Luis Valdes Larrain

Biografía Personal

Valdés Dávila Luis (1875-1957) casado con Ana María Larraín Bulnes (1880-1978) h. José Luis Larraín Larraín (de Nicolás Larraín Rojas) y Enriqueta Bulnes Pinto (de Manuel Bulnes Prieto).

padres de

Valdés Larraín (José) Luis (1913-2004) agricultor,  casado con Teresa Covarrubias Sánchez, convencional Partido Conservador 1950, h. Eduardo Covarrubias Valdés; 3 hijos.

Descendencia

Valdés Covarrubias Luis (1953) ingeniero.

Fuentes

Trayectoria Política

Valdés Larraín (José) Luis (1913) [1] miembro del Partido Conservador, luego Partido Nacional, regidor de Buin 1940, alcalde de Buin 1941-1945; consejero del Consejero de Comercio Exterior 1949, consejero de la Caja de Empleados Públicos 1951, diputado por Melipilla, San Antonio, San Bernardo 1945-149, 1949-1953, reelegido 1953-1957: en una discusión sobre amnistía afirma: “todos los diarios que obedecen a las consignas internacionales del comunismo se dedican permanentemente… a tergiversar los problemas económicos, como ya se pudo ver durante el gobierno de González Videla” (1), reelegido diputado 1957-1961 y 1961-1965: “Aquí se habla con ligereza de que la locomoción particular es un gran monopolio que está en manos de un grupo determinado y reducido de personas. Sin embargo, un diputado que conoce esta materia porque ha actuado en el gremio, nos ha informado de que el 80% de las personas que trabajan en la locomoción colectiva son propietarios de sus máquinas, y que sólo el 20% restante son empresarios, pero sólo un 5% de estos posee más de 10 máquinas… hemos sido los parlamentarios quienes en leyes sucesivas hemos establecido mayores impuestos a la bencina, que han significado en definitiva un aumento en el precio de este combustible” (2); candidato a senador 1965 (4.853 votos. 3%).

(1) Cámara de Diputados, 4 julio 1956. (2) Cámara 11 septiembre 1963. “Se habla de la falta de lecha para alumnos, niños, lactantes y madres; pero no se dice que en 1939 se entregaron 1.410.000 litros, en 1958, 2.850.00 libros, y hasta la fecha, en esta año, 9.365.000 libros” Cámara  17 septiembre 1963

Bibliografia

Otras publicaciones

Homenaje póstumo
HOMENAJE EN MEMORIA DE EX DIPUTADO Y EX PRESIDENTE DEL PARTIDO CONSERVADOR DON LUIS VALDÉS LARRAÍN

El señor LARRAIN (Presidente).- A continuación, el Senado rendirá homenaje en memoria del distinguido hombre público don Luis Valdés Larraín, quien fue parlamentario y presidente del Partido Conservador.

Saludamos a sus familiares y amistades que nos acompañan en las tribunas.

Tiene la palabra el Honorable señor Romero.

