Álvaro Erazo Latorre

Biografía Personal

Erazo Latorre Álvaro (1958)[1] hijo de Arturo Erazo Corona (1915)  PPD y Lucía Eugenia Latorre Salinas (1924) PPD; médico cirujano, académico,   casado con María Soledad Espinoza Cuevas, asistente social, hijo de Víctor Manuel Espinoza Sotomayor y Lidia Violeta Cuevas Lere (1928); 3 hijos.

I. 1.147 nacimiento 1958 Providencia; I. 1.598 matrimonio 1983 Las Condes, divorciados el 2014; I. 37 nacimiento 1956 María Elena.

Descendencia

Erazo Espinoza Joaquín

Erazo Espinoza Daniela (1989) [1]

Erazo Espinoza Camila

[1] I. 5.766 nacimiento 1990 Providencia.

Fuentes

Trayectoria Política

Erazo Latorre Álvaro (1958) militó en el MIR, luego en el Partido Socialista, dirigente del a Fech en los 80’; subsecretario de Salud 1998-2000; director de FONASA, director de BancoEstado 2006; Intendente de la Región Metropolitana 2008; Ministro de Salud 2008-2010; director de la Isapre Cruz Blanca 2011.

[1] “La forma efectiva de garantizar la universalidad de derechos, con los fenómenos socioculturales que irrumpen en sociedades como las nuestras donde solo el derecho individual es usado con reiterada insistencia para asimilarla a la conformación de ‘una comunidad de consumidores’. En ese instante vital se es libre de elegir. Forma paradójica y progresiva que a la hora de valorar el sesgo anti estatalista del liberalismo, que basaba sus preocupaciones al dominio del Estado sobre las libertades humanas, hoy se desvanecen con la irrupción de un liberalismo que no muestra preocupación alguna por los fenómenos de generación de poder, por ejemplo, de grandes empresas” columna 14 septiembre 2010.

Candidato a diputado 2021, no electo, por el distrito 9 de la Región Metropolitana, 5.701 votos (1,7%) de los 2.2% de la lista del Partido Socialista, y del 6.1% del pacto de centro izquierda Nuevo Pacto Social.

Bibliografia

Columna «La sostenibilidad de la salud como un derechos social» 12 enero 2018: «…el ejercicio de estos derechos en salud es una prueba más del inexorable camino de sostener políticas de crecimiento y desarrollo económico junto a una mayor justicia social»

Otras publicaciones

Columna, con José Acuna C, El Mercurio 9 agosto 2020 «Confinamiento y el efecto conectividad»: «…no considerar criterios ‘no convencionales’ como la conectividad y la movilidad en la estrategia de desconfinamiento nos puede llevar a resultados no deseados…»

No es tiempo de mezquindades: Hacia un Estado Social democrático de Derechos 23 abril 2022

No es tiempo de mezquindades: Hacia un Estado Social democrático de Derechos  

El Socialismo chileno reafirma su vocación transformadora y consecuentemente democrática. Pese a los acontecimientos que derribaron los socialismos burocráticos y los retrocesos en las luchas populares, las fuerzas socialistas a nivel mundial  mantuvieron su vigencia como  expresión histórica y política de las luchas sociales, de movimientos de liberación nacional, luchas libertarias  y  la búsqueda de la extensión  de aquellas alternativas de estados sociales capaces de contener el avance del neoliberalismo, en especial, en la década de los  70 y  en adelante.

Chile fue un ejemplo y referente de una de las experiencias que marcaron el ideario del socialismo en democracia en el mundo. Lo que vendría en América Latina sería -en nuestra región y el mundo- una de las más brutales operaciones militares y asalto del Estado, caracterizada por la violación sistemática de los derechos humanos y persecución del movimiento popular y progresista. Una vez más el socialismo chileno jugaría un rol determinante siendo parte de la resistencia y reconstrucción de las fuerzas de izquierda, como un  actor clave en la lucha democrática contra la dictadura.

El esfuerzo social y democratizador luego de la dictadura, tiene, como todo proceso, luces y sombras. Entonces el drama de Chile no era la desigualdad, no porque no existiera, sino porque había una realidad peor: la exclusión de millones de chilenos y chilenas de condiciones mínimas de bienestar y respeto de derechos esenciales. Sin embargo, se cayó en conformismo que detuvo los impulsos necesarios para seguir avanzando. Pero el pasado no es una herencia para repetir como una copia, sino un testimonio, que nos habla de situaciones y esfuerzos singulares. Sobre esas huellas, corregir y transformar debe ser nuestro espíritu permanente.

