Roberto Ampuero Espinosa

Biografía Personal

Ampuero Espinosa Roberto (1953) [1] hijo de Roberto Ampuero Brule (1927-2012) [2]: “Mi padre fue masón toda su vida y en ese marco conoció a Salvador Allende y por eso se volvió socialdemócrata avant la lettre… mi padre agnóstico con sueños de reformas sociales”,

y de Angélica Espinoza Inostroza [3]: “Mi madre ha sido católica desde siempre, aunque piensa, y a sus ochenta y cinco años con mayor convicción, que después de esta vida no hay otra”. Escritor,

“Crecí oyendo a Creedence Clearwater Revival y a Quilapayún en mi adolescencia. Chile no era el mejor país de América Latina, pero tampoco el peor. Digamos que figuraba entre los cuatro más estables, prósperos y democráticos del continente. Crecí en el pluralismo… volviendo al Chile de 1970:

Casado primero en Cuba con Margarita Andrea Cienfuegos (5); casado luego con Ana Lucrecia Rivera Schwarz [4], diplomática, embajadora de Guatemala en Alemania.

«Había dejado el Chile de la Junta Militar entre gallos y medianoche, sin aguardar siquiera el permiso de la Juventud Comunista, organización en la que militaba y a la cual la dictadura perseguía implacablemente por haber respaldado a Allende en su intento de instaurar el socialismo… estudiaba filosofía en la Karl Marx Universitat en Leipzig… me decía que dentro de poco,, un año a lo mas, Chile recuperaría su senda de país sudamericano austero, estable, de ejemplar desarrollo democrático y yo podría regresar el añorado hogar paterno…  (5)

 

[2] (1) Septiembre 2013. I. 1.655 nac 1927 El Puerto, 1 julio 1927, hijo de Eusebio y Jenoveva Brule de Ampuero (“Mi abuela paterna, que llegó de la Normandía a Chile, a fines del siglo XIX, junto a sus padres, para radicarse en Chiloé, dijo siempre, con sus ‘erres’ guturales y su sarcástico espíritu cartesiano, que Chile no tenía remedio”).

[3] (1) Septiembre 2013.  Inscripción 1610 nacimiento 1928 El Puerto, 6 junio 1928, hija de Valentín Segundo Espinoza (“Mi abuelo materno era una ávido lector de Teihard de Chardin y Jacques Maritain, una suerte de demócrata cristiano doctrinario de los de antes, adversario del socialismo”) y Gregoria Inostroza de Espinoza

 

(5) «… me estremecí al verla. Sus  ojos eran dos lamparones verdes en medio de un rostro bellísimo e inteligente y su cuerpo me recordó las ondulaciones de una guitarra. Pálida y ojerosa como las vírgenes de Murillo, llevaba el caballo suelto sobre la espalda y al caminar maneaba despreocupadamente sus anchas caderas…  recitaba de memoria a José Martí y a Nicolás Guillen, amaba a Alejo Carpentier, Julio Cortázar y Gabriel García Márquez y  mostraba interés por todo lo relacionado con las luchas populares de la región… rechazaba el marxismo dogmático y sabia del decepcionante atraso económico y tecnológico en que se debatía la Unión Soviética, circunstancias que proyectaban en su opinión cierta incertidumbre sobre el porvenir del comunismo…  su padre fue guerrillero, y fiscal de la República, embajador en Polonia, luego en Moscú».  De su libro «Nuestros años verde olivo» (1999)

Descendencia

Ampuero Flórez Fernando Roberto (1975)[1] cm Gilda Daniela Nathich Gómez

Ampuero Rivera Ignacio (1991)[2] nacido en Bonn Alemania

Ampuero Rivera Jimena (1990)[3] nacida en Bonn, Alemania

[1] I. 1.027 nac 1996 Santiago, nacimiento 1975 en Cuba; I. 785 matrimonio 1999 Las Condes, divorciados  2013

[2] I. 2.764 nac 1997 Santiago, 16 diciembre 1991

[3] I. 2.356 nac 1992 Santiago, 18 octubre 1990; La Segunda 26 julio 2011.

Fuentes

Familia

Honecker, la izquierda y la derecha 9 enero, 2023

Hace treinta años, el 14 de enero de 1993, arribó a Chile el “padre” del Muro de Berlín y dictador comunista de la denominada República Democrática Alemana, Erich Honecker. Llegó después de que la justicia de la República Federal de Alemania (ya como Alemania reunificada) suspendiera el juicio en su contra por la violación de derechos humanos atendiendo a razones de corte humanitario: su delicado estado de salud. El hombre que dirigió con mano de hierro durante 18 años el país amurallado padecía de un cáncer hepático que lo condujo a la muerte el 29 de mayo de 1994, en Santiago.

Hay asuntos en extremo paradójicos en la vida de este ícono comunista internacional. Lo primero es que fue defenestrado por sus camaradas del gobernante partido PSUA (Partido Socialista Unificado de Alemania, comunista), uno de los cinco tolerados por la Constitución política de la RDA, pero el único con derecho a gobernar. La razón de su caída en desgracia fueron las masivas protestas populares de 1989, que derribaron el Muro y el socialismo. Hasta ese momento, y desde 1949, cuando se fundó la RDA, el PSUA ganaba todas las elecciones con un “respaldo popular” que fluctuaba entre 95 y 99% (sic) de los votos. En un intento por salvar algo del poder, sus camaradas lo depusieron y permitieron el libre debate y el libre tránsito a Occidente, lo que acabó en un par de semanas con el país más próspero de los estados comunistas, pero de modesto nivel frente a Europa occidental.

Otro hecho paradójico es que fue la misma justicia alemana federal, que Honecker tanto criticó a lo largo de su vida por “clasista”, la que lo dejó en libertad por consideraciones que su régimen jamás tuvo hacia disidentes, críticos o adversarios, a los que condenaba con penas extremas y a manos llenas. Alemania comunista cobraba a Bonn 25.000 marcos occidentales por cada preso político que aceptaba liberar, lo que condujo a un macabro círculo vicioso que reportaba ingresos al presupuesto de la RDA, siempre escaso en “valuta”.

Al quedar libre, Honecker optó por irse al extranjero, al exilio voluntario, y vino a nuestra patria. Lo paradójico es que recurrió al derecho que, mediante el “padre” del Muro le negó siempre a sus compatriotas: el de salir (temporal o definitivamente) de su patria. En esto fue de una crueldad escalofriante: mantuvo la orden de disparar a matar contra quienes intentaran trepar la frontera interalemana para huir del socialismo. Los documentos prueban que fue su sucesor y delfín, Egon Krenz, quien modificó esa instrucción en los estertores del régimen, instruyendo a los guardafronteras impedir las fugas “aplicando sólo métodos de fuerza corporal”, no letales. Nada más acusador contra Honecker que el documento con la firma de su camarada Krenz.

Pero hay más elementos paradójicos: Honecker desechó el asilo que le ofrecieron Cuba, Corea del Norte y Siria (Moscú no quiso que se quedara en Rusia), aliados o socios ideológicos de su extinto Estado, y prefirió venir al país “neoliberal” que daba los pasos iniciales en su exitosa transición a la democracia con estabilidad y crecimiento, y al cual los comunistas definían (y definen) como “el modelo impuesto a sangre y fuego por el dictador Pinochet”. Es cierto, tenía familiares en nuestro país, pero de un ícono comunista mundial como él, que jamás se arrepintió de sus actos represivos al mando del Estado totalitario, se hubiese esperado un exilio con mayor simbolismo y consecuencia política.

Hay otra situación paradójica en su desplazamiento final a Chile, una que nos atañe e interpela como chilenos: ¿Por qué este exilio tan significativo, que cierra en cierta forma la Guerra Fría y vincula a nuestro país con esa fase, se desvaneció de la memoria en los medios, los partidos políticos, el mundo intelectual y, por ende, de la memoria de los chilenos? ¿Qué incomoda de este capítulo a fuerzas hegemónicas en la escritura del relato y la memoria nacionales que posibilitó una amnesia colectiva? No hubo otro país en el mundo que recibiera a dictadores comunistas defenestrados, todos violadores sistemáticos de derechos humanos. Ninguno. Sólo Chile. 

Y sin embargo, un espeso silencio, una lápida de la desmemoria terminó por ocultar aquí ese exilio que culmina parte importante de la segunda mitad de nuestro siglo XX. Al mismo tiempo que reconstruíamos nuestra democracia, frágil y amenazada entonces, brindamos refugio precisamente a un dictador implacable, al “arquitecto” del ignominioso Muro de Berlín, donde murieron acribilladas más de doscientas personas, miles quedaron mutiladas o heridas, y miles más fueron encarceladas por intentar cruzarlo y vieron así arruinadas sus vidas y la de su familia. Sí, se trató del hombre que mantuvo encerrado por decenios a 17 millones de habitantes hasta que cumplieran 65 años de edad, y que impuso a quienes lograron evadirse una pena criminal e inmisericorde: prohibición vitalicia de volver a visitar la tierra natal.

Existen más aspectos paradojales. Corresponde preguntarse si hubo fuerzas nacionales o extranjeras que presionaran al gobierno del demócrata don Patricio Aylwin a recibir al tirano defenestrado. Porque la contradicción es flagrante: Chile recién saliendo del régimen militar, al que un vasto sector nacional condenaba por violar los derechos humanos vociferando el “¡Nunca más!” y el “No habrá perdón ni olvido”, brindaba al mismo tiempo hogar al tirano Honecker. Y hay más reflexiones pendientes al respecto: Gradualmente se fue extendiendo en Chile un manto de silencio sobre este particular vecino de nuestra capital, el segundo mayor dictador alemán del siglo XX. Se observa en esta materia un perdón y una amnesia que huele a incoherencia política y ética, y que reclama ser analizado.

