Emiliano Figueroa Larraín

Biografía Personal

Figueroa Larraín Emiliano (1866-1931) abogado en 1888,  casado con Leonor Sánchez Vicuña hijo de Teodoro Sánchez Foulkner (hijo de José Vicente Sánchez Bravo de Naveda) y Teresa Vicuña Vicuña (hijo de Gabriel Vicuña Alcalde).

Descendencia

Figueroa Sánchez Blanca casado con Alfredo Riesco Riesco

Figueroa Sánchez Carlos casado con María Blanca Huidobro Gutiérrez

Figueroa Sánchez Francisco, diplomático, embajador, casado con Sara Phillips Ortúzar (1905), hijo de Luis Enrique Phillips Huneeus (1876-1956) industrial, alcalde de Santiago, y Carmela Ortúzar Ossa, s/s

Figueroa Sánchez Berta casado con Carlos Ramírez Figueroa, ingeniero civil, director general de Impuestos Internos, hijo de Francisco Ángel Ramírez Cuevas y Elomina Figueroa Espina

Fuentes

Trayectoria Política

Figueroa Larraín Emiliano (1866-1931) miembro del  Partido Liberal Democrático, apoyó a Balmaceda en 1891; diputado, Ministro de Justicia 1907 y 1909-1910 (4); vicepresidente de la República 1910 al fallecer el presidente en ejercicio; embajador en España 1911-14, embajador en Argentina 1914-20, conservador de bienes raíces 1920, miembro de la Comisión Consultiva Constituyente de 1925  sin que interviniera en sus debates (7);

Presidente de la República 1925-27 (186.187 votos de los 260.895 emitidos), “producido el conflicto con la Corte Suprema, se alejó del Gobierno en uso de una licencia por seis meses y preparó de esa forma su alejamiento definitivo de las tareas presidenciales” (2); embajador en Perú 1928;

«Los partidos políticos que ofrecieron incondicionalmente apoyo no hicieron sino molestarme, exigiendo cada uno para sí cuanto empleo se presentaba El Congreso no hizo otra cosa que creare dificultades…» (3);

«esos congresales que no hicieron otra cosa que amargarme la vida durante mi Gobierno, pretendiendo volver al más desenfrenado parlamentarismo … » (5)

«Mi salida fue el resultado lógico de la actitud del Congreso, de los partidos y de la «buena prensa»; se creyeron dueños absolutos de la situación, dieron por abandonada la revolución que se inició COn el movimiento del 5 de septiembre y como si nada hubiera pasado en los últimos años Se impusieron la tarea de exagerar aún más el antiguo régimen» (6)

“Emiliano Figueroa, en el transcurso de su vida pública, tuvo siempre la más abierta tolerancia para las ideas. Era un liberal en el amplio sentido de la palabra. Pero tratándose de gente de carne y hueso, cesaba esa tolerancia. Entonces se convertía en la más fanático de los inquisidores. La humanidad estaba dividida para él entre gente cargante y gente simpática. José Santos Salas, se encontraba entre los cargantes. Cuando Ibáñez le propuso como Ministro, Figueroa no aceptó, el no lo permitiría jamás. Ibáñez tuvo que sacrificar al señor Salas” (1).

(1) BOIZARD página 48.    (2) DIC_FIGueroa, tomo III página 177.

(3) Carta de Emiliano Figueroa sobre su renuncia a la presidencia de la repúblia. Julio 1927.

(4) «Con un discurso del Ministro comenzó la velada de la Asociación de Educación» El Mercurio 1 noviembre 1909.

(5) el 26 de noviembre de 1927, don Emiliano Figueroa ratificaba estas impresiones

(6) Emüio Rodríguez Mendoza, página 404.

(7) Los constituyentes de 1925

Bibliografia

Otras publicaciones

Sobre Emiliano Figueroa

«Llevava casi un año de Gobierno,el señor Figueroa,  la situación del país, si no había ido de mal en peor, tampoco había mejorado. La Cámara se mantenía frente al Gobierno en actitud hostil, amenanzante se podría decir. Existís un déficit de perspectiva, que obligaba al Gobierno a estudiar un reajuste de los servicios públicos, a fin de encuadrarlos dentro de los recursos fiscales. La situación de la región salitrera y de la región carbonífera presentaba un aspecto inquietante. Los innovadoes, y ellos formaban legión, se sentían desencantados al ver pasar el tiempo sin que se despachara el estatuto administrativo,. Se hablab a de proyectos sobre reforma de la instrucción pública y sobe oclonización, dando a entender que, si nada se resolvia con respecto a materias de tanta trascendencia, ello se debía o a la falta de colaboración del Congreso o a la ineptitud de los hombres del Gobierno. «Gobierno reaccionario», decian los hombre de espíritu avanzado, aplicando al señor Figueroa y a sus colaboradores un calificativo que siempre ha envuelto un cargo grave ante las clases populares. Los comunistas, desde el Congreso y fuera de él, mantenían una activa campaña de agitación» (1)

(1) Recuerdos de un soldado, Carlos Saez, página 59, tomo II.

