Kenneth Bunker

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Gobierno imprudente y fuera de juego 20 agosto, 2022

Todas las señales de alarma se encendieron oportunamente: se dijo, una y otra vez, que había problemas con el texto constitucional. No se dijo después, se dijo antes. Cuando se eliminó el Senado, se dijo que era mala idea. Cuando se aprobó la propuesta de sistemas de justica paralelos, se dijo que no funcionaría. Y cuando se le apernaron los mismos candados que tiene la constitución actual, se dijo que no contaría con el visto bueno de la gente. Aun así, los constituyentes hicieron caso omiso y avanzaron sin transar.

El mejor ejemplo es lo ocurrido con la constituyente Politzer, que en vez de recoger las críticas constructivas de los expertos decidió tildar todo de “fake news” y adjudicárselo a un misterioso “coro catastrofista”. Ahora, con el acuerdo del oficialismo en mano, es claro que lo único “fake” era lo que planteaba la constituyente. Es tan claro, de hecho, que desde que Politzer desplegó su “estrategia política”, en febrero de 2022, ninguna sola encuesta ha mostrado al Apruebo por sobre el Rechazo en la intención de voto.

La miopía de Politzer, como la de tantos otros constituyentes que participaron del proceso, se explica porque la propuesta la escribió un solo sector político, hegemónico y totalitario. No dejaron que nadie más que los suyos participaran de la redacción del documento. Hicieron lo que quisieron. La socialdemocracia se quedó abajo por mal rendimiento electoral y la derecha fue marginada por defecto. Fue la izquierda, con el visto bueno de los pueblos originarios, la que redactó el documento a su gusto.

Nadie puede decir que es una sorpresa. El mismo constituyente Stingo dijo que así sería tras conocerse los resultados de la elección en mayo de 2021: “aquí no ganó la derecha, que iba por el rechazo y como iba por el rechazo ahora tiene una minoría. Nosotros vamos a poner los grandes temas porque nosotros representamos a la gente. Los que ganamos representamos a la gente”. Más allá de la arrogancia, lo que comprueba la desafortunada cuña es que nada de lo que ocurrió en el proceso constituyente fue casual. Todo fue parte de un diseño.

El proceso constituyente no fue transversal ni representativo de la sociedad chilena. Atria, Bassa, Baradit, Loncon, Linconao, Gallardo y tantos otros que fueron fundamentales en el diseño legal y la promoción comunicacional del texto, no son representativos de la sociedad en su conjunto y en su complejidad, son representativos de un proyecto político particular, que obra en una dirección especifica con un objetivo determinando, y que, en lo más fundamental, contrasta profundamente con la libertad y justicia que exigen los chilenos.

Es importante constatar que la victoria de la izquierda en el proceso constituyente no se debió a la voluntad de los votantes, se debió a la ingeniería electoral que se hizo para permitirles acceder al poder. La imposición de la izquierda se debió a la manipulación de las reglas electorales y la distorsión que se le hizo al mecanismo de distribución de poder. Si la elección de constituyentes hubiera sido normal, en el sentido de ocupar el mismo sistema electoral que se ocupa para elegir a senadores y diputados, año tras año, no estaríamos “aquí”.

“Aquí” significa estar a dos semanas de aprobar un texto que la gran mayoría de los actores políticos ha admitido que es malo. Un texto que no traerá desarrollo económico ni seguridad social; un texto con tantos problemas que, aunque sea más generoso que el actual, simplemente no podrá entregar lo que promete. Al final, lo único que ocurrirá si gana el Apruebo es que se profundizará la división social, y los cambios que se tengan que hacer para reconstruir la confianza cultural no se podrán hacer por los candados que amarran la nueva carta.

Por lo mismo, es inentendible que el gobierno se siga prestando para el juego de un sector político en particular. El gobierno debe representar los intereses de todos los chilenos, no solo los intereses de sus patrones ideológicos. Se entiende que obre en una dirección determinada, más que mal, fue elegida por pensar de un modo determinado. Pero en una encrucijada tan trascendente como la actual, simplemente no tiene sentido que se siga excavando una trinchera alrededor de una texto tan importante y tan claramente deficiente.

Hoy, el gobierno, al igual que los constituyentes que redactaron el documento constitucional, se encuentra desplegando por el Apruebo. Nadie en su justa razón puede pensar que es indiferente al resultado, si hasta el mismo presidente se encuentra de gira electoral a favor de la propuesta. En vez de estar en el corazón de Arauco, resolviendo el conflicto de la macrozona sur, o en la frontera de Colchane con Bolivia, resolviendo la crisis de la inmigración, está, casualmente, de visita en las tres regiones en que el Rechazo lleva la mayor ventaja.

