Está discutiendo entre los partidos que más o menos le hacen sentido a sus sensibilidades. Entonces, la competencia real va a ser entre Apruebo Dignidad y el PPD.

Es muy probable que se produzca con las pasiones de las campañas toda clase de conflictos entre el PPD y el PS. Y creo que no le conviene al Gobierno. Esta afirmación de que el Socialismo Democrático se va a reconstruir después de la elección, me parece improbable. No veo muy claro cómo se puede reconstituir. Tengo la impresión que se está definitivamente deshaciendo.

-¿El Partido Socialista es un aliado incómodo para sectores de Apruebo Dignidad?

-El PS genera dentro de su propia lista algunas inquietudes, porque el PS no oculta su voluntad de hacer esta apuesta para poder fortalecer su presencia en el gobierno. Y eso no necesariamente es algo que le interese que suceda a Apruebo Dignidad y al PC, que recordemos que hace no tanto tiempo le pegaron un portazo en la narices al PS. Entonces yo creo que es una alianza bien compleja, salvo que hayan llegado a algún tipo de acuerdo. Por ejemplo, que van a gobernar juntos, pero que el candidato presidencial futuro va a ser socialista. No digo que fue así, pero puede haber un proceso de ese tipo.

Trayectoria Política

Garretón Purcell Oscar Guillermo (1943) militante del  MAPU (Movimiento de Acción Popular Unitaria) desde 1969, PPD, Partido Socialista desde 1990 hasta 2019″ (6), subsecretario de Economía 1970-1972, diputado 1973 por Concepción (17.631 votos, 7%);

encabezó la posición más radical del MAPU en 1973; “Las cuatro lecciones de la tragedia de la UP: 1) la democracia, así sin apellidos, se desprecia hasta que la pierdes. 2) Para hacer cambios se requieren mayorías 3) La economía importa 4) El terreno de las armas es de los armados, nunca de los pueblos” (1);

“una lección del Gobierno de Allende, que creía grabada a fuego en la izquierda, es que mientras más profundos son los cambios que se pretenden, más amplias deben ser las mayorías que los respaldan y más minuciosas la preparación de los cambios para asegurar que satisfagan lo que mayorías ciudadanas esperan de ellos” (2);

acusado y procesado por la Armada por el delito de subversión en 1973, no pudo presentarse de candidato a diputado en 1989, acusación que fue rechazada por la Corte Suprema; “Al inicio de la democracia en 1990 se produjeron importantes acercamientos y consensos, no sólo entre los partidos de la Concertación, sino que también con quienes apoyaron a Pinochet. Se valoró lo que nos unía y la diversidad. De esa forma, pudimos construir un país más democrático y justo, y fue el punto de partida de lo que hoy se quiere hacer” (3);

cuestiona en 2013 la forma de elegir al candidato PS a la presidencial de la República: «la proposición de la directiva me suena a una manera insincera y vergonzante de rechazar a Ricardo Lagos»;

director de empresas, columnista de La Tercera 2015 donde ante la crisis política escribe: “El actual naufragio de los poderes políticos, económico y espiritual, hace de Chile terreno fértil para populismo, bajo la consigna ‘qué se vayan todos’ (4)

y advierte sobre los problemas de gestión: “cuando la tecno burocracia es menospreciada, mientras la colaboración público-privada es considerada herética aunque convenga a pacientes y Estado, entrones los problemas de gestión son programáticos” (5).

Durante la pandemia y la crisis política, escribe: «Los que miran solo la economía y logros de estos años, concluyen que Chile saldrá rápido de la crisis. No estoy seguro. La degradación de la política está haciendo estragos. Ha socavado la gobernabilidad de Chile. La rapidez en la decadencia es asombrosa. De su economía, sus leyes e instituciones, su convivencia, su tolerancia a la diversidad, su aptitud para canalizar demandas, su capacidad de contener a la violencia y la delincuencia… en los próximos 18 meses, conviviremos con un enorme crisis económica y social; mas una centralidad de la política, con plebiscito y elecciones de un cuanto hay: constituyentes, alcaldes, concejalses, cores, gobernadores regionales, diputados, senadores y Presidente de la República. En algunas hay incluso primarias y dos vueltas… se han asegurado el control oligopólico de los electos en cada elección, no obstante el rechazo abrumado a ellos en la opinión pública. Hasta se ufanan de cuantos constituyentes controlarán. Hay que hacer respetar anhelos básicos de la ciudadanía: respeto absoluto a la democracia; compromiso de concurrir a un acuerdo político nacional por un Plan de Reactivación Económica… sueño ver a la sociedad, personas y organizaciones, demandando a cada candidato un compromiso público con esto…» (9)

Suscribe declaración de 100 personalidades en respaldo a Javiera Parada por los ataques recibidos por apoyar una candidatura presidencial. (10)

suscribe APOYO Y RESGUARDO DE LA CONVENCIÓN CONSTITUCIONAL en 2021 ante intento de desnaturalizar la Convención Constituyente 2021

Oscar Guillermo Garretón:
Estuve en la lista de los «10 mas buscados» por la dictadura y viví el exilio por 14 años. A mi vuelta, estuve preso en la cárcel de Valparaíso, poco después cerrada por insalubre. Conocí de la muerte, desaparición y tortura de miles. Creo entre ellos, ninguno hubiera aceptado que se considerara parte de sus filas a incendiarios de iglesias, traficantes de droga y armas, destructores de estaciones de Metro, el asesino en democracia de un senador, ladrones de madera, incineradores de agricultores y choferes de camión, saqueadores de supermercados. Nos hubiera sido intolerable que la dignidad de ese dolor y rabia compartidos fuera pringada por delincuentes común. La Tercera, 12 julio 2021

«La llamada ‘centroizquierda’ hace rato solo existía en algún discurso que trasmite poca convicción. La radicalidad de izquierda hegemoniza el espectro opositor… mientras la «centro izquierda» va quedando en un muero nombre que casa vez dice menos y otra izquierda se hace cultura dominante, así también, parece estar naciendo una «centroderecha», que esta vez, de verdad, podría llegar a ser más que un nombre. Estamos asistiendo a cambios de domicilio político que solo muy de tarde en tarde ocurren» 23 agosto 2021

Adhiere a «Un comprimiso democrático» diciembre 2021 (ver sección)

Apoya movimiento Amarillos 2022: «…Hoy enfrentamos el peligro de lo que alguien ha llamado “estallido institucional”, cuando se vislumbra la posibilidad de que la Convención Constitucional, en vez de ofrecerle al país una Constitución que nos incluya a todos y ayude a construir un pacto social, nos lleve a un callejón sin salida que empuje a muchos de los que votaron “apruebo” y quieren que el proceso constitucional resulte, a quedar sin otra opción posible que la de oponer un “No” a una Constitución que no nos represente a todos…»

Bibliografia

“Concentración Monopólica en Chile: participación del Estado y de los trabajadores en la Gestión Económica” Cuadernos CEREN Marzo 1971.

Propuestas para un Nuevo Chile. (1985)

La crisis del MAPU. Cómo y de qué manera se divide a un partido de izquierda pag. 437
Oscar Guillermo Garretón, en colaboración con revista Punto Final   En A 50 años de la UP tomo II

Otras publicaciones

Por la pasión compartida, por su enorme gesto ético de entender que el Compañero Presidente era, además de un hombre, una institución, y que por la fuerza nadie lo sacaría vivo de la casa de los Presidentes de Chile. Pero eso no me obliga a replicar para hoy un programa inviable ni a ser complaciente con mis responsabilidades en lo ocurrido. Todos, víctimas y victimarios, tuvimos alguna responsabilidad en el desenlace de 1973. Me alegra y enorgullece vivir en un país mejor al de entonces. Como siempre, otros construirán a partir de lo logrado. La historia no tiene fin” La Segunda, 12 septiembre 2011.

«La reforma tributaria» La Tercera, 14 diciembre 2015 «el banco Mundial dice que la reforma tributaria impacta a menos del 1% mas rico. Pero si la mayoría ciudadana la rechaza es porque ha sentido daños»

«Liderazgos» 26 diciembre 2016 «Si la opción presidencial del PS y PPD deja de ser una misión y se transforma en un mero apetito burocrático, se anticipa el fracaso… el próximo gobierno será un gobierno difícil. El país ha perdido confianza en si mismo y consensos. Tenemos una economía de mal desempeño, una caja fiscal famélica, desconfianzas instaladas entre política, empresa y población, un estado de creciente burocratización, serios problemas de productividad… le mundo vive cambios vertiginosos, la globalidad desborda a los estados…»

Entrevista 21 enero 2017 «Independiente de si me guste o no cada cosa que diga Lagos, su proclamación fue un toque de aire fresco. Honró al PPD proclamar como su abanderado a alguien que no esta encabezando las divinizadas encuestas, pero sabe y no oculta a los chilenos lo que hará si gana, sometiéndose a su juicio… fue como un renacimiento, después de todos los toronéos para que dijera de ser él y se comprometiera a convalidar aquello hecho en estos tres años en la aquiescencia de parte importante de directivas corresponsables, que le exigían garantías solo a él mientras aplaudían a candidatos cuyas ideas hasta hoy se desconocen»

Carta «Reunión de Guillier con empresario» El Mercurio 3 abril 2017 «… sus definiciones fueron escasas entre preguntas directas de los asistentes sobre sus propuestas y equipos, pero recuerdo dos: su valoración de la actividad privada y su rechazo al sistema de reemplazo cuando se habló de pensiones y de las AFP» 3 abril 2017

«Apuestas del PS» La Tercera 3 abril 2017: «… con Lagos, gane o pierda la coalición, se tendría a futuro una centroizquierda con propuestas para el Chile que viene; o un legado de gobernabilidad seria y exitosa, en vez de la gobernabilidad mala y rechazada que caracteriza a la Nueva Mayoría a ojos de la ciudadanía»

«Guion para una novela» Columna 8 mayo 2017 «De como un país reputado exitoso, termina siendo socavado por los mismo que lideraron su éxito previo… lo ocurrido da para novela.,,, de como  empujaron al centro a reaccionar y defender su identidad amenazada…»

«30 años y un día» Columna 8 octubre 2018 La Tercera: «… miro la coyuntura de América Latina y entonces, además de nuestro logros en pobreza, en crecimiento, en acceso a la universidad, en Auge, en carreteras, en deporte, etc., valoro la solide de nuestra institucionalidad democrática… de Venezuela para que hablamos, es el drama mayor de nuestro continente…».

Columna «Reaccionarios» La Tercera 6 mayo 2019: «la sospecha ante toda innovación, es propia de un mundo vertiginoso. Está en todo el espectro político. También en la izquierda. Son los que aún no entienden que el libre comercio ya no es bandera de los imperios coloniales en expansión, de siglos pasados.  Hoy el proteccionismo cunde en ellos, espantados por la enorme redistribución global de la riqueza y del cambio cientifico-tecnológico. Reniegan de los tratados de libre comercio y se rebelan contra tecnologías de punta de otras latitudes. Hoy el libre comercio y las economías abiertas son banderas de los pobres; de los marginados del progreso mundial durante siglos. Pero, junto a Trump (y Maduro), posa de izquierda reaccionaria»

Redacta carta el 26 de mayo de 2019, «Los viejos decálogos han muerto», afirmando «la crisis de la política es ante todo de la fe en que la izquierda estaba con ellos, que era ‘pura y sincera’ y que sabía hacer las cosas… ahora es matar el orden establecido socialista, para construirle un futuro socialista: el socialismo debe cambiar si quiere sobrevivir»

«¡Que tiene Lavín?», columna La Tercera, 17 junio 2019: «observo a Lavin y concluyo que algo, el resto de la política no ha entendido bien. Es la pasión por el ascenso social y económico. Lo que algunos llaman ‘integración social’.

«¿Que pasaría si?» columna La Tercera, 15 julio 2019: «Niños de educación preescolar privada que ya leen y escriben, en español e inglés: y su formación suma también desarrollo de aptitudes para un mundo distinto… cada cierto tiempo, los medios informan huidas de estudiantes y familias de la educación pública… falta algo mas que platas para construir lo público de una sociedad mejor»

Columna «La pesadez de su liviandad» La Tercera, 9 septiembre 2019: «el presidente del Banco Central, de reconocida militancia en esa izquierda sería que alguna vez gobernó de verdad para los humildes de Chile, advirtió a nombre del Consejo del Banco, que sumando la ley de 40 horas a otras en discusión, recargaban entre 5% y 29% los costos laborales. Llamó a legislar midiendo consecuencia

Columna «Fiestas Patrias y política» La Tercera, 23 septiembre 2019: «Nuestra sociedad tiene conciencia de urgencias estratégicas a abordar desde ahora, como calentamiento global, revolución digital e impacto en la vida laboral, o inclusión social en una sociedad ávida de seguridades ante los vértigos de cambios… sin embargo estas urgencias ciudadanas están en le verbo paero no en los actos de la política».