El señor ROMERO.- Señor Presidente, Honorables Senadores, familiares y amigos de don Luis Valdés Larraín que hoy nos acompañan en las tribunas:
A veces hay situaciones cuya ocurrencia uno nunca quisiera. No me refiero al inevitable término del ciclo vital del ser humano, sino al hecho de enfrentar el alejamiento de alguien tan cercano como trascendente en nuestras vidas.
Ése es el caso de don Luis Valdés Larraín.
Se alejó calladamente un día del mes de febrero pasado, quizás pensando que su silenciosa partida, inevitable y dolorosa para quienes lo quisimos de verdad, pudiera pasar desapercibida.
Hiriendo su proverbial modestia, aunque cumpliendo un imperativo de conciencia, rendimos hoy un sentido homenaje a quien entregara su vida a Dios, a la Patria y a la Familia.
Luis Valdés Larraín realizó sus estudios secundarios en los Sagrados Corazones de Santiago. Luego estudió en la Escuela de Derecho de la Universidad Católica de Chile; su tesis de título versó sobre «El sufragio, doctrinas y sistemas, evolución política y electoral de Chile», anticipando tal vez lo que sería su vocación política de siempre.
Egresado de la universidad y siguiendo la vocación paterna, volcó sus inquietudes, de clara inspiración conservadora y orientadas por la doctrina social cristiana, en el Municipio de Buin. Regidor y alcalde entre 1940 y 1945, muy pronto mostraría a la comunidad la vasta y fecunda impronta de una personalidad excepcional que se proyectaría con la enorme fuerza de los valores y principios que siempre guiaron su paso por la vida pública.
Su ingreso al Congreso Nacional fue consecuencia natural de su vocación y de su espíritu al servicio de Chile. Electo Diputado de la República por cinco períodos consecutivos, entre 1945 y 1965, se lo recuerda por el especial brillo de una labor incansable y maciza.
Era siempre escogido por sus pares como jefe del Comité Conservador de la Cámara de Diputados. Y éstos, mayoritarios en aquella época entre todas las bancadas, eran personalidades que brillaron a gran altura. ¡Cómo no recordar a Francisco Bulnes, Hugo Rosende, Edmundo Eluchans, Humberto Bolados, Juan de Dios Reyes, Sergio Díez, Raúl Irarrázabal, Jaime Egaña, Salvador Correa, Carlos José Errázuriz, Héctor y Mario Ríos, Héctor Correa Letelier, Ismael Pereira, Gustavo Loyola y Venancio Coñuepán; a todos ellos y a tantos otros que siempre distinguieron a Luis Valdés como el primero entre sus pares! Y, efectivamente, lo era.
¡Cómo no distinguir y apreciar las virtudes que lo hicieron acreedor a la confianza irrestricta de quienes conformaron una de las bancadas más brillantes que se recuerdan en la Cámara de Diputados!
Luis Valdés era, sin duda, una extraordinaria personalidad. La confianza y aprecio hacia sus capacidades y buen criterio, que todos le otorgaban, lo llevaron a presidir a contar de 1964 un Partido Conservador que en su época era uno de los más votados y mayoritarios de Chile. Cuna de grandes dirigentes, compartió con Eduardo Cruz Coke, Juan Antonio Coloma, Sergio Fernández y tantos otros un ideario que no ha dejado de tener vigencia en muchos que creemos en un humanismo cristiano verdadero, compatible con principios de libertades política y económica.
