Carlos Ruiz

Biografía Personal

Carlos Ruiz, mentor del FA, y el aniversario del estallido: “Pasamos del 'no lo vimos venir a aquí no ha pasado nada' y eso es jugar con fuego" por Silvia Peña Pinilla 18 octubre, 2022

El sociólogo, doctor en Estudios Latinoamericanos, no reniega de ser el inspirador-ideólogo de los movimientos de izquierda de la última década, incluido el Frente Amplio. Hoy, siente que han abandonado el lugar de donde salieron, siendo esto una de las causas de la anomia, de la desarticulación, por ejemplo, de los movimientos estudiantiles. «Para ellos (los exdirigentes que hoy están en el poder) que vienen de ahí, con todo el aprecio que les tengo, con todo lo próximo que soy, pero también debo ser crítico, ¿qué ha cambiado? No ha cambiado nada». El juicio también se extiende a La Moneda, donde Ruiz sentencia que las transformaciones estructurales contenidas en el programa gubernamental no se van a dar, porque este –sostiene– no es el Gobierno del FA, ni siquiera de Apruebo Dignidad. «¿El programa de quién? Este Gobierno no tiene nombre, no tiene coalición, entonces no tiene programa», señala. En cuanto a las causas de la revuelta de octubre de 2019, advierte un riesgo latente: “Pasamos del ‘no lo vimos venir a aquí no ha pasado nada’ y eso es peligrosísimo, es jugar con fuego, porque las causas de la crisis social no se han resuelto».

En el Café Literario de Ñuñoa, su territorio en todo el sentido de la palabra, compartimos un agua mineral ad portas del tercer aniversario del estallido social del 18 de octubre de 2019.

Autor de Octubre chileno: la irrupción de un nuevo pueblo, entre una decena de libros, el sociólogo, doctor en Estudios Latinoamericanos, académico de la Universidad de Chile, es reconocido por ser formador de líderes sociales de izquierda y de los movimientos estudiantiles.

Expresidente de la Fundación Nodo XXI, casi fue candidato a constituyente –no pudo porque se contagió fuertemente de COVID-19–. Asimismo, ha estudiado e interpretado los movimientos de protesta en Chile desde los años 2000, especialmente en el ámbito de la educación. Fue fundador y líder del movimiento SurDA (comienzos de los 90), que se desplegó en las universidades chilenas y también a nivel poblacional –toma de Peñalolén y movimientos sociales en regiones–. Más adelante este colectivo daría origen a la Izquierda Autónoma, que junto a otros movimientos estuvo en la creación del Frente Amplio (FA).

Por estos días anda preocupado y ocupado dando vueltas a varias ideas: el destino del proceso constituyente, observando cómo se rearman (o no) los actores que dieron origen al estallido social de octubre –“eso no quiere decir que haya terminado el proceso”, aclara– y también poniendo atención a cómo se configurará la alianza de Gobierno.

Todo ha sido posplebiscito de salida hace un mes y medio. Y cuyo resultado no lo pilló desprevenido.

“En el Laboratorio de Análisis de Coyuntura, del Departamento de Sociología de la Universidad de Chile, ya teníamos la percepción de que era muy difícil que ganara el Apruebo. Estimábamos un 52% versus un 48%. Lo que nunca pensamos es que iba a ser tan rotundo el resultado. Quedamos impactados. Y más aún con la distribución de los votos. El Rechazo fue más grande en sectores populares, en los quintiles de más bajos ingresos alcanzó más del 75% (ahí está una parte importante de octubre) y el Apruebo no llegó al 25%. En cambio, en los sectores de más altos ingresos quedó en 60-40 por ciento. O sea, los compañeros de Vitacura votaron en mejor proporción que los compañeros de La Pintana, aunque igual se perdieron las dos comunas”.

-¿Cómo lo explica?
-Es una respuesta multifactorial y eso ha dificultado mucho la discusión. Primero hay un voto de derecha duro (unos 3 millones y medio de personas), además se nos olvidó muy rápido que Kast estuvo a punto ser Presidente y tampoco nos dimos cuenta cómo del otro lado se habían caído, en la primaria, todos los partidos de derecha de la transición. Después de la elección de segunda vuelta se entró en una celebración como si hubiésemos arrasado, cuando en realidad no fue así. (“Ha habido mucha jactancia», murmura). A ese voto de derecha suma las fake news que terminaron obstruyendo la deliberación racional de la política, lo que es una agresión a la democracia, pero no es el factor universal, igual se ha exagerado con eso. Se agrega que más de un 43% de personas que no votaban y tenían un rechazo visceral de la política, votaron ahora. Votó el 90% de los quintiles de menores ingresos (el 40% de la población chilena). Lógicamente, en ese porcentaje están incluidos los jóvenes: la juventud de octubre le pasó la boleta al texto.

-¿Los jóvenes de octubre no querían un proceso constituyente?
-No es exactamente eso. En este voto gigantesco hay un rechazo a cualquier conducta medio elitista y/o la jactancia, cuando esa gente vio que ciertos sectores de la Convención aparecían como elites de reemplazo. Porque ahí hubo exceso de ciertas personas, mucha pasarela de vanidades que empañó el trabajo que otros hicieron. Eso generó una repulsión muy grande, en especial en una juventud que tenía un sentimiento antielitario fuerte. Ya había una encuesta del CEP que, en plena revuelta, dijo que había desconfianza ante las elites militares, empresariales, políticas, judiciales… se salvaban los bomberos con suerte. Entonces cuando vieron a los convencionales tomando los mismos comportamientos, los rechazaron.

La revuelta y el nuevo pueblo

Dentro de los términos con que Carlos Ruiz Encina explica el movimiento de octubre está el ascenso del «nuevo pueblo».

“Un concepto que venimos trabajando varios sobre una transformación de la estructura de clases. Esa vieja clase media de hace 60 años y ese movimiento obrero que tenía la estructura sindical industrial, ya no son mayoritarios. Hoy es un trabajador nómade de los servicios, que es dependiente e independiente a la vez, porque tiene media jornada, y después hace pololos por cuenta propia. Se añade el profesional de primera generación que viene de universidades lucrativas, no selectivas, y que entra en condiciones de empleo muy distintas a las de los que vienen de universidades de altos estándares, aunque sean de la misma profesión. Este no es el pueblo del siglo XX, y se comporta de otra manera. Con todo eso fue mutando y madurando una nueva geografía social y cultural”, explica.