Los demoledores 31 Mayo 2020 La Tercera: «Hace tiempo que la sociedad no miraba hacia la política como ahora, ante la urgencia dramática de acuerdos para enfrentar pandemia y crisis económica. Bien por los que han anunciado concurrir a ellos. El desacuerdo no tiene perdón. Es tiempo de restaurar la dignidad y rol de la política: que sea solidaria con los sufrimientos de los chilenos y no ajena a lo que se pide de ella. Si fracasan, la luminaria que dice “hambre” se proyectará sobre el rostro de los demoledores de acuerdos».

«Pandemias y constituciones» 28 Junio 2020 La Tercera: «Puede argüirse que admitir a trámite un proyecto inconstitucional de postnatal, no tiene que ver con una desafiante provocación al estado de derecho y a las FF.AA., pero se equivocan. Es el clima de degradación del estado de derecho el que va transfiriendo derechos desde la ciudadanía hacia oligarquías políticas, económicas y al parecer, también militares». Cuidado. Chile ya conoció procesos de degradación del estado de derecho. Costaron y duraron más que un coronavirus».

¿Y Chile qué? 12 Julio 2020, La Tercera «A la luz de lo visto en estos días, ¿puede alguien esperar que en esta orgía electoral de 18 meses, la política dará prioridad y tendrá capacidad para reactivar la economía, recuperar millones de puestos de trabajo perdidos, mantener la protección social a los más vulnerables, estimular emprendimientos e inversiones privadas ante las arcas exhaustas del fisco y rescatar empresas en crisis, construyendo para ello un clima de confianza, solidaridad y colaboración? Economistas afirman que Chile es de los países que puede recuperarse rápido. Pero no es lo suyo analizar la calidad de la política. Pocas veces en nuestra historia ha tenido este nivel de degradación y eso se paga caro.»

Anticipémonos, La Tercera, 26 julio 2020: «¿Alguien duda que ya es pasado el Chile de septiembre de 2019? Pero solo un ciego autorreferido puede sentirse ufano diciendo “Chile cambió”. El mundo cambió y ese cambio marcará a Chile mucho más que el 18/O. ¿Alguien imaginó que en meses unos 2.500 millones de seres humanos pasaron a teletrabajo, que eso en parte se mantendrá, que por ende el concepto de casa, oficina y ciudad cambió? Sectores completos de la economía mundial dejarán de existir o tendrán muy larga convalecencia, como turismo, entretención y gastronomía. Muchos de los empleos perdidos no se recuperarán. Otros sectores acelerarán su curso y generarán nuevos empleos: la economía digital y la inteligencia digital, las biociencias y la alimentación sana, el “delivery”, pero a poco andar con drones más que “motoboy”, el transporte más individual que colectivo y sin conductor (quizás aéreo, pero en otra industria aeronáutica), lo que incida en el calentamiento global (conectividad eléctrica versus combustible fósil, energías renovables), trabajo internacional gracias al teletrabajo, etc. El mundo enfrenta el derrumbe de mucho de lo existente y la construcción de algo apenas vislumbrado. Viene llegando. Analistas anuncian a América Latina como candidato a paria en él. Para no serlo, necesitamos una sociedad viva, volcada en las dinámicas de futuro, no paralizada en la violencia; y liderazgos políticos, distintos a los que han intentado acostumbrarnos, con visión de país y global».

Columna La Tercera, 21 septiembre 2020: «Es casi nulo el espacio para elegir independientes. Cuando el prestigio de la política está por los suelos, esto afecta el valor ciudadano de la Convención Constituyente. La calidad de los nombres que se propongan, no será indiferente al votante. Independientes en listas partidarias aportarán un plus. Por su parte, la igualdad de género da oportunidad preciosa a las mujeres para reeditar esa transversalidad que las transformó en la herencia más relevante de las movilizaciones de 2019. En cosas como éstas se jugará la sintonía de los constituyentes con la sociedad. Cerrar la brecha abierta entre política y sociedad, es su mayor reto y más trascendente objetivo».

Para Oscar Guillermo Garretón, “la violencia se entroniza cuando las democracias fracasan en su obligación de erradicarlas”. Y los ejemplos en la región abundan. “Ocurrió en Perú, cuando fracasó su democracia en contener la escalada de violencia que provocó Sendero Luminoso”, escribe. Y “en Colombia, una interminable violencia convenció a una mayoría cansada de ella, que convenía elegir Presidente Uribe, que ofrecía liquidarla. Ganó, militarizó la acción del Estado, derrotó la violencia organizada y la forzó a aceptar una negociación de paz”. Y en Chile, para Garretón el panorama es inquietante porque “la violencia viene ganándole a la democracia” y la impotencia frente a la violencia cotidiana “contribuirá a legitimar el uso de la violencia estatal” La Tercera, marzo 2021

La centroizquierda, como la conocimos, agoniza. Se vació. Demasiados años de tumbos; de renuncios culposos a toda identidad propia. Atrás quedan sus triunfos sobre la derecha dictatorial y sobre esa otra izquierda, fracasada dentro y fuera de Chile, que nunca le perdonó sus éxitos como gobernante de la lucha contra la dictadura y de los años concertacionistas. Hoy, en este presente, esa otra izquierda cree que es tiempo de desplazarla en el electorado. La derecha, en tanto, reivindica el período del cual la centroizquierda renegó; se apropia de la identidad socialdemócrata; habla de “integración social” como respuesta a esa desigualdad que la centroizquierda solo dejó en diagnósticos carentes de respuestas convincentes. La Tercera, 18 abril 2021.

El filibustero y el constructor, 30 mayo 2021
Para el filibustero, su triunfo es capturar la nave, apresar o secuestrar a sus tripulantes y hacerse del botín. Para el constructor, en cambio, el triunfo no es más que el derecho a comenzar un obra que solo tenía en sus sueños y después de un tiempo, de vencer mil dificultades, disfrutar la satisfacción de verla terminada.
Esta lógica constructora es parte de lo que debemos lograr. Construir convivencia.

«en el nombre de…» La Tercera 14 junio 2021 «En democracia, cada ciudadano tiene derecho a un voto. Será un sistema imperfecto, pero es el único en que cada ser, viejo o joven hombre o mujer, rico o pobre, tiene un poder igualitario para elegir sus representantes. Nadie es superior a otro, ni a la ley por la que fue elegido… pero el objetivo ha ido cambiando para algunos Ya no es construir una nueva Constitución entre todos. Es rebasar la ley y excluir. Van empequeñeciendo el número de convocados y aumentando el de los expulsados. ¡Fuera la derecha, también la centroizquierda y los «amarillos»! Todo «en nombre del pueblo». Si lo logran, demolerán la legitimidad de la Convención Constituyente, harán fracasar el camino democrático al futuro. Del coraje o sumisión de los demás depende»

«El tiempo se acaba» La Tercera 2 julio 2021. «En estos días, los vuelcos, más que en los posicionamientos de la derecha o de la extrema izquierda, pueden venir del sector que emergió con posibilidades de ganar, pero donde más incongruencias, vacilaciones y renegaciones se han conocido: Unidad Constituyente.   Cuesta pasar revista al vértigo de los días. En uno había Unidad Constituyente, en el siguiente no. No fue sorpresa el intento PS de asociarse a Jadue; solo se frustró por el portazo en las narices que lo envió de vuelta donde aquellos que había decidido abandonar. Cae Chahin post elecciones, pero su partido se fortalece. Un día no había candidato PS y de repente, desde el sombrero, sale Paula Narváez bendecida por Bachelet. Se la presume competitiva, pero a poco andar no muestra prender en el electorado. En tanto una DC amenazada de aislamiento vota el nombre de Ximena Rincón, que luego hace a un lado la irrupción sorprendente de Yasna.

La economía ha entrado a una pendiente de fuerte deterioro… capitales ya partieron en busca de países menos hostiles y con políticos más responsables.
Si agregamos cuestionamientos a tratados internacionales y amenazas a inversiones extranjeras, … la responsabilidad es de esas mayorías parlamentarias que fueron advertidas del daño que provocarían… sueña a humor negro que en la Convención algunos propongan un régimen «parlamentario». La Tercera, 1 noviembre 2021

«Al Presidente Boric le viene bien un triunfo holgado del Rechazo, aunque no haya sido su opción. El gobierno necesita iniciar un proceso constitucional, esta vez con todos para llegar a un texto de todos, y eso se lo dificultaría un triunfo del Apruebo, por la reticencia de parte significativa de su coalición a introducir cambios, menos si es con actores más allá de la izquierda. Asimismo, la gobernabilidad del Ejecutivo es débil y ha dejado en evidencia diferencias entre los partidos que lo apoyan, dificultándole tomar decisiones eficientes y coherentes en los temas que copan su agenda: orden y seguridad pública, economía empobrecida e inestable y demandas sociales insatisfechas. El Presidente necesita un equipo coherente, con voluntad, capacidad y experiencia para forjar acuerdos más allá de sus propias filas. El PS debería jugar un rol importante en él. La crisis de gobernabilidad de Chile solo puede enfrentarse exitosamente con una lógica de democracia de los acuerdos. Otra cosa profundizaría una polarización paralizante». 5 septiembre 2022

Gobernabilidad 6 septiembre 2021

Esto no es sobre quien ganará, sino de la capacidad y voluntad de quien gane para gobernar bien. No depende de una persona, por brillante y carismática que sea, sino del contingente de sus partidarios que se harán cargo de gobierno y Parlamento. Es importante detectarlo, más cuando se anuncian años críticos y los candidatos que aparecen punteando representan realidades nuevas. Son las prácticas de hoy las que nos anticipan el futuro.

No tengo espacio para hablar de todos. La derecha está lejos de librarse de culpas, pero me abisman más las señales de ingobernabilidad que dan quienes se proclaman de izquierdas; y sus consecuencias, no para “los ricos”, sino para los que siempre pagan la irresponsabilidad, la improvisación o la chapucería de sus gobernantes.

Es en el Parlamento donde los signos de ingobernabilidad son más graves. ¿Cómo alguien puede defender que es gobernabilidad de izquierda propiciar políticas que reconocen indeseables y terminan pagando los más vulnerables? ¿Cómo es posible que parlamentarios propicien más y más retiros a pesar de que se les advierte y prueba que están provocando un salto en la inflación y en las tasas de interés que financian la inversión de largo plazo para crecer y los créditos hipotecarios de los chilenos sin recursos para autofinanciarse sus viviendas? ¿Cómo es posible un candidato que había rechazado inicialmente el cuarto retiro del 10% y luego se da una voltereta, presionado por sus partidos y parlamentarios, sembrando dudas de cuánta gobernabilidad encarna? Agreguemos que sigue la fiesta del gasto, a sabiendas que ya se han distribuido varías veces más recursos a la población que los perdidos con la pandemia; mientras, crecen el déficit fiscal y la deuda pública afectando futuras políticas sociales e inversión pública. Por cierto, con liviandad proclaman que todo lo resolverán con impuestos, pero no hay alza viable que pague los despilfarros y promesas acumulados. Sabemos también que pasada la fiesta, se esperan crecimientos magros de la economía, y quienes son los que lo sufren. Sabemos asimismo, que la inversión cae en Chile mientras la proporción de inversión nacional en el exterior crece. No es exagerado decir que vivimos el mayor escándalo que tenga memoria, de apropiación premeditada e indebida de la economía nacional, en perjuicio de las mayorías.

Por si algo faltara, el PC ataca al Banco Central e insulta a su presidente por advertirles una realidad ya inocultable. Sumemos las chapucerías en la inscripción de candidaturas de parlamentarios y cores. Y como guindas de esta torta, tenemos la candidatura de Ancalao a La Moneda sustentada en firmas truchas y la confesión de un vicepresidente de la Convención Constituyente, que era mentira el padecimiento del cáncer que lo proyectó a su cargo. La amenaza de ingobernabilidad no es una ficción, la están alimentando.

Carta abierta de Óscar Guillermo Garretón: “Dos batallas del pasado de Chile”

Carta abierta de Óscar Guillermo Garretón: “Dos batallas del pasado de Chile” 19 septiembre 2021

“El film ‘La Batalla de Chile’, las primeras veces me interpretó, confirmaba mis emociones; la de los perseguidos, de los reprimidos, de los exiliados, de torturados, desaparecidos y asesinados. Pero ahora siento que elude contar toda la verdad, aunque la trasluce, en su ineludible descripción del clima imperante. Me interpreta mucho más ‘la otra batalla de Chile’, aquella que permitió salir de la dictadura”, escribe el exsubsecretario de Economía de Salvador Allende en esta carta enviada a El Líbero.

La repetición en televisión de la “La batalla de Chile” ha provocado comentarios. Quiero agregar el mío, no para volver a lógicas del pasado, sino tratando de construir futuros a partir de estos movidos 50 años.