Posición el 12 de enero de 1926

El 12 de enero de 1926, es decir, 15 días después de llegar a la Presidencia de la República, le dice:

«Maldigo el momento en que acepté y miro con horror a los que me pusieron en el compromiso. Si cinco minutos antes me hubieran dicbo que aceptaría la presidencia, habría creído que ellos o yo estábamos locos y sin embargo me hicieron caer». » … cedí y en mara hora, porque esto me cuesta el fracaso de todos mis planes y el sacrificio de los días que me quedan de vida y tod», vía martirizado moralmente por la idea de que el tal sacrificio va a ser inútil. Está todo tan desquiciado, está tan perdida toda noción de moralidad que temo ser aplastado por la montaña». «Agregue a esto que me han entregado las arcas fiscales completa-mente saqueadas, sin un centavo de que disponer, con un déficit de ciento cincuenta millones de pesos en el ejercicio financiero de 1925 y un presupuesto para este año que asciende a 1.180 millones con entradas calculadas de 880 millones, lo que significará un déficit total en los dos años, de cuatrocientos cincuenta millones de pesos, a lo que habría que agregar treinta millones más para déficit en los ferrocarriles en el año 1925″. » … No he sido designado Presidente, sino sindico de una quiebra fraudulenta» (1)

(1) ,Emilio Rodrlguez Mendoza. El Golpe de Estado de 1924. Editorial Ercilla, Santiago, 1938, página 392

Opinión 18 de julio de 1927

«Los partidos políticos que ofrecieron incondicional apoyo no hicie-ron sino molestarme, exigiendo cada uno para sí cuanto empleo se presentaba. El Congreso no hizo otra cosa que ponerme dificulta-aes y llegó hasta establecer acusación contra el Ministro Maximiliano lbáñez por el delito de haber dado instrucciones al jefe de la policía de no tolerar discursos subversivos, en obedecimiento de lo cual fue reducido a prisión un anarquista furibundo. Conservadores y radicales pusieron el grito en el cielo, y unidos a los comunistas y demócratas, llegaron a contar con mayoría. Hubo que hacer esfuerzos sobrehumanos para conseguir que no llevaran adelan-te su plan. Pero en su deseo de molestar se dedicaron a insultar al Coronel lbáñez y al Ejército. Las consecuencias no se hicieron esperar: el Ejército, que estaba tranquilo, protestó en forma airada y, compacto, con Ibáñez a la cabeza, principió nuevamente a intervenir y a insinuar la conveniencia de disolver el Congreso. Ante este peligro, las Cámaras reaccionaron, pero ya era tarde: el mal estaba hecho y sin remedio. Vinieron las imposicíones de Ministerios compuestos por personas indicadas por los comités militares y dependientes de ellos y el sometimiento abso-luto del Congreso_ Temblando de miedo, uno que otro senador y diputado se atrevieron a hacer ligeras observaciones en forma suavísima y sin más trámites, sin forma alguna de decreto, fueron notificados por la policia de que debían abandonar el país. Y, cosa curiosa, esa Cámara que puso el grito en el cielo por baber sido puesto a disposición del tribunal competente un anarquista culpable, se ha quedado tranquila ante la deportación de miembros de ella, de distinguidos ciudadanos y de docenas de comunistas, y todo por simple orden verbal de los Cara-bineros. Yo no trepido en declarar que el directamente culpable de todo lo sucedido es el Congreso, que desde el primer día de mi Gobierno se dedicó a perturbarlo y a herir a la fiera para echarse en seguida a sus plantas y lamerle los pies. El golpe final vino con el asunto de Javier; el Ministro de Justicia tuvo para él algunas exigencias relacionadas con reformas en el rer-sonal de Justicia, a las que Javier hizo algunos reparos. Aque se encaprichó, llegando hasta a exigir la renuncia, amenazando con se-paración si ésta no era presentada. Javier se negó terminantemente a hacerlo y se produjo el conflicto; el Gabinete acordó por unani-midad que se declarara vacante el puesto de Presidente de la Corte Suprema, y como yo no podía firmar este decreto, tuve que dejar la presidencia con un permiso primero y por renuncia definitiva des-pués. Estaba todo tan desquiciado, la actitud de las Cámaras era tan insó-lita, que se imponía una mano fuerte que pudiera gobernar sin con-templaciones y con elementos para imponer, de los que yo carecía. Así debe haberlo estimado también el país cuando concurrió a las urnas en forma aplastante. Por lo demás, mi opinión personal sobre el coronel es que tiene muchas y buenas condiciones para el puesto: es hombre culto, de clara inteligencia, se da fácilmente cuenta de los asuntos que le someten, es honrado, muy trabajador y gran patriota. La incógnita para mí es si podrá gobernar con libertad, si no tendrá que soportar imposiciones de las Juntas Militares»

Emilio Rodríguez Mendoza, páginz 401.

Declaración 16 febrero 1926

El 16 de febrero de 1926, y en cumplimiento a lo acordado en el Consejo de Gabinete, se remitió un Mensaje al Parlamento: «Conciudadanos del Senado y de la Cámara de Diputados: Tengo el honor de poner en vuestro conocimiento que he resuelto poner término desde hayal período de sesiones extraordinarias a que se había convocado, en uso de la facultad que me otorga el articulo 72, número 3, de la Constitución Política. Como mi propósito es llamar en poco tiempo más al Congreso Nacional a un nuevo período extraordinario de sesiones, el infrascrito vería con agrado que, mientras dura el receso del Senado y de la Cámara de Diputados, las comisiones de ambas ramas del Congreso continuaran reuniéndose para dar término al estudio de los asuntos sometidos a su consideración, a fin de que al reabrirse aquéllas, pudieran pronunciarse sobre las materias que las comisiones ya hubieran informado. El tiempo durante el cual permanezca clausurado el Congreso será también aprovechado por los nuevos Ministros para imponerse con detenimiento de los asuntos legislativos pendientes en sus respectivos departamentos. Santiago, 16 de febrero de 1927. (Fdo.) Emiliano Figueroa – Carlos Ibáñez»

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