-Pero en el movimiento de octubre había grupos muy diversos.
-Esto viene por lo menos del 2006, de la Revolución Pingüina. El 2007 se suman los subcontratistas, después se subieron los movimientos antiextractivistas, los feminismos que no pararon de crecer nunca, llegando a tener los 8 de marzo más grandes de América Latina (más de 3 millones sin pololo), luego los universitarios en 2011. Y llega un momento en que irrumpen contra las elites del Sí y del No, no distinguen unas de otras. Su enemigo es esa neooligarquización de ese neoliberalismo que surgió con los Chicago Boys. Es un pueblo que anida un poder constituyente, pero no vamos a esperar que se comporte como el del siglo XX. Cuando doy charlas para el extranjero, les llama mucho la atención que no hayan estado los partidos de izquierda al frente del estallido, pero eso más o menos lo puedo explicar. Pero que no hayan estado las grandes y viejas organizaciones sociales, es más difícil de contar. Porque acá apareció un enjambre de coordinadoras de otros temas –como el agua– que generan una identidad tremenda alrededor de esas demandas, pero todavía todo eso no tiene forma política concreta.

-¿En qué está ese pueblo organizado de las coordinadoras hoy? ¿Está golpeado?
-Siempre es difícil decirlo. No puedo responder. Todos los que se han arrogado la voz de esos movimientos han cometido errores. Yo mismo he peleado contra la jactancia, con ser un poco más humilde, pero puedo dar un dato: ahí ya están los secundarios, empezaron de nuevo y pronto van a meter la nariz los universitarios…

-Los universitarios están muy tranquilos.
-Es que están carentes de todas las organizaciones que siempre fueron. El Frente Amplio (FA) abandonó los lugares donde nació. Tuvo una succión enorme de gente que debió incorporar a una versión administrativa de la política. Pero la política también es construcción de espacios sociales y eso se perdió. La Fech está clausurada, la dejaron enterrada el FA, la diputada Schneider, no se validó el modelo de conducción. Es importante volver a pensarla. Los estudiantes están tratando de hacerlo sin partidos y, por lo tanto, molestos con el FA.

Les pregunto: ¿qué ha  cambiado para los estudiantes secundarios desde 2006, qué ha cambiado desde 2011 para los universitarios? Para ellos (que hoy están en el poder) que vienen de ahí, con todo el aprecio que les tengo, con todo lo próximo que soy, pero también debo ser crítico, no ha cambiado nada. No pueden llegar y quitarles legitimidad a los estudiantes.

-¿A qué se refiere?
-A la pésima respuesta de la ministra del Interior y del subsecretario cuando les dijeron a los secundarios que no tenían nada por qué protestar. Ahí se me apareció ese discurso que viene de antes, de los 30 años. De los que no entendieron nada de lo que estaba pasando. En vez de invitarlos a una mesa de diálogo. Si siguen con esa actitud obcecada de no reconocer la legitimidad que tienen esos estudiantes secundarios, lo único que están haciendo es dar paso a que las voces que quieren dialogar no tengan peso dentro del movimiento y se tomen el protagonismo los violentos que a nadie le gustan.

-¿Por qué se expresa así un Gobierno que tiene su origen en esos movimientos? ¿Desconoce su origen?
-Este no es el Gobierno del Frente Amplio, ni siquiera es el Gobierno de Apruebo Dignidad. En la segunda vuelta se creó un escenario absolutamente inédito y se expandió un voto gigantesco que es más anti-Kast que pro-Boric y ahí entró a votar hasta la DC. Es el voto determinante y que hoy está en el Gobierno, pero no es pro-Boric, no votó por él en primera vuelta. Recuerden que la senadora más votada, Fabiola Campillai, llamó a votar por Boric no en primera sino en segunda vuelta. La Lista del Pueblo entró a apoyar a Boric en segunda vuelta, como también lo hicieron coordinadoras: feministas, ambientalistas, de las pensiones. Con toda esa entelequia heterogénea hubo que armar un Gobierno y eso genera enormes dificultades de composición. De ahí unos sectores se sienten menos o más resentidos. Es difícil decir: este es el Gobierno del FA, ni siquiera de Apruebo Dignidad.

-Y ahora se sumaron más figuras de la ex Concertación.
-Aquí viene el punto de decir que es porque no tienen experiencia. ¡Pero si la gente se rebeló contra los que tenían la experiencia! Eso quedó clarísimo. Este es un momento para innovar, no para entrar con esa patudez de que traen la experiencia. Aprovecho de tomar las palabras de Carlos Montes, cuando dijo: “Nosotros no hemos hecho un balance histórico de nuestra experiencia…”. Yo agregaría: ¿Por qué creen ustedes –las direcciones de los partidos de los ministros que entraron al Gobierno– que ocurrió el 18 de octubre de 2019? No tienen por qué darme la que me gusta, pero no les he escuchado ninguna. Se han corrido completamente de la discusión y ahora aparecen como los que aportan experiencia. No voy a entender nunca qué balance crítico hacen, qué tipo de experiencia están trayendo. ¿Qué tienen las tanquetas de hoy, que no tenían las de Piñera o de Bachelet en Temuco, que me van a arreglar el problema de La Araucanía? ¿Vuelan, tienen mejores ruedas? Esas estrategias ya fracasaron y venimos arrastrando eso desde hace décadas, entonces, ¿de qué experiencia me hablan?

-Incorporar a esos sectores fue una decisión de Gobierno, una estrategia.
-Es la entelequia del Gobierno, que es de una heterogeneidad… que hay que resolver.

-Pero alguien manda, fue una decisión integrar a la ex Concertación.
-No sé. ¿Apruebo Dignidad se sentó, discutió y resolvió algo de eso? ¿O la respuesta es la recurrencia al viejo presidencialismo seudomonárquico que hay en Chile, del dedazo? ¿Esto se discutió con los partidos? ¿Hubo una reflexión, hay algo que decirle a la gente? Porque, ojo, estamos en tiempos en que hay que ser más transparentes políticamente. Esta es una sociedad que es más demandante de información, no estamos en los 90 que podían hacer todos los arreglos con opacidad, esos tiempos entre Ballerino y Correa… Que la gente por último se tapaba la cabeza y decía: “Bueno, con tal que se estabilicen las cosas y no vuelva Pinochet”. Ahora la gente exige resoluciones, deliberación, pero se siguen corriendo, como que todo se hace sin ningún balance, sin ninguna comunicación política.