Su sacrificio en aras de los postulados que defendía lo llevaron a aceptar en 1965 ser candidato a Senador por la agrupación provincial de Temuco, Osorno, Valdivia y Llanquihue, en donde se batió con especial denuedo ante una adversidad política que muy pronto se traduciría en el término de la vida de un Partido Conservador que durante tantos años dio a Chile un ejemplo de entrega republicana y al que hasta hoy se reconoce como uno de los aportes más decisivos en la formación y desarrollo de nuestra vida democrática.
Fui muy cercano a él. Colaborador suyo por muchos años, compartíamos principios y valores y una disposición al servicio público que venía de nuestras familias, desde al menos tres generaciones. De algún modo, también hablo hoy en nombre de ellas. Y ese mandato ha sido muy poderoso, pues debo confesar que hoy estoy en este Hemiciclo en parte importante por su ejemplo y su orientación, que me entregó desde mi época de estudiante.
Recuerdo como si fuera ahora que, cuando ingresé a temprana edad a la universidad, me llamó para acompañarme, porque deseaba compartir esa experiencia, como a mi vez yo compartía los avatares de sus intensas campañas en el recordado Cuarto Distrito de Santiago.
Su innata simpatía y su enorme calidad humana eran, desde luego, su mejor arma en una vida dedicada a los demás.
Como a tantos de nosotros nos ocurre, sin quererlo se produce una carestía de padre y de esposo que con mucha frecuencia deben sobrellevar nuestras familias.
Por ello, hoy recuerdo con especial cariño a su señora, María Teresa Covarrubias, quien ya no está entre nosotros. Y asimismo, a sus hijos, María Teresa, María Eugenia y José Luis -que nos acompañan en las tribunas-, y a sus nietos; a ellos, Chile y nosotros les damos las gracias por habernos dejado compartir a su padre y abuelo.
No puedo finalizar estas palabras sin contar una anécdota que ha quedado grabada en mi corazón.
Al aceptar en 1989 una candidatura independiente a Senador por la Quinta Región, recibí de los primeros su visita en mis entonces oficinas de calle Agustinas. Entró y cerró la puerta. «¡Qué has hecho!», me expresó. «¡Cómo aceptaste la Quinta Región, donde campea mi amigo Edmundo Eluchans! Debieras haber ido por Santiago Poniente. Allí te conocen y te puedo ayudar mejor. ¡Imagínate recorrer de nuevo contigo Paine, Buin, San Bernardo, Melipilla!». «Pero eso ya pasó», me dijo, agregando: «Cuéntame qué vas a hacer en la Quinta Región». «Lo mismo que hicimos tantas veces:» -le repliqué- «ir casa por casa, hablar con las personas modestas, recorrer los packing, las ferias; estar con quienes nos necesitan». Escuchó mi preocupada explicación y sentenció: «¡Vas a ganar! ¡Vamos a ganar! Permíteme trabajar ahora por ti en Llaillay». Así ocurrió, y lo recuerdo vivamente con emoción y gratitud.
Sin duda, Luis Valdés Larraín fue más que un amigo. Y así lo siento de verdad.
¡Querido amigo: con sincero cariño, te rendimos hoy este emotivo homenaje!