 

Pero en este continuo de avances y retrocesos, Chile vive en el presente un momento de  enorme desafío histórico. Las fuerzas de izquierda progresista y de centro izquierda han alcanzado  una de las victorias electorales de mayor significado al obtener  la presidencia de Chile -por amplia mayoría electoral- con  Gabriel Boric , cuyo liderazgo fue capaz de representar a una mayoría ciudadana jamás alcanzada. Se alcanza así una base de convergencia de fuerzas que conforman su apoyo irrestricto al inicio de su gobierno, con dos coaliciones de izquierda histórica y democrática, y de izquierda liderada por la coalición gobernante. Ambas dotadas de una pluralidad y diversidad social, política y cultural. En ello  se expresan el  continuo de movilizaciones de jóvenes universitarios, trabajadores, pobladores sin casa, estudiantes secundarios, medioambientalistas, mujeres, colectivos LGTBIQ+ , organizaciones dotadas de un discurso contra los abusos y desigualdades, endeudamientos y maltrato en la vida social y seguridad ciudadana, por nombrar solo algunas. Se trata, en definitiva, de una conformación movilizadora contra la lógica dominante de mercantilización en las esferas de la vida cotidiana y del neoliberalismo más ortodoxo a nivel mundial, con un profundo carácter excluyente en el campo de los bienes públicos y derechos sociales como son la educación, la salud y la previsión social.

Hay en todo proceso transformador un sello identitario. En el presente, lo que destaca en las conquistas sociales y políticas del movimiento popular es el lograr amalgamar la unidad social y política como producto histórico de sus reivindicaciones con el anhelo de avanzar   hacia cambios reales y profundos de una sociedad como la chilena: excluyente y desigual.

El otro factor es que el socialismo del siglo XXI en Chile tiene un compromiso profundo con la democracia política y social amparada en las luchas emancipadoras de los  movimientos sociales y culturales de carácter local y universal. Otro aprendizaje en este devenir  histórico es que las reformas sociales y la construcción de un Estado Social Democrático de Derechos es, ante todo, una necesidad imperiosa para hacer realidad los objetivos de justicia social equidad y democracia profunda.

En nuestro país Reforma y Revolución no son dilemas traumático y amenazante.  Son la respuesta a tiempos de necesidades éticas y universales, de transformaciones ante los humillantes niveles de desigualdad vigentes en Chile. Ahí también las necesidad de sobrevivencia de la especie, refrendados por fenómenos de calentamiento global, la disparidad en el acceso a vacunas en el mundo ante la pandemia y una amenaza de guerras nucleares  en  tiempos que la humanidad no esperaba revivir hacen sino reiterar nuestra confianza transformadora del socialismo chileno y de las fuerzas sociales culturales progresistas y del futuro de la humanidad.

En el curso histórico del PS su identidad ha surgido desde las luchas democráticas y populares. Esto le ha otorgado un sello a este proceso histórico que lo sitúa como la principal fuerza de la izquierda. Siempre ha sabido amalgamar -en su convicción doctrinaria y de acción practica – aquel valor preciado y universal como es la democracia representativa y el sentido de profundizar las ataduras institucionales de sociedades como la chilena que arrastran instituciones arcaicas, injustas y de origen oligárquico que por años han construido una hegemonía económica.

Los socialistas somos intransigentemente democráticos y no instrumentalistas de este anhelo ciudadano. Estamos por superar los anatemas jerárquicos y burocráticos que se representan en  las luchas democráticas e independientes de los movimientos sociales y políticos.  Es por el ello que estaremos siempre actualizando las expresiones que promuevan la autonomía del movimiento social, amparados en que no hay superioridad moral de los partidos y que la fuente que nutre nuestro pensamiento surge de las raíces sociales y teóricas en su ligazón con la historia de la liberación de los pueblos y de nuestra soberanía social y económica.

Hoy estamos frente al desafío histórico de un Proceso Constituyente que dará origen a una nueva Constitución. Ella  será la ley de leyes de todo  Chile, que ha de  salvaguardar los principios de derechos sociales y políticos, civiles y ciudadanos y que se erigirá como la base de la convivencia comunitaria social y política de nuestro país,  nada puede relativizar la energía vital constituyente por cambiar el Chile arcaico de una modernización aparente  hoy excluyente depredadora del medio ambiente.

Enfrentamos un dilema ineludible que tiene como garante la propia organización que Chile ha conquistado fruto de su movilización y ejercicio democrático.  El Partido Socialista  inserto en las luchas sociales y políticas ha hecho perdurar y proyectar al siglo XXI el anhelo democratizador y transformador de la sociedad chilena. Nace como un continuo natural que ha condenado siempre las formas autoritarias y burocráticas, defendiendo y levantando banderas de la autodeterminación y soberanía de sus pueblos. Siempre ha estado por la conformación de alianzas que perseveran en los derechos sociales y políticos sin otro distingo que no sea las luchas de los pueblos por justicia social y la democracia.

