Cesar Barros Montero

Biografía Personal

César Jorge Barros Montero (6 de agosto de 1949) es un agrónomo, economista, académico, empresario y dirigente gremial chileno, expresidente de la minorista Empresas La Polar.
Nacido como hijo del matrimonio conformado por César Barros Luther y María Teresa Montero Schmidt, fue sobrino nieto, por lado materno, del presidente de Chile 1931-1932, Juan Esteban Montero. ​Entre sus hermanos se cuenta Ramón, agrónomo y diputado de la República.

Descendencia

Fuentes

La hojarasca 9 abril, 2022

Ha habido mucha prensa, y muchísima copucha, por algunos errores de la ministra del Interior. Desde su frustrada visita en La Araucanía, el “Wallmapu” argentino (que cubre más del 50% de su territorio), y ahora último, el avión venezolano (extraño fantasma nocturno). No son errores simples, pero tampoco ponen en peligro al país, ni al gobierno; son como dijo Ricardo Lagos, “hojarasca”. Y solo serán recordados como anécdotas de un equipo de gobierno con poca experiencia.

La verdad es que preocuparse tanto de este gobierno no es lo más importante ahora. El Presidente Boric y su equipo se topan con los problemas permanentes del país. Y cualquier Presidente (JAK incluido) se habría encontrado con lo mismo: La Araucanía, los inmigrantes (¡oh, la zanja!), el crimen y la droga, la inflación, el quinto retiro y una burocracia, que hace que gobernar sea como remar en un lago de dulce de leche. O más bien dicho, de alquitrán.

Si lo logran (y que Dios los proteja) capaz que los reelijan. Si lo hacen mal, serán reemplazados. Son solo dos años de gestión y otros dos de elecciones. ¿Qué se puede hacer en solo dos años, con tanto problema? Pocazo. Así que partidarios y opositores ármense de paciencia, no es tan larga la espera.

Pero, otra cosa es la constituyente. Aquí no se ven los equivalentes criollos de Jefferson, Madison o Adams. Solo periodistas, algún historiador de fantasía, postgraduados imaginativos en teorías constitucionales y extremistas variopintos. Pero líderes, ninguno. Si lo siguen haciendo como van, se encaminan derechito al rechazo (Cadem dixit: y más vale creerle, parece). Si corrigen el rumbo (evento de baja probabilidad), capaz que se la aprueben, pero “nadando a lo perro” y ganando por cabeza, con lo cual nunca será “la casa de todos”, sino la del 51 o del 52%. Para qué decir si se rechaza, aunque sea por nariz. No hay plan B, y los constituyentes, que no pueden estar más empoderados porque no se puede más, jamás se han puesto en esa situación, ni de broma.

Y la pena es que, con tanto tiempo perdido y tanta plata gastada, los problemas del país al final no requerían un cambio constitucional. Las bajas pensiones, el pasaje del Metro, la pésima educación pública y el horror del Sename no necesitaban un cambio constitucional para ser corregidos. La vieja Constitución de Lagos era capaz de hacerlo perfectamente. Solo se necesitaba algo de sentido común, no poca plata (que además la había: y lo vinimos a descubrir después del IFE, y de “los mínimos comunes”) y una clase política sensata.

Pero la clase política nos encaminó a esta cueva de conejo, que sabemos dónde comenzó, pero ni idea adónde irá a terminar. Está claro que el “Multi” lo que sea no va a poner término a la violencia en La Araucanía; los derechos del reino animal “sintiente” no van a acabar con el rodeo (los invito a ir este fin de semana a Rancagua) y las deudas del CAE se van a terminar sin la nueva Constitución.

O sea, todo lo que nos llevó al 18- O no era un déficit constitucional: solo necesitaba sentido común (que parece que sigue sin existir), plata que había, y mucha paciencia, que siempre se va a necesitar.

Y si se llega a aprobar lo que se está ahora cocinando por la “zurda”, será como “el parto de los montes”: un engendro, que no arreglará nuestros males pasados, presentes ni futuros. Pero nos dejará décadas tratando de corregirlo. (La Tercera)

César Barros

Una justicia de los ciudadanos 26 septiembre, 2020

Esta columna -que escribimos junto al abogado Juan Pablo Hermosilla- tiene dos intenciones: una bastante obvia, que es exponer -para una futura discusión constitucional- el tema del Poder Judicial chileno, vetusto y lejano. La otra -y más importante- es mostrar cómo dos profesionales, uno de izquierda y otro de derecha, pueden ponerse de acuerdo en temas fundamentales para construir una nueva Constitución para Chile.

Se trata, ni más ni menos, que mutar de un sistema judicial decimonónico, a uno moderno, democrático, probado y meritocrático. El sistema judicial chileno, de raíz francesa, partió desde los inicios de la República, y ha tenido modificaciones, pero es más o menos la misma estructura que nos legó don Andrés Bello. Una carrera judicial endogámica, poco o nada controlada por la ciudadanía, y de muy bajo “accountability”. Es también lenta y elitista, donde quienes pueden acceder a buenos abogados, y también influencia, están con un acceso a la justicia a otro nivel que el pueblo de a pie.