-¿Qué debería pasar?
-Solo que respondan: ustedes que vienen entrando y que gobernaron 30 años, ¿qué balance hacen de lo que hicieron? Y ¿por qué creen que se generó el estallido? Y en el caso del Gobierno y de la coalición que se supone es una de las centrales del Gobierno, Apruebo Dignidad, que digan: ¿con qué lectura se hace la incorporación de los sectores de la Concertación? Que perfectamente se puede hacer, pero con qué lectura lo hacen, para poder entender… O entramos en el terreno de la especulación. O también puedo pensar en que no les dieron ninguna capacidad de incidir, entonces ahí están todos los problemas de ahora dando vueltas. El presidencialismo monárquico actuó en detrimento, aceleró el deterioro del sistema de partidos y esa fue una de las grandes “herencias» de Ricardo Lagos a la democracia. Ese estilo faraónico de gobernar que tenía.

-¿El Presidente Boric está cayendo en eso?
-No, recién tiene medio año, no podría decir algo así. Sí le diría que de eso no hay que aprender mucho. Hay que respetar, construir y fortalecer el sistema de partidos o, si no, no vamos a poder encauzar esto en una transformación política de la sociedad. No podemos cambiar la vieja cocina por los livings de ciertas casas… Esto tiene que ser institucionalizado, en una mesa donde se sienten los partidos, las organizaciones, y decidir. De lo contrario, vamos a tener un proceso político sumamente feble y el problema de ser débil en ese sentido es que estamos sumamente susceptibles a que la derecha nos golpee permanentemente y nos patee.

-¿Qué pasa entonces con el movimiento del 18-O de ahora en adelante?
-Pasamos de “no lo vimos venir a aquí no ha pasado nada” y eso es peligrosísimo, es jugar con fuego, porque las causas de la crisis social no se han resuelto. No significa que las cosas aparecen o reaparecen con exactamente la misma fisonomía, pueden tener otra forma. Estas cosas buscan muchos cauces. Además, esos cauces no responden a mandos conspirativos, que es lo que nunca entendió Chadwick, porque lo leía en clave de movilizaciones de los años 80, donde estaba el MIR, el Frente Patriótico, el Movimiento Lautaro… Había cierta forma de buscar cómo descabezarlos; esto no tiene forma de descabezarlo. Lo peor que puedes hacer es perseguir una cabeza que no existe. Vas a estar todo el rato dando bote y eso es lo que nunca entendió Piñera.

-Es un tercer aniversario con una derecha capitalizando el Rechazo y el proceso.
-Creo que saben que en el fondo no son nada. Otra cosa es lo que vociferan. Y lo que se hace muy mal –es peor– del lado de acá, es creerles. Eso me preocupa mucho, que empiecen a ponerse en todo esto a la defensiva.

-¿Hay un seguirle el juego?
-Mientras se muevan en el discurso elitario se van a quedar encerrados ahí. Por eso digo que hay que volver a recuperar la presencia en la federaciones de estudiantes, hay que reconstruirlas, hay que volver a participar en el movimiento de trabajadores, recuperar el diálogo con los movimientos que tienen discusiones con los sistemas de pensiones, los trabajadores por la salud, las mujeres, sobre todo esos movimientos de mujeres que no están en el Gobierno, como la Coordinadora 8M. Hay que pensar en una alianza política más amplia, pero social, la que se abrió en segunda vuelta. En eso, Apruebo Dignidad tiene que tener una discusión estratégica.

-El Chile que despertó, ¿se durmió?
-No, de ningún modo.

-¿Dónde está?
-Tuvimos una andanada de procesos electorales muy fuerte. Una saturación de elecciones. Y después de eso el reacomodo tan fuerte que tiene el panorama político, donde los dos grandes conglomerados que manejaron la política de la transición se hundieron, la UDI, RN, la Concertación. Ante ese cambio feroz del panorama político, todavía estamos ante una situación desconcertada, pero que empieza a retomar su reflexión, su hilo crítico. Las encuestas empiezan a mostrar que se está pidiendo una Constitución de tales características, sin parlamentarios, etc. Ahí hay un tema muy fuerte que sigue presente y es el rechazo a la elite política, y eso hay que tratar de corregirlo porque, sin elite política, no vamos a hacer nada en este país.

-Sin embargo, la elite tiende a volver a lo conocido.
-Pero abajo no. La sociedad civil tiene sus formas de empezar a rodar en estos procesos. Lo vivimos en los últimos años desde el 2006, después el 2007… Pongo el ejemplo de los secundarios porque siempre son los primeros, cuando se empiezan a mover sabemos para dónde va la cosa. Esa película ya la vimos. No hay que tener ningún doctorado en sociología para decirlo.

De bordes y obstrucciones

Sobre el destino del proceso constituyente es tajante: “Estamos ante la versión más obstruccionista de derecha que hemos visto en décadas. La otra derecha buscaba pactos, que eran opacos, lo que se quiera, pero los buscaba. Estos están buscando desestabilizar al Gobierno y obstruir todo tipo de transformación constitucional, condicionando con otros temas: aborto en tres causales, tratados, cosas que no tienen relación. En el fondo es una voluntad obstruccionista… en esas condiciones, ¿qué destino pueden tener las cosas?».

-¿El Rechazo fue a la elite y también al texto?
-Más al comportamiento elitario, pero también a un texto que se iba muy lejos y no recogía las demandas más directas, como de pensiones, salud, etc. Generaba formulaciones, pero no iba al tema que la gente estaba pidiendo ni daba garantías concretas, más allá de si la tierra tiene o no sentimientos, como se formuló. Eso es un tema que les puede interesar a ciertos sectores, pero no era de las demandas más universales.

