Robert Funk

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Robert Funk, politólogo: “Se está cayendo un modelo, pero no el modelo neoliberal, sino el de la transición, el de los 30 años”

El académico de la U. de Chile piensa, asimismo, que entender al sector de Franco Parisi “nos hace entender mejor qué fue el estallido social y lo que ha ocurrido desde entonces”. La Tercera 27 noviembre 2021

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Investigador en distintas latitudes y expresidente de la Asociación Chilena de Ciencia Política, Robert Funk es académico del Instituto de Asuntos Públicos de la U. de Chile, aunque también se le conoce en los paños de Twitter, donde pocos días después de las últimas elecciones afirmó que el Frente Amplio “está aprendiendo que las posturas de la Concertación no fueron producto de algún capricho o conservadurismo innato, sino una respuesta lógica a las posibilidades y limitaciones de la época”. Esta vez, y guardando las diferencias, ambas fuerzas “se encuentran en un lugar parecido”.

Hoy, consultado por lo que más llamativo que vio en las últimas elecciones, anticipa que no dirá “nada original”:

“Lo que más me llama la atención de los dos candidatos que pasan a segunda vuelta, además del tercero, es que representan partidos nuevos que están por fuera del sistema tradicional de partidos. Eso responde a una crisis que mucho colegas han venido advirtiendo desde hace rato: la crisis, si no el colapso, del sistema chileno de partidos y la falta de conexión entre los partidos y el electorado”.

Inmediatamente, y ya que está en eso, Funk se hace cargo del fenómeno Parisi, “o más bien del sector del electorado que Parisi representa”, pues a su juicio este solo acto “nos hace entender mejor qué fue el estallido social y lo que ha ocurrido desde entonces”.

¿Por qué?

Porque confirma que el estallido social nunca fue un gran levantamiento de una izquierda empoderada o esas cosas que el gobierno del Presidente Piñera se imaginó, por lo menos durante los primeros días, sino que fue básicamente un electorado enojado que quería mejoras en sus vidas. Que exigía mejoras en servicios públicos, sociales, etc., lo que a veces se expresaba como derechos, pero a veces se expresaba simplemente como política (mejores pensiones, mejor salud). Pero también era un electorado empoderado.

Si uno mira el sector de Parisi en función de los estudios que han aparecido en la prensa, ve hombres, mineros o gente de clase trabajadora, que ganan su dinero pero que están cabreados con un sistema que no los representa, que no responde a sus necesidades y que es casi algo que abusa de ellos o les impide salir adelante sin que entiendan por qué. Y a veces el porqué es una conspiración del tipo Dr. File, pero a veces termina siendo un rechazo a los partidos políticos, a los cuales ven como una élite, como un grupo que se queda con todo y no les permite avanzar. Ese grupo de personas no es el trabajador del imaginario de izquierda de los años 60, al cual muchas veces uno tiene la impresión que el Frente Amplio le habla cuando les habla a los compañeros y las compañeras. Es un trabajador nuevo: es un trabajador que gana plata, que quiere seguir avanzando, que quiere ser parte de este nuevo Chile. Y eso está muy lejos de la idea de que se está cayendo el modelo. Se está cayendo un modelo, pero no era el modelo neoliberal, sino el de la Transición: el período de los 30 años.

De cara a la segunda vuelta, ¿ve asomar por el lado de Boric una Concertación de ocasión?

Yo creo que Boric, que es muy astuto, se da cuenta de la naturaleza de la oposición al sistema: de que la rabia que se manifestó en el estallido social y desde entonces (y no la rabia violenta, sino la del millón y medio que salió el 25 de octubre) es mucho más compleja y multidimensional de lo que tal vez se había imaginado. Por lo tanto, tiene que abrirse no solamente a esas personas que tenía delante suyo la noche del domingo, a su sector, sino que a ese sector que representa Parisi: también con rabia, también con rechazo, que también quiere cambios; que tal vez votó por el Apruebo, pero que nunca pensó que el Apruebo iba a significar tanto énfasis en el lenguaje inclusivo, o que lo primero que haría la Convención al instalarse era pronunciarse en favor de los supuestos presos políticos y de las comunidades originarias. No digo que estas cosas no sean importantes, pero lo que quiere ese sector son cambios que arreglen sus pensiones, su salud, y ahí es donde yo creo que viene esta corrección que estamos viendo hoy.