En Canadá, Nueva Zelanda, Australia y Estados Unidos -los países que querrían imitar los chilenos (Cadem dixit)-, los ciudadanos tienen un rol activo de control de la justicia, al mismo tiempo que están -a través del sistema de jurados- impartiendo justicia en forma directa. Son, en muchos casos, los mismos ciudadanos los que formulan acusaciones, y a través de jurados ciudadanos, quienes condenan o absuelven a los acusados de delitos graves. Pero la “justicia ciudadana” no para ahí. En EE.UU. son los mismos ciudadanos quienes eligen a los jueces que resuelven sus temas más urgentes. El sistema federal es distinto, pero no es endogámico: los supremos se eligen entre abogados notables, que no necesariamente provienen de la judicatura. De modo que es claro a quién sirve la justicia. Y también eligen a los fiscales que los representarán buscando justicia. Lo que termina de cerrar el juicio es que también eligen al sheriff, o jefe de policía de cada condado. Así, el sistema completo no puede “hacerse el leso” ni escapar del veredicto ciudadano.

El sistema -obviamente- no es perfecto: la condición humana muestra también su lado oscuro con casos de corrupción e injusticia. Pero ahí está el control ciudadano, que de tiempo en tiempo juzgará qué tan bien o tan mal han servido a su comunidad. En Chile, en cambio, los jueces responden a las autoridades superiores del sistema judicial; los policías dan cuenta a sus jefes y estos al Ministerio del Interior, un sistema donde priman los intereses políticos de las élites, lejos de la ciudadanía que sufre crímenes y delitos de esa persistente criminalidad y delincuencia que nos azota.

El sistema anglosajón permite que la justicia y sus delegados caminen de la mano de la sociedad que los elige, y no permite que se enfrenten en bandos opuestos como lo observamos en estas tierras. Después de todo, una de las causas de la violencia está en la lejanía de la justicia de las necesidades de la sociedad. Y esa distancia genera una frágil adhesión con las leyes, las policías y el sistema judicial. Por el contrario, si los ciudadanos son actores reales de la administración de justicia, a través de jurados, y ejercen control sobre las policías y otros actores del sistema, se generan autoridades legitimadas en su origen, lo que aumenta la adhesión al derecho, las policías y la justicia. (La Tercera)

César Barros

Trayectoria Política

El famoso “Tren de Aragua” no es match para una organización en las líneas del Mossad, o del MI5. Y nuestros jueces deben tener el coraje de los jueces Borsellino y Falcone, y no la pusilanimidad de la jueza que quería delatar a los testigos en el sur. Y fiscales duros y efectivos, como Giuliani y Marcelo Pecci, y no de esos que archivan casos al por mayor. (La Tercera) 23 abril 2023

César Barros

Bibliografia

Otras publicaciones

«Cuando las economísa crecen esposible encontrar buenos acuaerdos entre la centroizquierda y la centroderecha. Todos ceden un poco y ganan un poco. Pero cuando no hay crecimiento, la discusión entre la centro izqquierda y centro derecha se endurece. El parto de la corta es duro… recuerden el Chile mediocre de los 50 y 69 que llevo a la UP, y ésta derivó en el goierno militar. La no resolución de los problemas económicos de Alemania entre guerras produjo el nacional socialismo… pero en medio del c aos apareció un destello de esperanza para las democracias y el modelo de mercado: Lord Keynes… propone que si el sector privado deja de invertir y se acaba la eficiencia de la política monetaria, el gobierno debe endeudarse, y hacer lo que el sector privado no está haciendo: invertir en proyectos interesantes y rentables.

Cesar Barros «La Nueva Inquisición» 2 julio 2021… en el siglo XX… la declaración de «persona non grata» de Jorge Edwards en Cuba, que no fue nada al lado de lo que les ocurrió a Armando Fernández y a Heberto Padilla…
en una sociedad libre, los empresarios y sus empresas tienen el legítimo derecho a crear medios de muy diferentes color político….
Nadie obliga a os ciudadanos en los Estaos Unidos a tener que sintonizar la CNN o Fox News

¿que hay detras del inento reiterado de prohibir el rodeo?
Lo mismo que respalda las quemas de nuestra bandera, las rechiflas al himno nacioanl y el rechazo a «la República». Es el intento de borrar de un plumazo todas nuestas tradiciones. La eliminación de cualquier símbolo o evento que las recuerde. Si fuera por la izquierda ultra, no solo se prohibiría el rodeo, sino la cueca, el escudo y su lema. Y sacarían de los libros de historia a O’Higgins y a Prat. Y por supuesto a nuestras FFAA y Carabineros, que deberían ser popularizadas y sus tradiciones eliminadas.
Lo del rodeo será un batalla larga, pero la guerra no nos la van a ganar nunca. Los huasos, como buenos chilenos que son, no se van a rendir. La Tercera, 11 septiembre 2021