La he visto innumerables veces: al comienzo, con emoción, quizás la misma de aquellos que la ven por primera vez. Después dejé de mirar a los protagonistas y presté atención a la escenografía del país; éramos muy pobres, muy atrasados, la miseria se devela en las calles, en las muchedumbres. Sin embargo, a casi 50 años de distancia, me golpea también lo que no dice, lo que no filma y lo que la película deja ver: la polarización feroz de esos días, la intransigencia dominante, la violencia ambiente que se respira, anticipando los rasgos del desenlace.

No lo digo como espectador. Soy parte de los que aparecemos en ese filme. Pero mirado desde la distancia de 50 años, no me seduce seguir culpando a otros. Me motiva mucho más compartir lo vivido con un propósito: no quisiera volver a esos tiempos. Me angustian quienes, sin haberlos vivido, los rodean con un halo que incita a revivirlos.

No tengo recuerdos de otros tiempos en que de manera tan fuerte, nacían y se propagaban esperanzas populares en todo el país. La UP ganó por poco más de un tercio de los votos, era una minoría. Pocos meses después, en elecciones municipales llegó al 50% y en marzo de 1973, 6 meses antes del golpe, en medio de una inflación desatada y un desabastecimiento generalizado, obtuvo en elecciones parlamentarias muchos más votos que los obtenidos en 1970. Es una medida de su significación política, mayor cuando se le suma otra realidad imposible de ignorar: la polarización creciente y un clima de violencia aumentando.

En este casi medio siglo he reflexionado y repensado muchas cosas. Sin embargo, en esos días post golpe, cuando había pasado de diputado a clandestino perseguido con saña, y vivía día y noche en medio del sonido de balaceras y el ruido de los helicópteros, me hice una promesa que me inspira hasta ahora. Si sobrevivía, hacia adelante me haría cargo de mis errores -que seguramente han sido y serán muchos- pero no me haría eco ni menos portavoz de errores colectivos o de otros, por una malentendida “lealtad a la causa” o acatamiento disciplinado. Esa promesa explica opiniones mías en estos años, incluidas las de este texto.

En la crisis económica desatada, sin duda hubo conspiraciones foráneas, empresariales y latifundistas. Se iniciaron antes de asumir Allende y lo ratifican demasiados testimonios para pretender negarlo. Pero la responsabilidad nuestra es también inocultable. El año 1971 fue de cifras espectaculares. La reactivación impulsada por la UP hizo crecer el PIB casi en un 8% gracias a un aumento de remuneraciones reales a octubre de 1971 de 52% en doce meses, a un descenso del desempleo y un fuerte aumento del gasto fiscal financiado fundamentalmente con un incremento a más del doble -113,6%- de la cantidad de dinero. Paralelamente se desarrolló un intenso proceso de intervención de grandes empresas y bancos, así como una masiva reforma agraria.

Sin embargo, las consecuencias de las alegrías de 1971 fueron la crisis de 1972 y la debacle económica de 1973. El PIB cayó casi un 6%, se desplomaron los salarios reales y la inflación superó el 600% anual. Al mismo tiempo en muchas de las empresas nacionalizadas o intervenidas del “área social”, disminuyó la producción, aparecieron déficits operacionales y se hicieron comunes conflictos internos. En tanto, la realidad social fue desbordándose. En síntesis, un deterioro vertiginoso en tres años. En ello tiene responsabilidad la acción desestabilizadora de EEUU y de sus aliados, especialmente en el ámbito financiero, así como la de empresarios y agricultores afectados y la de derecha. Pero rol inocultable jugó la concentración del gobierno UP en transformaciones estructurales de largo plazo, sin consideración a la correlación real de fuerzas y con menosprecio a la gestión técnica y a los equilibrios financieros.

La derrota de la UP fue política. Solo su desenlace fue militar. Hubo varios intentos fracasados de golpe, como el asesinato del general Schneider o el “tanquetazo” en junio de 1973. El golpe se hizo exitoso cuando una parte importante del país, no se si la mayoría, estuvo a favor de que se diera y las FF.AA. se unieron para darlo. Cuando no entendimos que se requieren mayorías para hacer cambios en democracia. Cuando la violencia se hizo consenso, sea para derribar al gobierno o para defenderlo, porque desde ese momento, solo la violencia podía dirimir las diferencias.

El film “La Batalla de Chile”, las primeras veces me interpretó, confirmaba mis emociones; la de los perseguidos, de los reprimidos, de los exiliados, de torturados, desaparecidos y asesinados. Pero ahora, siento que elude contar toda la verdad, aunque la trasluce, en su ineludible descripción del clima imperante. Me interpreta mucho más “la otra batalla de Chile”, aquella que permitió salir de la dictadura.

La primera, en la película, interpreta la batalla que culminó en la derrota más monumental vivida por la izquierda chilena y latinoamericana. La otra es el triunfo de una mayoría social y política pacífica, sobre una dictadura fuerte en lo militar, en lo económico y en lo político, que se prolongó en 20 años de gobiernos exitosos.

Ahora se acusa que fue una salida “negociada”. Obvio que lo fue. ¿Olvidaron que Pinochet obtuvo 44% de los votos en el plebiscito, que las FF.AA. estaban intactas y que el empresariado del que dependía la economía, miraba con desconfianza la democracia? La otra “salida”…no salió; la armada fracasó, sembrando de sangre calles y campos, así como de jóvenes las cárceles. La dictadura habría durado muchos años más sin nuestra salida.

Pero entonces, ¿cómo se pasó de una a otra batalla de Chile? Una terminada en trágica derrota y la siguiente en victoria y éxitos prolongados. Pese al escepticismo de algunos, no son separables. La segunda, conocida más tarde como proceso de “renovación socialista”, nació de una profunda y desgarradora crítica de lo que fue el gobierno de la UP y de las creencias comunes a los partidos de izquierda que formaron parte de ella.

Pasados los primeros tiempos donde la única respuesta aceptable era “La batalla de Chile” -las culpas del imperialismo, el golpismo fascistoide de la derecha, la vesania de los empresarios, la sumisión de los democratacristianos- comenzamos algunos, dentro y fuera de Chile, a decirnos: ¡bueno, que el imperialismo, la derecha y empresarios intentarían aplastarnos, es algo que siempre supimos! Si lo sabíamos desde siempre, ¿por qué perdimos? ¿Qué hicimos mal? ¿En qué nos equivocamos para perder de una manera tan lapidaria?

Las respuestas llevaron a parte de la izquierda a optar por el camino que logró la derrota de la dictadura y luego al triunfo y la obra de la Concertación. Ese es el origen la otra gran batalla de Chile. Aquella de un período que terminó. Es pasado, entre otras cosas porque cambió a Chile; y las mayorías que contribuyó a crear, pusieron otras prioridades en su agenda, aún no respondidas. En mi versión, los pilares del éxito en esa segunda batalla son:

1) La democracia y los derechos humanos no son relativizables sino parte integral de nuestra visión. Hubo que perder ambos para entenderlo.

2) Los cambios, mientras más profundos, más amplias las fuerzas sociales y políticas comprometidas con ellos que se necesitan y por ende más graduales (en alianza con el centro pueden haber sido menos llamativos que los de la UP, pero perdurables y sin retrocesos).

3) Rechazo categórico a la violencia y la lucha armada, no por razones tácticas sino porque en ella siempre ganan los violentos y armados de uno de los bandos pero nunca los pueblos, que solo construyen para ellos a partir de la única igualdad que más iguala el poder de cada uno, el voto.

4) No hay economía viable para Chile en el siglo XXI sino abierta al mundo, con una combinación de mercado y regulaciones que corrijan sus imperfecciones y distorsiones, con empresas privadas, con una política fiscal rigurosa que asegure a equilibrios macroeconómicos indispensables para que los pueblos no paguen las consecuencias de la irresponsabilidad fiscal de quienes no quieren límites en sus ansias de repartir y repartirse; o que consideran que la economía es para después del triunfo final.

5) Toda democracia fuerte es de acuerdos entre los representantes de una “polis” cada vez más diversa y consciente de su diversidad.

6) Impecabilidad en el ejercicio de la función pública y en el diseño de políticas públicas, más aun, con un pueblo cada vez más educado, informado y consciente de sus derechos.

Como ven, no es un programa, sino una lógica inspiradora de la diversidad de propuestas programáticas e interpelaciones que la sociedad hace a la política; tejedora de complicidades transversales entre sus seguidores, que duró 20 años. Es continuidad en el compromiso con el avance de su pueblo; no una idea antigua congelada en tiempo, aunque la realidad demuestre que erró. Es de una izquierda popular antes que ideológica.

Allende es un caso particular de la historia de 1970-1973 y de todo lo que ha venido después. Siempre se enorgulleció de su trayectoria parlamentaria mientras otros en la izquierda abominaban de ella; permanentemente buscó acuerdos con la DC contra la opinión de muchos partidarios; en su primer mensaje presidencial dijo que “en Chile no habrá dictadura del proletariado” escandalizando a los guardianes de la ortodoxia; siempre apoyó la lucha de otros pueblos pero se opuso a la lucha armada en Chile, pero eso no significa que careciera de política militar, sino que creía necesario asegurar un respaldo de las FF.AA. a una democracia progresista.

En otras palabras, en esos tiempos donde la expresión “socialdemócrata” era un insulto, él fue un demócrata de izquierda, no un guerrillero de ortodoxia marxista. Es un antecesor de la renovación socialista. ¿Tuvo responsabilidades en la UP? Por cierto que sí, como todos los que alguna autoridad tuvimos en ella; y las responsabilidades provocan compromisos. Lo esencial del compromiso de Allende y su mas importante herencia, está contenida en su muerte.

Allende murió en la casa de los Presidentes de Chile donde la democracia lo había ungido y su muerte se transformó para el mundo entero en la de un Presidente electo democráticamente, a manos de golpistas y propiciadores de dictadura. Con su muerte comienza una dictadura en Chile, pero también la derrota estratégica de ella en Chile y el mundo, hasta hoy. En tanto, lo esencial del compromiso de la izquierda que forjó la renovación socialista, fue contribuir a construir una gobernabilidad exitosa cuando le tocó liderar el retorno a la democracia y volver a ser gobierno.

“Si me preguntas hoy día, lo más probable es que me abstendría o votaría nulo” 28 noviembre 2021

El empresario Óscar Guillermo Garretón dice que no se cierra a votar por Gabriel Boric o José Antonio Kast, pero que deben realizar cambios fundamentales a sus programas y contenidos de campaña. Considera que ambos son extremos y que hasta ahora las señales de moderación no son categóricas. “No bastan los gestos comunicacionales”, asegura. Y entrega una serie de medidas que deben hacer para convencer al centro, desde el respeto del orden público a una política que acabe con la migración descontrolada.

-¿Qué te pareció el resultado de la elección del domingo?  ¿Cambia el panorama?

 

-Cambió absolutamente el panorama. En el fondo, toda una cierta borrachera con la revuelta, que hacía pensar que  las grandes mayorías lo único que querían era una refundación completa del país, murió ese día. En las dos elecciones. Lo más importante pasó en el Parlamento, donde las mayorías mostraron una diversidad que antes no se percibía. Había una campaña abrumadora para decir que el pueblo quería poco menos que la revolución. Y era como irrebatible. El 21 de noviembre se mostró que el pueblo optó por el acuerdo, el entendimiento. El Congreso consagró una realidad totalmente distinta a la del estallido, gane quien gane las presidenciales. Tengo la impresión que todos los actores lo han asumido.

-¿Cómo has visto las señales que están dando cada comando de cara a la segunda vuelta? Se han integrado economistas reconocidos, por ejemplo. ¿Son signos de moderación?

 

-Todavía es muy temprano para decir si hay moderación o no. La dos candidaturas que pasaron al balotaje se dieron cuenta que, siendo de posiciones extremas, no pueden ganar la segunda vuelta si no es mirando al centro. Han hecho toda clase de gestos  y operaciones. Si es un giro genuino al centro, yo creo que tendré que esperar un poco para ver  cómo se comportan. No bastan los gestos comunicacionales. Una cosa es que los extremos se vuelquen al centro y otra cosa es que la identidad del centro sea respetada. En ese sentido, el mundo político de centro tiene una responsabilidad. En vez de correr desbocados a sacarse una foto con el candidato, deben exigir cambios específicos de programa o de contenidos.

-¿Por quién vas a votar?

 

-No tengo candidato por ahora. Uno y otro extremo no me representan. Más aún tengo franca convicción de que si no hay cambios profundos en lo que cada uno plantea, vamos a una situación como país muy difícil.

-¿Pero votarías por Kast?

-En este momento no estoy en disposición por votar por ninguno de ellos, quiero ver qué es lo que me proponen.  Si me preguntas hoy día, lo más probable es que me abstendría o votaría nulo.

-¿No te cierras a ninguno de los dos?

-No estoy cerrado. Creo que esta elección es tan importante que más allá de mi apreciación personal, es clave saber cómo cada uno de ellos modifica sus planteamientos para dar una respuesta a los problemas que vienen.

-¿Qué debería cambiar Kast?