La verdad es que nuestro país no ha abordado, en tanto conciencia histórica democrática, el exilio del dictador Honecker en Santiago. ¿Por qué se facilitó o posibilitó su exilio? ¿Qué factores permitieron que, en un país donde la denuncia contra la violación a los derechos humanos es desde entonces una constante crucial en el debate político, se sepultara esta contradicción que clama al cielo? Cuesta entender que un país que venía de 17 años de régimen militar haya acogido a quien encabezó durante 18 años a un régimen comunista que sólo sobrevivía manteniendo de rehén a toda su población.

Hiere el silencio que han cultivado durante tres decenios sectores de la izquierda chilena al respecto, y azora el que han guardado sectores de derecha. El silencio de unos y el de otros revela quién entiende la importancia de la batalla de las ideas y de los relatos en la sociedad, y quién no la capta o, peor, la descarta.

Un último apunte sobre el tema: Cerca de 2.500 chilenos vivieron (viví) detrás del Muro, en la RDA gobernada por el dictador Honecker, pues huían del dictador Pinochet. Muchos de ellos recuerdan hasta hoy con gran nostalgia al sistema que los acogió y que encerraba asimismo a sus propios vecinos y colegas alemanes. Estos compatriotas vitorearon hasta el final al dictador y a su esposa (durante la friolera de casi 30 años ministra de educación de la RDA, y acusada de incidir en adopciones forzadas de menores) por identidad ideológica. Piensan que lo recibido obliga a callar.

Hay otra parte de los compatriotas, creo mayoritaria, que también vivieron detrás del Muro y captaron que era una dictadura, pero prefirieron silenciar su crítica por gratitud hacia la solidaridad recibida. Pero también hubo compatriotas, una ínfima minoría entre los 2.500, que al comprobar la esencia dictatorial del régimen amurallado, renunciaron (renuncié) a la beca, al puesto de trabajo o al techo que les otorgaba el Estado comunista, y que buscaron (busqué) su futuro al otro lado del Muro, en la inseguridad social y la dura competencia del capitalismo, para hacer su vida libremente y exigir fuerte y claro para otros pueblos -a través de la palabra, el arte o la literatura- lo mismo que exigíamos entonces para Chile: libertad, democracia y prosperidad.

La historia le dio la razón a los chilenos que rompimos con el marxismo-leninismo en el socialismo realmente existente como alternativa para nuestra patria. Nada queda ya de aquel mundo, y la RDA existe hoy en un museo en el Berlín unificado y en los grises segmentos del criminal e ignominioso Muro.

En este año en que se cumple medio siglo del 11 de septiembre, y el Presidente Boric se propone una maratón de actividades conmemorativas, corresponde que intente acompañarla con una reflexión amplia, compleja e integral, no esquemática ni maniquea, sobre las causas que a partir de fines de los años sesenta nos dividieron y enfrentaron y estuvieron a punto de llevarnos en 1973 a la guerra civil.

La visión presidencial también debe incorporar la fatal atracción  de amplios sectores de izquierda por dictaduras redentoras, sean las de los Castro, Chávez, Maduro, Ortega o Kim. Utilizar la conmemoración del medio siglo para obtener resultados electorales de corto plazo no le servirá al Mandatario para contribuir a la educación cívica del país ni tampoco para unirlo.

Boric tiene este año una gran oportunidad para imitar de verdad a don Patricio Aylwin, y para dar el imperioso brinco que necesita para dejar atrás la imagen del dirigente estudiantil que aún muchos tenemos de él y alcance y “habite” el sitial que le corresponde constitucionalmente, el de Presidente de la República de Chile. (El Líbero)

Roberto Ampuero

Memorias de un comunista, la revolución chilena y Kafka 2 febrero, 2023

Acabo de devorar Memorias de un militante, nuevo libro de Patricio Cueto Román, escritor y ex dirigente comunista chileno, en que relata las delirantes y siniestras vicisitudes que tuvo que atravesar tanto en la clandestinidad bajo el régimen militar chileno como en el exilio detrás del Muro, en la extinta República Democrática Alemana. Se trata de una obra honesta y valiente, sin pelos en la lengua, que indaga en la polarización del Chile a partir de los años sesenta del siglo pasado, el fracaso político y militar del gobierno de la Unidad Popular y “la vida de los otros”, la auténtica, en los desaparecidos países comunistas.

Patricio Cueto Román nos conduce por un periplo que comprende su rol como miembro del aparato de inteligencia del PC encargado de recolectar información sobre las fuerzas armadas, el 11 de setiembre de 1973 y su refugio en la Embajada de Honduras, su posterior tránsito a Honduras y Holanda, después los decisivos años de exilio en la República Democrática Alemana, y su posterior residencia transitoria en España y Argentina, así como el regreso definitivo a Chile. Basado en esa pedregosa y ardua experiencia vital, que no es simplemente académica o libresca, y tiene lugar en la Guerra Fría, escribe sus contundentes Memorias de un militante.

Durante su exilio en el socialismo amurallado, el autor continuó labores de seguridad en el PC hasta que se convenció de que la tarea, en realidad de carácter amateur, era una forma en que los dirigentes en Berlín Este lo mantenían ocupado y controlado, y que por lo mismo carecía de sentido. Admite que la primera trizadura en su ideología surgió cuando constató que “los máximos dirigentes de su partido habían optado (el 11 de setiembre) por el repliegue” sin avisar a la militancia “y sin explicaciones del porqué no se hizo nada por defender al gobierno y al compañero presidente, que muere por su propia decisión, pero en el más absoluto abandono…” de quienes hoy lo inscriben en sus banderas y se disputan su pertenencia.

Al cerrar el libro me quedé con la amarga y perturbadora sensación de haber transitado por un universo kafkeano guiado por un hombre que bien pudo no haber sobrevivido el viaje para contarlo, y la convicción de que la memoria política chilena referida a los últimos seis decenios requiere de más voces como esta. Sólo con ellas, marginadas por una sectaria “historia oficial”, es posible reconstruir el rompecabezas de nuestro complejo pasado de modo fidedigno, inclusivo, diverso y no maniqueo.

Razones para contar su verdad

Dos razones lo llevaron a escribir el libro: “la primera es el intento de alcanzar, a lo menos, la comprensión de los demás”. Esto es valioso por cuanto pone de manifiesto un esfuerzo reconciliador hacia sus compatriotas, incluidos aquellos que antaño vio como enemigos a erradicar. En este sentido explica los motivos que lo condujeron a abrazar la causa totalitaria que proclama un modelo que no ha conducido ni a la democracia, la igualdad, la libertad ni la prosperidad en parte alguna del planeta.

La segunda razón fue “el enorme deseo (de) que, a partir de la lectura de estas experiencias, los jóvenes de mi país que recién comienzan a transitar con enorme misticismo y entrega por los caminos de la política… sepan de la experiencia… de una persona que no le supo poner límites a esa entrega, y que después de décadas sigue pagando el alto precio que eso engendra”. Se trata, por lo tanto, de compartir una memoria que sirva también a los jóvenes que no vivieron los sesenta ni los setenta y que llegan a posiciones de alta responsabilidad con lecturas de textos redactados desde una sola perspectiva sobre ese crucial y complejo período de historia. Ya Unamuno advirtió sobre los peligros de leer de forma restrictiva: “cuanto menos se lee, más daño hace lo que se lee”.

Cueto Román describe el proceso personal del militante comunista: deja de ser un joven alegre y flexible, preocupado por los temas sociales, y se convierte en un apparatchik pragmático, leal al dogma, fanático de su ideología y dispuesto a cumplir cualquier tarea que el partido le encomiende. Emotiva es la forma en que presenta el proceso a la inversa tras sufrir el desencanto con el marxismo-leninismo, las prácticas autoritarias del partido y comprobar la inviabilidad de los regímenes comunistas (todo antes del desplome de estos), e inolvidable resulta la descripción de “cuando comenzó su proceso de volver a ser Patricio Cueto Román”.

El libro aporta también sus reflexiones sobre lo que significa militar en “una institución que cree tener todas las respuestas -y que por lo tanto, ya no hay dudas-, porque ya lo tiene todo resuelto el partido”. Al seguir ciegamente “la causa”, agrega, se desarrolla “necesariamente una personalidad fría, calculadora, cínica en la mayoría de tus acciones, y que sólo se transforma en una personalidad ardiente cuando “la causa” reclama tu entrega”. Es en esa militancia, que demanda todo de él, que Cueto Román posterga a su familia, viejas amistades y metas profesionales y se interna a ojos cerrados por el estrecho pasadizo que le trazan los dirigentes de la organización.

Debido a su trabajo conspirativo y al hecho de que éste fue revelado en detalle por un medio chileno en los últimos meses del gobierno de Allende, el autor se vio obligado a exiliarse en la embajada de Honduras tras el golpe militar. Después de numerosas aventuras propias del realismo mágico, llega a vivir a la RDA, donde recibe su primer encargo, digno de Ripley: desarticular una huelga (sic) de chilenos, dirigida por un militante del PC criollo, en protesta por las abusivas y nocivas condiciones de trabajo que les imponían las empresas estatales del país socialista.

La inédita huelga de chilenos en la RDA

Pocos saben que la primera huelga en la RDA (tal vez la única que tuvo lugar en los 40 años de la dictadura) fue organizada por compatriotas exiliados en el socialismo, en la zona industrial altamente contaminada de Halle. Desde luego azorados por la reacción y sin saber cómo enfrentar algo tan inusitado (las huelgas en el socialismo están prohibidas pues las empresas “pertenecen” a los obreros), los comunistas alemanes recurrieron a sus camaradas chilenos para que disciplinaran a su gente y no contagiaran a los obreros germano-orientales con un derecho propio de sociedades abiertas. Debería conmemorarse, por cierto, esa notable conducta de militantes comunistas y socialistas chilenos ante el socialismo de la RDA.