Adam Smith es eterno

Adam Smith es eterno, 30 julio 2021
Es bien frecuente escuchar a parlamentarios y constituyentes descartar las opiniones de sus oponentes tratándolas, sin más, de “neoliberales”.
Todas las caricaturas -para que decir los insultos- y descalificaciones solo se esgrimen para descartar, sin ninguna discusión, los argumentos del “otro” o de “las otras”.
El verdadero creyente en la democracia y, básicamente, todo quien crea en la dignidad de las personas, tiene la obligación moral de remover las diferencias entre grupos a través de argumentos honestos. Y esos argumentos tienen que, además, entregar datos duros, pruebas, y no metáforas. Quienes descalifican, caricaturizan o se burlan de las ideas antagónicas, no buscan convencer, sino empujar, y en el extremo, tiranizar a sus oponentes. En el pasado lo han sido los judíos, la burguesía, los pueblos originarios y ahora último los neoliberales.
La democracia -y el liberalismo- es diálogo, intercambio de ideas, entrega de pruebas y creación de consensos. Algunos convencionales en la Convención Constituyente no hacen bien la pega. Es el caso de una “youtuber” de derecha, o de varios del PC y la Lista del Pueblo; cierto escritor menos, a pesar de sus disculpas. Politzer lo hace (bravo por ella).
Neoliberalismo, es Adam Smith: economía con moral. Smith fue un filósofo moral, y fue una de sus mejores obras “La teoría de los sentimientos morales”. Aparte -obviamente- de “La riqueza de las naciones”.
Neoliberalismo no es “laissez faire”, es libertad con virtudes morales. Alemania, Inglaterra y Australia son países neoliberales, aunque no les guste el término: mercado con moral, reglas claras, propiedad privada, libertad de emprendimiento, y un Estado liberal, en el sentido “smithsoniano”. Y es ese neoliberalismo el que derrotó a los socialismos duros y blandos (¿dónde está ahora la socialdemocracia alemana, el Partido Socialista Italiano o el francés?, ¿y el chileno?).
Y no nos equivoquemos: ni Trump ni Bolsonaro son neoliberales. Trabar el comercio internacional, asaltar el Congreso, amenazar con la fuerza bruta o producir déficits impagables, son cualquier cosa menos neoliberalismo. Y en Chile, las aberraciones de ciertos empresarios tampoco son parte del neoliberalismo: son traiciones a la doctrina de Adam Smith y de sus seguidores intelectuales.
Pero también, dentro de la argumentación democrática no debe primar la retórica hispánica: inútil y sin rigor. Deben primar los datos duros, las pruebas y el rigor intelectual. Y los tan “odiados 30 años” la llevan en cuanto a datos duros y de pruebas, por lejos.
No digo que el neoliberalismo sea perfecto; solo digo que “en promedio” trae más progreso, libertad y bienestar que el feudalismo, el mercantilismo y el socialismo. Y es cosa de ver el progreso de las economías “burguesas” y compararlas con las sociedades “no neoliberales”.
Por eso Cuba está pegada en 1959, se cayó el muro en 1989, y también desapareció la URSS. La China de hoy no es neoliberal, es una satrapía con mercado. La Rusia de Putin también lo es.
Pero las economías “burguesas” o neoliberales no están libres de las miserias de la naturaleza humana: la avaricia, la envidia o el engaño. Solo que “en promedio”, esas abominaciones son mucho, muchísimo menores a las que se dejan ocurrir en Cuba o Venezuela.

El Día de la Raza 9 octubre 2021

El Día de la Raza

Antes se celebraba el “Día de la Raza”, hoy se prefiere algo así como “el encuentro de dos mundos”. Hoy se impone la visión “progre”: la masacre de los nativos americanos y la destrucción de su cultura por parte de los conquistadores y se juzga la Conquista de América según los cánones morales del siglo XXI.

Los conquistadores fueron hombres del siglo XVI, con las visiones de aquella época. Una en que los católicos quemaban protestantes y los protestantes quemaban a los católicos, y en que los castigos de la justicia eran tremendos -peores que los del actual Talibán. Los nativos americanos tampoco eran más misericordiosos: en la guerra -los mexica- hacían prisioneros para sacrificarlos a sus dioses y devorar sus corazones, en verdaderos “autos de fe” populares, que nada tenían que envidiarle a los de la Inquisición de Sevilla.

Se habla de exterminio. La verdad cruda es que la población originaria se diezmó, no por las armas, sino por enfermedades que llegaron de Europa, y para las cuales no tenían defensas. Con solo espadas, lanzas y unos pocos arcabuces, era imposible destruir poblaciones tan grandes como las de Europa en esa época. Los caballos los asombraron inicialmente, pero pronto descubrirían que eran mortales, como los europeos.

Los americanos no conocían la rueda, ni la escritura. Aunque en astronomía llevaban ventaja. Dieron al mundo el maíz, la papa y el chocolate, entre muchos alimentos. Pero recibieron el trigo, la cebada y los animales domésticos que no tenían: ovejas, vacas, gallinas y cerdos. Y animales de tiro -caballos y bueyes- sin los cuales la rueda y el tecle mucho menos servían. Ambas culturas se enriquecieron. Y los españoles -a diferencia de otros imperialismos- sembraron su religión, su cultura y se mezclaron con los americanos, tanto que ahora somos todos mestizos. Situación inexistente en la India, América del Norte, Asia y África.

Juzgar a los conquistadores con los valores actuales es una injusticia enorme. Como también el de creer que los nativos tenían cosmovisiones superiores a la europea, de valores más nobles o generosos que la de los conquistadores. Pero en el proceso, los europeos, tenían -aparte del acero y los caballos- una ventaja enorme: sabían que los nativos eran humanos. Los americanos, estaban dudosos de aquello: los europeos podrían ser dioses o semidioses: Moctezuma recibe a Cortés, con esa tremenda duda en su mente, no se le podía ofender, ni matar. Cortés nunca dudó de la humanidad de Moctezuma, y por eso fue capaz de eliminarlo.