-En primer lugar, su rebaja de impuestos es algo que no tiene muchas posibilidades dadas las demandas que hay y el estado de la Hacienda pública.  Debería haber una corrección. Luego, algunas de las cosas que se plantean sobre la mujer, como eliminar el ministerio de la Mujer y otras, tiendo a creer que son propias de un programa de alguien que no pensaba gobernar y tiene que corregirlas. Tercero, su compromiso sobre orden público y contención de la violencia tiene que ir acompañado de una defensa de los DDHH. Y tiene que haber una claridad referente a la forma como va a proteger los derechos sociales.

-¿En el caso de Boric?

-Su programa es económicamente inviable. O sea, la cantidad de cosas que ha prometido hacer, no da para financiarlo, incluso si se pudiera hacer una reforma tributaria de 8,5% del PIB como la que promete. Si la hiciera, más improbable es que recaude lo que él dice que va a recaudar. Segundo, tiene que haber un compromiso categórico de rechazo absoluto a la violencia, al terrorismo. Y junto con ello una opción categórica por el cuidado del orden público.

Boric debe asegurar espacios para el funcionamiento de la economía privada que es el 80% de la economía chilena. Puede aumentar el rol del Estado, pero al final la mayoría de la acción económica va a ser privada, grande o chica. Seguir bloqueando tratados de libre comercio es una locura y antagónico con el objetivo de que haya crecimiento. Del mismo modo, las amenazas de expropiaciones o nacionalizaciones, tienen que desaparecer. Igualmente, un compromiso para el respeto de la institucionalidad, la que ahora existe y la que vendrá con la Convención. Eso vale para los dos candidatos.

-¿Crees que la institucionalidad se ha debilitado?

-Me gustaría que hubiera en los candidatos una claridad de que el respeto a la Constitución va a ser muy irrestricto. Cosas como el cuidado de la responsabilidad fiscal, la autonomía del Banco Central, espero que no sean ambiguos en esas materias.

-En resumen ¿qué deben hacer para convocar al centro?

-Es necesario que los dos candidatos incorporen  un compromiso democrático auténtico y un rechazo categórico a la violencia, además de un respeto absoluto a los DDHH. Se requiere una política económica que le abra espacios a la inversión y fortalezca una economía abierta internacionalmente. Otro tema es tener una política que termine con la migración descontrolada que ha habido por un largo tiempo

-¿Eres pesimista sobre la economía?

-El próximo gobierno va a partir con una economía profundamente deteriorada, que se nota poco por los retiros, pero que ya se comienza a evidenciar en inflación, aumento de tasa de interés y el recorte de plazos en los créditos hipotecarios. En general hay una expectación internacional por saber hacia dónde va el país. Chile ya no es el modelo. Hay mucha atención respecto a lo que va ocurrir. Vamos a tener un déficit del cual hacernos cargos. Yo necesito saber cómo van a responder las candidaturas a condiciones que son muy distintas a las que plantean los programas iniciales de ambos.

Revelaciones 29 noviembre 2021

Virtud de la democracia es que, periódicamente, los dueños de su poder originario salen del silencio; juzgan y determinan a sus gobernantes. Quienes desde las alturas del poder institucional y mediático se atribuyen ser “el pueblo”, “la calle”, deben acatar.

Y la verdad ha sido contundente. Los partidos que por 30 años condujeron la transición vieron derrotados a sus candidatos. Pero los ganadores también viven su propia derrota y deben salir a buscar a quienes hasta entonces denostaron. La sociedad no votó extremos. Votó por ser más próspera, por conseguir una mejor seguridad social, por tener autoridades que le aseguren el orden público frente a la violencia, la delincuencia, el narcotráfico y el terrorismo. Buscaron, no lo que quizás soñaban Kast y Boric, sino políticos distintos a aquellos de derecha e izquierda que los habían decepcionado. No añoran derecha dura, dictaduras o economías de mercado de otrora; sino autoridades que les garanticen orden público, defensa de sus personas, propiedades, empleos, seguridad y calidad de vida. Tampoco añoran cambios de “modelo”, revueltas y quiebres del orden público, indiferencia a narcos y delincuentes, irresponsabilidad en la gestión pública y más voluminosas burocracias, desprecio a la bandera nacional; reclaman espacios mayores, más justos e igualitarios, en ese modelo que los sacó de la pobreza, pero no supo responder a sus nuevos anhelos; también, seguridad de no volver atrás, de no envejecer en angustia, de tener más prosperidad para ellos y los suyos. Parisi representó bien esta realidad que la elección desnudó: la desconfianza en el mundo político, la demanda de respuestas concretas y no entelequias ideológicas, la alarma masiva ante la inmigración descontrolada en el norte, el terrorismo en la macrozona sur, la privatización del estado en beneficio de los políticos a tiempo completo. Esa fosa entre sociedad y política, está tras las derrotas, las victorias y las sorpresas de la elección.

Para ser sincero, las candidaturas triunfantes no me expresan. Solo representan la búsqueda pendular de lo que la otra negaría. Las identidades programáticas y discursivas de ambas me resultan desubicadas. Unas por presumir ser cabeza de movimientos revolucionarios que no existen. Otras, por representar una nostalgia conservadora para crecer como minoría y se encontraron con una victoria sorpresiva. Ambas, por dudosa viabilidad económica. Así, no me interpretan los que corren desbocados a entregar apoyos incondicionales en renegación indigna de su identidad, ni los que exigen mantener inmutables los programas y propuestas de primera vuelta. Quiero conocer de las nuevas coaliciones de segunda vuelta, la amplitud de sus equipos de gobierno y cómo responden a las demandas institucionales, económicas y culturales de nuestra sociedad, que muy parcial y defectuosamente, hicieron suyas en primera vuelta.

Por un compromiso democrático
POR UN COMPROMISO DEMOCRÁTICO

El pasado domingo 21 de noviembre, se decidió, mediante una elección democrática, que dos de nuestros conciudadanos disputen próximamente la Presidencia de la República. El evento tendrá lugar en una atmósfera polarizada y difícil. Son de prever ataques no siempre nobles y es probable que el miedo y la mentira se hagan presentes también. No es algo que deseáramos la mayoría de nosotros, habitantes de esta Patria, pero es el lugar al que nos ha conducido nuestra propia incapacidad de impedirlo. Es la hora de tomar el camino de retorno a la convivencia cívica, de la cual la misma elección que dejó a dos de nosotros como alternativa presidencial, es el mejor ejemplo de lo que se puede y se debe hacer cuando somos conscientes de que es nuestra responsabilidad, y la de nadie más, proteger la democracia como única buena forma de convivencia social.

Por ello, sin presunción alguna ante los dos candidatos elegidos preferentemente por la ciudadanía, pero con el vigor que nos confiere nuestra condición de demócratas, iguales a ellos en derechos y obligaciones, demandamos de José Antonio Kast y Gabriel Boric un compromiso con la protección de nuestra sociedad y de nuestra democracia. Ese compromiso reforzará la seguridad de que nadie en Chile debe esperar de quien resulte vencedor amenaza alguna o motivos de temor por la democracia y sus instituciones. Será un primer paso cierto en el camino de la paz social, la convivencia cívica y la vigencia de la democracia como la norma que fundamenta y estructura nuestra sociedad.

Pedimos de ellos la aceptación explícita de los siguientes compromisos:

  1. El compromiso con el respeto irrestricto de los derechos humanos, individuales y sociales. En todo tiempo y lugar y sin dobles estándares. El reconocimiento de los mismos, constituyen la expresión máxima del desarrollo civilizatorio de la humanidad. Sin respeto de estos derechos, ninguna libertad y ninguna garantía tienen vigencia. Demandamos de quien va a ser Presidente de Chile, su compromiso sin restricciones ni vacilaciones de ningún tipo con los derechos de expresión, organización, libre circulación y libertades políticas, sociales y económicas.
  2. El compromiso con la democracia representativa. Esto es el compromiso con el sistema democrático basado en libertades individuales y colectivas –de la que hacen parte importante los derechos humanos–, en la división de los poderes del Estado y en el equilibrio y mutuo control entre esos poderes, elegidos por ciudadanos que son a su vez libres e iguales en derechos y deberes. Y junto a esto, el principio de un ciudadano un voto. Con ello estamos demandando del futuro Presidente de Chile su compromiso con el respeto y mantención del sistema que lo llevará a él mismo a ocupar la primera magistratura de nuestro país.
  3. El compromiso con el Estado de Derecho. O el compromiso de respetar, sin subterfugios, interpretaciones o el aprovechamiento de resquicios, la letra de las leyes y normas constitucionales vigentes, así como acatar sus modificaciones cada vez que ellas tengan lugar por intermedio de procedimientos igualmente legales y constitucionales.
  4. El compromiso con la unidad del Estado de Chile. Sabemos que más de un pueblo puede habitar en nuestra patria, pero el Estado es y debe seguir siendo uno y unido, representante de todas y todos los chilenos. Cualquier desmembramiento o desgarro del Estado sólo significaría el inicio de la destrucción de la casa común de los pueblos que en este momento conviven en Chile.
  5. El compromiso con una justicia constitucional autónoma. El respeto de las leyes y las normas constitucionales no puede ser juzgado por los poderes del Estado que son a su vez actores del proceso legislativo y judicial. La vigencia de la democracia y el ejercicio recto del orden legal hacen necesario la existencia de un poder dirimente, autónomo e imparcial.
  • El compromiso y defensa de la existencia de aquellos órganos autónomos que garantizan calidad democrática e institucional del país. Nos referimos al Servel, instancia que asegura la imparcialidad en las elecciones democráticas; nos referimos al Tribunal Constitucional que ejerce la función de cautelar la constitucionalidad de las leyes; nos referimos a la Contraloría de la República, que vigila y sanciona el correcto funcionamiento de la administración pública y los recursos del Estado; nos referimos al Banco Central, que vela por el control de la inflación y la sana economía, sin perjuicio de la orientación que a la política económica los gobiernos quieran darle, pues requiere de una voz autónoma que advierta de los riesgos que acechan a esta esencial actividad social. Asimismo, el Ministerio Público, la Defensoría Penal Pública, la Alta Dirección Pública y el Consejo de la Transparencia. Las anteriores son funciones que solo pueden cumplirlas organismos independientes e imparciales, dotados de las capacidades que la Constitución y las leyes quieran otorgarle.
  • Condenar la violencia y asegurar el orden público, tareas ineludibles en una democracia y sociedad debidamente organizada. Adoptando al efecto las medidas que el estado de derecho faculta al Gobierno y a los Poderes del Estado.
  • Velar por el desarrollo del proceso constituyente establecido por el Congreso y ratificado por el plebiscito del 25 octubre 2020, acogiendo y actuando desde el poder ejecutivo lo que sobre ella decida el pueblo soberano en el plebiscito de salida.

Todo esto sin perjuicio de cómo los abajo firmantes votemos, o elijamos nulo o blanco, según las inalienables convicciones personales. Pero algo nos une: la confianza en que la serenidad de juicio de quienes hoy son los posibles futuros gobernantes de Chile, les llevará a escuchar nuestra demanda, ejercida en plena legitimidad democrática y ciudadana.

“Lo que Boric busca es exactamente lo contrario de lo que hizo la UP”

Garretón: “Lo que Boric busca es exactamente lo contrario de lo que hizo la UP”

El histórico exmilitante del PS sostiene que el Boric de segunda vuelta de ninguna manera busca reproducir exactamente lo que fue el gobierno de Salvador Allende: “Puede respetarlo, puede emocionarlo su figura, pero lo que él está planteando no tiene nada que ver con la Unidad Popular”.  26 diciembre 2021

Mucho se ha hablado de las diferencias en tono y moderación del Gabriel Boric de primera vuelta y el de segunda, que luego fue electo y protagonizó una serie de gestos republicanos. Este Boric de segunda vuelta es quien, según Óscar Guillermo Garretón, es el que aprendió de los errores cometidos en el pasado por la Unidad Popular y aunque podría seguir la “visión” del exPresidente Salvador Allende, evitaría cometer los mismos errores.

En conversación con El Líbero, el economista Óscar Guillermo Garretón, histórico militante socialista por más de 30 años hasta que se separó de la tienda en 2019, aborda el vínculo que ha tratado de establecer el presidente electo con Salvador Allende, tanto en su primer discurso en la Alameda, como en su visita a La Moneda, donde se inclinó frente al busto de Allende. “El Boric de segunda vuelta de ninguna manera busca reproducirlo, puede respetarlo, puede emocionarlo la figura del presidente Allende, pero lo que él está planteando no tiene absolutamente nada que ver con la Unidad Popular”, sostiene Garretón.

Añade que “la amplitud de alianza que Boric está buscando es exactamente lo contrario de lo que hizo la UP” y que quienes han salido en estos días a cuestionarlo son precisamente “aquellos que se resisten a la apertura y quisieran volver a radicalizar las cosas”. Advierte que quienes exigen no variar “un ápice el programa”, “pueden caer en una lógica estrecha incapaz de ser gobierno como le ocurrió a la Unidad Popular”.