Cueto Román tuvo que convencer a los decididos compatriotas de deponer la huelga para alcanzar un mejor trato para ellos. La situación no era fácil ya que los camaradas estaban furiosos al constatar que los enviaban a cumplir labores dañinas para la salud por los gases y químicos que respiraban sin tener protección adecuada, y que los germano-orientales eludían desde luego cumplir. “No es todo oro lo que brilla”, solían decir los ciudadanos de la RDA a los chilenos recién llegados entonces, y no dejaban de tener razón.

El autor reflexiona asimismo sobre el poder autoritario que ejercía el comité chileno “antifascista” sobre los chilenos detrás del Muro, los privilegios de los compatriotas dirigentes y los abusos cometidos a través de una organización inserta en una sociedad totalitaria. Cueto Román destaca la solidaria recepción que se brindó a los cerca de 2.500 chilenos exiliados en la RDA, que a su llegada recibieron techo y trabajo así como subvenciones para vestirse y amoblar la vivienda que se les asignaba, trato preferencial que despertó crítica soterrada entre alemanes.

Las memorias se refieren también a la tenebrosa obligación que impuso el partido comunista a sus militantes (no a los dirigentes) de “proletarizarse”, para lo cual envió a cientos a trabajar en las fábricas estatales. Se trataba de un programa que se aplicó en la revolución cultural china y la dictadura castrista en su fase guevarista, y que pretendía librar del “comportamiento pequeño burgués” a militantes pertenecientes a sectores acomodados. La igualdad comenzaba, desde luego, nivelando hacia abajo. De este modo, dice el autor, militantes de base ingresaron a un “proceso de proletarización” similar a las campañas de “reeducación” del estalinismo en Rusia”.

Lectura en el marco del 50 aniversario del «11»

Se trata de un libro que conviene leer además en el quincuagésimo aniversario del 11 de setiembre de 1973, pues redondea y complementa, a través de experiencias dentro y fuera del país, el asfixiante clima de polarización y división que se impuso en Chile desde fines de los sesenta, bajo el gobierno de Eduardo Frei Montalva, cuando el partido socialista (Congreso de Chillán, 1967) y el MIR postularon la vía armada para imponer las transformaciones profundas y construir el socialismo.

El relato de Cueto Román es potente pues narra lo que él vivió como militante en Chile y la RDA, y está “basado en hechos reales”, como destaca la portada del libro editado por Trayecto Editorial. Es probable que los partidarios de “la historia oficial” guarden silencio al respecto y que los militantes de la “política de la cancelación” inicien campañas de descrédito y funas en su contra, pero quienes -de centro, derecha e izquierda- desean escuchar voces diversas sobre la historia reciente de Chile para formarse una opinión propia, leerán con gratitud y azoro Memorias de un militanteEl libro les dará a conocer la perversión de las pulsiones represivas que surgen dentro de partidos totalitarios o comunidades exiliadas dirigidas por políticos que se sienten dueños de la verdad y contaban con el respaldo del sistema totalitario que regía en la RDA hasta su desplome en 1989.

Sólo ignorando aportes vivenciales y reflexivos como el de Patricio Cueto Román se sostiene el “relato oficial” hegemónico sobre la compleja y historia de los últimos sesenta años del país. Es de esperar que los discursos que pronuncie este año el presidente Boric incorpore también, junto a la condena del régimen militar y las violaciones a los derechos humanos cometidas, la voz de los compatriotas que la extrema izquierda cancela de la historia y la cultura chilenas.

En el socialismo de la RDA eran todos iguales, pero unos eran más iguales que otros: los dirigentes germano-orientales lo eran, y también los chilenos por un simple detalle: contar con un pasaporte chileno que imposibilitaba que el régimen nos mantuviera -como a sus ciudadanos- encerrados detrás del Muro hasta alcanzar la jubilación.

Recomiendo las memorias de Patricio Cueto Román y celebro su coraje civil y su aporte a la construcción de una memoria nacional sin dogmas, silencios, discriminación ni marginación. (El Líbero)

Roberto Ampuero

50 aniversario del Once: ¿Accederemos a la verdad total?, Roberto Ampuero 11 marzo, 2023

En este año del 50 aniversario del 11 de septiembre de 1973 el país no alcanzará una visión mínimamente compartida sobre esa fecha -día que amanece con un Chile pluralista que se desliza por el filo de la navaja hacia la guerra civil, y se acuesta con un Chile regido por una junta  militar- mientras no se admita que nuestra democracia agonizaba o ya estaba muerta, y que esa noche lo que tuvo lugar fue su sangrienta sepultura.

A la democracia la liquidaron integrantes de la clase política de entonces. Los datos lo demuestran: Antes de ese día llegó el país a la polarización extrema, al odio fratricida, al fin del diálogo nacional, al sistema de racionamiento de alimentos, a la inflación más alta del mundo, a la ocupación de campos y fábricas, a la aparición de grupos armados y combates a muerte en las calles, al colapso social y económico del país y al acuerdo de la Cámara de Diputados que declaró inconstitucional al gobierno de Salvador Allende. Esa es la trágica y letal verdad: la clase política no logró sacarnos del callejón sin salida en que nos metió.

Reducir el Once sólo a la intervención militar es eludir la trama histórica profunda, completa y lacerante, un cherry picking en el pasado que esquiva lo evidente: la (falta de) responsabilidad de integrantes de una generación de políticos -en su mayor parte ya fallecidos- en la peor tragedia del Chile del siglo XX. Continuar imponiendo un análisis estático, ajeno al flujo entreverado de la historia, omitiendo la relación causa y efecto de los procesos histórico-sociales, imposibilitará durante otro medio siglo acercarse al cuadro completo de lo acaecido tal como fue, atribuir responsabilidades, extraer lecciones y posibilitar el reencuentro que el país necesita para superar este infernal clima de odio, reproches y descalificaciones, de interpretaciones maniqueas con mezquina intencionalidad partidaria que convierten cada año a Chile en un déjà-vu sin fin.

Dicho esto, reitero lo siguiente: Primero, nada justifica la violación de derechos humanos ni en Chile ni en Cuba ni Venezuela, ni en el extinto campo socialista o donde sea. Segundo: exigir que se despliegue la historia completa del Once desde su inicio, que parte mucho antes de 1973, no es jugar a la lógica del empate, ni ser negacionista ni justificar violaciones de derechos humanos. Por el contrario, es defender el derecho ciudadano -en particular de las generaciones jóvenes- a conocer a fondo nuestro tortuoso pasado, a ver el filme íntegro, el lienzo completo de la tragedia y no sólo segmentos seleccionados.

Acercarnos al tema plenamente desplegado medio siglo después de lo vivido entonces -la mayoría puede hacerlo sólo a través de textos, discursos partidarios o narrativas apologéticas o demonizadas-, exige una honestidad que perturba a muchos. Un aspecto -insisto- fueron las condenables violaciones de derechos humanos bajo el régimen militar (también hubo víctimas de esta parte), y otro la responsabilidad que le cupo a fuerzas revolucionarias que procuraron hacernos transitar, mediante resquicios legales y “acciones de masas”, de nuestra entonces digna democracia hacia una transformación radical del país inspirada -está en consignado los textos de la época- en Cuba, Vietnam, URSS y/o otros estados comunistas.

Es innegable que al gobierno de Allende no lo inspiraron modelos socialdemócratas ni de economía de mercado al diseñar el Chile al que aspiraba. Estos eran vistos por la izquierda entonces como “traición al pueblo” y funcionales al “sistema imperialista mundial”.

La adhesión gradual de una minoría de la izquierda chilena a la socialdemocracia europea se produce un decenio después, principalmente a través de compatriotas que en el exilio -al ver las bondades de la pujante Europa occidental frente a la triste realidad del socialismo amurallado- concluyen que la opción no era binaria entre Castro o Pinochet, sino un centro algo inclinado hacia la izquierda, el mismo que desdeñaba su jacobinismo hasta mediados de los setenta. Muchos de los radicales de entonces -denominados en Cuba “comecandelas”- sufrieron la conversión a la luz de los candelabros de salones socialdemócratas europeos, pero otros la siguen viendo en el Kremlin o La Habana.

Lo deplorable es que, antes de eso, en la década del 1960, el PS estaba  convencido de que en Chile, bajo el Presidente Eduardo Frei Montalva (1958-1964), vivíamos bajo una “dictadura fascista” (sic) que había que enfrentar política y militarmente.

La “dictadura fascista” de Frei Montalva

¿Alguien medianamente cuerdo cree hoy que el gobierno reformista democristiano fue una “dictadura fascista”, como lo definió el congreso de 1967 del PS, y que debía ser derribado usando la lucha armada y ser sustituido por un dictadura de obreros y campesinos? Es lo que planteó ese congreso. Cito a continuación del interesante Archivo Clodomiro Almeyda algunas de las definiciones de la tienda del Presidente Allende.

¿Cómo describe el PS al gobierno de Frei Montalva? Así: “El actual gobierno es una dictadura fascista contrarrevolucionaria cubierta con una careta legalista y pseudo‐reformista”. Y agrega en otro acápite: “El régimen de la DC es fascista, contrarrevolucionario y prolongación política criolla del imperialismo”. Y añade: “O se le hace oposición que es una manera de ofrecer una válvula de escape o se preparan las condiciones para derribarlo”.

Cabe recordar que Chile entonces era reconocido mundialmente por su estabilidad democrática. En Europa saludaban la “revolución en libertad” de Frei Montalva como alternativa frente a Fidel Castro que regía desde enero de 1959 y adiestraba guerrillas por doquier. El PS, partido que sería clave en el gobierno de la Unidad Popular y admiraba a Cuba y Vietnam, y algo menos a la URSS y al socialismo detrás de la Cortina de Hierro, calificaba ya en los sesenta al gobierno democratacristiano de “dictadura fascista” mientras aplaudía al mismo tiempo a cruentos tiranos.