Y si cayeron culturas avanzadas como las de Tenochtitlán o las del Cuzco, más al sur si bien la guerra fue mucho más dura, la cultura europea se impuso con mucha rapidez. Pero nunca desaparecieron, como cualquiera que viaje a México, a Perú o a Pucón puede comprobarlo.

Y a pesar de las calamidades sanitarias, de imposiciones culturales y religiosas, hoy América Latina es un continente de mestizos en mayor o menor medida. Y los rasgos de las culturas ancestrales siguen muy presentes. Nos debemos todos a los nativos americanos y a los europeos. Nunca seremos europeos -aquello de los ingleses de América Latina fue un mal sueño desubicado-, tampoco los adoradores de Quetzalcóatl o de Huitzilopochtli son hoy tan numerosos. Nuestra verdadera religión popular es de la Virgen del Carmen, de la Virgen de Guadalupe, de Santa Rosa de Lima, que sin duda no es la religión oficial de Roma. Pero somos más futboleros que los europeos, y nuestra música popular camina a la par de la de los “anglos”.

Nos guste o no, somos “una raza” distinta: ni solo americana, ni solo europea. Por eso me gustaba más aquello del Día de la Raza.

Que no se repita 20 noviembre 2021

Creo que si en estas parlamentarias el centro razonable, y la derecha, sufren lo mismo que en la Convención Constituyente en abril, o en las parlamentarias de 1964, veremos repetirse, versión siglo XXI, lo ocurrido hace seis década y de revancha, qe se irá apoderando de nuestros espacios democráticos. Y la democracia chilena verá, como en el cuento de Borges, que habrá sucedido todo para que la escena se repita…

Esta elección parlamentaria es mucho más importante que la presidencial: es el contrapeso único para una Convención Constitucional intolerante, y de tintes poco democráticos. Los votantes de centro y centroderecha -que son la mayoría en Chile, no pueden confundirse: una repetición de lo ocurrido en 1964, o hace poco, con la Convención Constitucional elegida en abril. La democracia necesita a una centroderecha fuerte, moderna y bien representada, aunque no sea necesariamente mayoritaria…. y el fascismo callejero de izquierda, nos lo recuerda todos los viernes en Santiago, todos los días en La Araucanía, y en la  Convención

aquí estamos, como en 1970, con dos campañas del terror simultaneas. Ambas alimentadas, por las imágenes fabricadas con entusiasmo -desde hace años- por dos candidatos que jamás soñaron ser punteros: uno de joven agitador y revolucionario, que no encarna para nada la visión de una socialdemocracia moderna, y otro con un programa que tampoco representa a la centro derecha razonable y moderna. Y Chile entre la espada y la pared, esperando sentir el frío del acero.

Columna 20 noviembre 2021

Cuéntennos la firme 2 julio 2022

La Convención Constitucional terminó su esperada labor, y al final -con Jadue y sin expresidentes- hará su acto republicano final, que será muy recordado. Tuvo -la Convención Constitucional- algo que me recuerda a uno de los mejores capítulos de Les Luthiers (búsquenlo en Google, y se reirán un buen rato) en que dos políticos se encargan de cambiar el himno nacional. Parafraseo unas partes:

Político 1: Se está por concretar nuestro sueño, de modificar el himno nacional. Se acaba de aprobar la creación de la Comisión de Mantenimiento y Actualización Permanente de la Canción Patria: la CMAPCP.

Y se discute entre los dos, a quién se le encargará tan magna misión…

Político 1: He estado pensando que debe tratarse (el compositor) de un simpatizante de nuestros ideales, digamos más bien, de un músico adicto.

Político 2: Yo conozco a varios músicos adictos…

Político 1: Doctor, doctor…, adicto a la causa…, un músico sensible, al gusto de las mayorías…

Terminan encargando la pega a un compositor de cumbias: el maestro Mangiacaprini. Y lo visitan.

Político 1: Queremos encargarle… el himno nacional…

Mangiacaprini: Pero si ya tenemos uno…

Político 2: Sí, pero vamos a modernizarlo… a mejorarlo…

Mangiacaprini: No sé si soy la persona indicada. No tengo la preparación. La verdad, es que soy bastante inepto…

Político 2: Y por eso lo hemos elegido… necesitamos a alguien joven, sin prejuicios (¿una hoja en blanco?).

Finalmente se aprueba el nuevo himno en presencia del presidente recién electo: el doctor Garcete.

Bueno, como en el caso del maestro Mangiacaprini, se aprobó por la Convención Constitucional un proyecto de nuevo texto constitucional, para ser votado en 60 días más. Pero parece que este texto, no le gusta a nadie. Unos quieren aprobarlo, para después mejorarlo. Otros quieren rechazarlo, para cambiar el que hay. Y un número significativo aún está indeciso (me recuerda otro capítulo de Le Luthiers (Pastoral): unas ovejas decían “meeee”, otras “beee”, y la mayoría, guardaba respetuoso silencio.