-Los resultados. aunque multifactoriales, los están capitalizando sectores de derecha.
-Por ser multifactorial es totalmente falso que la derecha o los amarillos se lleven todo esto a su cuenta corriente. Pero se daba por descontado que iban a hacerlo y que íbamos a tener un mes y medio soportando que ellos han descubierto el agua tibia. Pero no van a lograr controlar este proceso. Si creen que lo tienen bajo su control, están perdidos. Aquí lo que queda es una discusión abierta de cómo se va a reformar este proceso. Y en la penúltima encuesta Cadem, ya el 71% quiere nueva Constitución, para el 66% es un tema prioritario y un porcentaje dividido quiere elección universal o una parte electa y otra de expertos. Hay rechazo a los constitucionalistas con militancia política y a los dirigentes sindicales. Ahí hay un campo que recién comienza a tomar forma y que va a devolver la discusión a qué es una representación genuina en este contexto. Y si ante eso la derecha más obstruccionista cree que tiene la sartén por el mango, está perdida, porque lo que sí quedó rotundamente claro en las últimas encuestas es que no quieren que el texto se escriba en el Parlamento. Si no se escucha, esto va a ser un desagravio en contra de la sociedad. Será provocarla.

-La encuesta dice que no quieren saber nada del Parlamento, sin embargo, lo primero que hizo el Gobierno fue reunirse con los presidentes de las Cámaras tras el plebiscito de salida.
-Me dio la impresión de que la vuelta de mano iba para que el sistema de partidos se hiciera cargo, más que para el Parlamento.

-¿Qué le parecen los bordes?
-Se hace esa lectura de que el Rechazo se dio porque lo propuesto era un exceso, una radicalización. Por lo tanto, la respuesta es un giro hacia el centro, hacia la moderación.

¿Y qué es la moderación? Siempre se aplica a algún exceso de “izquierda” o “popular”, pero, por ejemplo, ¿una demanda de Sutil es un exceso o no? ¿Le vamos a aplicar a él un llamado a la moderación? Para qué hablar del Partido de la Gente o los Kaiser… Volvamos a situar el término mejor.

¿Cuál es la posibilidad de transformación en esta cuestión? Porque creo que con todo lo criticable que pueda ser el texto de la constituyente, no era una transformación radical. No estaba planteada la abolición de la propiedad privada, como dijo Sutil en un momento, y la gente pensó que le iban a quitar el auto, el celular, la casa… Y lo otro, la plata es mía, las pensiones y resulta que esa plata no está en el banco, está invertida afuera y a esa gente se le paga con lo que cotizamos nosotros ahora. Si se hubiesen aprobado más retiros, no sé de dónde iban a sacar plata para pagarlos.

-Eso demuestra que hubo desconexión con los sectores populares…
-Es verdad y debe ser parte de una autocrítica, pero otra cosa es que esto fue una votación de la sociedad chilena por una moderación y en función del centro.

-Usted habla de jactancia para referirse a quiénes…
-A una cultura de las últimas generaciones –que no han vivido grandes procesos de derrota–, en la que creen que la victoria está a la vuelta de la esquina y que las transformaciones son una cosa corta. En ninguna parte de la historia y en ninguna parte del mundo las transformaciones de este tipo han sido cortas. Se dan con avances, retrocesos, fracasos, ensayos, y ahí se van construyendo fuerzas para avanzar.

-¿Cuáles deberían ser los tiempos de cambio?
-Desmantelar este sistema que lleva casi medio siglo de neoliberalismo puede tomar toda la década. Habrá avances y retrocesos, ensayos más y menos logrados, donde se van a ir corrigiendo las jactancias que se cometieron y se va a entender que se precisa de más estrategia de lucha y, por otro lado, no hay que olvidar nunca ni perder de vista cómo se está reorganizando la derecha y que además, ojo, tenemos la derecha más orgánica de toda América Latina. En otros países los empresarios, los partidos se pelean entre ellos, aquí son de una orgánica brutal. Hay que dormir con los párpados abiertos.

-¿Qué pasará con las transformaciones del programa de gobierno?
-¿El programa de quién? Este Gobierno no tiene nombre, no tiene coalición, entonces no tiene programa.

-El del Frente Amplio.
-Te repito que este no es el Gobierno del FA, tampoco de Apruebo Dignidad (AD). Disculpa, recién empezó el Gobierno. Y el Gobierno de la segunda vuelta no es el Gobierno de AD. ¿Marcel es del programa de AD? No, pero está desde el principio, puede estar bien o mal, lo importante es saber a qué orientación responde eso. Porque no pueden responder por las transformaciones, porque el programa es de AD, pero no es el que dirige la instancia económica más importante del Gobierno, desde el principio eso tiene que proceder de una discusión política y eso es importante para la propia salud de los partidos que integran esta cuestión. Si van a integrar una coalición o van a ser dos distintas, eso lo tienen que explicar a la ciudadanía para que los pueda respaldar, porque, si no, le están pidiendo una prueba de fe a la gente y los actos de fe en política no existen.

 

Fuentes

Trayectoria Política

Bibliografia

«Socialismo y libertad: notas para repensar la izquierda» en «Chile actual: crisis y debate desde las izquierdas» (2017) «El avance de la política y el pensamiento monetarista ha arrasado consigo gran pare de los supuestos sociales y económicos sobre los que se sustentaron las estrategias de izquierda… una de las dimensiones más profundas del desarme, ha sido el extravío -y la consiguiente apropiación enemiga- de banderas históricas de lucha que fueron extirpadas de los arsenales y los sueños de la izquierda. En la cima de esa cuenta figuran la libertad y la democracia. No se puede decir lo mismo, por cierto, de la idea de igualdad… la igualdad se terminó sosteniendo al precio de la libertad y también de la propia democracia, las que a menudo han quedado relegadas a costos a pagar por la primera. Los procesos de individuación bajo las transformaciones económicas y culturales vividas acabaron aislando cualquier proyecto de «homogeneidad», esa versión empobrecida de la igualdad que terminó imponiéndose en la izquierda, una constricción de la libertad individual que campea desde la militancia de sus partidos hasta las sociedades de las experiencias socialistas; una libertad del individuo que, tan olvidada por la izquierda, acaba en el sitial cimero de la hegemonía capitalista actual, con la cual debe volver a lidiar si no quiere eternizar su insignificancia política bajo la exclusión pura o siendo relegada a papeles secundarios. Claro, se puede alegar que no es lo mismo la libertad para construir la sociedad y entender la verdadera realización del individuo en ese proceso, que aquella más pobre del hedonismo del consumo y el individualismo, pero esa es una batalla a librar de la cual la izquierda se restó hace muchas décadas. La hegemonía neoliberal no brotó de la nada…»

Octubre chileno: la irrupción de un nuevo pueblo

Otras publicaciones

Carlos Ruiz: “Lo del domingo no es sólo Gabriel, no hay que menospreciar la tremenda votación de Jadue” Entrevista, 25 julio 2021

El sociólogo espera que el triunfo de Gabriel Boric en las primarias presidenciales de Apruebo Dignidad “termine por consolidar al Frente Amplio como fuerza política”, pero advierte que más que disputar hegemonías hay que ampliar la alianza de izquierda.