-¿Qué lectura hace de los gestos que ha tenido Boric que aluden a Allende desde que salió electo? La noche que ganó dijo en su discurso en la Alameda: “Les pido que se vayan a sus casas con la alegría sana de la limpia victoria alcanzada”. También en La Moneda se detuvo frente al busto de Allende.

-Yo entiendo las referencias positivas de Boric hacia Allende en cuanto a dos cosas. Uno, que de alguna manera Allende representa en el imaginario popular una voluntad de construir un país mejor para todos, especialmente para los más humildes. Otra cosa es que la Unidad Popular no haya tenido éxito en eso, pero ese propósito de Allende tiene sentido que lo rescate Boric. Lo segundo, que rescata todo el mundo de izquierda e incluso mucho más allá de ella, es que la muerte de Allende de alguna manera transformó en el mundo entero a Allende en sinónimo de democracia agredida por dictadores y a Pinochet en símbolo mundial de una dictadura militar. Esas dos cosas están muy metidas en el corazón de la gente y particularmente de quienes pertenecen al mundo de izquierda. 

-En una carta publicada en El Mercurio Sergio Muñoz Riveros dice que “el gobierno de Allende es un compendio de todo lo que no tiene que hacer”. ¿Qué cosas trató de hacer Allende que Boric no debería repetir?

-La Concertación nació de la crítica más desgarradora hecha a la izquierda, a los errores que llevaron a la derrota monumental que sufrió la UP y que en mi consciencia de los errores cometidos es que de los que menos se equivocó fue Allende, siendo por supuesto responsable como jefe, pero se equivocó mucho menos que muchos de nosotros. Entonces, cuando él de alguna manera aparece teniendo una visión de segunda vuelta, ya presidente electo, se acerca mucho a la reflexión que hizo la renovación socialista de crítica a lo que fue la Unidad Popular y que fue la razón por la cual nació la Concertación y una alianza más allá de la sola izquierda, mal que mal la DC fue adversaria de la UP.

Valoro eso porque Boric ganó por eso, porque entendió que la izquierda más radical no basta para ganar y menos para gobernar en un país donde más de un 40% vota por la derecha. Boric en la segunda vuelta entendió y por eso ganó, de que tenía que ir a un mensaje mucho más amplio que el que le aportaba Apruebo Dignidad. Apruebo Dignidad le dio un 25% a Boric y ganó en segunda vuelta con un 55% y eso lo logró por su cambio, son votos de él y del equipo más cercano, no de su coalición y eso lo entiende perfectamente bien. Por eso le estoy dando la aprobación hoy día a lo que han sido sus declaraciones y comportamientos personales después del triunfo.

Un acuerdo orgánico con los partidos de Nueva Mayoría facilita -no garantiza- que haya un acuerdo que tenga un poco más de contenido y no simplemente de la ansiedad de estar en algún lugar en el gobierno”.

-¿Cuáles serían los hechos que marcan este cambio de Gabriel Boric para la segunda vuelta y tras el triunfo?

-Puede encarnar una voluntad de cambio muy profundo que está en la sociedad chilena hoy día y que es lo que quiere la mayoría, pero siendo categórico en su respeto a la democracia y sus instituciones que lo ha repetido en todos estos días insistentemente, incluido en la Convención Constituyente. Esto es desde el 15 de noviembre y no desde segunda vuelta. Segundo, ha dado muestras en este tiempo, lo que no era el discurso de Apruebo Dignidad, de que la economía importa para poder extender los derechos sociales, que la disciplina fiscal es una cuestión importante, cosa que fue uno de los grandes errores de la Unidad Popular. Lo que ha manifestado ahora interpreta mucho lo que fue el proceso de renovación socialista.

Quien ha salido en estos días a cuestionar a Boric no era la derecha, tampoco el mundo empresarial que ha sido cauteloso, sino que aquellos que se resisten a la apertura de Boric y quisieran volver a radicalizar las cosas. Son los que solo a refunfuño aceptan abrirse a ampliar la alianza de Apruebo Dignidad y del gobierno de Boric, pero además exigiendo no variar un ápice el programa, lo cual es absurdo, porque el programa de primera vuelta no ganó en Chile. Ganó esa diferencia en tono y contenido de la segunda vuelta.

La diferencia que marcaba Muñoz es que los que quisieran restringir la convocatoria que está intentando Boric pueden caer en una lógica estrecha incapaz de ser gobierno como le ocurrió a la Unidad Popular. No digo que sea lo mismo que la UP, pero al estrechar políticamente la alianza están volviendo al 25% y van a perder apoyo si insisten en eso. Boric está consciente de que tiene que ampliarse, que para ser mayoría necesita convocar a muchos más y que para gobernar se necesita incluso más gente que para ganar. La parte más radicalizada del mundo que ha apoyado a Boric pueden terminar siendo grandes responsables si es que Boric llegara a fracasar, en cambio si Boric logra imponer la línea que ha estado planteando después de su elección, creo que es el único camino que puede llevarlo a lograr el triunfo, aunque no hay ninguno que lo garantice.

Boric en la segunda vuelta entendió y por eso ganó, que tenía que ir a un mensaje mucho más amplio que el que le aportaba Apruebo Dignidad”.

-El diario del PC francés, L’Humanité, puso una foto de Boric en su portada del martes 21 con el título: ‘La victoire des enfants d’Allende’. ¿Coincide en que los frenteamplistas son ‘los hijos de Allende’?

-Tengo la impresión de que en la primera vuelta de la elección había muchos que eran los que querían reproducir la lógica de Allende. Yo entiendo que el Boric de segunda vuelta de ninguna manera busca reproducirlo, puede respetarlo, puede emocionarlo la figura del presidente Allende, pero lo que él está planteando no tiene absolutamente nada que ver con la Unidad Popular. La amplitud de alianza que él está buscando es exactamente lo contrario de lo que hizo la UP. La lógica de buscar acuerdo público-privado es exactamente lo contrario que la confrontación que hubo entre Unidad Popular y la empresa en ese tiempo. Yo creo que hay que favorecer el desarrollo de esto porque está demostrado que esas cosas llevaron a una enorme derrota en el tiempo de la UP y requiere de que Boric triunfe su deseo de cambio, pero al mismo tiempo su deseo de un país que acepte esos cambios, que comparte esos cambios, requiere una política distinta y eso es lo que creo que uno debe interpretar y desear de este vuelco de Boric de segunda vuelta.

“El mundo de la ex Concertación tiene que responder orgánicamente y no con una estampida de gente hacia las filas de el gobierno”

-¿Cómo evalúa que la ex Concertación sea parte del gobierno con Gabriel Boric? ¿Qué tan necesario es que la centroizquierda se sume al gobierno?

-Yo creo que el que tiene la palabra en esto y el liderazgo es Boric para convocar una mayoría para gobernar mucho más allá de lo que es Apruebo Dignidad. Eso es una condición de él, no una desde la Concertación. Segundo, el mundo de la Concertación tiene que responder orgánicamente y no simplemente con una estampida de gente hacia las filas del gobierno. La estampida de gente termina siendo la estampida de los probablemente más ansiosos de tener un cupo dentro del gobierno y, por lo tanto, los menos comprometidos. Yo creo que un acuerdo orgánico con los partidos de la Nueva Mayoría facilita -no garantiza- que haya un acuerdo que tenga un poco más de contenido y no simplemente de la ansiedad de estar en algún lugar en el gobierno.

La parte más radicalizada del mundo que ha apoyado a Boric puede terminar siendo grandes responsables si es que Boric llegara a fracasar”.

-Tras el último debate usted dijo en Mirada Líbero de Agricultura que la gran ganadora había sido la ex Concertación debido a que los candidatos mostraron una moderación en sus posturas. ¿Cómo se tradujo esa victoria en los hechos?

-Yo que soy sensible y convencido de que la Concertación fue un buen gobierno, cuando oigo la búsqueda de ampliar la alianza, cuando uno de nuestros grandes temas con la Unidad Popular, fue ampliar la alianza a una DC que era nuestro adversario durante la UP. Cuando escucho al presidente dialogar con el mundo empresarial y hablar de una alianza público-privada aunque el Estado tiene un rol muy importante es absolutamente contradictorio con lo que fue la Unidad Popular y una de las lecciones en caso nuestro de lo que había que hacer para poder crecer. Y como yo creo que la Concertación lo hizo bien en eso y sacó al pueblo adelante es precisamente porque hubo una complicidad, un acuerdo entre el Estado, el gobierno y el sector privado, creo que esas lecciones que hoy día yo veo que se han planteado, hay que aprovecharlas y apoyarlas.

Quien ha salido en estos días a cuestionar a Boric no era la derecha, tampoco el mundo empresarial que ha sido cauteloso, sino que aquellos que se resisten a la apertura de Boric y quisieran volver a radicalizar las cosas”.

-Quedó de manifiesto durante la campaña que la DC tiene problemas con el PC, sin embargo, dijeron que van a colaborar. ¿Es lo políticamente correcto o genuino? ¿Debe ser parte del gobierno?

-Decirle a la Democracia Cristiana qué es lo que es correcto o no, no me corresponde. Yo tengo la impresión de que la DC salió muy golpeada de esta elección, no tuvo un buen resultado, tuvo un mal resultado y no es malo que tenga un periodo de reflexión que ojalá no sea obnubilado con el deseo de estar en posturas de gobierno, pero entiendo que han dicho que van a ser una oposición constructiva. En todo caso, todo el mundo político está en un proceso de reflexión y de rebaraje, no solo la DC, yo creo que en el mundo de  izquierda hay un rebaraje, porque esta elección cambió lo que había sido la hegemonía dentro de la izquierda que había durado veintitantos años y hoy día es el FA el que tiene la hegemonía y yo creo que ese es un dato nuevo de cómo se organiza esto.

En el fondo obliga sobre todo al Partido Socialista, que es el más fuerte y con mayor arraigo dentro de ese sector, a volver a tener algún pensamiento propio, ya que el PS dejó de tener un pensamiento sólido hace rato y esa pérdida hizo que fuera fundamentalmente un partido de seguimiento a otros y no un partido con personalidad como corresponde a un partido con su historia.

Refundaciones inquietantes 10 enero 2022

Si miramos el mundo y su historia, las revoluciones exitosas y perdurables nacen del saber hacer y del sudor, no de la labia. Son evoluciones, no demoliciones. Nacen de construir realidades palpables, mientras otros esperan divagando en el andén, que el tren de la próxima refundación los lleve en coche dormitorio al paraíso.

¿Por qué lo digo? Todo indica que los desacuerdos en la elección convencional no son mero reflejo de ineptitudes personales, aunque los haya. La crítica apenas velada a la desviación “centrista” que mostraría el presidente electo, es inocultable en ese proceso. Ya no es solo la exigencia airada del PC de mantener un programa que por sus votos de primera vuelta presidencial demostró que no concitaba mayorías suficientes, o la reticencia a ampliar una alianza que Boric necesita para construir mayorías que reflejen en su amplitud lo que ganó en la presidencial y la parlamentaria. Ahora la Convención va dejando de ser el lugar para construir una nueva Constitución para todos los chilenos, en el intento por parte de su ala radicalizada de transformarla en trinchera refundacional, en pugna con el supuesto “centrismo” del futuro Presidente.

La oposición a él, al menos por ahora, proviene de quienes lo cuestionan desde su izquierda y parecen optar por la Convención como contrapeso de La Moneda futura. No dudo de los buenos propósitos y calidad de muchos convencionales, entre ellos, de sus nuevas autoridades máximas. Solo ocurre que la realidad les está imponiendo demostrar que son capaces de crear un buen proyecto de Constitución. Hoy arriesgan quedar atrapados en una disputa sorda de política contingente, inspirada una vez más en sueños refundacionales.

Una enorme cantidad de personas que votamos Apruebo estamos en desconcierto” 8 febrero 2022

Se define como un hombre del AprueboÓscar Guillermo Garretón Purcell, el ex subsecretario de Salvador Allende, ex Mapu y ex presidente del Metro en el gobierno de Patricio Aylwin, se encuentra en el Lago General Carrera en la región de Aysén desde donde se da el tiempo para hablar de lo que le “apasiona” como él mismo reconoce: el proceso constituyente.

Esto porque luego de las últimas normas que se han aprobado en la comisiones, en votaciones en general, como la nacionalización de los recursos naturales, el no uso de tierras de indígenas para la minería, y, el control de los medios de comunicación, por mencionar algunas, dice que este escenario lo tiene muy preocupado.

 -Pero las normas han sido aprobadas en general, aún falta el pleno…

-Y muchos me dicen, ahí no van a alcanzar los 2/3, y que además, no hay que preocuparse por lo que se ha aprobado, pero cómo no, si ya se votó una vez. ¿Quién garantiza que eso en el pleno no vaya a salir igual? Si no reclamo ahora, ¿me guardo mi opinión hasta que lo aprueben en el plenario? Hay que reaccionar ahora. Yo no quiero que la Convención fracase, al revés, sería un desastre que fracasara. Pero la están llevando hacia allá.