Sería excelente que quienes quieren cambiar después de aprobado el nuevo proyecto (y quienes quieren -después del Rechazo- cambiar la actual Constitución, tan re y re reformada) nos dejen de contar platitudes (al estilo de que los EE.UU. limitan al sur con México, y México limita al norte con los EE.UU.) y nos contaran la firme, de qué exactamente quieren cambiar. Si tienen o no los 4/7 o el tercio de parlamentarios, como para hacerlo. Y quién será el encargado de hacer la pega de los cambios: ¿comisión de expertos?, ¿una nueva Convención?, ¿algún maestro Mangiacaprini?

En resumen, y cuentos aparte: la mayoría no quiere el texto actual. Pero estamos aún en la ignorancia de qué cosa quieren cambiar, cómo lo harían, y quién será el encargado de pensar y redactar esos cambios. Chile espera ansioso lo que recomenzará el 5 de septiembre próximo. (La Tercera)

César Barros

Inflación con y sin UF 18 junio 2022

Nuestra criollísima UF fue inventada, hacia fines de los años 60, por un ministro de Economía de Eduardo Freí Montalva, para resguardar los ahorros para la vivienda. Con inflaciones promedio del 20/30% en esos años, “el invento” tomó mucha fuerza. Se introdujo en nuestros contratos (colegios, arriendos, obras públicas y privadas), en nuestra contabilidad (la corrección monetaria) y en los créditos de largo plazo. Es parte ya de la idiosincrasia chilensis, como las empanadas y las sopaipillas. Amada por unos, y odiada por otros (cada cierto tiempo aparece un movimiento de “fuera la UF”).

En los EE.UU., durante los años 80, en que la inflación se disparó, hubo -como no, desde Chicago- un impulso para que se emitieran bonos gubernamentales en UF “american style”. La idea nunca tuvo tracción y los gringos, en vez de proteger a sus habitantes de la inflación con la UF, prefirieron combatirla derechamente más que arroparse contra ella como nosotros (que pensábamos -en esa época- que era algo endémico e incurable).

La inflación sin UF afecta a todos los que tienen activos sin reajuste. Obviamente también a los trabajadores que tienen contratos no reajustables (al menos en el corto plazo). De modo que impacta a más gente, y tiene un efecto más parejo sobre la economía: sufre el arrendador, el colegio, la U, y por supuesto el trabajador que, en términos reales, ve disminuir sus ingresos. La inflación, así, cumple su propósito (maldito por cierto, que es bajar el consumo) en forma rápida.

Con UF en grandes series de activos (créditos, colegios, arriendos y balances en general) la cosa es más complicada: hay segmentos de la sociedad a quienes protege la reajustabilidad de sus contratos: bancos, arrendadores, colegios, obras públicas, etc. Pero para los más vulnerables, el veneno es dos veces más tóxico: no solo baja su sueldo real, sino que por la reajustabilidad de la UF sube su arriendo, el colegio y la U. Y como la UF es la inflación del periodo t-1, aunque este mes se logre que la cuenta del almacén baje, no lo hacen así arriendos, créditos ni la educación. Por lo tanto, la UF sigue trepando, como con vida propia, al ser buena parte del gasto indexada a la UF anterior, mientras los sueldos no lo son. Esto hace que el combate a la inflación se haga más largo (y muy poco equitativo: algunos -los menos- están protegidos de la inflación por la UF, otros -los más- no lo están para nada). Porque no solo debe bajar el valor de la compra del mes (claro, si todos se preocupan: Banco Central, Marcel, Boric y -sobre todo la señora Juanita- la cosa se endereza), sino además la UF, cuya evolución obedece no a lo que hacemos ahora, sino a lo que sucedió en un pasado ya incontrolable: un polinomio intertemporal muy complejo, donde las expectativas no se refieren solo al presente y al futuro, sino a la influencia de un pasado inmutable.

Ahora, suprimir la UF como siempre se les ocurre a los cabezas de chorlito cuando la inflación se usa como arma política, es como vender el sofá de don Otto: esconder la realidad, y nunca va a resultar. El remedio es bajar la inflación, bancándose su costo sin llorar, y después de un periodo largo de estabilidad, ir desmantelando la tradición nacional de la UF, heredada de la inflación nacional, que persistió durante todo el siglo pasado. (La Tercera)

ibus leo.

¡Paciencia! 4 junio 2022

La primera cuenta pública del Presidente Boric fue más que nada una hoja de ruta, muy bien expuesta, de su gobierno. El problema de don Gabriel, no es su intención, es el tiempo. Hereda una cantidad de “problemas viejos” no resueltos, y que quisiera resolver en estos cortos cuatro años.

Partamos por La Araucanía. Primero, el catastro de tierras a entregar: todas ya tienen un dueño y no son culpables de hechos ocurridos hace más de 100 años. Hay derechos superpuestos, de diferentes fechas y orígenes, y postulantes históricos -y cómo no- otros nuevos, al amparo de futuros beneficios potencialmente importantes. Luego, está “el diálogo” con una etnia, que no ha reconocido nunca a un “primus inter pares” desde Lautaro. Y la dificultad de saber, en forma más o menos precisa, quiénes componen dicha etnia, en cada zona, donde el mestizaje es la norma (¿habrá un fichaje de ADN?). Todo tomará mucho tiempo, paciencia y recursos.