No le acomoda la palabra mentor –no me gusta la palabra, dice-, pero si se establecieran las figuras que más han influido en el candidato presidencial de Apruebo Dignidad, Gabriel Boric, el sociólogo e intelectual Carlos Ruiz (57 años) ocuparía un lugar de privilegio. Durante las protestas estudiantiles que catapultaron a Boric y otros en la primera línea de la opinión pública, Ruiz fue una presencia permanente en la vida del también diputado. Pero rompieron en 2016 –políticamente, no en lo personal, aclara- por diferencias sobre cómo avanzar en política y fortalecer al Frente Amplio.

¿Cómo vivió los resultados del domingo?

El resultado me emociona. Voté como cualquiera y me impresionó mucho la altísima votación de Gabriel y espero que esto termine de consolidar al Frente Amplio como una fuerza política. A eso sumaría que Jadue obtuvo una tremenda votación y la suma de ambos generó un respaldo a un bloque de izquierda como no existía hace muchas décadas en Chile. De ahí la oportunidad histórica. Me parece que hay una intención un poco perversa en atribuir la victoria de Gabriel a los errores de Jadue. Eso comete dos falacias: desconoce los méritos de la excelente campaña de Gabriel y que la votación de Jadue es enorme. Sólo tiene como intención confundir las posibilidades de unidad de la izquierda. Lo del domingo no es sólo Gabriel, no hay que menospreciar la tremenda votación de Jadue.

¿Cómo vio a Boric durante la campaña?

Gabriel es un excelente candidato, pero por sobre todo logró sintonizar -aunque no quiero decir que sea un problema totalmente resuelto- la esfera política que ha sido sorda con una ciudadanía mucho más activa y demandante, ante la cual hay que ponerse en voluntad de escuchar. Esta no es la ciudadanía pasiva que se acostumbró a ver la derecha y la Concertación en los años 90 y que les permitía desarrollar la política en modo cocina, por decirlo de alguna manera. Todo eran cálculos, pura aritmética de suma y resta entre expertos electorales y nada de determinación ciudadana. Queda mucho por andar y la izquierda en este rato tiene que plantarse en una dimensión más de proyecto que de administración, no es sólo un listado de políticas públicas. Toda la esfera política en este momento está ante una demanda de entender, de asumir que está frente a una ciudadanía más activa.

¿Ve que cambió la hegemonía dentro de la izquierda?

Esas son cuentas estáticas que siguen sacando la calculadora para sumar y restar en el álgebra mental de los años 90. Todavía hay un problema de mentalidad de muchos sectores de la esfera política que no terminan de asumir que los proyectos hay que construirlos de cara a la sociedad. No creo que se trate de hegemonías, al contrario, todavía hay que ampliar mucho más esta alianza de izquierda, conversar de forma abierta con la Lista del Pueblo, pero también con los movimientos sociales. Hay muchas fuerzas sociales que no están en ese proceso y discutir si algunos sectores van a aceptar o no la posibilidad de que podamos encaminar un proyecto de transformaciones por la vía institucional. Hay un sector muy amplio de la población que electoralmente está en silencio. No podemos dar todavía por hecho que en Chile existen mayorías políticas sustantivas.

¿Habló con Boric después de su triunfo?

No, no hemos conversado. Le escribí nomás.

¿Y durante la campaña conversó con él?

Apunté a algunos elementos que me parece que puedan contribuir a las dimensiones del proyecto, me consultó cómo se podrían concretar como propuesta. Pero no quiero atribuirme nada, estas cosas a veces suenan a equívoco, no me quiero atribuir cosas que dependen de un esfuerzo más bien enorme de movilización nacional y de una cantidad de equipos enormes que se movilizaron, de fuerzas a nivel de base y de equipos. Hace mucho tiempo que el FA no trabajaba tan articuladamente y esto le deja una gran experiencia.

Usted conoció a Boric desde sus primeros pasos en la política. ¿Cómo ha sido la evolución hasta hoy como candidato presidencial?

Gabriel siempre tuvo un instinto político muy fuerte y eso no se compra en una tienda en la esquina. Segundo, destacaría que Gabriel tiene una capacidad de determinación que también escasea hoy en la esfera política y a eso agregaría que siempre ha ido buscando tratar de comprender cuáles son las nuevas condiciones que nos ha planteado este nuevo siglo, esta nueva sociedad. Él siempre ha sido muy abierto a entender eso y a entender que no estamos en el siglo XX y que el régimen político de la transición ya venía agotándose hace mucho rato. Ahora, una cosa es estar abierto a ver cómo eso se va agotando y, por lo tanto, es necesario repensar muchas cosas, y otra cosa es ir ganando la capacidad cada vez más de hacerlo y ahí es donde va el crecimiento de Gabriel.

Se ha dicho que Boric ha transitado desde una posición más radical a una más moderada…

No creo que se trata de más radical o más moderado. Insisto que Gabriel, en eso lo conozco hace tiempo, ha sido consciente del agotamiento y de la necesidad de reactualización de los proyectos de izquierda y de transformación. Eso te empuja a una búsqueda, eso no es lineal ni sencillo y Gabriel ha ido recorriendo en su carrera política ese camino, pero ha sido consecuente con esa búsqueda y hay personajes que no, que creen que todo el problema es ser radical o moderado o que es andar más rápido o más lento. Ese tipo de juicios ignoran el fondo del problema.

Usted en 2016 dijo que a Boric le tenía afecto, pero que estaba muy mal asesorado tras el quiebre que tuvieron en el marco de la Izquierda Autónoma. A la luz de los resultados, ¿cómo ve eso hoy?

Nunca formé parte militante de toda esa experiencia, además, sobre todo por una cuestión etaria, donde había mucho vínculo. Pero sí sentía que de afuera se metía mucho las manos en el proceso complejo que se vivía allá adentro y en eso todos los grupos fueron aprendiendo a pensar por cabeza propia.