En ese estado de fervor revolucionario, el PS instruyó cómo debía defender su modelo socialista para Chile: “Su defensa frente a la contrarrevolución sólo puede asegurarse mediante el ejercicio directo de la soberanía por las masas explotadas y el uso de la violencia revolucionaria contra quienes quieran restaurar el régimen burgués. En otras palabras, para las masas, democracia directa; frente a la contrarrevolución, dictadura revolucionaria”. Ahí queda expresada la “sensibilidad” democrática del PS en los sesenta: etiqueta fascista para la Democracia Cristiana, opción por la vía armada y una dictadura para proletaria para Chile. No lo afirmo yo, sino el congreso del PS de 1967, mientras Allende calentaba motores para su campaña presidencial.

No citaré todas las tesis, porque son demasiadas y estremece la ligereza de un partido histórico que -junto con el PC- terminaría sufriendo a partir de 1973 el grueso de una represión, aunque de signo opuesto, que cinco años antes propugnaban: “El Partido no pierde de vista que entramos a la etapa de la resistencia activa y que luego vendrá la lucha armada y, más tarde, la insurrección y la guerra civil para decidir el proceso histórico chileno. Todo lo que sirva en ese sentido, debe ser aprovechado. Todo lo que se oponga a la preparación para la violencia, debe ser desechado”. Todo esto bajo Frei Montalva…

El PS no fue, sin embargo, la única tienda que elaboró, en las puertas de la elección de 1970, una estrategia violenta para acceder al poder. Ya desde 1965 operaba militarmente el MIR, adiestrado por La Habana, pues se inspiraba en la vía armada de Fidel Castro contra Fulgencio Batista (1952-58), estrategia que inició en 1953 asaltando el Cuartel Moncada y continuará en 1956, después de que Batista lo indulta en 1955, para iniciar en enero de 1959 su dictadura. Por cierto, la dictadura más longeva de Occidente -lleva 64 años- aún no genera la condena del PS ni del PC chilenos, ni tampoco del MIR y fuerzas afines.

Ese era entonces el estado de salud y de aceptación de nuestra democracia antes, y esas eran las estrategias y tácticas políticas de influyentes partidos nacionales. Imaginar que el país era un remanso idílico con una democracia respaldada por todos los partidos, es no conocer al Chile de hace medio siglo. El único partido de izquierda “moderado” entonces era el PC, acusado de “reformista” por sus socios por haberse jugado hasta el final por el programa de la UP, aunque el PC proponía como modelo socialista a Bulgaria, la dictadura estalinista impuesta por las tropas soviéticas después del fin de la Segunda Guerra Mundial.

Otro elemento que debe ser incluido en una visión amplia del Once es el Acuerdo de la Cámara de Diputados de Chile, del 22 de agosto de 1973, que declaró la ilegitimidad del gobierno de Allende. Más allá de interpretaciones con respecto a su constitucionalidad, ella refleja lapidariamente el estado terminal de nuestra democracia y el quiebre de la institucionalidad chilena, revelando que el país marchaba a la deriva, fracasados ya todos los esfuerzos por resolver políticamente un duelo entre el Gobierno que no transaba en su objetivo de instaurar el socialismo, y la mayoría del país (desde socialdemócratas moderados y demócrata-cristianos hasta derechistas) opuesta tenazmente a la instauración del socialismo revolucionario.

Obsesión de Fidel Castro por Chile

Hay otro factor relevante en este cuadro: La destemplada visita de Fidel Castro de 24 días a Chile en 1972 mostró cuán obsesionado estaba el dictador con la posibilidad de una alianza revolucionaria con Chile. Y su visión no emanaba precisamente de una postura pro democracia representativa sino de la práctica de su dictadura totalitaria y de la de otros estados socialistas.

Es insólita en la diplomacia mundial una visita de esta naturaleza y extensión. Fue una afrenta a Chile y Allende, quien miraba impotente cómo el cubano, casi en calidad de pro-cónsul, recorría el país de norte a sur, pronunciando discursos donde le placía, repartiendo consejos no solicitados de cómo dirigir una revolución y consolidar el poder, sin informar a La Moneda cuándo se marcharía. Todo esto ante la ira y el estupor de los chilenos.

Allende debe haber contado entonces con un apoyo ciudadano similar o menor al que tiene Boric hoy. Para hacernos una idea de la crítica polarización en que nos hallábamos, agravada por la inflación desatada y el desabastecimiento y racionamiento de los alimentos, conviene imaginar qué situación tendríamos hoy si Boric permitiese que Díaz-Canel o Maduro llegase a Chile en visita indefinida, y los partidos simpatizantes le organizaran una gira de 24 días por el territorio nacional pronunciando discursos injerencistas sobre nuestra política y loas a su propia dictadura. Seamos realistas, ese era el grado de “sensibilidad” democrática entonces, algo inaceptable hoy para la ciudadanía.

Y traigo aquí a colación a Castro y sus fuerzas adiestrados en Cuba porque él  se adueñó entonces incluso de la imagen de Allende después de su suicidio. El 28 de septiembre de 1973, ante más de cien mil cubanos convocados a la Plaza  de la Revolución, en La Habana, el caribeño difundió al mundo la leyenda de que el Presidente había caído combatiendo abatido por las balas del “ejército fascista de Chile”.

No tuvo empacho en torcer la historia y ocultar el suicidio del Mandatario y presentar su muerte a su aire, nada menos que la muerte de Allende, quien, a diferencia de él, accedió al gobierno mediante una elección, convirtiéndolo cruelmente en una imitación tardía y fracasada de él mismo, en un fidelista improvisado y de última hora. Aún muchos creen en la patraña castrista sobre el trágico fin de Allende.

Es indiscutible que para importantes sectores de la izquierda de los sesenta y setenta la violencia era un método legítimo para instaurar un sistema revolucionario, y las dictaduras comunistas eran tolerables o cuando no justificables por los objetivos igualitarios que proclamaban. La valoración profunda de la democracia representativa en parte de ella surge cuando sufre la represión dictatorial en Chile, y en el exilio conoce la Europa dividida, el eurocomunismo y el poder entonces de los socialdemócratas. No es sostenible que la izquierda se identificara con la democracia representativa y los derechos humanos en la etapa de nuestra historia a la que aludimos.

Prueba de esto es que aún en la actualidad existen partidos y movimientos de izquierda que celebran a los regímenes de Cuba, Venezuela, Nicaragua, Corea del Norte y al de Putin. Esa parte de la izquierda que mantiene una relación ambigua con dictaduras, practica hoy la doble moral al condenar (con razón) a las dictaduras de derecha del pasado, pero calla, o elude vergonzosamente la condena de las actuales dictaduras izquierdistas, cuando no las aplauden o se fotografían junto a sus tiranos favoritos.

Es crucial el análisis holístico de los 50 años del Once por cuanto permite conocer el clima político y el grado de sensibilidad democrática existentes entonces en el país, y permite además examinar si se han extraído lecciones de esa tragedia que impidan su repetición.

Es claro que la mayoría de la ciudadanía y las instituciones de Chile valoran los derechos humanos y condenan transversalmente su violación (materia en que la izquierda seguirá responsabilizando ad infinitum a la derecha, incluso a los derechistas que nacieron en este milenio), pero no ocurre lo mismo con la condena de quienes justifican o propician a partidos que propugnan o justifican alternativas reñidas con los principios democráticos.

Reconocer que el 11 de setiembre de 1973 se halla inmerso en un país azotado desde mucho antes por graves tensiones políticas para los cuales la clase política fue incapaz de brindar soluciones consensuadas que morigeraran la crisis y neutralizaran políticamente a los sectores radicalizados no significa -reitero una vez más- justificar la violación de derechos humanos bajo el régimen militar.

Pero ese análisis permite un examen que no se puede seguir postergando: el de la responsabilidad de la clase política de entonces. Un análisis crítico objetivo de esos años y las lecciones que éste arroje permitirá gradualmente al país estar más alerta frente a  fuerzas que se proponen transformaciones radicales sin contar con las mayorías imprescindiblemente para procesos revolucionarios.

Mientras continuemos enfocados en el tema de la violación de derechos humanos, pero eludiendo el escrutinio de la responsabilidad que le cupo a la clase política entonces (hoy en el último peldaño de la aprobación ciudadana), Chile continuará bregando por más decenios en una arena sucia, dividida y teñida de pasado, en su infinito déjà-vu. (El Líbero)

Roberto Ampuero

Trayectoria Política

Ampuero Espinosa Roberto (1953)[1]  Escritor, JJ.CC. hasta 1978: “Crecí oyendo a Creedence Clearwater Revival y a Quilapayún en mi adolescencia. Chile no era el mejor país de América Latina, pero tampoco el peor. Digamos que figuraba entre los cuatro más estables, prósperos y democráticos del continente. Crecí en el pluralismo… volviendo al Chile de 1970: hoy tengo la impresión que entonces perdimos la noción básica del país que teníamos, confundimos nuestra modesta realidad con una deslumbrante utopía… yo creía a pie juntillas que el socialismo era la panacea para todos los males, y que generaba justicia, verdadera democracia, igualdad y prosperidad” (1);

exiliado en Cuba y la RDA; “Así como creo que la izquierda debe reconocer ante el país los errores que cometió durante el gobierno de la UP, en particular su desprecio por la institucionalidad democrática de entonces, también con que las FF.AA. y de Orden deben  rechazar las violaciones de los DD.HH. que se perpetraron bajo su gobierno” (2);

embajador en México 2011; ministro de Cultura 2012-2014; “Es una tarea gigantesca si la derecha podrá construir su relato inspirador, quiero impulsar este debate. Ir más allá de lo que es la política  estrictamente técnico-parlamentaria. Al quedar solamente en esa inmersión, pierde un sentido esencial que tiene que ver con las alternativas  de una sociedad democrática: Que sea capaz de presentar alternativas inspiradoras por las que valga la pena vivir. No dramáticamente, sino porque hay una búsqueda de algo que realmente trascienda el día a día. Algo que haga sentir que yo creo en este Chile;  hay un proyecto con el cual me identifico, ¿dónde se produce esta necesidad de trascendencia y de identidad, que vaya por encima de la cotidianidad?” (3);

columnista de El Mercurio;

Ministro de Relaciones Exteriores 2018-2019;

“la soberanía no está en cuestión en La Haya” (4);

“Venezuela está inscrita en nuestra región, es una región donde existe una Carta Interamericana, donde están consagrados derechos y obligaciones de los estados… que están vinculados con la democracia representativa y con la separación de poderes” (5);

[1] (1) Discurso, septiembre 2013. (2)  Carta, EM, 5 agosto 2000. (3) La Segunda, 8 mayo 2014. (4) “no hay ninguna posibilidad de que el gobierno de Evo Morales puede cumplir ante la ciudadanía la promesa de que Chile entregue soberanía. Por lo demás, eso no está en cuestión en La Hay. Se trata, entonces, de una promesa imposible” El Mercurio, columna, 8 julio 2018. (5) Entrevista, LT, 19 mayo 2019.