Mientras tanto, avanzan las conversaciones para determinar qué hacer en caso de ganar el Rechazo. Esto es importante, pues dado que el proceso constituyente avanzará cualquiera sea el resultado, es oportuno armar alianzas cuanto antes. Y es precisamente lo que pareciera estar ocurriendo entre la socialdemocracia por el Rechazo y la centroderecha. Mientras que el gobierno politiza y divide a la gente apelando a emociones vetustas, los demás se están articulando políticamente anticipando lo que viene.

El gobierno está quedando fuera de juego, en mala posición para continuar el proceso después del cuatro de septiembre. Si gana el Apruebo, no solo quedará parado frente a una oposición crítica a la problemática nueva Constitución, sino que también ante una oposición que no escatimará en culpar al ejecutivo de facilitar su aprobación. Si gana el Rechazo, en cambio, el gobierno llegará derrotado y atrasado a un debate que ya avanzó sin ellos. Ninguna opción es mejor que la otra.

Esta encrucijada ayuda a entender por qué a los gobiernos no solo se les exige ser neutros ante procesos electorales, sino que además por qué les conviene serlo. Nadie sabe quién va a ganar el plebiscito. Lo único que es cierto es que el documento es malo y que el gobierno es su principal promotor. Eventualmente, tendrá que pagar el costo de haber tomado la decisión de no ser prudente. Tendrá que pagar el costo de haberse dado el gusto de hacer campaña cuando lo que debió haber estado haciendo era informar a la población sobre cómo y dónde votar. (Ex Ante)

Kenneth Bunker

El espíritu constituyente: una oportunidad perdida Kenneth Bunker 3 julio, 2022

El proceso constituyente tuvo todo a su favor para llegar a buen puerto. Partió con el apoyo de toda la clase política en noviembre de 2019, lo fue confirmado por la gran mayoría de las personas en el plebiscito de entrada de octubre de 2020, y se comprobó por tercera vez en la elección de constituyentes de mayo de 2021. Tres hechos que en secuencia retrospectiva muestran la fuerza detrás de la demanda de la gente por cambios reales y profundos.

Nadie en ese entonces hubiese creído que por estos días la situación sería radicalmente diferente. Ocurre que han pasado muchas cosas desde entonces, pero ninguna más destructiva para las prospectivas de una nueva Constitución que los propios constituyentes.

Ocurre que desde el 4 de julio de 2021, han hecho todo posible para alejar a las personas del proceso. La expectativa era que trabajarían para unir a los chilenos. Pero todo lo que han hecho desde que asumieron ha sido para dividirlos.

La propuesta constitucional destaca por ser polémica, por ser distinta, por atreverse a proponer cosas que en ninguna otra parte del mundo se han propuesto. El texto es innovador y temerario. Y quizás por eso, no deja a nadie indiferente. Obliga a las personas a tomar posición, y como muestran las encuestas hasta ahora, cerca de la mitad de las personas ha tomado posición en contra. Si no hubiese sido por los constituyentes, estos constituyentes, el proceso podría estar en un lugar muy diferente.

Pero no debe venir como sorpresa. A partir de los resultados de la elección de constituyentes, que le dio una amplia mayoría a la izquierda (muy por sobre los dos tercios necesarios para legislar unilateralmente), ya era previsible que podría ocurrir algo así.

La primera evidencia vino del constituyente de izquierda Daniel Stingo, cuando en la víspera de su victoria electoral sostuvo en TVN que los grandes acuerdos los fijaría su sector político y que los demás se tendrían que conformar. En una actitud seudo autoritaria, siguió, comentando a viva voz que todos, menos la derecha, participarían de la redacción del texto. Una declaración de la cual nunca se ha retractado.

Lo cierto es que lo que dijo Stingo se cumplió. Fue la izquierda la que redactó el texto. La derecha apenas participó. Eso se sabe porque menos de un cuarto de los artículos que el sector propuso en comisiones llegó al pleno.

Aunque algunos maliciosamente quieran hacer pensar que la derecha sí participó de la redacción del texto, simplemente no es el caso. Si una fracción de lo que propuso llegó al pleno, y en el pleno se le rechazaron los pocos artículos que llegaron, ¿cómo se puede sostener que participó? Este es un punto importante. Pues, cuando se debatan las razones de por qué el texto se rechazó, o por qué hay tanto descontento con el texto que se aprobó, la principal razón será por la estrechez de mente de sus autores.

El principal problema de los constituyentes se encuentra en su espíritu refundacional. Los deseos de echar todo abajo y reconstruirlo superaron toda racionalidad. En vez de examinar lo que no funcionaba y reemplazarlo, los constituyentes operaron desde la emocionalidad, aprobando normas que ningún otro país del mundo ha siquiera pensado.