En ese momento el problema era que usted tenía una mirada crítica por la búsqueda de carreras electorales. ¿Cree que se equivocaron con ese análisis?

Formé parte de la decisión e incluso de empujar la proyección de esos núcleos de jóvenes a la vía electoral, una vía ante la cual esa tradición de izquierda no había participado, a diferencia del PC, que ya tenía una trayectoria enorme, aunque el bloqueo de la transición no lo dejaba proyectarse. En ese momento muchos sectores fueron legítimamente reacios al tema de la proyección electoral y hoy algunos de ellos son figuras. He advertido sistemáticamente en contra de los virus del electoralismo, porque otra cosa es entender que los conflictos sociales tienen posibilidades de encauzarse institucionalmente en la medida en que ampliemos la institucionalidad. Es muy importante entender que nosotros estamos en esto, estamos en las elecciones, en los espacios institucionales, pero también vamos a estar fuera de los espacios institucionales, en función de un proyecto de transformación.

¿Se siente “mentor” de Boric?

No me gusta la palabra, de ningún modo. Ni con él ni con nadie. Sí tenemos mucho afecto, lo conozco de antes de ser presidente de la Fech. Gabriel ha desarrollado mucho el instinto político, con mucha capacidad de determinación.

¿Y la relación como está hoy?

Nunca se perdió. Con Gabriel no tengo y nunca he tenido un problema personal. Y tampoco durante los momentos que él atravesó, que fueron personalmente difíciles. No me gustaría reducir todo el resultado del domingo a solamente el esfuerzo de Gabriel. No quiero dejar de reconocer las características y todas las cuestiones que él le aporta a esta situación y los puntos donde él hace una diferencia que ya los mencionamos. Aquí hay un FA que se consolida y que trabaja junto como nunca lo había hecho, es impresionante, eso le devuelve mucho espíritu de trabajo y lucha al FA. Eso no se puede traducir en ninguna pretensión hegemónica. En este momento la capacidad de ampliarse con otras fuerzas, como la Lista del Pueblo o los movimientos sociales, es determinante y yo creo que la propia Paula Narváez ha levantado una apertura de miras que no ha sido capaz la propia dirección de Elizalde, que son sectores de una vida burocrática que nunca han bajado la ventana del auto y mirado para afuera.

Dice que el FA no tiene que ser hegemónico. ¿Cómo ve que debiera ser el rol de Daniel Jadue y del PC en la campaña?

El PC y Daniel Jadue son componentes insoslayables de esta construcción que viene avanzando.

¿En qué podría aportar Jadue en la campaña?

Si me pongo a dar recetas podría entorpecer el proceso que quiero que tenga el mejor de los desarrollos. No sé siquiera qué pretende o en qué condiciones está Daniel. No me arrogaría la posibilidad de responder eso.

Sobre los programas de ambos candidatos, ¿en qué cosas ve similitudes y en cuáles diferencias?

La idea de gradualidad o de poner en moderación versus la radicalidad es no hacerse cargo de una demanda de fondo que hay que ser capaz de superar. Ahí corresponde una discusión abierta. Yo lamento que en los debates que ellos tuvieron no pudieran haber conversado tranquilamente como dos personas de izquierda y legitimar sus diferencias, pero dentro del marco de lo que es legítimo discrepar como gente de izquierda. Eso hay que aprender a aceptarlo y eso es una barrera que tenemos que vencer. Hay una posibilidad de un proyecto de transformación en vez de volver a construir burocracias estatales que pretende manejar todos los cambios. Esa es una lección profunda que debemos sacar de las experiencias socialistas del siglo XX.

¿Los programas en Apruebo Dignidad se hacen cargo de este análisis?

Nos falta avanzar. Llegamos a una primaria con un resultado tremendo, pero todavía para ser proyecto de gobierno y, además, para tener un gobierno que sea capaz de iniciar una transformación de verdad, y que no caiga en los fracasos que hemos visto por otros lados, hay que hacerse cargo de estas cuestiones.

¿Y cómo se hace eso?

Teniendo una discusión abierta, esto no se va a resolver entre cuatro paredes. La izquierda no puede repetir las fórmulas gastadas y fracasadas de la Concertación, como formas de llegar a acuerdos y a la distribución de espacios para carreras políticas. La demanda ante la cual estamos parados es de otras dimensiones, hay que hacerse cargo de lo que fue la tremenda revuelta social que precede a todo este proceso. Ahora se van a articular distintas tradiciones de izquierda y otras que no vienen de la vieja tradición de izquierda. Ese proceso va a ser complejo y hay que dejar que esa discusión fluya.

¿Y Boric puede liderar ese proceso, de encuentro de dos izquierdas?

Todos los que podamos colaborar en eso vamos a estar dispuestos. Me cuento entre ellos.

Destacaría que el PC ha hecho importantes adecuaciones. Hay una izquierda que tiene la posibilidad de volver a pararse en dos patas. Ahora, cómo lo van a hacer los comandos, a quién van a poner en cada lugar, eso no lo sé.

La centroizquierda quedó en una situación compleja. ¿Cómo los ve frente a la izquierda?

Este partido no se puede dar por jugado. Estamos muy bien encaminados, pero no podemos descuidarnos. No hay nada garantizado para echarse en una hamaca. Todos los sectores sociales que confiaron en esto van a tener todo el derecho del mundo a pasar las boletas si es que este bloque no sigue trabajando y no crece todavía más.

¿Cómo se puede enfrentar a Sebastián Sichel?

No tengo recetas. Sichel tiene su propio listado de problemas. Tiene que lidiar con un sector cavernario, de ese estilo tipo (Carlos) Larraín que opera como dueño de RN, por ejemplo, ese tipo de expresión de una política del siglo XIX. Hay una generación de jóvenes que se siente de derecha, pero que le está exigiendo a la derecha otro tipo de comportamientos políticos, no más Larraín. Hay un grito de eso en el voto que hubo y que no se sienten tampoco herederos de la herencia pinochetista, que lidian con ella de una manera dificultosa.

¿Hay posibilidades de un espacio de disputa entre los votos de Boric y Sichel?