He dicho.

–(Aplausos en la Sala y en tribunas).
Section
El señor LAVANDERO.- Señor Presidente, señores Senadores, tuve el privilegio de conocer personalmente a don Luis Valdés Larraín cuando me incorporé a la Cámara Baja, en 1957, en representación de Cautín; él empezaba su cuarto período como Diputado por las zonas de Melipilla, San Antonio, San Bernardo y Maipo.
Es por haberlo conocido en esas circunstancias, cuando el país comenzaba un intenso proceso de cambios sociales, en el cual, por cierto, asumimos posiciones políticas contrarias, que puedo dar testimonio en esta Sala de su calidad humana y de su inteligencia, atributos que lo hacían una persona ampliamente querida y considerada brillante.
Yo lo conocí, y compartimos lealmente nuestra diversidad, siempre con gran respeto dentro del Congreso Nacional y con una alegre y profunda amistad fuera de nuestras actividades políticas.
Casado con doña Teresa Covarrubias Sánchez y padre de tres hijos, don Luis Valdés Larraín nació el 10 de mayo de 1913. En su juventud inició sus actividades como agricultor en Buin y Llaillay. Pero pronto se sintió atraído por el servicio público. Resultó electo regidor de Buin en 1940, para luego ocupar la alcaldía entre 1941 y 1945, con sólo 21 años. Y posteriormente, como Diputado y en su condición de jefe de Comité del Partido Conservador, dirigió una de las bancadas más brillantes de que tenga memoria el Parlamento.
Era hábil, inteligente, astuto y profundamente humano.
En su libro «Buin en el corazón», el escritor Iván Cortez lo define como «un político moderno, activo y capaz». A don Luis Valdés se debe el enorme impulso que alcanzó la comuna en todos sus aspectos. Dejó el trazado de lo que sería la acción municipal por varios períodos; marcó un hito; aprovechó el invaluable símbolo del centenario en lo anímico y significativo, y lo tradujo en un verdadero cambio de época, por el contenido y alcance de sus realizaciones.
Integrante del Partido Conservador y fundador y presidente de la Juventud Conservadora, tuvo relación directa con muchos democratacristianos que se retiraron de dicha colectividad para crear en 1937 la Falange Nacional, de la cual surgió más tarde el Partido Demócrata Cristiano, en julio de 1957.
Protagonista del debate político al frente de figuras muy queridas para nosotros, como Eduardo Frei Montalva, Bernardo Leighton y Radomiro Tomic, con posterioridad ingresó al Partido Nacional, desde donde continuó confrontando con lealtad sus posturas con quienes protagonizábamos en esos años una profunda renovación de la política chilena y disputándonos muy fuertemente los conceptos revolucionarios del Concilio Vaticano II y la interpretación política del humanismo cristiano. Fue una época difícil para definir el alcance de la acción política de los católicos.
Compartimos innumerables sesiones en la Cámara de Diputados, hasta su retiro, en 1965, siempre con un hondo respeto mutuo y mi sincera admiración por su capacidad intelectual. En reconocimiento a sus méritos, fue nombrado por el Presidente Jorge Alessandri representante de Chile ante las Naciones Unidas.
Tras sus funerales, realizados el pasado 3 de febrero, luego de fallecer a la avanzada edad de 91 años, muchos lamentaron su partida, especialmente en las numerosas instituciones a las que don Luis Valdés perteneció durante su vida: el Congreso Nacional, la Sociedad Nacional de Agricultura, la Sociedad de Instrucción Primaria de Santiago e innumerables asociaciones agrícolas a las que asesoró con su experiencia y amor por el mundo rural.
Siempre fue estimado por su carácter amable y por la brillantez de su intelecto. Incluso, fue distinguido como Caballero de la Legión de Honor de Chile, reconocimiento que pocas personas pueden ostentar.
Hubiese preferido salirme de las a veces rígidas normas de los homenajes que se rinden en el Senado a los más destacados miembros del Parlamento después de que muchos de ellos trasladan su existencia a la dimensión que soñaron desde su profunda fe cristiana.
Comentaba con el Honorable señor Romero en entreactos políticos del Congreso Nacional que, al igual que él, me habría gustado contar anécdotas entretenidas -algunas, sarcásticas; otras, vigorosas y estimulantes- que dieran a conocer a los hombres de hoy lo que era para los de antaño el servicio público desinteresado y altruista; apasionado y vehemente por una causa, y, en muchas ocasiones, conciliador con el fin de lograr grandes acuerdos que se traducían siempre en mejores condiciones de vida para los sectores más modestos, curiosamente alentadas y desarrolladas por el pensamiento conservador de Derecha en un mundo cristiano, pero consciente de sus grandes responsabilidades sociales.
Ese papel cumplía don Luis Valdés Larraín. Y lo hacía en forma destacada, con gran amor por Chile, su cultura y las formas de vida cristiana.
Con sincero afecto y con el sentimiento de una muy profunda amistad, hago llegar esta tarde mis condolencias y las de los Senadores democratacristianos a los familiares de don Luis Valdés Larraín, a la vez que expreso mi pesar por la pérdida de uno de los más brillantes Parlamentarios que han integrado nuestro Poder Legislativo.
Por eso, señor Presidente, hoy día inclinamos nuestras banderas para rendir este homenaje.

He dicho.

–(Aplausos en la Sala y en tribunas).
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El señor LARRAÍN (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Coloma.