-Denoto un profundo escepticismo en sus palabras…

-No hay ninguna razón para confiar que esto va a cambiar porque nadie lo está diciendo. Insisto, todos me dicen que no me preocupe, pero ojo, cuando fue el primer retiro recuerdo que la mayoría de los parlamentarios dijo, “esto es por solo una vez, porque es una mala política y es por necesidad…” ¿Y en qué retiro vamos, pregunto yo?

Guarda silencio por algunos segundos y retoma su idea con mayor énfasis.

“No soy el único, sino que una enorme cantidad de las personas que votamos Apruebo estamos en desconcierto Las definiciones que han surgido en las comisiones tienen un grado de ignorancia, de poca responsabilidad en el análisis, y también ciertos atisbos autoritarios. Nos tocan muy a fondo a quienes tuvimos que luchar por la democracia, y lo que se está haciendo coloca en entredicho la democracia. Desde el punto de vista político, económico y soberanía nacional frente a otros países”.

-Por lo que dice, si el plebiscito de salida fuera mañana, ¿usted estaría por Rechazo?

-No hay ninguna resolución, pero no puedo aceptar que quede debilitada la soberanía nacional del país en sus tierras y mares. No puedo aceptar tampoco que se establezcan criterios económicos que llevarían al país a la ruina porque lo han llevado a cuanto país lo ha aplicado en el mundo entero. Tampoco puedo aceptar el control a los medios de comunicación y de prensa. Entonces, ¿cómo quieren que aprobemos? Los convencionales tienen que rectificar eso, de lo contrario obligan a votar en contra en el plebiscito de salida. Están obligando a cualquier chileno de centro, izquierda o derecha.

-Dentro de todas las votaciones, ¿hay alguna que le incomode en particular por sobre el resto?

-Son bastantes, pero la nacionalización de toda la minería. Y al mismo tiempo, terminar las concesiones que estén en territorio indígena, que dicho de paso, están en casi todos. Con respecto a las nacionalizaciones, las experiencias mundiales son muy claras y, que nosotros en la Unidad Popular planteamos medidas mucho más restrictivas que la Convención, y ya sabemos lo que pasó pues…

-Entonces, con muchas situaciones que ve en la Convención, ¿ha tenido deja vú de su paso por el gobierno de la Unidad Popular?

-No quisiera referirme al mundo de la Unidad Popular, ya que el mundo de hoy día es internacionalmente mucho más dependiente de lo que era en ese tiempo. Hoy día en todas nuestras relaciones internacionales de comercio e inversión, es infinitamente mayor que las que teníamos en la Unidad Popular, en que el grueso era el cobre. Ahora es el cobre, es el litio, el hierro, las manzanas, las paltas, las uvas, los arándanos, salmones, truchas. La madera, la celulosa… son demasiadas cosas. Y, además, empresas que no solo tienen inversiones en Chile, sino que en todo el mundo. El no tener conciencia de esto me abruma.

-¿Y esto se da por falta de información de los convencionales?

-Cuando planteas nacionalizar, con una globalización que no había en 1973, no es colocarte contra un país, sino que contra el mundo. Parece que no han leído a Karl Marx que dijo “el capital no tiene patria” en el siglo XIX. No vamos a poder vender ni un kilo de cobre afuera, y Chile no es el único productor… El resto de los países van a quedar felices con los demandantes de cobre. Están condenando a Chile en la miseria.

-¿Se arrepiente de haber apoyado y votado por el Apruebo?

-No es lo que uno esperaba cuando votó Apruebo, porque esperábamos que una nueva Constitución fuera el  camino de reencuentro para todos los chilenos y que terminara con la polarización de una Constitución con un sello dictatorial. Pero cuando uno ve personas que dicen que cualquier cosa que venga del mundo de derecha, y que a mí no me interpreta, será rechazado por principios, ese no es el país del reencuentro por el cual yo voté. Uno tiene motivos para estar desconcertado y levantar la voz.

-¿Hace algún llamado a los convencionales?

-Están llevando al fracaso al proceso constitucional que partió con una aprobación abrumadora, y que ahora están socavando ese apoyo. Mi llamado es para que corrijan lo que están haciendo y no condenen al país a rechazar su propuesta porque, como está, nos estarían llevando a un precipicio.

Qué sí y qué no 7 marzo 2022

Parto deseándole éxito al Presidente Boric. Su tarea no es fácil y necesita el concurso de todos nosotros. Su mayor amenaza es un Chile que no sea de todos, sino cuasi mitades polarizadas por lógicas “partisanas” que contradicen sus deseos. El fracaso de la Convención Constitucional (CC) puede arrastrarlo a él y a Chile.

Al superar los 26.000 adherentes, no puedo asegurar que en todo los amarillos pensemos igual. Pero sí, que comparto mucho con muchos chilenos y chilenas. Soy parte de los alarmados con el curso tomado por la CC. Chile requiere que rectifiquen y si no lo hicieran, necesitaremos otro camino para lograr una nueva Constitución. No quiero una vuelta atrás, prolongando o exacerbando desencuentros de años.

Busco cosas simples y claras. Una Constitución que contribuya a la unión de toda la diversidad y multiculturalidad chilena, no a su desunión y fragmentación debilitando a Chile. Quiero más y mejor democracia. Un país de hombres y mujeres diversos, libres e iguales; no, como el texto que avanza, sujetos a una maraña de restricciones, prohibiciones y disposiciones que estrechan espacios de libertad, desigualan ante la ley su ciudadanía y su acceso a la justicia, dejando además tal cantidad de vaguedades a leyes posteriores, que nos condenan a una prolongada y tensa discusión legislativa que eterniza incertidumbres. Quiero libertad y no control de medios de comunicación y de expresión. Quiero que siga habiendo Senado y Cámara de Diputados, con los recientemente elegidos y que serían cesados al momento de promulgarse una nueva Constitución que sustituya ambas cámaras; son tan legítimos como los convencionales electos. Quiero una política medioambiental que sea seria y enfrente de verdad el principal desafío actual de la humanidad, el calentamiento global; no buenas intenciones de hecho polucionistas, ni proliferación de autoridades ambientales en microcomunidades, sin unidad de criterio, expuestas a actores inescrupulosos capaces de capturar voluntades y dañar el medio ambiente. Quiero una política en derechos humanos y sociales que cubra derechos nuevos, como los de género y minorías étnicas, y perfeccione otros prioritarios como educación, salud, previsión y seguridad ciudadana; pero no la imposición de desigualdades constitucionales para unas u otros. Quiero el respeto a la propiedad privada, sea personal, familiar o emprendedora y no políticas expropiatorias que nos llevan a indefensiones ciudadanas, al choque con la economía global y a la ruina. Sabemos que en los últimos decenios el 80% del financiamiento de derechos sociales ha provenido del crecimiento económico y ahora necesitamos una economía aún más inclusiva.

Quiero, por último, que no decidan a matacaballo y estresados sobre el futuro de los próximos 40 años. Los mismos convencionales hablan de extenuantes sesiones de 14 horas diarias. Dense el tiempo que una buena Constitución merece.

Desaprensiones peligrosas La Tercera 4/4/2022

No creo ver en ella más intención que hacer un guiño de empatía al pueblo mapuche cuando comenzó a usar desaprensivamente la palabra “Wallmapu”. Pero valoro el toque de alerta que provocó en Chile el revuelo desatado en autoridades, prensa y redes sociales argentinas, por expresiones tan desafortunadas en una autoridad de gobierno.

No fue un traspiés menor. El “Wallmapu” no es una creación ancestral. Identifica a grupos radicalizados actuales que aspiran a una nación mapuche autónoma. Cubriría cuatro regiones de Chile y ocho provincias de Argentina, cortando ambos países por la mitad, desde el Atlántico al Pacífico. En otras palabras, la expresión “Wallmapu” y su aceptación como nombre de una nación, desafía la soberanía terrestre y marítima tanto de Chile como de Argentina.

Los gobiernos han echado tierra al incidente; y la ministra ha pedido excusas, lo que me parece bien. Pero esa es solo la punta de un iceberg, que ella hizo más visible que antes: el “estado plurinacional” propiciado por una mayoría de la Convención Constituyente.

Este no es el único incidente ni el más notorio que amenaza nuestras fronteras con esa tesis fraguada por Álvaro García Linera, ex vicepresidente de Bolivia bajo Evo Morales y por este último, recientemente declarado persona “non grata” por una comisión del Congreso peruano cuando intentó dar partida en el Cuzco, Diciembre de 2021, a Runasur, para construir una “América plurinacional”. En carta pública, ex cancilleres peruanos lo acusaron de “intentar desmembrar a Perú, otorgándole a Bolivia salida sobre el Pacífico y así conformar una nación aymara como extensión territorial boliviana”. ¿No les suena que esa tesis conjuga con la del “Wallmapu”? Ambas apuntan -como propicia García Linera- a la instauración de una “plurinacionalidad” latinoamericana que reorganice el continente en torno a los pueblos originarios -nación aymara, nación mapuche, etc.- desconsiderando los actuales estados-nación. La acción de Evo y la reacción inmediata del Perú, así como ahora la reacción argentina, nos alertan que esto no es un juego. Por si algo faltara, el Presidente de Bolivia, Luis Arce, seguidor de Evo Morales, alabó a nuestra Convención Constituyente por declarar a Chile “estado plurinacional”. Mientras Argentina y Perú se conmocionan, pareciera que aquí la soberanía nacional puede jugarse a la payaya convencional.

Permítanme una acotación muy personal. Con la soberanía de Chile y sus fronteras nadie está autorizado a jugar. Voté Apruebo para tener una nueva Constitución, no una nueva nación, ni menos plurinaciones trozando Chile. Poner en cuestión la nación chilena excede con mucho las atribuciones de la Convención Constituyente. Ésta y autoridades de gobierno han sido peligrosamente desaprensivos en una materia que puede tener consecuencias en la soberanía nacional e integridad territorial y marítima de Chile.

El sentido de un fracaso 2 mayo 2022

A estas alturas del proceso constituyente, creo necesario no confundir las cosas. El problema no es que gane el Apruebo o el Rechazo, es que el proceso está terminando mal, gane quien gane. El único gran derecho social por completo responsabilidad de la Convención era entregar a Chile una buena y decente Constitución. Esa “casa de todos” a construir entre todos, para dejar atrás un país trizado. Para eso se hizo el plebiscito. Para eso votó Apruebo casi un 80% de los que concurrieron a las urnas. Todos los demás derechos sociales son solo promesas impresas en el texto, pero cuya materialización depende de otros, no de la Convención.

Pues bien, todas las encuestas dicen que el trabajo de la Convención ha decepcionado a esa abrumadora mayoría esperanzada. En vez de un país reencontrado consigo mismo, tenemos un país tanto o más dividido que antes, prácticamente por mitades, en medio de una discusión caracterizada por escándalos, irresponsabilidades, incoherencias y prácticas autoritarias. Unos divididos por la plurinacionalidad, amenazando la unidad de la nación y propiedades de todo tipo, otros por el aborto, otros por la expropiación de sus ahorros, otros por la defensa de sus credos religiosos, otros por su trabajo agrícola y sus tradiciones campesinas, otros por la desprotección de sus derechos de autor, otros por la desigualdad ante la ley, otros por la desaparición del Senado y por un unicameralismo sin coto, otros por amenazas a la propiedad y el emprendimiento, otros por un poder judicial desmedrado y desigual, otros por ignorancias absurdas. La lista es interminable. Casi cada artículo, y ya superan los 300, divide a alguien con alguien. Es la antítesis del mandato ciudadano que la instauró. Se buscó una Constitución para el reencuentro y el resultado refleja principalmente desencuentros.

El fondo del fracaso no es que gane el Apruebo o el Rechazo. Las dos alternativas son de fracaso. Una por Aprobar a sabiendas una mala Constitución que desune. La otra por dejar pendiente la tarea de tener esa anhelada nueva Constitución sanadora de nuestra vida social.

Con su obra casi terminada y escasa voluntad de escuchar, veo difícil que la Convención rectifique. Los esfuerzos presurosos por maquillar el texto constitucional para dar imagen de “moderación” ante el aumento del Rechazo, no alteran lo medular, ni la conclusión generalizada de que es una mala Constitución. Lo confiesan incluso muchos que dicen votar Apruebo.

Todo indica que quedará pendiente la tarea de dotar a Chile de una casa común, querida y digna. Eso duele, pero no me desanima. Chile no se resignará ni rendirá. Somos millones en ese 80% del plebiscito de entrada -voten como voten en el de salida- que seguiremos buscando a futuro lo que ya no se logró. Ahora, para llegar más fácil a la Constitución pendiente que merecemos, no da lo mismo votar Rechazo o Apruebo.