Entregar bienestar en la zona es más fácil de decir que de lograr. Las obras públicas, los hospitales y las escuelas no aparecen de un día para otro: pasarán por aprobar un presupuesto, luego licitar y después iniciar obras. O sea, con alguna suerte, se terminan y ponen en marcha en lo que falta de este gobierno. Mientras tanto, solo veremos retroexcavadoras y tacos. Transformar el aparato de salud, tampoco es corto. ¿Quién llenará el espacio de las odiadas Isapres y financiará toda la estructura de la salud privada? Y lo mismo ocurre con la educación privada primaria, secundaria y universitaria: el Estado no tiene la capacidad para reemplazarla, ni en recursos, ni en personal, para qué decir su capacidad de administración.

Y esos, son solo algunos de los “problemas viejos”. Porque aparecieron dos “problemas nuevos”, que nadie había considerado. Uno es la Constitución, y el otro la inflación.

De la Constitución, lo que salga el 4 de septiembre deberá ser modificado. Si gana el Apruebo, será sometida de inmediato a ajustes por su incoherencia de origen y su falta de prolijidad. Si gana el Rechazo, es para modificar la actual. En ambos casos una negociación muy larga, con un Parlamento díscolo, dividido y sin mayorías claras. Y no se ve cómo, un proceso así, se resuelva antes del 2026.

Y la inflación. En parte culpa del Covid, de la guerra de Ucrania y de trillones de dólares tirados al mundo por todos los países, para evitar una catástrofe mayor. Y por culpas propias: los 10%, las ayudas, los subsidios y el mayor gasto fiscal.

La inflación solo se para con un Banco Central duro (altas tasas de interés) que frenan el gasto y la inversión. Dañan el empleo, hieren a empresarios y a consumidores. Y la propia inflación, que corroe los ingresos -en particular de los más pobres- reduciendo su consumo y con ello las presiones de gasto, en un cruel “ajuste automático”. Y el proceso no es corto. En los 80, Volcker subió la tasa de la Federal Reserve del 9 al 20%, produjo una recesión brutal, y solo tres años después la inflación bajó del 8 al 3% normal. Por lo tanto, la normalización de la inflación (con todos sus males inherentes), suponiendo un Banco Central muy duro, tomará fácil hasta el 2026, si no hay más contratiempos.

De modo que, ¡¡¡paciencia chilenos!!! Tenemos un largo camino por delante, tanto en los problemas viejos, como en los nuevos. (La Tercera)

El Capitán Planeta 13 agosto 2022

Después de que gane el Rechazo -hasta ahora las probabilidades están con ellos- tendremos una crisis de gobernabilidad no menor. El Presidente Boric eligió ser el guaripola de la campaña del Apruebo, y es probable que sea derrotado. Y las derrotas no tienen amigos, solo tienen culpables y los acosan cuchillos largos. Sus aliados se irán cayendo como el agua que contiene un canasto.

Pero, como decía el gran Ricardo Capponi (QEPD), las crisis no son tragedias (que no tienen vuelta), sino que son oportunidades, pero solo cuando hay un liderazgo fuerte. Las sociedades en crisis -Capponi dixit– vuelven a la inmadurez mental, y sus reacciones son las primitivas: huir y/o agredir (¿recuerdan noviembre del 2019?).

La derecha está sin liderazgos claros, sin ideas atractivas, y con credibilidad transformadora cuestionable, por lo que la oportunidad, esta vez, la tiene la centroizquierda democrática que es la que constituyó la antigua Concertación. Hay alguien en ella que tiene la credibilidad, bagaje intelectual y peso específico como para salvar a un gobierno exánime post Rechazo. Él es el expresidente Ricardo Lagos.

Sabiamente se ha mantenido equidistante de las dos alternativas. Y tendría la posibilidad histórica de ayudar con su capital político a un joven Presidente que estará en las cuerdas post Rechazo, derrotado en las urnas, con un Parlamento díscolo, una Constitución por reformar, y sin aliados. Ricardo Lagos es capaz de volver a alinear desde la DC al PS, y también arrastrar a la derecha, para llegar a consensos democráticos, reformar su Constitución y darle rumbo al país nuevamente. Ese rumbo perdido hace tantos años, cuando había crecimiento, progreso y se formuló una gran clase media. Esa que hoy da la espalda a sus instituciones y desconfía de todo (y no sin causa, por cierto).

Lagos es capaz -si se lo propone, y la clase política se lo permite- de recuperar la confianza de esa gran clase media, la de los empresarios, de las Pymes, y de un Parlamento heterogéneo y díscolo, recuperando la racionalidad, la paz social y el progreso. Y así salir del marasmo en el que nos metimos a raíz de la violencia del mal llamado estallido, que de protesta ciudadana legítima tornó -como dice Artés- a posible golpe de Estado. Marasmo que se acentuará, tanto si gana el Apruebo como si gana el Rechazo, el próximo 4 de septiembre, ya tan cercano. La derecha no podría negársele. Tampoco los expresidentes, exministros y colaboradores se le van a restar.

Chile carece de líderes potentes en su clase política. Boric es uno, pero su posición partisana frente al plebiscito, lo dejará muy disminuido. De la Convención Constitucional no salió ninguno (que gran oportunidad se perdieron Atria, Bassa y Loncon, entre otros). Por el contrario, en vez de aparecer algunos líderes, aparecieron muchos villanos, que se niegan a quedarse callados.