No me meto en la discusión de la ingeniería electoral, pero creo que no. Podría ser muy poca gente, pero habría que estar bien perdido para pensar que las cosas se parecen. Esa idea se ha utilizado como manipulación para empezar a desfigurar el proyecto que puede construir este bloque de izquierda

Entrevista La Tercera 28 noviembre 2021
Carlos Ruiz: “El triunfo del Apruebo no significa que el 80% de Chile sea de izquierda”
El sociólogo y referente del Frente Amplio, Carlos Ruiz. 

El sociólogo de la Universidad de de Chile, mentor del Frente Amplio, analiza los desafíos de la elección presidencial. Descarta el fin del octubrismo, subraya que el estallido social no fue dirigido por la izquierda y que fue un error creer que la derecha era solo un 20%.

El lunes por la mañana el país parecía distinto. A dos años del estallido social, y 12 meses después del triunfo del Apruebo, los resultados de la primera vuelta presidencial sugerían la configuración de un nuevo paisaje político. El triunfo de José Antonio Kast, defensor de la Constitución de 1980 y voz del Rechazo, podía leerse como el producto de un movimiento pendular: la revancha conservadora después de la revolución. Se acabó el octubrismo, proclamaron Carlos Peña y otros analistas.

-Pasamos del no lo vimos venir al aquí no ha pasado nada. Y eso me parece muy peligroso-, dice el sociólogo Carlos Ruiz.

Académico de la Universidad de Chile, uno de los referentes del Frente Amplio y en particular de Gabriel Boric, Ruiz piensa que los análisis se han apresurado y se han sacado mal las cuentas. Las celebraciones en la derecha y las tesis en torno a que estamos en un posoctubrismo proceden del mismo equívoco, dice.

“Yo tenía la impresión de que se había construido una imagen muy fácil de los cambios y las transformaciones, que se correspondía con un proceso lineal y acelerado. Pero los procesos de cambio no son lineales ni acelerados”, plantea. Así es como había visto, dice, “una voluntad de obstrucción conservadora muy fuerte sobre el proceso constituyente, que es un tema preocupante, porque se trata de una necesidad de actualizar una institucionalidad construida para una geografía social y cultural chilena del siglo XX”.

El académico subraya que “gran parte de lo que estalla en octubre es una demanda de reconocimiento de las nuevas formas de reproducción de la vida cotidiana, que son del último período y no tienen reconocimiento institucional. Y los elementos que gatillaron la crisis están absolutamente latentes”.

Autor de Octubre chileno, Ruiz observa que “estamos en una sociedad que tiene una propensión a la movilización bastante alta y gran parte de esa sociedad no se expresó electoralmente el domingo pasado”.

Si el plebiscito de octubre de 2020 alcanzó una votación de contornos históricos, con más del 50 % de los inscritos, el domingo volvió a decaer. Un fenómeno que se observa desde la segunda candidatura de Michelle Bachelet, que contó alrededor de 26% de votos en primera vuelta. “Eso plantea la inexistencia hace tiempo de mayorías políticas sustantivas. Aún se procesa como si estuviéramos en un escenario como de los 90, con esa capacidad que tenían los partidos para negociar y ordenar las bancadas. Hoy, ningún presidente de partido ordena ninguna bancada. El otro elemento es el hundimiento del centro. Ahora se quiere buscar una negociación con el centro, ¿con cuál centro? El nivel de cambio de las fuerzas políticas, sobre todo de aquellas que fueron protagonistas de la transición, es muy fuerte: su votación es famélica. ¿Y cuál es la capacidad de resolución de esas burocracias políticas de la situación actual? Yo diría que es baja”.

Para el sociólogo, “el hundimiento de la Concertación es uno de los elementos más claves para advertirnos que estamos ad portas de un nuevo ciclo histórico, no solo con la revuelta, sino con la redacción de una nueva Constitución. Entonces son una serie de elementos que configuran un mapa muy distinto como para plantear una segunda vuelta como la que se dio con Lagos”.

No es incoherente entonces que un país que votó 80% de Apruebo ahora le dé mayoría a Kast.

La contracara de eso no es una izquierda sumamente robusta que esté aplastando a la derecha. El estallido no fue un estallido de fuerzas populares dirigidas por la izquierda. No es homologable al papel que sí tenía la izquierda en las movilizaciones en los 80. Y el gobierno leyó por mucho rato la revuelta de octubre en clave ochentera. No, aquí aparece un nuevo individuo que tiene otras costumbres, otra cultura, donde marchan, por ejemplo, los profesionales de primera generación, que es un nuevo profesional distinto a la figura del profesional de hace 60 años, que era un burócrata del Estado cuyos hijos y nietos iban a ser profesionales. Hoy este nuevo profesional vive en una situación de incertidumbre tremenda, o sea, se enferma alguien muy grave en su familia y puede caer cuatro deciles de ingreso, si no tiene ya una mochila de endeudamiento feroz. El tema está en apropiarnos de esta nueva geografía social y cultural que todavía va a generar una serie de bandazos en términos de construir sus propias formas de representación política, pero ahora lo que hay son vacíos de representación. Y conductas electorales zigzagueantes, con electorados muy volátiles.

¿Es prematuro entonces hablar del fin del octubrismo?

Hay que leerlo en una clave de más larga duración. El propio octubre es la confluencia de ríos o movilizaciones sectoriales que no tenían coincidencias: la educación con los subcontratistas, las pensiones, los feminismos, las libertades sexuales. Eso venía corriendo desde el 2006, es el aviso desoído de las élites. El 18 de octubre es el salto simultáneo de todo eso, sin banderas políticas ni las viejas organizaciones sociales. Entonces aparece la bandera chilena de luto y las identidades marchando cada una con su cartel, aquí estoy, pido reconocimiento, que es el tema de la dignidad. Mi condición ha sido negada por una política ensimismada, como decía Norbert Lechner, una política que dada la forma en que se produjo la transición tenía el riesgo de elitizarse mucho y olvidarse de los patios interiores de la democracia, de la vida cotidiana: esa vida cotidiana estalló en la vía pública. Es otra estructura de familia: los hogares monoparentales, la desaparición del sustentador masculino. El dilema es si la Convención va a ser capaz de producir una nueva institucionalidad que dé cuenta de estas nuevas formas de sociabilidad. Y esa condición, más allá del plebiscito de apertura, no se ha vuelto a expresar electoralmente. El triunfo del Apruebo no significa que el 80% de la población sea de izquierda o que la derecha sea un 20%. Ahí es donde alguna gente en la izquierda saca mal la cuenta, así como desde el lado conservador. Entonces llega ahora y salta y pasamos a un posoctubrismo. Y eso es muy peligroso.

