Emilio Tizzonni Lucciano

Biografía Personal

Descendencia

Fuentes

Trayectoria Política

Tizzoni Lucciano Emilio (1899) profesor de filosofía, Partido Conservador (formó parte de un sector socialcristiano denominado “Grupo de Renovación Social”), candidato a la presidente de la Fech, diputado por Santiago 1922 y 1924, deportado en 1925 y exiliado en 1927.

“Quiero hablarle de uno que, sin hallarse en nuestras filas, era generoso en su anhelo de hacer de la juventud y de los principios religiosos un ideario apasionado. Se llamaba Emilio Tizzoni. Buen orador de esos que llamábamos de ‘verba tremante’. Tenia este Emilio algo que  permitía considerarlo un ‘anarco’ católico. Se había formado en la Biblia, en los escritos de Jacques Maritain, en las encíclicas sociales, en los rusos –Soloviev, Berdiaev, Chestov-. Y en la lectura condigna de Dostoiesvsky y, tal vez, de Claudel, de Péguy, de León Bloy. Un día lo hallé, de pronto, en la calle Bandera. Un día de invierno. Era otro, con terno lustroso, pálido, privado de alacridad. Me miró, se detuvo, me abrazó llorando. Supe que necesitaba dinero. Era morfinómano. La privación le confería un aire de Cristo pobre y sufriente. Le ofrecí un poco de dinero. Murió abandonado. Su compañeros de ruta lo esquivaban, según entiendo. Quizás no fueron capaces de soportan la decadencia y caída del ex líder” (1).

«En el seno del Partido Conservador, figuras precalras como el senador Juan Enrique Concha y los diputados Emilio Tizzoni y Luis Pizarro Ezpoz, recogieron los principios del socialcristianismo, sembraron con fe y perseverancia su semilla y las huestes peluconas sonsiguiendo, como primer fruto de sus afanes que gran gparte de la juventud del partido hiciera suyos los nuevos principios…» ()

() Chile bajo la Democracia Cristina, tomo 4 (1965)

[1] (1) Alfonso Calderón, El mirlo burlón: diarios, p. 452

Bibliografia

Otras publicaciones

En el libro «Voces de la política, el púlpito y la calle» de Ricardo Boizard (1948) hay un capítulo sobre Emilio Tizzoni: «Tizzoni era mosico de frases, perfectamente diseñads entre si, separdas casi por la linea de un corto espacio de tiempo. Su singularidad era la vocalización… casi nadie que escuchaba a Tizzoni lo miraba a él, sino a sus dedos. Cuando narraba cadenciosamente uan anécdota, los desos peermanecían flotando..  era solemne… solemne… y muchas veces esa solemnidad sin descanso secaba al orador, esterilizaba el tema y dejaba caer, sin quererlo, un fresca risa en el autidotio.»

Etiqueta:
No hay comentarios

Sorry, the comment form is closed at this time.