La tenacidad democrática 16 mayo 2022

Hay quienes miran las encuestas solo pensando en el plebiscito. Pero hay otro fenómeno a observar.  Comienza a aparecer con fuerza la cultura democrática de nuestro pueblo. Para quienes vivimos el golpe de estado y la dictadura, no es un tema menor. La dictadura no solo derrocó a un gobierno el 73; barrió con la izquierda organizada y legitimó la violencia sin límites. Parecía que todo se acababa.  Desaparecían leyes, constitución, organizaciones, personas. Pero algo muy profundo seguía viviendo: esa cultura masiva de la izquierda chilena, tenazmente democrática y libertaria, que se formó, no en cursos sobre intelectuales de moda, ni en tumultuosas asambleas universitarias o densas divagaciones de bar y café, ni en vanguardias verde-oliva de urbes y selvas. Una cultura parida en minas, campos y fábricas; hecha suya por poetas, cantores y escritores. Fue ganando fuerza paso a paso, con dolores, pero también con consecuencia democrática. Ha sido socialmente la más sólida izquierda latinoamericana; porque nació de la sociedad, en la lucha democrática, no de fusiles, academias y burocracias estatistas. Hizo su líder indiscutido a quien se enorgullecía de haber sido parlamentario por 30 años, comprometió consecuentemente que “en Chile no habrá dictadura del proletariado” y ante un golpe de estado prefirió no ceder y morir en el lugar donde los chilenos lo habían ungido con su voto.

Esa cultura de izquierda, unida con la cultura socialcristiana de centro, fueron las que después derrotaron a las armas y a la antidemocracia; tanto de la dictadura, como de aquellos que pretendían ilusoriamente vencerla con parecidas identidades.

Al cabo de años, esa cultura fue subsumiéndose en otras izquierdas, hasta casi desaparecer en el mundo cupular. Pero no estaba muerta en la sociedad y ahora vuelve a irrumpir. Obliga a apresuradas “moderaciones” a quienes creyeron poder imponer lo que quisieran en la Convención o en la coalición de gobierno. Aparece en las encuestas haciendo ganar al Rechazo como paso a un país con mejores derechos y creando “aprobistas-rechacistas” que también dicen querer mejorarla después. Exige conductas democráticas; e igualdad ante la constitución y la ley. Asoma en la revalorización popular de los años de Concertación. Presiona al gobierno con su impaciencia ante la violencia, la delincuencia y descontroles que agreden la vida ciudadana.

Desde el 18/O, muchos veían la violencia legitimada políticamente y el socavamiento sistemático de toda institucionalidad, como marea incontenible. Pero nuestro pueblo está frustrando sus propósitos. Gane quien gane en el plebiscito, la Convención fracasó; no hizo bien su pega. Generó una mayoría convencida de que el trabajo constitucional deberá retomarse después del plebiscito. Asoma otra vez esa esperanza indoblegable; la tenaz cultura democrática y libertaria del Chile popular.

La rebelión de centroizquierda 27 junio, 2022

La opción Rechazo ha adquirido transversalidad en la sociedad, y por lo mismo, presencia clara en el mundo de la centroizquierda. Era inevitable. La centroizquierda vive en la cultura del pueblo chileno. Son mayorías sociales las que han virado hacia el Rechazo. Es ciego no quererlo ver. Todo intento de identificar el Rechazo con la derecha, ya no tiene sustento y debilita la credibilidad de quienes lo vociferan. Por cierto, esto es difícil de detectar y menos de aceptar, por quienes tienen muchos contactos por redes sociales, pero pocas raíces sociales. Esa generación –como escribe Rafael Gumucio– “que no entiende que pegotear minorías no es construir mayorías”.

Las encuestas coinciden en que el Rechazo está varios puntos sobre el Apruebo. Incluso analistas estiman que el Rechazo está subdimensionado: hay quienes prefieren declararse indecisos, antes que hacer pública su opción por el Rechazo. En tanto, según Cadem, los del Apruebo duro, son solo un 11%. Es notable, de un 78% que votó Apruebo en el plebiscito de entrada, pasamos a que solo un 11% se da por satisfecho con la obra de la Convención. Es culpa de ella, no de “los enemigos de las transformaciones”, como gustan decir desde ese 11%. A la mayoría, o sea, en medida importante a la centroizquierda social, no le gusta lo que le están presentando. Aumentan los decididos al Rechazo; no pocos, con dolor. Otros, más bien ligados a cúpulas partidarias de centroizquierda, lo disimulan en la ambigüedad de Aprobar…”para mejorar” (que disimula a su vez, los cerrojos y candados que otros han puesto para impedir lo que estiman un intento de “empeorar” su texto).

Se ha conformado así una mayoría crítica a la obra de la Convención y por ende, más allá de tribulaciones hamletianas, es lógico que el Rechazo crezca. Es el revés de ese magro 11% de los que Aprueban sin “mejorar”.

La obra de la Convención se ha hecho intolerable entre muchos de la cultura de centroizquierda. La declaración de los 9 ex presidentes de la DC, en línea con la senadora Rincón, llamando a que la DC deje a su militancia en libertad de acción, revela que ya no es viable alinear a la DC con el Apruebo. A eso se agregó el sábado, la declaración de Cristián Warnken anunciando el voto Rechazo de los Amarillos, rodeado de dirigentes sociales, ex rectores de universidades y ex ministros, gente del mundo cultural y representantes de todas las regiones del país. Amarillos, con presencia en todo Chile y 57.142 adherentes ayer a mediodía –más que los adherentes a cualquiera de los partidos vigentes- se ha convertido en un ineludible referente de centroizquierda en la recta final al plebiscito.

Dejémonos de engañar y autoengañarnos. La centroizquierda social y parte de aquella política, se han rebelado contra la obra de la Convención. El Rechazo con Esperanza –como dijo Warnken– pasó a ser centro del Rechazo. (La Tercera)

Oscar  Guillermo Garretón

Bajo una misma bandera 11 julio, 2022

Finalmente entregaron su obra constitucional. Observo con sorpresa la cubierta del texto oficial. Es una bandera chilena fragmentada en trozos de diferente tamaño. ¿Se les habrá pasado inadvertido lo que evoca o quisieron representar sin equívocos esa pluralidad fragmentada de naciones que propone el texto?

A estas alturas resulta evidente que la Convención generó una mayoría nacional unida en la insatisfacción con su obra. Unió a la inmensa mayoría de chilenos y chilenas tras un mismo pliego de peticiones: reformar después del plebiscito la mala obra de la Convención, gane el Rechazo o el Apruebo.

El tránsito desde vociferaciones, payasadas, incompetencias y banderas extrañas a la mayoría que caracterizaron la Convención, al cuidadoso republicanismo con bandera chilena y canción nacional del cierre, es síntoma inocultable que el Rechazo transversal está venciendo y los obliga al menos al disimulo. Entre lo que más rechazo motiva, está el menosprecio a la identidad y símbolos nacionales, y las definiciones de plurinacionalidad, por la desigualdad y privilegios que establece entre etnias originarias y ese mestizaje que somos las mayorías nacionales; por amenazas a la solidez de la identidad y fronteras nacionales; por el caótico desmembramiento del Estado chileno ante las poderosas autonomías indígenas del texto constitucional.

Pero esa convergencia tras la bandera nacional va mucho más allá. Incluye cosas del nuevo texto que deben mantenerse en las futuras reformas -como derechos sociales o multiculturalidad- como también, un grueso de disposiciones inaceptables para la mayoría, sobre sistema político, atribuciones presidenciales, Senado, Poder Judicial, igualdad ante la ley, orden público y seguridad, economía sana y otros.

No sorprenden entonces las reacciones ante la declaración del Presidente Lagos sobre el plebiscito de salida. Se hizo parte de las mayorías nacionales que reclaman iniciar un genuino proceso para reformar la obra de la Convención. “Los Amarillos” de Cristián Warnken, rápidamente reaccionaron apoyando la propuesta de Lagos, que coincide con sus críticas y reclamos que los motivó a optar por el Rechazo. Durante la semana, un aluvión de centroizquierda se sumó al Rechazo: y la transversalidad social de éste, lo confirman todas las encuestas

Así las cosas, entre esta mayoría nacional por reformar y los esfuerzos inocultables de la mayoría convencional por impedirlo, lo del “Apruebo para mejorar” suena poco convincente. Alimentan una misma opción con esa minoría, adversaria a sus propósitos, que no quiere reformas posteriores al plebiscito. No es banal la pregunta que les hizo Lagos: ¿si estaban tan convencidos de mejorar lo aprobado, por qué no lo hicieron antes? Pero, en fin, espero ver al menos flamear nuevamente unida, con ellos y los del Rechazo, una misma bandera post plebiscito. (La Tercera)

Oscar Guillermo Garretón

Para corregir, ¿Qué es mejor? 13 junio, 2022

En las encuestas que reflejan resultados estrechos en el plebiscito de salida, aparece otra gran verdad: una mayoría significativa de la opinión pública juzga que el trabajo de la Convención Constitucional ha sido malo. La integran ese más o menos 50% que anuncia votará Rechazo; más una considerable parte de los que dicen votar Apruebo, pero para cambiar después la Constitución; más los indecisos, que obviamente provienen de ese 80% que votó Apruebo en el plebiscito de entrada, pero que les desagrada el trabajo de la Convención.

Solo el núcleo más duro de los convencionales -PC, parte del FA, escaños reservados e independientes antisistema-, los mismos que rechazaron concurrir al acuerdo constitucional del 15 de noviembre de 2019, se empecinan en hacer lo imposible por bloquear todo cambio posterior al texto. Son los grandes adversarios de esa mayoría que considera malo el trabajo de la Convención y que busca un futuro con una buena Constitución. Porfiaron por imponer quórums de 2/3 más referéndum de salida para cualquier cambio al texto (condiciones más difíciles que las puestas por Pinochet a su Constitución de 1980), pero aunque ahora suavizaron sus bloqueos, para las cláusulas más sustantivas -sistema político, estado regional con sus autonomías, derechos fundamentales, naturaleza y medio ambiente, normas transitorias y, obviamente, reforma y reemplazo de la Constitución- aceptaron bajar a un quorum de 4/7, pero con referéndum de salida, salvo… ¡que alcancen los 2/3! Confiesan desconfiar de la “lealtad” del actual Congreso y proclaman que “no hay terceras vías”. Tampoco aceptan que haya correcciones importantes al texto de la Convención. O sea, advierten que se opondrán tenazmente a cualquier intento de corregirlo o cambiarlo.

El problema es que la mayoría está o por “aprobar para corregir” o “rechazar para corregir”. Corregir es clamor de una mayoría.

Así las cosas, los senadores Rincón, Walker y Araya presentaron un proyecto de reforma constitucional que deja el quórum en 4/7, eliminando otras trabas, y la derecha se allanó a apoyarlo, aceptando sumarse a corregir. Esto facilita modificaciones post plebiscito si gana el Rechazo. Si ganara el Apruebo, entra a regir la Constitución de la Convención con sus más severas restricciones.

Entonces, si de corregir se trata, ¿cuál es el sentido de aprobar, cuando sus socios del Apruebo duro les advierten que se opondrán a todo cambio e imponen cláusulas más restrictivas que aquellas de los tres senadores? ¿O piensan hacer luego mayoría contra ellos, aliándose en acuerdo nacional con los que voten Rechazo? ¿O ese “Apruebo para corregir” es mera ilusión o falta de convicciones, que hace preferir defraudar a la mayoría que quiere una buena Constitución, antes que enojar a los partidarios del Apruebo inmutable? Va llegando el tiempo de respondérselo. (La Tercera)

Oscar Guillermo Garretón

El sueño de la razón produce monstruos 8 agosto 2022

Concuerdo con esa mayoría que cree que Chile va por mal camino. La elite gobernante está mostrando serias limitaciones para dar una conducción coherente al país. Los golpes de timón y las disculpas se han transformado en constante, adobados además por la pretensión confesa de creerse minoría política virtuosa, superior al resto.  La consecuencia ha sido un crecimiento vertiginoso de la desaprobación tanto al gobierno como a la Convención Constitucional que hace demasiado poco tiempo concitaban esperanzas muy mayoritarias. Agreguemos que nuestra economía se ha debilitado alarmantemente, justo cuando el escenario económico internacional se torna más tormentoso y se comprometen “derechos sociales” inabordables en tiempos compatibles con las expectativas desatadas por el rosario de elecciones recientes.

Ahora se nos viene el plebiscito. Sabemos que no dará un orden institucional aceptable para una mayoría sustancial del país. La realidad indica que es más probable un triunfo del Rechazo, pero incluso si el Apruebo diera la sorpresa, esa misma noche tendremos no solo un país sin nueva Constitución, sino dividido. Ante ese escenario previsible por cualquiera, nuevamente, con inexplicable ceguera, el heterogéneo calidoscopio político de las fuerzas del Apruebo han cometido un grave error. Han apostado todo a un proceso constitucional que…durará menos que el gobierno. Sueñan con 40 años de Constitución, mientras hasta una mayoría que vota Apruebo, se propone “reformarla” de inmediato. La verdad es que el gobierno no solo durará más que el indefendible texto constitucional, sino que tiene por delante tres años de gobernabilidad difícil, donde el Presidente deberá encabezar además el proceso constituyente que se iniciará post plebiscito. Pero en la desesperación de evitar la derrota de algo que durará nada, sus propios partidarios están empujando al Presidente a dejar de serlo “de todos los chilenos”, para convertirlo en cabeza de la mitad de un Chile polarizado. Hipotecan así su fuerza política como gobernantes y sacrifican la figura presidencial, en aras de algo que la inmensa mayoría no quiere que dure. Es una sin razón.