El señor COLOMA.- Señor Presidente, en nombre de la Unión Demócrata Independiente, me sumo al homenaje que con tanta justicia el Senado rinde a don Luis Valdés Larraín.
Porque desde muy joven tuve el honor de conocerlo en profundidad, fui testigo de su trayectoria y puedo dar fe de que sus obras constituyen fiel reflejo del extraordinario hombre que era.
Son muchos en esta bancada los que, con propiedad, podrían sustituirme en este minuto. Pero he querido con estas pocas palabras homenajear a quien no sólo fue un distinguido servidor público, sino además un gran amigo de mi abuelo, un gran amigo de mi padre. Y me precio también de haber compartido su amistad.
Los anales de la historia nos muestran que ya en su juventud evidenció un gran interés por la educación. Así, desde 1940 en adelante participa como secretario y director de la Sociedad de Instrucción Primaria de Santiago, institución que tanto bien ha hecho por la educación en nuestro país y que refleja la acertada visión que él tenía, ya en esa época, respecto de lo que de verdad importa para el futuro de Chile.
Pronto abrazó la vocación pública, ejerciendo como regidor de la comuna de Buin, cuando apenas contaba con algo más de 20 años, y luego, como alcalde de la misma comuna entre 1941 y 1945. Fundador y presidente de la Juventud Conservadora, ocupó las más altas responsabilidades que se podían alcanzar dentro de dicha institución.
A los 32 años fue electo Diputado por Melipilla, San Antonio, San Bernardo y Maipú, cargo que desempeñó con brillo a lo largo de 5 períodos consecutivos, entre 1945 y 1965. Y puedo testimoniar -porque años más tarde representé a esa zona- que eran muchos los que, todavía décadas después, me hablaban de «don Lucho» y recordaban su gran trabajo y entrega. La Cámara de Diputados guarda en su historia a un Parlamentario brillante, simpático, de gran calidad humana, que destacó especialmente en medio de una generación de hombres sobresalientes.
La brillante carrera pública de don Luis se prolongó todavía en su madurez. Entre muchas actividades, llegó a presidir el Partido Conservador, aquel que hunde sus raíces en el origen mismo de la República y que luego se proyectara en el Partido Nacional, del que también formó parte.
He querido destacar en forma expresa lo joven que era don Luis al iniciar su participación en asuntos públicos porque creo que ése es un testimonio saliente que ilumina potentemente el escenario político de hoy. Todos conocemos la baja estima que, por desgracia, demuestran los chilenos hacia nuestra actividad. Tal vez lo más grave que ocurre en el Chile de hoy es que los jóvenes -y estoy hablando de jóvenes inteligentes, motivados, emprendedores- miran hacia lo público, hacia nuestro quehacer, y no encuentran en ello una vocación digna a la cual dedicar su vida.
Un hombre extraordinario como don Luis Valdés, movido por un gran amor a su tierra, desde muy joven dedicó los mejores años de su vida precisamente a esto: a la actividad política. El hecho de que haya ingresado en forma tan temprana a ella habla de su tremenda vocación de servicio. Pero tan o más importante que eso son su rectitud y desinterés, que han inspirado y deben seguir inspirando a generaciones de jóvenes para dedicar sus vidas a esta actividad.
En lo personal, si hay algo que me impresionó, fue que esa vocación nunca se secó ni nunca se trucó, sino que se mantuvo firme, como una espada, hasta el final, allí donde muchos se desentienden de su historia.
¡Cómo no recordar sus apasionados llamados telefónicos, en los que me expresaba su preocupación por los efectos que tendrían en Chile, en 50 años más, las leyes que estudiábamos, con la misma pasión con que un joven argumenta por algo que le pasará la próxima semana! ¡Eso es querer a Chile!
Y este Chile necesita, hoy más que nunca, que los jóvenes encuentren en nosotros, en nuestro testimonio, en nuestra forma de trabajo, la inspiración y motivación para atreverse a asumir la vocación política. Don Luis Valdés hizo, y con éxito, ambas cosas. Se atrevió muy joven a asumir esa vocación, y luego, como hombre público, dio tal testimonio de rectitud, sacrificio y solidez moral, que movió a muchos otros a hacer lo mismo, no cejando hasta el último aliento en su entrega de lo mejor de sí en pro del bien de nuestro país.
Más allá de los numerosos cargos que desempeñó y de los reconocimientos que recibió en vida, don Luis Valdés fue el paradigma del ciudadano republicano, que muestra el norte a todos quienes hemos abrazado el servicio a Chile.
Señor Presidente, entre las muchas facetas y obras de su fructífera existencia, quisiera recordar a don Luis Valdés Larraín -y quedara constancia de ello en la historia del Senado- por el auténtico apostolado político que fue su trayectoria como servidor público. Su gran legado, el que queda, es el recordarnos permanentemente que la responsabilidad de brindar buenos servidores a nuestra patria descansa, sobre todo, en quienes hoy desempeñamos esta tarea y en el testimonio que damos en el ejercicio de ella.
Por eso, en nombre de la UDI, expresamos nuestro más sincero homenaje a don Lucho Valdés.