Entonces, las señales de apertura que ha mostrado la campaña de Boric tienen que ver con la comprensión de que hay que un sector igual de enojado, igual de rabioso, pero que no necesariamente se compra todo el paquete que había vendido Boric hasta el momento. También hay algo más amplio que incluye la bandera de Chile, la preocupación por la seguridad y otras cosas que no son necesariamente un tema de derecha. Es ridículo que eso se haya transformado en un espacio exclusivo de la derecha política: la bandera, la seguridad, el narcotráfico. Eso no tiene por qué ser preocupaciones de un partido o de un candidato de derecha. Todos deberíamos estar preocupados por el narcotráfico y por asegurar que la gente, por lado y lado en La Araucanía, pueda vivir tranquila.

¿Se enfrenta la vocación de mayoría con la de minoría?

Es evidente que si uno está realmente interesado en implementar cambios, hay que estar en el poder. Hay que llegar al poder. Y yo he visto esta semana muchísimas más señales desde la campaña de Boric en disposición a hacer lo necesario para llegar al poder, de lo que he visto la campaña de Kast.

Hay una rapidez con la que Boric ha cambiado, no su discurso, sino el énfasis de su discurso; la rapidez con la cual ha cambiado las imágenes de su material electoral; la rapidez con la cual se ha movido para traer personajes nuevos a su campaña, para atraer apoyos de otros sectores, lo que en parte tiene que ver con las dinámicas propias de los otros sectores. Ha ocurrido mucho en tres o cuatro días en esa dirección, tal vez porque Boric se dio cuenta de que el discurso del domingo no logró el objetivo que el tenía.

Y del otro lado no he visto algo parecido con Kast. Y llama la atención, porque uno creería que, por el lado de la derecha, y de la derecha tradicional, tendrían un grupo bastante grande de expertos, tecnócratas, académicos, exministros, ministros actuales, con todos los centros de estudios y todas las universidades que hay. Y en general, si uno compara el nivel de preparación o de reconocimiento que tiene el equipo cercano de Kast con el del equipo de Boric, a Kast todavía le falta armar un equipo que dé cierta confianza de que tiene la capacidad de gestión, de armar gobierno.

Boric, en este momento, ha logrado algo que habría sido poco creíble hace un mes, o dos semanas: atraer gente de la ex Concertación manteniendo el apoyo del Partido Comunista y de todo su sector. Ha logrado armar, hasta ahora, una coalición extremadamente amplia.

¿Ve algún tipo de validación o reconocimiento de los 30 años?

Creo que hay dos cosas. Primero, una motivación muy fuerte que se llama matemáticas: Kast y Boric tienen respectivamente 27,9% y 25,8%. Boric tiene el 25,8% de una votación que fue baja. Tiene un poco más de 1.800.000 en una población total de 18 millones, y necesita ganar y luego gobernar e implementar las transformaciones que dice que quiere implementar. ¿Cuál fue la gran lección de la experiencia de Allende? Que si uno quiere hacer grandes transformaciones, no solamente tiene que estar abierto a la negociación y a las transacciones, sino que debe tener apoyo en la sociedad, en el mundo político, en el sector privado. Tiene que armar un apoyo en la sociedad civil. Yo creo que Boric está en eso ahora.

Lo otro es que se habla mucho de que en Chile hay anticomunismo, pero también hay una memoria bastante fuerte de la dictadura de Pinochet, y Boric tiene la gran suerte de estar con Kast al frente. Porque no creo que Kast vaya a renegar del apoyo de ese mundo, de esas ideas. Lagos lo dijo ahora: hizo lo que hizo [dar su apoyo a Boric] porque es muy consciente de lo que tiene al otro lado.