«las mismas fuerzas que quieren fragmentar el Estado unitario de Chile, aplauden o callan ente la invasión y expandión del Estado ruso a costa de Ucrania» 25 febrero 2022

Primero incendiaron el Chile urbano, ahora están incendiando el Chile rural. Y, sin embargo, van por los empresarios  madereros. Lo único que no hacen: asumir su complicidad o silencio cuando Chile comenzó a arder por los 4 costados. Twitter 13 febrero 2023

[2] (1) Septiembre 2013. I. 1.655 nac 1927 El Puerto, 1 julio 1927, hijo de Eusebio y Jenoveva Brule de Ampuero (“Mi abuela paterna, que llegó de la Normandía a Chile, a fines del siglo XIX, junto a sus padres, para radicarse en Chiloé, dijo siempre, con sus ‘erres’ guturales y su sarcástico espíritu cartesiano, que Chile no tenía remedio”).

[3] (1) Septiembre 2013. I. 1610 nac 1928 El Puerto, 6 junio 1928, hija de Valentín Segundo Espinoza (“Mi abuelo materno era una ávido lector de Teihard de Chardin y Jacques Maritain, una suerte de demócrata cristiano doctrinario de los de antes, adversario del socialismo”) y Gregoria Inostroza de Espinoza

[4] “Una inteligente guatemalteca que estudió en Estados Unidos y en Austria, y después fue diplomática en Alemania, Suecia, Finlandia y Chile. El la conoció viviendo en Alemania y de ahí no detuvieron su vida nómade. Pero ahora Lucrecia le dijo: «Se acabó. Aquí nos vamos a quedar», La Segunda 8 mayo 2014;.I. 542 mat 1990 Recoleta, en Tonder, Dinamarca, 17 marzo 1989

Bibliografia

El hombre golondrina: y otros cuentos, 1997 ·»El volumen reúne relatos breves escritos por el autor a lo largo de varios años»
«Nuestro años verde olivo» varias ediciones (1999)
El caso Neruda,  2012, Novela policial en que el mismísimo Pablo Neruda contrata al detective Cayetano Brulé para resolver un caso: la búsqueda de una misteriosa mujer.

El Ultimo tango de Salvador Allende,  2012,
El alemán de Atacama, 2004, 2013, Un nuevo caso del detective privado Cayetano Brulé
Bahía de los misterios,  2013, Vuelve el detective Cayetano Brulé
La otra mujer,  2013, Con un ingenio notable, Roberto Ampuero nos sumerge en una trama que desdibuja los límites entre la ficción y la realidad.
Los amantes de Estocolmo, 2007, 2013, Un texto de intriga y pasión magistralmente escrito
Boleros en La Habana, 2013, Un nuevo caso del detective privado Cayetano Brulé
Pasiones griegas, Roberto Ampuero · 2013, En Pasiones griegas Roberto Ampuero nos entrega una emocionante novela de infidelidad, amor y misterio.
La guerra de los duraznos, Roberto Ampuero · 2014, Única novela de corte juvenil de Ampuero, ambientada en Valparaíso, su ciudad natal, durante el régimen militar de Augusto Pinochet
¿Quién mató a Cristián Kustermann?, 1999, 2012, 2014, Primera novela policial de Roberto Ampuero en la que presenta al detective cubano Cayetano Brulé.
Halcones de la noche, Roberto Ampuero · 2014, Novela policial en que el detective Cayetano Brulé deberá detener una conspiración contra Fidel Castro.
Cita en el Azul Profundo, Roberto Ampuero · 2014, Novela policial en la que el detective Cayetano Brulé viajará por diferentes partes del mundo para resolver el asesinato de uno de sus clientes.
Detrás del muro: Novela de mi memoria imprecisa, Roberto Ampuero · 2014, La esperada continuación de Nuestros años verde olivo, uno de los libros que consagró a Roberto Ampuero como escritor

Diálogo de conversos, Roberto Ampuero, ‎Mauricio Rojas · 2015.
En Diálogo de conversos recuerdan su pasado y los errores de los radicalismos, e invitan a extraer lecciones de esa historia para recuperar el profundo sentido de la amistad cívica en que se basa la democracia así como la credibilidad en .
Sonata del olvido, Roberto Ampuero · 2016, Una novela de intriga, donde todas las certezas parecen desvanecerse frente a un mundo incierto, en una danza seductora que no soltará al lector hasta la última página.
Lucas y el secreto del abuelo, Roberto Ampuero · 2017, Las aventuras de un joven de Valparaíso que sigue los pasos del experimentado investigador Cayetano Brulé Un sorpresivo descubrimiento lleva a Lucas a iniciar una investigación que dejará registrada en su diario de vida,
Diálogo de conversos 2, Roberto Ampuero, ‎Mauricio Rojas · 2017, La segunda parte del libro del best seller de no ficción Diálogo de conversos. Si en Diálogo de conversos 1 del que Mario Vargas Llosa dijo: «Hace tiempo que no aparecía en nuestra lengua un ensayo político tan oportuno y estimulante»
Demonio, Roberto Ampuero · 2021, Nueva entrega de la saga del entrañable Cayetano Brulé.

Otras publicaciones

«¿Murió el pacto programático? De no mediar una palabra pública esclarecedora de Bachelet, el desgastante tira y afloja entre realistas y jacobinos irá para largo, y el país continuará atascado» El Mercurio, 19 julio 2015

«El anti piñerismo como programa de gobierno» El Mercurio 26 marzo 2017 «Paradójicamente, lo único inspirador para la izquierda criolla lo arrojó por la borda en 2010: sus 20 años de colaboración en la Concertación… todo indica que el legado de este gobierno devino en lastre para cualquier candidatura…»

«Asi como creo que la izquierda debe reconocer ante el país los errores que cometió durante el gobierno de la UP, en particular su desprecio por la institucionalidad democrática de entonces,  también en que las Fuerzas Armadas y de Orden deben reconocer las violaciones de los Derechos Humanos que se perpetraron bajo su gobierno» 5 Agosto 2000

«Obama y los Castro, un año después» El Mercurio, 20 diciembre 2015 «Los Castro sienten que tienen nuevos aires para postergar el diálogo con quienes importa: los cubanos de la isla y del exilio»

«Los años del Presidente Lagos»  9 octubre 2016 «Con su administración, Lagos hizo un aporte significativo a la izquierda: probó, tras el malogrado gobierno de Salvador Allende, que un socialista era capaz de presidir Chile sin polarizarlo ni hundirlo en una crisis económica… sin embargo, al anunciar en la repostulación su ‘compromiso’  de continuar las reformas estructurales de Bachelet, Lagos se internó por una vía riesgosa: su continuismo no convence a la izquierda jacobina y genera inquietud en el centro y la derecha» «Muchos de quienes consideran a Lagos ‘viejo’ para postular a la Presidencia no tienen reparos en celebrar a Fidel Castro (90) y a su hermano Raúl , de 88 años».

«Vivir en la Cuba de Fidel» La Tercera, 27 noviembre 2016, a propósito de la muerte de Fidel Castro: «No creo que haya habido una experiencia mas frustrante para el exilio chileno que la de Cuba. Vivir en la utopía era marginarse del mundo, que seguía desarrollándose… sentí a Fidel como un hipnotizador colectivo: en medio del desabastecimiento, el estancamiento económico, la dependencia de la URSS y la decadencia de La Habana, nos  pintaba el cuadro de la utopía, del comunismo triunfante, a la vuelta de la esquina. La gente se alimentaba de los sueños de Castro, que no se materializaban ni materializaron nunca…»

«1917: utopía que se volvió infierno» columna 9 abril 1917 «Parte de la izquierda jacobina criolla siguió a Lenin, y hoy sigue compartiendo su visión… «cuando el sueño nos desborda y creemos que el reino celestial puede ser realizado en este mundo, terminamos construyendo infiernos terrenales», concluye Mauricio Rojas»

«Estamos en un buen momento para que haya una renovación política. Mi generación no logró sacar de la discusión la dicotomia entre Salvador Allende y Augusto Pinochet… el mundo de la cultura está cambiando por errores de la izquierda… dejé de ser comunista porque empecé a desear democracia y libertad. Fue por mi experiencia en Cuba y Alemania Oriental… e fui dando cuenta de que la democracia liberal era muy valioso…» La Tercera entrevista, 1 octubre 2017

«¿La aparición de la UP 2.0?» columna El Mercurio 26 noviembre 2017: «La vieja izquierda se equivoca al ningunear hoy al centro para conseguir los votos de la nueva izquierda: el centro político es esencial y seguirá siéndolo para la estabilidad y la convivencia cívica del país».