Para arribar después del plebiscito a un proceso constitucional digno de ese nombre y para forjar acuerdos que permitan construir una economía dinámica, distinta a la famélica que las inercias proyectan, para hacer viable un Estado Social de Derechos, necesitaremos apuntalar entre todos a Chile; y para ello, es muy importante saber que contamos con un Presidente de todos.

Una confesión final. Cuando reflexioné sobre lo que en estas líneas les comparto, concluí que esa elite de minoría pretenciosa de virtudes mesiánicas, necesita el Rechazo para salir de los sueños que la están demoliendo. Como dice Goya en uno de sus aguafuertes más famosos: “El sueño de la razón produce monstruos”.

Rechazar para poder concordar 22 agosto 2022

Podría enumerar largamente razones específicas de mi opción por el Rechazo. El desmembramiento de Chile en 11 o 12 naciones artificiales y débiles, la transformación de parte de la nación chilena en privilegiados cuyo consentimiento previo se requiere para dar vida a derechos democráticos de otros, un sistema político desestibado y de riesgos antidemocráticos, desigualdad ante la justicia y en el derecho a voto, extinción sin compensación de derechos de aguas que pasan a depender de decisiones y caprichos funcionarios, pérdida de certeza respecto a la propiedad de cada chileno o chilena, hostilidad hacia lo que apunte a asegurar prosperidad para todos, más un largo etcétera.

Pero iré al fondo, no sin dolor. Más allá de aspectos rescatables, la propuesta de la Convención es antidemocrática, antilibertaria, contraria a la igualdad entre chilenos, nos divide, privilegia lo particular en desmedro de lo colectivo como nación, nos hace más vulnerables a la violencia y manifiesta un profundo desamor por Chile. No hicieron algo para todos los chilenos y chilenas. Su tónica es revanchista. Artículo tras artículo, fueron excluyendo, privando, prohibiendo y desigualando actividades humanas propias de una sociedad democrática. Y cuando la desigualdad y el privilegio son parte de su orden constitucional, a las naciones les es difícil convivir y enfrentar injusticias de las que ninguna escapa. Obviamente no todo el texto es malo. Pero demasiados artículos sí lo son. Y no estoy dispuesto a lavarme las manos con la excusa de que será malo pero, que me importa a mí, después alguien lo arreglará.

El Rechazo es el camino para llegar a concordar. El Apruebo lo es para imponer un imposible. Al pueblo chileno no le gustó lo que la Convención le ofreció. A estas alturas es claro que no durará 40 años; ni siquiera uno. Lo advertimos en febrero, cuando nacimos los “amarillos” como rebelión de centroizquierda, desafiando la consigna y la funa. Ahora, a partir del 4 de septiembre, deberemos construir una Constitución más justa; hecha entre todos, condición para que sea de todos. Una lógica de acuerdo nacional que sustituya a la excluyente y refundacional del texto que se plebiscita. No será fácil, menos si al mismo tiempo debemos hacernos cargo de la violencia, la delincuencia y la crisis económica que nos están asolando. Gabriel Boric debe encabezar esa obra, porque le toca hacerlo. La institución de la Presidencia de la República debe pasar a ser de todos los chilenos en busca de una Constitución que nos una y de un país que salga del pantano. De seres humanos libres, respetados en su enriquecedora diversidad, unidos en la prosperidad y la catástrofe, confiados en nuestra capacidad como nación chilena para salir adelante. Eso significa que una lógica de acuerdo post plebiscito requiere un cambio de actitud en todos y por cierto en el Presidente.

Tiempo de Respuestas Oscar Guillermo Garreton 6 abril, 2015

Observo, y pareciera que en vez de ir saliendo, seguimos entrampados. Como el suplicio chino del gota a gota, la información va horadando a la política, y en especial al gobierno y su coalición, que son los actores relevantes de estos tiempos.

Los casos se suceden. En el aquelarre todo se entremezcla: confesiones, nombres de testaferros y sus mandantes, filtraciones irresponsables, acusados convertidos de inmediato en culpables, “rasquerías” y ataques de nervios.

A pesar de todo, la masividad no me suena a sinónimo de corrupción desatada donde alguien se haya enriquecido, sino de prácticas de financiamiento cuestionables pero usuales en tiempos que ya terminaron; parte de ese lado oscuro de la política que Maquiavelo sinceró como la otra cara de la “vocación de servicio público” con que le gusta vestirse.

Estoy seguro que la reacción ciudadana sería distinta si creyera que la política está cambiando la realidad en función de lo que ella anhela y votó. Pero las encuestas dicen que no es así. Y cuando la política contradice con leyes y medidas temas sensibles que la mayoría ciudadana creyó votar, y a eso se agregan irregularidades que no tienen visos de terminar, entonces la ira ciudadana se potencia.

Hoy todo lo que ocurra se revuelca sin mucho matiz en el mismo pozo, que se hace más negro si no hay una reacción acorde con la emergencia. Lo pensé al leer la compungida confesión parlamentaria de que las platas recaudadas para la reforma educacional no les alcanza e insinuando nuevas reformas tributarias, cuando la economía aún sufre las secuelas de la reciente. Más de uno dirá, es que el dinero nunca les alcanza, ni para sí ni para saciar una burocracia que engorda. Otros sacarán conclusiones sobre los nuevos riesgos de invertir. El pozo negro.

La ciudadanía puede estar conmocionada, políticos y empresarios se pueden considerar muy desautorizados por los repudios ciudadanos, pero no está en manos de la opinión pública construir respuestas. Son los líderes y las fuerzas organizadas del Estado y la sociedad las que pueden darlas, incluso para abrir paso a la participación ciudadana en ellas.

En lo que ya ocurrió, es hora de la justicia (y del linchamiento), no del perdón. Pero hay responsables de que esto no vuelva a ocurrir. La política tiene la responsabilidad mayor. Las comisiones de personas sabias e impolutas pueden ayudar, pero no hay solución fuera de la política. Y también requiere un concurso activo de los otros cuestionados, los empresarios, que no pueden hacer como que el problema no les atañe. Entre otras cosas, porque han sido secularmente criticados, pero ambos son aún más imprescindibles en este siglo XXI. El siglo XX algo enseñó de políticas no democráticas y modelos económicos inviables.

Aprendices de profeta pronostican que todo se derrumba.  Se equivocan, lo imprescindible no puede derrumbarse, pero es hora de respuestas. Liderazgos, política y empresa están puestos a prueba; la respuesta será medida de la ética y capacidad de quienes tienen deber de darla. El aplauso está lejano, no lo busquen. (La Tercera)

La voz ciudadana Oscar Guillermo Garretón 18 mayo, 2015

Alegra sentirse en sintonía con decisiones de la Presidenta y escuchar a sus nuevos ministros. El cambio era inevitable. Una rebelión ciudadana emergía de todas las encuestas: evaluación positiva de la Presidenta cayendo bajo el 30% y la confianza en los partidos a un… ¡3%! Así como la opinión ciudadana impuso la candidatura y luego la Presidencia de Michelle Bachelet, también el clamor ciudadano exigió un cambio de gabinete y la Presidenta lo escuchó.

No se pierdan, ni conspiren. Esta no es una disputa entre izquierda y centro. Ha sido de la Nueva Mayoría y el gobierno con la ciudadanía.

Enorgullece constatar que hemos construido una sociedad con opinión. Los escándalos de Caval y las boletas, sólo agregaron irritación al rechazo creciente del quehacer gubernamental que reflejaban las encuestas desde 2014. Si la ciudadanía hubiera visto representados sus anhelos reformistas en las propuestas del gobierno, estoy seguro que habría reaccionado menos agresivamente ante Caval y las boletas. Pero no era así y la percepción de oscuros manejos de platas en quienes intentaban imponerle con mayorías institucionales lo que no quería, solo rebasó un vaso que venía colmándose desde meses antes.

Soñar que en el siglo XXI se pueden detonar procesos no compartidos mayoritariamente o creer que el problema de la gente es que sufre un déficit comunicacional, es no comprender el país y el mundo que tenemos. Nunca nuestra sociedad ha sido más consciente de sí y de sus logros – más “empoderada” dijeron quienes la invocaban sin comprenderla- con Internet, redes sociales y una masa enorme de jóvenes de distintas clases sociales con conocimientos de educación superior; con avances en 25 años muy apreciados, gracias a una economía pujante basada en consensos amplios y mejoras tan graduales como persistentes. Esto fue desconsiderado y así lo entendieron las mayorías.

Por eso lo más importante de este nuevo gabinete es que nace de una voluntad ciudadana hecha suya una vez más por la Presidenta. Si hoy hubiera una encuesta,  reflejaría cambios de ánimo. El nuevo gabinete es para la ciudadanía la esperanza de lograr la principal reforma que reclama; aquella de esa política con proyectos ajenos, arrogancias impositivas, desprolijidades, sordera social, descomposición. Es hora del “giro hacia los chilenos” de que habló el nuevo vocero. De emprender las reformas que la población sí quiere.

Las esperanzas duran si uno se hace cargo de ellas. En primer lugar, de la reforma y saneamiento de la política, que encabeza hoy la agenda ciudadana. De secuelas a superar en reformas que pusieron en riesgo sentidos logros económicos y sociales. Y nuevas reformas que esta vez nazcan y se construyan ciudadanas, por escuchar con ánimo de entender y concordar, por no intentar imponer, por no improvisar, o sea, por respetar a la gente.

A la luz de lo vivido, la ciudadanía ha dado a la política una lección de cuán empoderada está. Veremos pronto si la política aprendió. Si corrige lo que la ciudadanía rechazó y no persiste en el error de decir que todo sigue igual.

Divagaciones sobre el 18/O 19 octubre, 2020

No fueron 30 años, pero sí 12. En 2008, luego de dejar atrás la pobreza, la crisis internacional quitó piso al sueño de una sostenida prosperidad. Coincidió con un agotamiento de la Concertación. Desde entonces, las alternancias probaron que cada cuatro años las esperanzas terminaban en decepciones.

No es raro que la derecha no haya sabido qué hacer con la desigualdad. Nunca han sabido. Les incomoda y enreda si se hace bandera de multitudes.

Pero también fracasaron gobiernos de izquierda de estos 12 años. Como el de la Nueva Mayoría, que entendió la centralidad de la desigualdad, pero no supo qué hacer con ella. Tuvo malas recetas y peor gestión. Demolieron la educación particular subvencionada donde estudiaban los hijos de esa clase media y abandonaron la educación pública preescolar y básica, aconsejados por dirigentes del FA obsesionados en capturar para “sus universitarios” recursos que el Chile desamparado necesitaba. No hicieron mucho después del Plan Auge de Lagos para dotar de salud decente a los chilenos y paralizaron la construcción de hospitales porque les repugnaban las concesiones: terminaron con hospitales más caros y fuera de plazo. Tomaron el Estado como botín, lo llenaron de militantes bien pagados y dieron pábulo a acusaciones de falta de probidad y tráfico de influencias en gobierno, Parlamento y alcaldías como la anterior de Providencia, Valparaíso o San Ramón. Paralizaron el crecimiento económico y la inversión, con costosas consecuencias sobre las desigualdades.

Pero quizás más grave, no supieron ver la desigualdad más cotidiana. Aquella de una ciudad desintegrada. “Patchwork” de barrios esplendorosos y otros caracterizados por el hacinamiento, la precariedad y ubicados en una distante periferia que los condenaba a viajar en un Transantiago de grosero bajo estándar. Para peor, los desiguales de abajo conocen ambas islas, no así los de arriba. Trabajan en viviendas, jardines, malls, comercios y servicios de los barrios prósperos, se percatan de otras calidades de vida y para llegar allá deben mamarse horas en Transantiago. Si la izquierda fuera seria, se preguntaría por qué, mientras se llena la boca con una gratuidad universitaria que despilfarra lo que la desigualdad viene reclamando para otros usos, solo a Lavín le urge lo que la mayoría más pobre reclama: “integración y protección social”.

Se alternaron gobiernos, pero abusos privados persistían. La acumulación de sucesivas decepciones, ahogo económico y falta de respuestas, culminaron en un 18/O. Tampoco han sido capaces de distinguir -¡y resolver sin más demora!- causas justas y sociales del 18/O, de aquellas oportunistas del violentismo ultra con que algunos coquetean, aliado a narcos y barras bravas. Absortos en la guerra oposición–gobierno, les resbalan las desigualdades más visibles. Visto desde hoy, el 18/O es menos sorprendente. (La Tercera)

Oscar Guillermo Garretón

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