Tampoco necesita el ex Presidente entrar directamente a las trincheras. Pero -como lo hizo Portales- puede usar su influencia, su imagen y su credibilidad para formar un gobierno viable para los próximos años, que seguirán hostigándonos con inflación, violencia en el sur, inmigrantes ilegales en el norte, y crimen en nuestras ciudades. Todo eso aparte de construir de una buena vez “la casa de todos”. Dejemos a Lagos tranquilo por ahora (sin selfies, ni visitas suplicantes), pero a partir del 5 de septiembre hagámosle un llamado potente pidiendo su ayuda.

Qué pesada salió la guitarra César Barros 21 mayo, 2022

Cuando las empresas se ven complicadas financieramente, están enfrentadas a un período muy complejo, tratando de renegociar (“en buena” primero, “en mala” si es necesario) los contratos anteriores con clientes, acreedores, y colaboradores. Y nunca es fácil, porque esos contratos anteriores se hicieron de buena fe, aunque bajo otras circunstancias, y a veces con otros personajes al frente. Y las contrapartes tienen visiones divergentes sobre el pasado, sobre el futuro de la empresa y sobre el mercado. Y a nadie le gusta cambiar derechos ya adquiridos, que creen permanentes.

En política también se renegocia, y eso es palpable en los nuevos equipos de este gobierno enfrentados al Parlamento, la oposición, el Poder Judicial y hasta las FF.AA.

A Chile le tocó elegir entre dos programas de corte maximalista: Boric (FA/PC) y JAK (derecha conservadora). Y si bien ninguno pensó inicialmente llegar a la meta, al caerse Jadue (miedo nacional al PC), Provoste (por no apelar al centro) y Sichel (inexperiencia pura y dura), quienes inicialmente solo pretendían hacer un punto político algo más extremo, se vieron de repente obligados a competir por el centro político sin mucha convicción: fueron las segundas versiones de Boric y JAK caricaturas de sus personajes en las primarias. En la definitoria, convenció más Boric. Y al ser elegido debió, casi de inmediato, renegociar lo prometido en sus dos versiones. Eso, aparte de olvidarse de sus sueños universitarios, y de su imagen de joven revolucionario, formada con tanta dedicación, en una década de actuaciones ininterrumpidas.

Y ahora, como gobierno, debe volver sobre sus pasos, olvidar las frases dichas, muchas de las promesas hechas y enfrentar la dura realidad de ese Chile que le llegó de repente, como al capitán Willard en Apocalipsis Ahora: “pedí una misión, y por mis pecados me dieron una”.

La guitarra que recibió Gabriel Boric era muy pesada, le faltaban cuerdas y estaba desafinada. El resto de la orquesta eran puros novatos (basta ver a la pobre “primus inter pares”). Y donde quería diálogo recibió balas, donde esperaba comprensión, encontró dureza, y donde creía tener compañerismo y complicidad, recibió caras agrias.

Pero como tiene que gobernar sí o sí, debe entendérselas con los viejos de “la cocina”, con los empresarios y hasta con las FF.AA. Y lo peor: con muchas de sus propias huestes, que se quedaron pegadas en la versión de Boric dirigente estudiantil y novel diputado.

Sin embargo, yo tengo confianza en que sabrá gobernar: es inteligente y perceptivo el hombre.

Pero le falta enfrentar la renegociación mayor de su periodo: que es modificar la nueva (o la antigua) Constitución. Gane el Apruebo o gane el Rechazo (ambos por poco, sin duda), el país deberá cambiarlas: si hay Rechazo, modificando la Constitución de Lagos, o si gana -por poco- el Apruebo, la de los casi 500 artículos. ¿Qué hará Boric? ¿Le encomendará la tarea al nuevo Parlamento? ¿Formará un grupo de expertos? ¿Llamará a la ONU? Nadie lo sabe, porque no hay plan B, ni C, ni D.

Y esta complicada renegociación la debe encabezar Gabriel Boric, nadie más podría. No podrá eludirla, y de esa tarea puede salir para la historia como una figura muy grande o una muy pequeña. Menuda tarea don Gabriel. (La Tercera)

César Barros

El conventillo de todos César Barros 7 mayo, 2022

Hace unos días, el ex superintendente de Valores y Seguros, Álvaro Clarke, envió una carta a este medio describiendo y reflexionando sobre un tema elegantemente tratado en la academia económica: los conflictos de agencia. Es decir, como la labor de los delegados a una función (los agentes) dejan de cumplirla, empujando iniciativas particulares o grupales, distintas del “bien común” de la sociedad que los delegó (el principal).

En las empresas abiertas en bolsa, en cuyo caso existen miles de accionistas, que eligen a sus representantes en juntas, la legislación chilena y mundial ha puesto severos límites a los conflictos de agencia: desde los más prosaicos, respecto de transacciones con partes relacionadas, influencias parentales y precios de transferencia justos; después del 2008, los cambios en esta materia han sido sustanciales.

Quien es elegido director, se transforma “ipso facto” solo en eso: director de la empresa, y no delegado del grupo tal o cual que lo apoyó en su elección. Y si no lo cumple a cabalidad, pueden -los directores- ser acusados y responder solidariamente con sus patrimonios. También pueden ser acusados de administración desleal, por no actuar con el debido cuidado al bien común de la empresa.