Entrevista 20 junio 2021: «La política no solo debe basarse en cifras, hay otro factor importante que es lo emotivo»
Estamos en un cambio de época, marcado por una nueva hegemonía mundial, con Estados Unidos y una China que crece aceleradamente, por otro lados las redes sociales les han quitado a los partidos el monopolio de convocar y organizar a sectores de la sociedad, y también hay fenómenos nuevos que tienen que ver con el área del trabajo, la pérdida de puestos de trabajo, por efectos de la globalización. Hay una incertidumbre muy grande a nivel mundial que es lo que está marcando el ánimo de la ciudadanía, porque vamoa a una velocidad muy grande y los partidos tradicionales no han logrado entregar una respuesta clara.

Roberto Ampuero  @robertoampuero: La mejor entrevista que he visto del Pdte
@GabrielBoric  fue hoy en ⁦⁦  @Mega⁩. Bien q asuma parte de sus errores y conversiones, y valore + el cargo q ocupa.  13 marzo 2023
Opiniones sobre Ampuero

«La desmesura de Roberto Ampuero» El Mercurio, 30 noviembre 2014: «Roberto Ampuero se dedicó, en su intervención en la Enade, a exacerbar los temores irracionales y torpes de algunos empresarios que lo aplaudían de  pie: la vuelta de la UP, el retorno de los sueños del estatismo, la dominación cultural».

El nepotismo en el socialismo del siglo XXI 11 marzo 2015

Iba a escribir sobre el tema obligado en estos días en Chile –los casos Penta y Dávalos Bachelet-, pero me impactó tanto la información sobre el nepotismo del Presidente Daniel Ortega en Nicaragua, que me sentí obligado a reflexionar sobre el revolucionario sandinista. De paso subrayo que al comentar este nepotismo extremo –comparable al de la dinastía de los dictadores Somoza, que Ortega derrocó-, no pretendo desentenderme de las tareas pendientes que tenemos en Chile con respecto a las relaciones entre política, dinero y Estado.

El caso de Ortega es realmente de Ripley y se regó por el mundo causando asombro, burlas y pintando a América Latina como el continente donde campea en grande la corrupción: El Presidente, hombre de izquierda, identificado con el socialismo del siglo XXI de Hugo Chávez, aliado de los Castro y supuestamente representante del “pueblo” nicaragüense, tiene a su mujer, Rosario Murillo, de ministra de Relaciones Exteriores, a sus hijas Luciana y Camila de asesoras presidenciales, y a su hijo Rafael Laureano de encargado de las negociaciones con el empresario chino Wang Jing para la construcción de un segundo canal que una el Pacífico con el Atlántico. El proyecto, inaugurado en diciembre del 2014, asciende a 50 mil millones de dólares. Como comenta irónicamente la prensa: el poder está firme en la familia Ortega Murillo.

Me tocó ver por primera vez a este revolucionario de izquierda en La Habana, en los 70, cuando era uno de los comandantes dirigentes del Frente Sandinista que estaba a punto de derrocar a Somoza. El objetivo de los jóvenes revolucionarios de barba y melena era entonces loable y emotivo, al menos en términos retóricos: se inspiraban en la revolución cubana, el socialismo y la democracia popular, y supuestamente iban a liberar a Nicaragua del imperialismo y el capitalismo, de la explotación del hombre por el hombre, y llevarían igualdad y prosperidad a Nicaragua.

El sandinismo no es ajeno, por lo demás a los chilenos: varios compatriotas formados militarmente en Cuba arriesgaron su vida al solidarizar con los sandinistas y combatir contra la dictadura de Somoza. ¿Qué pensarán hoy los sobrevivientes al ver al líder del sandinismo convertido, según se dice, en una de los potentados de Nicaragua, y residiendo en mansiones expropiadas a los poderosos de antes de 1979? En La Habana, sin embargo, eran vistos en un inicio casi como reencarnación de los barbudos de verde olivo de la Sierra Maestra.

Pienso al mismo tiempo en esos miles de jóvenes europeos occidentales que en los años 80 hacían colectas de dinero y ropa en sus ciudades y que viajaban a Nicaragua a hacer trabajo voluntario para apoyar al frente sandinista, supuestamente vanguardia de todo el pueblo. Tanto sacrificio para que al final la esperanzadora revolución sandinista, al igual que la cubana, terminara en un fracaso estrepitoso, generando nuevos ricos, defraudando a tanto joven que creyó en la pureza de los ideales del socialismo, cobrando incluso la vida de muchos.

Hay que ser justos: el nepotismo no es patrimonio exclusivo del socialismo, sea el de corte estalinista o el del siglo XXI, proclamado por Chávez. El nepotismo surge, en todo caso, con particular intensidad en todo régimen represivo, sea de izquierda o derecha. La democracia, por su lado, no garantiza la inexistencia del nepotismo, pero la separación de poderes que reina en ella a menudo permite detectarlo, denunciarlo, juzgarlo y castigarlo. Si el socialismo muestra la tradición más sólida y prolongada de nepotismo, esto se debe a su falta de libertades ciudadanas e instituciones independientes.

Bastan un par de ejemplos para probarlo: En Cuba, Fidel Castro entregó el poder a su hermano después de ejercerlo por más de cuatro decenios. Vilma Espín, esposa de Raúl, fue hasta su muerte la encargada de la Federación de Mujeres de Cuba e hizo de primera dama, ya que el gobernante nunca presentó al país a su esposa real, pues nadie debía empañar ni en un ápice la imagen del gran líder comunista. Se comenta hoy en la isla que un hijo de Raúl Castro es el hombre clave en el cruce entre la inteligencia civil y la militar, y en muchos de los negocios jugosos. La lista de ejemplos es larga y la pueden conocer consultando simplemente los programas de televisión de Miami de la periodista María Elvira Salazar.

Que el nepotismo encuentra tierra fértil en el socialismo lo muestra también Corea del Norte. Allí el poder pasó del abuelo Kim Il Sung a su hijo Kim Jung Il, y de éste al nieto Kim Jung Eun. Se trata de una monarquía comunista férrea y hermética, donde el máximo líder del partido de los trabajadores es una suerte de divinidad. Debemos recordar que el hermano del actual dictador perdió su carrera al trono porque cuando joven fue descubierta su identidad en un aeropuerto de Japón mientras viajaba anónimamente a un parque Disney de diversiones.

Aquel faux pas, que le debe haber costado la cabeza a algún agente de seguridad norcoreano, frustró el desarrollo del hermano de Kim Jung Eun. No hace mucho nos enteramos que este hizo fusilar a su tío, el militar más importante de Corea del Norte, acusándolo de traición, y circula el rumor de que ordenó lanzar sus restos a perros hambrientos. Poco se sabe de la esposa del general, que fue una de las mujeres más influyentes en el reinado anterior.

No es necesario dar más ejemplos sobre nepotismo en el socialismo, basta con mencionar a la Rumanía de Ceaucescu, y el socialismo del siglo XXI, que dirige Nicolás Maduro. Según la oposición venezolana, los descendientes de Chávez controlan, entre otras empresas, a la petrolera estatal PEDEVESA, hoy en serias dificultades. Como no se reconoce el legítimo papel de la oposición ni se permite la justicia independiente ni la existencia de prensa libre, el nepotismo florece sin límites en el socialismo. Peor: se vuelve una de sus características básicas.

La última vez que vi en persona a Ortega fue en un foro internacional en México. Allí sorprendió a todos: en la ronda de negociaciones oficiales, sentado detrás de la bandera de Nicaragua, estaba con su esposa. Ante los ojos de las delegaciones diplomáticas parecían una pareja en viaje privado, ajena a las sesiones de trabajo.

Hace unos meses me tocó ver en televisión el discurso del sandinista ante una masa que conmemoraba una fecha revolucionaria. Cerca de él estaba Maduro, pero entre ellos, como ocupando una silla vacía, había un busto en bronce de tamaño natural, de Chávez. Ambos representantes del socialismo del siglo XXI se dirigieron en sus discursos a la estatua como si el comandante hubiese estado vivo. (El Líbero)

“Chile pasa a engrosar el grupo de países que se vuelve sinónimo de inestabilidad e incoherencia” 9 ago 2022

El escritor, exembajador y excanciller del Presidente Piñera, Roberto Ampuero, comenta las críticas que ha recibido la política exterior durante el gobierno de Gabriel Boric. “No culpemos sólo a Cancillería ni a la Canciller de esta decepción parcial. La decepción holística la está brindando el Presidente”, dice.


-Fuentes diplomáticas dicen que nunca Chile había cometido tantos errores en política exterior desde el retorno de la democracia. ¿Cómo evalúa a la Cancillería durante el gobierno de Boric?

-Recordemos que en Chile no existe la política exterior “del Canciller” sino la del Presidente, quien la dirige, y que el/la Canciller la ejecuta. Por eso el grueso de esta seguidilla de errores en política exterior es más bien parte constituyente y extensión de los reiterados errores del gobierno en los demás ámbitos de su gestión.

Es cierto que la Cancillería ha tropezado a trechos por desprolijidad, pero en lo grueso porque tiene que actuar en un mundo que está en modo cambio de época y que plantea desafíos inéditos que requieren combinar la tradición con la mirada de futuro, mientras la Canciller está obligada por ley a aplicar los lineamientos de un Presidente que lamentablemente, pese a su juventud, se inspira en una visión rousseauniana de América Latina, una idealización decimonónica de su unidad e influencia global, una desconfianza cepaliana, propia de los 1960-70, hacia el comercio mundial y una incapacidad para aquilatar lo que Chile en verdad avanzó en más de 30 años.

Desconocer la propia historia y los temores y anhelos por los cuales se mueven los países es un error garrafal en política. A esto debemos sumar que el gobierno está en caída vertical en su popularidad y que acuna varias almas en pugna, escenario en el cual es evidente que se impone el partido más disciplinado y jerarquizado del continente.

No estoy para dar consejos a la Canciller, pero le diría que cualquier política exterior se desdibuja si se la ata a afanes de liderazgo de su presidente, ya sea porque busca la reelección o el tránsito a los organismos internacionales. Le diría que aunque la política exterior es la última prioridad de los chilenos, según las encuestas, es un campo de batalla enconado porque seduce a variados intereses y mantiene vigentes a quienes estamos llamados a pasar a retiro.