Ahora bien, el problema del texto no es solo que las normas por sí solas no tienen sentido, sino que las normas en su conjunto no tienen sentido. El espíritu refundacional de los constituyentes los llevó a proponer una mezcla inédita de instituciones, pero que con la poca teoría que existe para enmarcar el experimento, ya se puede adelantar los problemas que traerá de aprobarse.

El espíritu refundacional tiene algunos antecedentes en intelectuales de izquierda, pero la verdad es que la fuerza viene de la calle; de los movimientos sociales y la marginalidad. Los constituyentes debutaron con ese sentido, como se demostró en su primer día de trabajo, cuando recibieron a la orquesta juvenil que interpretaba el himno nacional entre pifias y burlas.

Pero el éxito final del espíritu refundacional es obra de la izquierda institucional, liderada por el Partido Comunista, Fernando Atria y Jaime Bassa, que lograron por medio de subterfugios legales mover la dirección del registro legal hacia su patio trasero. No es casualidad que todo se quiera echar abajo ni que se haya excluido a la derecha. Es parte del plan.

Por supuesto, el texto resultante no es diseño de solo dos personas. Fue una combinación de varias personalidades que conjugaron en el mismo lugar en el momento preciso. No se podría explicar, por ejemplo, la violación de principios básicos de justicia representativa y electoral si no fuera por el simbolismo que introdujo Elisa Loncon al comienzo del proceso.

Los pueblos originarios deben ser representados, pero no más de lo que corresponde. Lo que propone el texto constitucional es sobre representarlos desproporcionadamente al punto a que tienen el control sobre una serie de materias que derechamente no les corresponde. Pero los constituyentes exitosamente lograron instalar la idea de que es eso o nada.

Tampoco se podría explicar el texto sin tomar en cuenta el rol de las bravas barras, los grupos más mediáticos, con más presencia en redes sociales, y que recibieron instrucciones directamente desde arriba. Es el caso de Stingo, que siguió la pauta hasta el final.

Pero quizás es mejor identificar este grupo con constituyentes como Jorge Baradit, que sin capacidades técnicas ni intelectuales logró instalar temas dentro de la Convención, alentando a los independientes relacionados con movimientos sociales a votarlos a favor ante la amenaza de ser identificados con la derecha. No es por desmerecer el rol de los independientes de izquierda, pero lo que sugiere la evidencia es que se plegaron a lo diseñado por otros.

El texto es deficiente en tantos aspectos que no es posible mencionarlos todos en este espacio. Pero tampoco es necesario.

Basta entender cuál fue el espíritu detrás de la redacción del texto para imaginar su calidad. Por supuesto que hay que leer cada uno de los artículos y proyectar el efecto que tendrán sobre la realidad chilena. Pero es imposible dejar fuera de la ecuación la noción de que fue escrito desde la revancha, y con actitudes seudo autoritarias. Se excluyó a sectores políticos completos del proceso y se adoptaron reglas que no se adoptaría en ninguno de los países de los cuales se ha mencionado que podrían servir de modelo para Chile. Es, para efecto de toda evaluación técnica, un fracaso. Una oportunidad perdida. (La Tercera)

Kenneth Bunker

La moderación forzada del gobierno de Boric Kenneth Bunker 29 mayo, 2022

El gobierno de Boric está pasando por una moderación forzada. Son varios los aspectos en que se ha dado una vuelta de 180 grados sin cuestionarse y hartos más en que han ido avanzando de a poco a una posición mucho más centrista de lo que propuso en el comienzo. Ocurre que, a menos de tres meses en el poder, el presidente y su coalición se han dado cuenta que la retórica que usaron para criticar al gobierno anterior y construir su propia plataforma de poder, simplemente fue injusta.

  • Lo que ocurre con el gobierno hoy es análogo a lo que ocurrió entre la primera y segunda vuelta presidencial con Boric, luego de que el candidato del Frente Amplio y el Partido Comunista obtuviera solo un cuarto de los votos válidos, y un mero 12% de las preferencias entre todos los habilitados para votar (el padrón electoral). Pues, fue allí en que el candidato despertó, dándose cuenta de que una agenda puramente de izquierda no le serviría para convencer a las capas medias del país. Hoy ocurre lo mismo, pero desde La Moneda.
  • Boric presidente está pasando por el mismo proceso que pasó Boric candidato. Lo que antes explicaba la transformación estética y simbólica del candidato, hoy explica el cambio de postura y la apertura de ideas del presidente. Muy lejos de irse hacia la extrema izquierda, Boric y su gobierno se han ido centrado cada vez más. El fantasma de Allende más bien parece ser el fantasma de Aylwin. De hecho, son cada vez menos las críticas que vienen del centro y cada vez más las críticas que vienen desde la izquierda.
  • Algunos han planteado que los errores del gobierno son producto de la fricción que provoca querer llevar al país a una revolución social, política y económica de izquierda. No pareciera ser el caso. Hay más evidencia que sugiere que los errores del gobierno son producto no solo de la inexperiencia y ambición, sino que también de la tensión que conlleva adoptar posiciones que conflictúan con el registro histórico. Como sostiene la ley de Ockham, la explicación más sencilla suele ser la correcta.