He dicho.

–(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor LARRAÍN (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Silva.

El señor SILVA.- Señor Presidente, señores Senadores, permítanme que intervenga con humildad y sin haberme preparado previamente, porque en realidad no sabía que iba a hacerlo.
Y, curiosamente, no hablo sólo en representación de los radicales -lo que de por sí ya podría extrañar a algunos, pero no a quienes conocimos a don Luis Valdés Larraín, principalmente en ese período de hace cuarenta y tantos años de la historia de nuestra patria-, sino además en nombre de los Senadores socialistas y de los del PPD.
El señor ÁVILA.- Y en el mío.
El señor SILVA.- Y también en el del Honorable señor Ávila.
Y comprendo que me lo hayan solicitado, porque tanto ellos como los radicales, al saber del justificado homenaje que se rendiría esta tarde, solidarizamos con él en plenitud al recordar la historia del bienestar, esa historia que vivió nuestra patria y que implicó, en primer término, la convicción de que el Estado -tesis defendida, entre otros, por don Luis Valdés, Cruz-Coke y otros hombres del Partido Conservador de la época- tenía el deber de preocuparse por el sufrimiento de los más débiles y por el hambre de los desesperanzados.
Tuve el honor de conversar muchas veces con don Luis Valdés Larraín cuando me desempeñé en la Agencia Pública de la Contraloría General de la República y él me visitaba como Parlamentario. Tuvimos la ocasión de vibrar juntos por determinados principios. Tengo el orgullo y la satisfacción de haberlo conocido y de haber captado el Estado Bienestar que se planteaba en aquellos años y que hoy añoramos, sobre todo cuando hemos tenido que luchar aquí por la consagración constitucional, ya no de un Estado Bienestar, sino, simplemente, de un Estado Social y Democrático de Derecho, sin haberlo conseguido aún. Y no lo hemos conseguido porque pareciera ser que aquellos principios que con sabiduría forjaron en el pasado prohombres como Luis Valdés Larraín hoy se han perdido.
Lo anterior me produce un poco de añoranza y, a la vez, tristeza, porque tengo la convicción de que en nuestra patria todavía hay muchos hombres y mujeres que sufren: que sufren angustia, que sufren hambre y que sufren miseria. Y, por lo tanto, tengo asimismo la convicción de que tales principios, defendidos ayer por prohombres del país y por los cuales ellos lucharon con denuedo, deben encenderse hoy en nuestros corazones, para materializarse, no sólo en este justificado homenaje, iniciado por el Honorable señor Romero, sino también en nuestra realidad de vida.
Es lo que añoran todos los chilenos: que esos principios del pasado no se pierdan definitivamente.

Es por eso, señor Presidente, que he querido, con modestia, expresar algunas palabras en el merecido reconocimiento que esta tarde se efectúa en recuerdo de don Luis Valdés Larraín y que compartimos ampliamente tanto los radicales como los Senadores de los otros partidos que mencioné.

–(Aplausos en la Sala y en tribunas).

El señor LARRAÍN (Presidente).- De este modo concluye el homenaje que el Senado ha querido rendir en memoria de don Luis Valdés Larraín, al cual me sumo en forma personal.
Aunque no lo conocí, siempre seguí su trayectoria como dirigente y como Parlamentario. De manera que considero que el tributo que esta Corporación le ha brindado es un justo reconocimiento. En Luis Valdés Larraín se encuentran las mejores virtudes del hombre público.

En nombre del Senado y en el mío propio, hago llegar a sus familiares nuestras condolencias y los sentimientos de pesar de todos los miembros de esta Alta Cámara.

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