¿El triunfo de Kast no significa un retorno al antiguo régimen?

Me parece que en la izquierda no hubo mucha lectura de lo que estaba ocurriendo en la derecha. Si te fijas, Sichel arrasa con los tres partidos, sumados, y eso es indicativo de algo que capitaliza Kast: el debilitamiento de las formas tradicionales de la derecha. Entonces aparece una figura por fuera de lo que era la derecha en la república de la transición, así como aparece otro votante por fuera de lo que era la Concertación. Ante esa situación estamos, en un universo electoral en bajada. Ese es un tema preocupante, porque plantea dudas respecto de la capacidad de procesar institucionalmente los conflictos de intereses que hay en la sociedad. Hablar de que volvimos a una taza de leche me parece, cuando se trata de analistas más preparados, por lo menos irresponsable.

¿Cómo Boric puede convocar al centro sin perder su esencia?

Yo creo que la izquierda en general y el Frente Amplio en particular tienen una posibilidad, todavía no resuelta, de ser expresión política de estas nuevas facciones sociales emergentes en Chile, de estos nuevos profesionales de primera generación que están en situación de incertidumbre. El Frente Amplio no está en el momento que se estrenó y no puede seguir dilatando lo que es una posibilidad y una responsabilidad histórica. Ahora, entre primera y segunda vuelta, la disyuntiva que tienen ambos es si van a mirar al interior de ese 40 y tantos por ciento que votó, o van a intentar movilizar sectores que no participaron. ¿Podrá Kast aumentar su participación en las comunidades rurales donde se impuso o Gabriel en estos nuevos sectores sociales? O la cosa es negociar con burocracias históricas deterioradas, y la duda es cuánto pueden movilizar, porque son los grupos más afectados por la fuga de la participación electoral.

¿Usted sería partidario de convocar al votante que no llegó?

Tengo la impresión de que están buscando combinar las dos cosas. El mismo día se reúne con Carmen Frei y va a una población, como no lo había hecho tan claramente antes. También va a depender de esas otras fuerzas, no solo que los candidatos se abran a ellas, sino que ellas para sobrevivir van a tener que movilizarse y ver cómo se enganchan con los candidatos. Es una carretera de ida y venida. El instinto de conservación de la Concertación es mirar a Gabriel.

¿La adhesión de Lagos, una figura resistida entre los jóvenes, le servirá en ese segmento?

En la juventud es un tema muy fuerte. El rendimiento de las estructuras políticas de la transición fue muy débil, y es la confirmación de que entramos en otro ciclo histórico. Gabriel está mirando hacia afuera y hacia adentro. El respaldo de Lagos, Carmen Frei o un Roberto Zahler se expresa más hacia otros sectores. La juventud no se ubica mucho con ellas y tiene otras imágenes ante las cuales se está trabajando. Y se creó esta frase desñuñoizar. Están jugando con las dos manos. ¿Cuánto va a rendir cada una de esas manos? Cualquier cosa puede pasar en política, y otro caso Karina Oliva le puede golpear en el voto joven.

Una de las expresiones de octubre fue el hastío con los abusos, un sentimiento antielitario, ¿se expresó el domingo?

El 80% del voto Parisi tiene que ver con gente que no se identifica políticamente con nada y además en un 66,4 % pertenece al segmento D. Es un voto antiestablishment que se expresó en la gente que fue a votar. En su momento, más un millón de personas participaron en la marcha No + AFP y no se puede decir que toda esa gente era de izquierda, sería un error, incluso puede ser parte del 80% que no se identifica con posiciones políticas. Y ahí hunde las manos Parisi. Y tampoco era Chile, de acuerdo al plebiscito de apertura, en un 80% de izquierda. No, ahí puede haber gente que votó Kast y Parisi. Y otra que no: volvió la política, entonces no voto. Estamos en un momento de mucha movilización y poca organicidad.

¿La respuesta de Boric respecto de la violencia y la seguridad fue deficitaria?

En un momento dado, en medio de la revuelta, me referí a la izquierda y el Frente Amplio por la demora en ese tipo de respuestas, en un momento en que los temas más importantes de la revuelta se empezaban a deslegitimar por el vandalismo. Y recuerdo que en ese momento aparecen LasTesis y se recupera mucho del espíritu con que partió. Nadie en su sano juicio quiere más mutilados ni muertos, por eso digo que el dilema es la capacidad de procesar institucionalmente el nuevo Chile. Y eso pasa por la necesidad de ampliar la democracia, que no se amplió en la transición, y que luego se mantuvo cerrada en una esfera política muy ensimismada por unos longevos 30 años. Lo que no entienden estos analistas es que no hay regreso a eso. El obstruccionismo más conservador no es salida y es muy preocupante: sería más proclive a situaciones de nuevas revueltas o de inestabilidades políticas en un proceso que no va a ser lineal. Ya no lo es.

Usted ha descrito la formación de un nuevo pueblo.

La idea del nuevo pueblo no es una idea moral, lo que estoy insistiendo es que no es el pueblo del siglo XX, en la medida en que es otra configuración y requiere otro relato, porque seguramente va a ser base de sustentación de nuevos proyectos históricos. Hay un nuevo tipo de movilizaciones del siglo XXI, donde los procesos de individuación no son contradictorios con los procesos de multitud: este es un individuo que va al mall y va a la marcha. No le funcionan las viejas categorías asociativas y de representación. Las izquierdas tienen que resolver de otra manera, y no como lo hicieron en el siglo XX, la ecuación entre libertad e igualdad, con esta demanda de autonomía individual.

¿La izquierda del siglo XX no supo defender la libertad?

La libertad era un costo a pagar por la igualdad, y la igualdad se entendió como un proceso de homogeneización forzada. Y esa homogeneización hoy no la aguanta el joven movilizado; entre dos jóvenes no se van a poner el piercing al mismo lado. Esta es una característica de los procesos del siglo XXI: no hay contradicciones entre individuación y multitud, y de ahí que se saquen cuentas erradas en clave de las antípodas de la vieja sociedad chilena.