La Araucanía, el símbolo de la moderación. En corto, el gobierno se está moderando, pero en ese tránsito se equivoca por su inexperiencia. Obviamente no ayuda dar un giro que se percibe como deshonesto. No es sorpresa para nadie que quienes hoy gobiernan celebraron las protestas, y hasta fueron cómplices pasivos de los aspectos más violentos que rodearon el estallido social, y por lo tanto, tampoco es sorpresa que cuando se desdicen tan obviamente se les perciba como un grupo hipócrita que no tiene vergüenza en cambiar de posición por conveniencia política.

  • Pero esa percepción dice poco de las intenciones genuinas del gobierno, y de los gobernadores y alcaldes que operan bajo el mismo paraguas, pues pareciera haber ocurrido una catarsis más generalizada en el sector, que trasciende al presidente y a su primera línea. Un ejemplo de esta moderación se puede ver en la posición de la alcaldesa de Santiago, que de validar el desorden público y pedir formalizar el comercio ambulante pasó a ser partidaria de ejercer el orden público por el solo hecho de haber ganado la elección.
  • Lo mismo ocurre con la posición del gobierno sobre temas como los retiros de fondos de pensiones o la inmigración en el norte, que después de tener una posición clara por años, hoy sostiene algo radicalmente distinto. Y cuando se percibe la tensión que provoca el cambio de posición, suele ser más bien por alguna torpeza que ocurra a su alrededor que por el mismo cambio, como fue lo que ocurrió con el subsecretario Ahumada, cuando anunció torpemente que la política exterior del país sería sometida a un plebiscito popular.
  • Pero el símbolo más representativo de la moderación forzada del gobierno es lo que ocurre en La Araucanía, pues resume el despertar repentino que provocó pasar de ser oposición a ser gobierno y el giro de 180 grados que tuvo que dar como resultado; por supuesto, todo eso en medio de errores no forzados propios de la inexperiencia y ambición. Dos actos lo resumen todo: la recepción a balazos a la ministra del Interior en Ercilla, y, la aplicación cuasi forzada del Estado de Excepción luego de sostener a los cuatro vientos que era inviable.
  • No es necesario recordar todos los detalles que llevaron al gobierno de ser un férreo defensor de la vía del diálogo a aplicar la misma solución que aplicó Piñera al conflicto, pero si es importante sostener que se hizo de la peor forma posible. Se introdujo incertidumbre e indecisión a un conflicto armado en que vidas humanas estaban en juego. Y fue esa inoperancia política, porque no se puede describir de otra forma, lo que finalmente le terminó costando la vida a un trabajador completamente inocente y ajeno al enjambre: Juan Segundo Catril Neculqueo.

Mejor tarde que nunca. Para muchos, los cambios de posición del gobierno no son más que una vuelta de carnero, o una traición a su base, ambos puntos que permiten explotar la debilidad y las vulnerabilidades del sector. Pero, con altura de miras, también es posible sostener que al menos el gobierno está reaccionado. La lección, claramente, es que es mejor reaccionar tarde que nunca. Parece haberse entendido que no actuar no solo tiene un costo sobre la credibilidad del presidente y sus partidarios, sino que también sobre la vida de millones de familias inocentes.

  • El gobierno debe entender que será visto como inconsecuente haga lo que haga, porque nadie borrará los cientos de tweets y entrevistas en que algunos de sus principales personeros atacaron lo que hoy defienden. Y por lo mismo, debe actuar cuanto antes sabiendo que hacer lo correcto a veces vendrá con un costo político. Como gobierno, les debe lealtad a todos los chilenos, y no solo ese pequeño porcentaje de votantes que los apoyó en primera vuelta. Al fin y al cabo, si le va bien, será por la evaluación de las capas medias moderadas, y no sus incondicionales.
  • Tal como reculó con el quinto de retiro, debe recular con su posición de defender a los delincuentes que se toman las calles y la ciudad más allá del Barrio Meiggs. Tampoco debe renunciar a aplicar el Estado de Derecho en la macrozona sur, a pesar de haber criticado el Estado de Excepción. Mientras más se demoré en moderarse, más problemas tendrá para gobernar. Boric ya se encuentra en problemas de credibilidad, y recién está empezando. Si no hace lo correcto ahora, se enfrentará a serios problemas después. (Ex Ante)

Kenneth Bunker

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