-La Canciller Antonia Urrejola es experta en Derechos Humanos. ¿Cree que ha cometido errores en otros ámbitos como comercio exterior?

-Aquí hay un fenómeno de causa-efecto. Estamos viendo los resultados de un libreto escrito antes del 11 de marzo: Quien está a cargo de Subrei es un académico conocido por sus críticas académicas a los TLC y la desconfianza hacia el libre comercio mundial, ejes de la modernización y prosperidad de Chile en los últimos decenios. Está haciendo lo que se esperaba de él, ha sido consecuente hasta en sus faux pas y deslices. El problema lo crearon en rigor quienes lo nominaron. En Subrei se necesita a un Rodrigo Yáñez, “el Zar de las vacunas”,  o a un Mario Marcel, que despertó inicialmente muchas esperanzas en los actores económicos.

-Uno de los aspectos más criticados ha sido la gestión del subsecretario Ahumada, conocido por su oposición a los acuerdos internacionales. ¿De que manera puede afectar la posición de Chile esta actitud anti libre comercio?

-Ya está afectando dramáticamente a Chile. Pensemos en la ventaja que le sacan a diario al país nuestros competidores que ya integran el TPP 11 (Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico), en vigor desde diciembre de 2018, un mercado de más de 450 millones de personas y la zona más dinámica de la economía mundial. O pensemos en el azoro y desconcierto de los europeos cuando Chile retrasa la firma para la Modernización del Acuerdo de Asociación con la UE (mercado de 447 millones de personas).

Fíjese bien: no es la gigantesca UE la que esquiva y retrasa el procedimiento, sino Chile con sus 19 millones de habitantes, el país al que espera un asiento en un club de privilegiados.

No es sólo que retrocedemos sino que al mismo tiempo países top en esta materia siguen avanzando a paso acelerado. Y lo insólito: el gobierno anuncia que va a revisar documentos ya revisados por equipos de expertos europeos y chilenos, lo que implica abrir una Caja de Pandora de la cual puede salir cualquier cosa.

Y además resulta insólito y arrogante imaginar que el mundo entero espera por Chile, e ignorar que lo difícil es entrar a TLCs como estos y conseguir mercados e inversiones.

Así sufre la imagen de Chile: deja de ser el partner sólido, previsible y constante y pasa a engrosar el numeroso grupo de países que se vuelve sinónimo de inestabilidad e incoherencia. En ese momento los diplomáticos chilenos se ven obligados a salir a tratar de dar explicaciones y a poner paños fríos para que no se espanten los inversionistas ni se debilite la presencia de productos chilenos en el exterior.

El gobierno está cometiendo muchos errores que corona pidiendo disculpas y perdón. Esa estrategia no  funciona en política internacional, campo resbaladizo como pista de hielo donde los errores se pagan a largo plazo (recordemos la demanda de Bolivia en La Haya, donde el equipo dirigido jurídicamente por Claudio Grossman se anotó una victoria resonante para Chile) y la corrección de rumbo es tan lenta como la de los portaviones.

-La Cancillería, según sus críticos, ha dejado ir a muchos diplomáticos de carrera, privilegiando a gente cercana al Frente Amplio. ¿Complica esta tendencia la calidad de nuestra política exterior?

-Es un tema delicado y no juzgaré cada paso que da nuestra Canciller. El criterio crucial es que los que ingresen por razones políticas estén capacitados y conscientes de que la Cancillería atesora historia, tradición y considerable bagaje de conocimientos, y que hay que escucharla, tomarla en cuenta, no sustituirla. Si hubiesen escuchado al Minrel profundo, creo que no habrían enviado al agregado cultural a Barcelona sino a Madrid, como imagino terminarán haciéndolo; y el Presidente se hubiese ahorrado el papelón ante el Rey Felipe VI en la asunción del cargo, o hubiesen retirado hace tiempo la nominación de un embajador en Brasil que el gobierno evidentemente rechaza, o hubiesen recomendado a la pareja del Presidente no sentarse en La Moneda con los pies en la silla ante una dignataria electa de otro país (¿se imaginan el escándalo de la izquierda si en Washington, Bruselas o Berlín recibieran con ese “protocolo” a altos representantes del Estado de Chile?)

-¿Por qué alguien como Mariana Durney fue bloqueada en la Cancillería? ¿Qué papel jugó la subsecretaria de Relaciones Exteriores, Ximena Fuentes?

-Ignoro por qué una funcionaria de lujo, ejecutiva, eficiente, destacada y con sólida formación tanto nacional como internacional como Mariana Durney, una de las más brillantes, junto a la ex subsecretaria Carolina Valdivia, que conocí en Minrel, fue bloqueada en Cancillería. A Ximena Fuentes la recuerdo como una alta y competente funcionaria del Minrel, siempre alegre y de buen humor, risueña, con excelentes relaciones de trabajo con el Presidente Piñera, y muy atenta a detectar descuidos o falencias anteriores en su ámbito de fronteras y límites.

-En su gestión hubo críticas a la influencia que tenía un asesor del Segundo Piso (Benjamín Salas) en las decisiones de política exterior. ¿Ve un riesgo similar hoy con Lucía Dammert interviniendo desde el Segundo Piso?

-Entre el asesor presidencial de política exterior, en el Segundo Piso de La Moneda, y la o el Canciller de la República se han dado y se dan en Chile a menudo tensiones extenuantes y kafkeanas. Extenuantes pues complican y estresan al Canciller, que es quien al final pone la cara por lo que hace y le hacen, y kafkianas porque es desde luego absurdo que un mandatario, que en Chile escoge y define a su canciller, empodere al mismo tiempo por acción u omisión a un wannabe canciller que hostigue al Canciller. Y eso se agrava si al wannabe canciller lo alienta la obsesión por figurar mediáticamente. Esto es extremadamente nocivo para el jefe de la diplomacia, la Cancillería, la política exterior, la imagen y los intereses superiores de Chile.

-Uno de los aspectos más elogiados del gobierno de Piñera fue la vacunación. ¿Cómo se ha llevado a cabo el proceso contra la viruela del mono?

-Ignoro los detalles, pero imagino que el Subrei y la ministra de Salud actuales deben estar en consultas regulares con el ex Subrei Yáñez y los ex ministros Mañalich y Paris, y la ex Subsecretaria Daza puesto que fueron exitosos y eficientes en sus gestiones en el tema de la epidemia, la consecución de vacunas y las vacunaciones mismas. Confío en que el gobierno valore la labor de estos profesionales reconocidos internacionalmente y esté impulsando la continuidad de las buenas prácticas que favorecen a la salud y la seguridad del país.

-El canciller argentino, Santiago Cafiero, acordó con su par chilena seguir “trabajando en el esclarecimiento” de los vuelos procedentes de nuestro país detectados en el espacio aéreo de Argentina sin los permisos correspondientes. ¿Cómo ha sido manejado este caso?

-Prefiero compartir lo siguiente: es muy importante mantener una comunicación estrecha, fluida y de confianza entre Canciller y Ministro de Defensa. Con el entonces ministro de defensa Alberto Espina nos comunicábamos y consultábamos en forma permanente, a cualquier hora y día, y resolvíamos muchos temas ejecutivamente porque cultivamos una relación afiatada, lo que nos facilitó la rápida coordinación en varios frentes.

-Usted fue embajador en México. ¿Qué señal da el Gobierno al no designar aún un embajador ante ese país? 

-México es un gran país y un país enorme, y su socio principal es lejos Estados Unidos, pero México mantiene históricamente una rica y original relación con el resto de América, y dentro de ese marco está Chile. En México sentí siempre cariño por nuestro país y admiración por nuestra estabilidad, democracia y desarrollo y por nuestros éxitos en la lucha contra la pobreza, la integración al comercio mundial y la diversificación de nuestro comercio internacional.

Convengamos en que lo que corresponde es tener un embajador en el país con el cual se mantienen relaciones diplomáticas, pero se vuelve un must absoluto en países de la talla de México y Brasil. Se especula con que la embajadora surgirá después del cambio de gabinete de septiembre, habrá que ver. Pero más allá de que no es deseable la situación de hoy, se debe saber que a México están llegando muchos emprendedores chilenos pues es un país ideal para exportar y ubicarse en el gigantesco mercado de EEUU y Canadá. En esos casos, por ejemplo, el embajador puede marcar la diferencia con un acompañamiento cercano.

-También usted encabezó la legación chilena en España. ¿Cree que hay problemas en el tratamiento de la cuestión catalana por parte del servicio exterior chileno?

-Creo que debemos tratar de recuperar la sensatez. Convengamos en que no es sensato enviar de agregado cultural de nuestra Embajada en España, ubicada en Madrid, a un ciudadano chileno y a la vez español, que profesa públicamente y a través de las RRSS convicciones independentistas catalanas, precisamente a Barcelona, en la Comunidad Autónoma de Cataluña. Y menos sensato es olvidar que antes de hacer el anuncio el ciudadano debe renunciar a su vínculo con España, y que no se ve bien que la sede del cargo sea trasladada a la ciudad donde el futuro agregado residía de antes. No me cabe duda de que al final primará lo que debe primar: la agregaduría deberá establecerse en nuestra Embajada en Madrid. La verdadera diplomacia es silenciosa, efectiva y pesa.

-¿Cree que la gestión en Cancillería ha sido una de las grandes decepciones del gobierno de Boric? 

-No culpemos sólo a Cancillería ni a la Canciller de esta decepción parcial. La decepción holística la está brindando el Presidente, su gestión gubernamental nacional e internacional, y el hecho -un error inconmensurable- de convertirse en el generalísimo del actual proyecto de nueva constitución política.