Y respecto de la validación de los 30 años, creo que es relativa. Como el adversario es la amenaza o el fantasma del pinochetismo, eso es lo que empuja Lagos y a buena parte de la ex Concertación a apoyar sin siquiera negociar. No es que vaya el PS y diga, ok, te apoyamos pero cuántos ministerios nos das. Nada. Así que Boric en ningún momento tuvo que reivindicar los 30 años para conseguir ese apoyo. Y no he visto una foto de Boris con Lagos. A propósito del 88, están las imágenes, está el libro El reencuentro de los demócratas, están juntos los antiguos adversarios, están Aylwin y el PS. Eso no ha ocurrido acá.

El temor en el sector de Boric a algún tipo de regresión autoritaria de triunfar Kast, ¿supone la reconsideración de ciertos valores democráticos?

La identidad juega un rol fuerte en la política cuando los temas materiales son menos importantes. Hay una teoría famosa en la psicología, la pirámide de Maslow: abajo están las necesidades más básicas (alimentación, vivienda, calor) y ya en el segundo nivel está la seguridad física. Más arriba están las cosas posmateriales, de donde surgen movimientos ambientalistas, movimientos de igualdades de todo tipo. Todo eso ha existido en Chile en los últimos 20 años, cada vez con más intensidad, y lo vimos en la Convención Constitucional.

Cuando surge Kast, creo que Chile se fue a esos primeros niveles. Volvimos a preocuparnos de la necesidad básica de seguridad, por lo cual todas las otras cosas (la identidad generacional de Boric, su identidad como líder estudiantil, de los grupos pro derechos de las minorías sexuales) queda subordinado a esto. Y Lagos, que tal vez en otra oportunidad habría defendido su identidad generacional versus la identidad generacional de Boric, piensa que eso ya no importa, que lo que importa es el primer o segundo nivel de Maslow.

Puso usted en un tuit que Levitsky y Ziblatt, los autores de Cómo mueren las democracias, podrían escribir una secuela del libro acerca de Chile. ¿En qué estaba pensando?

En que si no tenemos mucho cuidado… hay elementos antiliberales, más que antidemocráticos, en la política chilena de hoy, y eso va de lado y lado. Hoy tenemos un candidato presidencial que reivindica una dictadura y que defiende a abusadores de derechos humanos, pero también hay sectores en la izquierda que defienden a Nicaragua y hay sectores en el progresismo que están en el tema del negacionismo en la Convención Constitucional: si uno usa términos que no nos gustan, van a ir al comité de ética. No estoy haciendo la equivalencia con la dictadura, pero hay tendencias iliberales en todos los sectores y eso, a la larga, es peligroso.

Dada la naturaleza de Kast y sus reconocidas posturas, hay que estar pendiente a cuatro características que mencionan Levitsky y Ziblatt: el nivel de compromiso con las reglas del juego democrático, la negación de legitimidad de los adversarios políticos, la tolerancia con -o la incitación a- la violencia y la disposición a limitar libertades civiles u restringir la libertad de prensa. Como ciudadanía, hay que estar con los ojos abiertos frente al lenguaje o a las acciones de los líderes políticos. Trump y Bolsonaro lo caracterizan bien.

¿Qué agregarían en 2022 a este escenario las dificultades económicas y el plebiscito de salida?

Si gana Kast, es evidente que va a tratar al menos de quitarle legitimidad al proceso constituyente, y es muy posible que la Convención trate de limitar el poder o acortar el período de Kast, o algo así, aunque en el Congreso no estarán los votos. Están presentes las condiciones para un conflicto entre dos instituciones importantes del país, que es una cosa muy tradicional en América Latina y que muchas veces no termina bien.

En cuanto a lo económico, no recuerdo quién dijo que la economía chilena está como drogada: que hay buenos números por la tremenda inyección de plata a través de las transferencias y los retiros, pero quitas eso y se viene todo abajo. Muy probablemente, entonces, la resaca se va a ver en 2022. Es complejo entrar en una recesión o crisis económica en un ambiente crispado. Y si llega a ganar Boric, esas condiciones económicas van a ser un balde de agua fría a cualquier plan de expansión de gasto.

Ahora, si no hay una recesión pero sí un enfriamiento de la economía, eso podría darle a Boric la excusa perfecta para decir, esta sigue siendo la intención, este sigue siendo mi norte, pero en este momento no están las condiciones: tenemos que ajustarnos y trabajar para llegar allá, pero paciencia.

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