El desafío hoy en día está íntimamente ligado al rol del Estado moderno social y democrático de derechos; en dotar a los territorios de vitalidad y proyección. Por ello, es una tarea ineludible la construcción orgánica del partido desde las comunas, los territorios y las identidades de pueblos originarios, o no habrá un Estado democrático y moderno que nuestro país necesita. Las regiones y comunas no pueden organizarse sin vida, identidad ni proyecciones en su desarrollo integral. Un discurso paternalista y oportunista  ha colocado una contradicción supuestamente  insalvable de un Estado fuerte y regiones empoderadas con su comunidad.

Para ello nuestro Partido debe superar sus ataduras y proyectarse orgánicamente desde la unidad básica de los núcleos del partido y  sus comunales, como espacios de construcción y no de delegación de mandatos burocráticos y clientelismos.

Las nuevas respuestas e interrogantes a las necesidades humanas, culturales y sociales y comunitaria por una  vida digna, los derechos sociales en su amplia heterogeneidad abandonando todo intento burocrático y clientelismo que menosprecia el sujeto social transformador, surgen   y se recrean dinámicamente  en el espacio local descentralizado y con poder real en la toma de decisiones. A ello el socialismo no puede responder siendo una mera caja de resonancia. Se trata de invertir la relación de poder y valoración que muchas veces impuestas desde arriba no se entroncan con la diversidad y riqueza de la ciudadanía y s afán participativo y social. El Partido socialista se compromete y asume el desafío de la  necesaria búsqueda de profundizar los lazos con los sujetos transformadores de las ataduras neoliberales excluyentes y segregadoras de la vida de millones de chilenos.

La derecha vive la peor de sus crisis, cuya consecuencia entre otras, surge producto del  avance del movimiento social y político que como cauce transformador se desarrolla en Chile.  Para la derecha y sus múltiples caras,  ha fracasado su principal motivo y propósito ideológico, político y militar: El neoliberalismo. Este ha mostrado su precariedad incluso en las cifras del  crecimiento económico aún  comparado en nuestro continente. Su falaz argumento modernizador,  ha significado situar a nuestro país con un pobre crecimientos del PIB, junto a una ausencia  de un proyecto modernizador efectivo  que trascienda en  nuestras  capacidades productivas tecnológicas y científicas. Esta representa con sus secuelas de exclusión social e inequidades la expresión más retrógrada e inhumana del capitalismo: su neoliberalismo. Este,  está condenado a ser superado por una nueva forma de organización donde prime el bien común el bienestar de todos los ciudadanos. Ahora para  su pretensión  continuista   pretende mimetizarse, después de su derrota con el Rechazo constituyente, arropado en el viejo recurso de sus  campañas del terror, y se prepara a   levantando un discurso repetitivo de la libertad individual y cercenando los intentos de ampliación de las libertades personales y la restitución de los bienes públicos y derechos sociales. Su condena al Estado ineficiente -como máximas repetidas- pretende  nuevamente  encantar a las minorías liberales y empresariales.

El campo socialista hoy, en el FA o PS, representan a distintas expresiones y orgánicas que concilian la lucha por la transformación social, la democracia, y el desafío de pensar respuestas genuinas a los desafíos del presente. Su fortalecimiento y mayor unidad permite, además, una mejor expresión para las transformaciones sociales y el ensanche de la democracia. Su mayor coordinación es ahora aún más necesaria. No solo para el periodo presente de fin al neoliberalismo, sino también para pensar un nuevo proyecto de superación, que articule las fuerzas de renovación y transformación.

 

Como Nueva Izquierda, nos cabe la profunda convicción que no hay nada que pueda confundir la soberanía popular. Un proceso constituyente es un momento ciudadano y político, de reencuentro con nuestra historia y el futuro. Quienes pretenden proteger sus espacios de poder sin argumentos, salvo el temor al cambio, serán superados por el devenir que surgirá con amplitud de un Chile que se vislumbra en los debates y la reflexión crítica y constructiva de Chile.

Nuestro país y quienes conforman las mayorías nacionales, diversas, distintas y plurales, no toleran más las políticas a puertas cerradas. Esperan de nosotros lo mejor de un parlamento representativo, de regiones empoderadas, de territorios donde la cultura y los bienes públicos sean no concesiones del centralismo.

Reiteramos nuestro propósito de contribuir a participar del proceso de generación de una nueva diversidad plural de la izquierda chilena. En ella confluirán la experiencia y aporte de la izquierda histórica democrática de las nuevas orgánicas que nutren el pensamiento socialista democrático  y libertario de   fuerzas que se corresponden con generaciones de jóvenes, mujeres, junto a  trabajadores manuales e intelectuales que miran el siglo XXI  honrando nuestra historia. Los partidos de la izquierda chilena deben mostrar disposición unitaria más allá de  buenas intenciones. Se debe  separar los interese corporativos por un proyecto de sociedad ad portas del Proceso Constituyente y el gobierno del compañero Gabriel Boric.

Ahora nos encaminamos a iniciar procesos que marcarán el futuro de Chile. Una Alameda de esperanzas y convicciones que mujeres y hombre, de ayer y de hoy, harán realidad.

Santiago Marzo 2022

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