Con piloto automático Roberto Ampuero 13 abril, 2015

Se abrió la caja de Pandora con el vínculo entre política, negocios y Estado, y lo que surge, azora. Los males nutren la curiosidad y la ira ciudadana, y consumen las energías nacionales. Esto, en un país que desde el verano parece volar con piloto automático. Críticas a la falta de liderazgo presidencial afloran también de la Nueva Mayoría. Incluso la declaración conjunta de partidos del oficialismo y la oposición sobre probidad puede interpretarse como invitación a Bachelet a ejercer su rol como «actor central y articulador».

La reacción urgente exigida por la crisis, que de no resolverse dentro de la institucionalidad puede consumir la sustancia de la República y crear un escenario donde todo sea posible, debe llevarnos a examinar otras tareas que la Presidencia tendrá que abordar a la brevedad: la contención de la crisis, el paso a la ofensiva política y la renovación del discurso.

Sobre la contención: La Moneda recurrió en un inicio al silencio presidencial para el control de daños, pero eso ya no rinde frutos. Emplea ahora la «política blanca»: delantal y asistencia a inauguraciones de jardines infantiles y salas cuna. Emerge también el «cosismo», y desde fuera algunos alegan ya que sufre «discriminación de género». Se procura subrayar su liderazgo «blando», pero los esfuerzos no rinden frutos, pues la pérdida de confianza en la Presidenta extingue las brasas del fuego de su simpatía. En «El fin del poder», Moisés Naím afirma que «la degradación del poder» se inicia con el debilitamiento de «las barreras que protegen a los poderosos», un proceso mundial que en Chile parece haber acelerado el liderazgo inclusivo y acogedor.

Con respecto a la necesaria ofensiva que debe iniciar Bachelet para recuperar terreno: ¿Lo hará buscando acuerdos con la oposición, consciente de la merma de su popularidad, la alicaída economía, el rechazo ciudadano a reformas estructurales y el desprestigio de los políticos? ¿O atará su suerte al programa, como en 2014, cuando alcanzó la categoría de dogma revelado? ¿Ofrecerá ramas de olivo o retroexcavadora? Lo primero puede conducir a la recuperación del país y del liderazgo presidencial mientras no implique un acuerdo transversal para barrer irregularidades bajo la alfombra y eluda los nuevos desafíos. Lo segundo, empero, generará división y polarización en un Chile que atraviesa su peor etapa en decenios.

La tercera tarea comprende al Gobierno y también a la Nueva Mayoría: deben modificar su relato político. La revelación de que políticos e instituciones de izquierda y centroizquierda, que convirtieron en leit motiv de su vida la denuncia contra el dictador Pinochet, la conquista de la igualdad social y la lucha contra «los poderosos de siempre», han pasado por años el sombrero ante empresarios vinculados al régimen militar, o perseguido afanosos el enriquecimiento personal, revela un doble estándar. Esto exige sincerar el discurso. Es patético que ese sector siga desplegando las mismas banderas y proclamando su superioridad ética cuando algunos dirigentes no solo callan ante la violación de derechos humanos bajo regímenes de izquierda, sino que, al igual que Jano, exhiben dos rostros: uno cuando pronuncian apasionados discursos, otro cuando tienden con disimulo la mano.

La crisis constituye la última oportunidad de la actual constelación de políticos. Se trata de un desafío transversal. Es posible salir del marasmo sin sacrificar la verdad y la justicia. Es apenas una esperanza. Pero es la misma esperanza que, cuando Pandora abrió la caja y escaparon todos los males, quedó apresada en su fondo. También la Presidenta tiene hoy una gran oportunidad: rescatar la esperanza.(El Mercurio)

¿Murió el pacto programático? Roberto Ampuero 20 julio, 2015

¿Seguirá existiendo la Nueva Mayoría o, mejor dicho, tendrá sentido la existencia de un pacto programático llamado Nueva Mayoría cuando, debido a modificaciones sustantivas hechas al programa que se propuso respaldar, este pierde su configuración original? No cabe duda que el reciente «sinceramiento sin renuncia» de la Presidenta Michelle Bachelet modifica tanto el contenido del programa como su implementación. Esto lo demuestran la alarma y sorpresa con que reaccionaron líderes oficialistas: mientras unos plantean que readecuar el programa es ineludible para financiarlo y recuperar la sintonía con la población, otros ponen en perspectiva protestas callejeras en contra del cambio de rumbo, y la reflexión sobre la pertinencia de continuar dentro del acuerdo político.

Lo dramático de esta nueva tensión es que tienen una cuota de razón, aunque por causas distintas, tanto los sectores de la Nueva Mayoría que consideran imposible hacer las reformas según el ritmo y profundidad acordados inicialmente, como quienes sostienen que la renuncia a la modalidad original acarrearía la muerte de la Nueva Mayoría. Los realistas tienen en parte razón, pues saben que a estas alturas la Mandataria cuenta con apenas 24% de apoyo, y no los acompañan las cifras económicas ni las encuestas sobre las reformas. Tienen en parte razón igualmente los jacobinos de la Nueva Mayoría, que sienten la renuncia parcial al programa como una traición al pacto y la defunción del conglomerado, al cual sus adherentes jamás perdonarían esa supuesta deslealtad. De no mediar una palabra pública esclarecedora de Bachelet, el desgastante tira y afloja entre realistas y jacobinos irá para largo, y el país continuará atascado en el inmovilismo actual.

Mirando la historia reciente, vemos que desde un inicio los líderes de la Nueva Mayoría tuvieron especial cuidado en aclarar que no constituyen una coalición con proyección histórica, como lo fue la Concertación por la Democracia, que se basaba en el eje privilegiado entre PDC y PS. Debido a profundas diferencias en materia de historia y valores, particularmente entre democratacristianos y comunistas, reeditar una coalición de ese calado resultaba imposible. Surgió así la necesidad de armonizar culturas políticas diferentes mediante la detallada coincidencia en un programa ambicioso y utópico.

En enero de 2014, los siete presidentes de los partidos de la Nueva Mayoría definieron a esta como una construcción instrumental que adquiría sentido gracias al programa en el que todos convergían y que implementaría Bachelet. «La Nueva Mayoría -afirmaban- es un acuerdo político programático para apoyar las tareas del gobierno de Michelle Bachelet y del programa que le sirve de fundamento, ese es nuestro compromiso». Ante la inquietud expresada por algunos sobre el curso que impondría a Chile una agrupación tan variopinta, la entonces Presidenta electa afirmó que «el acuerdo político programático es muy buena idea», y se mostró optimista: «No creo que solo dure cuatro años de gobierno, sino que evolucionará de acuerdo también a la evolución que el país tiene, y espero que sumando y sumando a más personas». Hoy, el programa original está en cuestión, lo que legitima desde luego la pregunta sobre la existencia de la Nueva Mayoría.

Junto a esa interrogante, surge una adicional: si no es el programa original lo que la une, ¿qué mantiene unida a la Nueva Mayoría? ¿El áspero manejo de un gobierno que no cumplirá lo que prometió? ¿El enrevesado debate interno para diseñar una hoja de ruta adaptada a las nuevas circunstancias? ¿La lealtad a Bachelet? ¿El temor al retorno de la centroderecha? ¿O el poder? Urge, por lo mismo, que la Presidenta indique con máxima claridad y detalle los hitos que seguirá. Solo de este modo acabará la incertidumbre, y los partidos identificados con ella podrán dedicar todas sus energías a la tarea de que Chile recupere su senda de crecimiento y consensos, e implemente reformas necesarias, viables y financiables. Mantener el clima de definiciones parciales, sujetas a una incesante lucha de interpretaciones dentro del oficialismo y la oposición, nos está costando extremadamente caro en términos económicos, sociales, políticos y de imagen país.

“Por una nueva y buena Constitución” 24 septiembre 2022

Las intervenciones del Presidente Boric en política exterior, y recientemente, su discurso ante la ONU, plantean una interrogante esencial tras su derrota plebiscitaria y la creciente influencia de la izquierda moderada en el gobierno: ¿Qué se propone ahora en política exterior?

Su base electoral de la primera vuelta fue una suma de voluntades, a veces contradictorias, cuyo aglutinante era el rechazo al “sistema neoliberal”, y en la segunda el aglutinante fue evitar el triunfo de José Antonio Kast.

Una alianza “molecular” así permite articular voluntades que se oponen a algo, pero su desafío radica en articular un programa a favor de algo. Una mayor presencia de la centroizquierda en su gobierno podría ayudarlo a salir de entre las cuerdas, a definir sus objetivos tras la derrota del 4S, y a incorporar experiencia y nexos internacionales.

Retardar la ratificación del TPP11 y la modernización del Acuerdo de Asociación con la Unión Europea expresa la voluntad reactiva, pero no una capaz de cristalizar alternativas técnicamente viables.

¿Y cómo entender la idea del mandatario de condicionar las exportaciones de cobre, litio e hidrógeno verde a cambio de que los países ricos modifiquen sus patrones de consumo? Esta propuesta es una desmesura de quien preside un país cuyo desarrollo depende del acceso a los mercados internacionales, en este caso de mercados de 900 millones de habitantes.

Veo la misma desmesura en su llamado de atención -equivocado, además- al Rey de España en Chile, y la crítica a los países ricos que no participaban en Los Angeles en un foro ecológico. Y last but not least, ¿cómo interpretar su acto de ofender al Embajador de Israel, a su pueblo y Estado, alegando razones humanitarias cuando no se pronuncia sobre las dictaduras de Cuba y Venezuela? En el caso de Israel lo delicado para el Presidente no es sólo la ofensa sino también su historial de declaraciones contra Israel, lo que le valió el calificativo de antisemita de organizaciones judías. Esto es de efecto impredecible para Boric, que debiera subsanar cuanto antes.

Su discurso en la ONU fue ecléctico, y lo dirigió, por segmentos, a su base radical nuclear, a los chilenos y a la cultura de la neoizquierda internacional, lo que puso de manifiesto su dificultad para articular un discurso unitario.

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