Y por eso funcionan razonablemente bien. Pero esto no ocurre con los constituyentes: “agentes” de la ciudadanía (que es el “principal”).

En el caso de los constituyentes, ellos fueron encargados (como agentes) -y con un apoyo cercano al 80% de la población- para construir una Carta Constitucional para todos los ciudadanos (en este caso “el principal”). Esta “casa de todos”, tan cacareada, que nos guiaría por las próximas décadas. A pesar de que buena parte de los convencionales no concurrieron al Acuerdo de noviembre, para estos y para todos los delegados, el encargo fue preciso, y de sentido común: construir una Carta Magna con gran respaldo y amplia validez ciudadana. Pero, lamentablemente, los “agentes” animalistas, ambientalistas extremos y otra multitud de grupos identitarios, en vez de colaborar a construir “la casa de todos” han estado -sin tregua ni descanso (hasta en la ducha)- construyendo la “casa de ellos”, sin importarles nada la de los demás: un ejemplo patético de mal manejo del dilema de “agencia”. Y los ejemplos son innumerables.

Este problema de agencia se magnifica en una Constitución (que no es un estatuto comercial corriente), lo que llevará a que “la casa de todos” sea más bien un conventillo confuso, lleno de rincones impenetrables, donde pasar de una pieza a otra, o de un pasillo a otro, será extremadamente complejo e incómodo. Y si se aprueba, los habitantes del engendro querrán pronto demolerlo y partir con algo que realmente sea aceptable para todos, en un plano de igualdad democrática. Y si el mandato a la Convención de construir “la casa de todos” no se cumple -que a estas alturas no se divisa cómo-  y hay que buscar apurados un plan B, o C, los actuales convencionales deberían tener “accountability”: como -por ejemplo- nunca más participar en política, porque el daño que ya han hecho, ni siquiera puede medirse. (La Tercera)

César Barros

¿Genotipo o fenotipo? César Barros 26 marzo, 2022

Estoy realmente confundido en cómo los constitucionalistas, y una futura Constitución, discernirán entre quiénes pertenecen a un pueblo originario y quiénes no lo son. Chile es un país de mestizos. Así fue la colonización española en América, y en particular en Chile.

Don Francisco de Aguirre, uno de nuestros fundadores, es un ejemplo claro de cómo se solía proceder al respecto. Originario de Talavera de la Reina, acompañó -de solo seis años- a su padre a América. Luego pasó al Perú y de ahí a Chile y Argentina, donde refundó La Serena, fundó Santiago del Estero y escogió un lugar más al sur para una nueva ciudad -la futura Córdoba-, derrotó a Francis Drake defendiendo Guayacán, y fue parte de innumerables hazañas. Pero sus enemigos lo involucraron en un juicio frente a la Inquisición, que duró muchos años, en que estuvo preso, fue absuelto, y hecho prisionero nuevamente. Para terminar estos juicios interminables, debió abjurar de sus “herejías”: reconoció haber dicho que no era pecado no ir a misa, tampoco el trabajar los domingos y fiestas de guardar. Pero lo peor fue el haber dicho que “se face más servicio a Dios y al rey, en facer mestizos, que el pecado que con ello se face…”. Murió “de su propia muerte” en La Serena, dejando cinco hijos españoles de su esposa, Agustina Matienza Torres, y más de cincuenta hijos mestizos (son los reconocidos, no se conoce el número total de ellos). Entre sus descendientes más conocidos están el héroe Manuel Rodríguez, y los presidentes Aníbal Pinto, Juan Esteban Montero, y Sebastián Piñera.

En los países que tanto se mencionan como ejemplos para Chile de su reencuentro con los pueblos originarios: los EE.UU., Canadá, Nueva Zelanda y Australia, no hubo mestizaje alguno. Los ingleses nunca se mezclaron -en ninguna parte- con los nativos (no sé si Pocahontas tuvo o no tuvo descendencia) de modo que el saber quién es, o quién no es descendiente de pieles rojas, o de aborígenes, es harto más sencillo que en Chile.

No es el caso de nuestro país, donde la mayor parte de la población tiene ancestros mapuches, o diaguitas. ¿Cuántos genes de los pueblos originarios tiene cada chileno? Imposible saberlo. Tampoco es cosa de definir el fenotipo (como lo hacía la SS en la Alemania nazi). Y si hay beneficios importantes declarándose mapuche, diaguita o aymara, aparecerán no cientos de miles, sino que millones de postulantes que se van a declarar sus descendientes (y no sin causa). ¿Nos harán un test de ADN a cada chileno al nacer? ¿Cuál será el “nivel genéticamente aceptable” para obtener los beneficios otorgados por la nueva Constitución? ¿O nos medirán el cráneo, el grosor del pelo, o la pigmentación del cutis?

Suena a película de fantasía. Pero de aprobarse lo que hasta ahora se dibuja en el proyecto constitucional, habrá que diseñar cómo, en una población donde casi el 100% tiene ancestros de pueblos originales (aparte de españoles, alemanes, italianos, y ahora venezolanos o peruanos), con una muchedumbre postulando a esos beneficios de raza, la ley se las arreglará para hacer tan finas distinciones. (La Tercera)

César Barros

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